Montones de alumnas brillantes mías, de esas que me escuchaban como si fuese yo el Gran Kalíkrates Sapientísimo, y que luego sacaban relucientes dieces, han querido invertir sus buenas notas en formarse como maestras o puericultoras, pero montones. Chicos, claro, ya menos. Encuentro sintomático a la par que deprimente (porque ocurre también lo mismo en mi propia familia) que se decidan por una profesión que consiste en algo claramente bueno y honesto -la ética de los cuidados-, pero al mismo tiempo claramente también poco ambicioso laboralmente.
Se diría que intuyen que el mundo que se les viene encima después del Bachillerato se agita y hiede con posibles laburos en los que abunda la corrupción o el chalaneo, y pasan olímpicamente de complicarse la vida. Cuidar o educar niños pequeños no hace daño a nadie, al contrario, yo mismo me apuntaría a eso mañana mismo, podéis apostar por ello (lo malo es que si la población se avejenta tanto como nos están pronosticando a ver cómo se da salida a tanta vocación de servicio hacia los pequeños…)
Que sean otros los que organicen el cotarro forrándose por el camino, estoy plenamente de acuerdo con mis alumnas. Los chicos, en cambio, que se huelen también algo así, si además han sido estudiantes justitos, conciben meterse a policía o militar, que es otra manera, aunque no lo parezca, de evitar grandes y delicadas -en el sentido de peligrosas, pero también necesarias– responsabilidades. Quien sea dado a hacerse reflexiones que piense qué demonios les estamos enseñando a los chavales en los medios, sobre todo en este casposo país. Porque una cosa es montar el pollo espectaculístico, en el sentido de Guy Debord, un día tan señalado como hoy, y otra muy distinta llevar a cabo de verdad la pedagogía adecuada para remover el lodo que propiciaría esa transformación.
Las instituciones, sin duda, cumplen con su papel en la tarea de hacer como que hacen en pro de la igualdad, pero todo lo que de verdad cuenta para un adolescente, las redes, las series, la música, la moda y el fenómeno-fandom, en general obran en sentido fuertemente contrario y conservador.
Las chicas ya saben de sobra que hay que contestar con brusquedad a la manifestación machista más burda, pero luego se saben los reguetones pornográficos de memoria y dan por bueno llamarse «zorra» o «chupapollas» entre ellas de modo amistoso (por cierto que en casi cualquier idioma mayoritario las imprecaciones hacen siempre referencia a la hembra emparentada al varón al que se increpa, de tal manera que en «cabrón» es la esposa la denostada, y en «hijo de puta» esto resulta aún más obvio; hasta en las ofensas la masculinidad está inmunizada).
Os aseguro que cuando en las aulas a los chicos les da por hacer el simio, que es continuamente y no entre los peores chicos ni mucho menos, las chicas de su clase asumen su papel de sosas o más bien les admiran. Poco ha cambiado, en realidad, en los países desarrollados; poco, claro, excepto el discurso. Este discurso, al igual que los memes, artistas como Shakira, empresas como Pixar, Taylor Swift o el Instituto de la Mujer, parece apoyar la causa de la igualdad de género. A mí también me gustó Thelma y Louise. Pero para de contar. En el fondo, en el subtexto, por así decirlo, en eso oscuro subliminal aficionado a desplazar, camuflar o travestir que Freud pensaba que yacía en el Inconsciente, pero que en realidad es lo más manifiesto de todo, os la están colando como siempre[1].
El enemigo no es la terf de al lado, o el trans de enfrente. El enemigo es un universo global del capitalismo de la imagen que es mucho más listo que nosotros, que se cuela subrepticiamente por nuestros móviles y que va a aupar de nuevo al poder a Donald Trump o la oligofrénica de Ayuso en España.
Yo no sé, realmente, si a combatir ese enemigo se le puede llamar «lucha», término de gran reputación revolucionaria. Lo que sí que sé es que esa lucha no parece que vaya a tener lugar en las calles, en plan barricadas y cóctel molotov violetas. De manera que yo llamaría más bien al desasimiento, al desprendimiento, que es igual de difícil que la lucha, pero apenas necesita organización.
Es una realidad compleja la que enfrentas, por lo que te sugeriría no prestar atención a fenómenos como La que se avecina o La Isla de las Tentaciones, ni a las tendencias de celebridades como el nail-art de Alaska, los gestos extremos de Leticia Sabater, el arte de recibir de Isabel Preysler, las posturas intransigentes de Isabel Díaz Ayuso, el sentirse «amazona» de Cayetana Álvarez de Toledo, o las novelas de Sonsoles Ortega. Nada de esto debería ser tu preocupación, pues entra en el terreno del «mansplaining», esa tendencia a sobreexplicar que ya conocemos.
Ningún avance o emancipación real se juega en el terreno de los nombres propios y las caras reconocibles. Todo es más atávico, más triste y más rancio. El asunto va de beneficiarse de las vírgenes como se puede leer en Jueces (21:10-12):
Entonces la congregación envió allá a doce mil hombres de los más valientes, y les mandaron, diciendo: Id y herid a filo de espada a los moradores de Jabes-galaad, con las mujeres y niños. Pero haréis de esta manera: mataréis a todo varón, y a toda mujer que haya conocido ayuntamiento de varón. Y hallaron de los moradores de Jabes-galaad cuatrocientas doncellas que no habían conocido ayuntamiento de varón, y las trajeron al campamento en Silo, que está en la tierra de Canaán.
O de tener a las casadas por apestadas (Levítico 12: 1, 2 & 5):
Habló Jehová a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: La mujer cuando conciba y dé a luz varón, será inmunda siete días; conforme a los días de su menstruación será inmunda. Y al octavo día se circuncidará al niño. Mas ella permanecerá treinta y tres días purificándose de su sangre; ninguna cosa santa tocará, ni vendrá al santuario, hasta cuando sean cumplidos los días de su purificación. Y si diere a luz hija, será inmunda dos semanas, conforme a su separación, y sesenta y seis días estará purificándose de su sangre.
O de joderle la vida a las mujeres doquiera y sin distingos, desde siempre y para siempre:
A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti.
Supongo que esto es a lo que Isabel Díaz Ayuso denominó «raíz judeo-cristiana». El desafío me parece que está muy claro, y tan sólo hay que echar un vistazo a las «noticias» o memes más aparentemente irrelevantes de hoy: Kristen Stewart y sus piernas kilométricas: cómo ha conseguido esa definición en menos de un año.
Notas
[1] El otro día vi con mi hija la famosa película Diario de Noa, es otro caso manifiesto de pedagogía tanto de lo que una mujer debe amar (el laconismo de Ryan Gosling expresa sobresaturación de sentimiento, y mejor si es el personaje es pobre), como de de qué manera hay que ser (abierta, alegre, cachonda…) para merecer ser amada.
Muy acertado esa cita del Antiguo Testamento.
Y a pesar de ello,aún creen(religiones judaica,cristiana y musulmana ).
Lo de Díaz Ayuso es una utilización torticera de todas estas cuestiones (la ignorancia es muy osada y contumaz).