Sujeto Revolución Ideología
A Revolutionary Vegan | Jorge Gonzalez Arocha, 2020

¿Dónde está el Sujeto Revolucionario?

La revolución como predican los falsos profetas no es inminente; la destrucción sí
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La idea

Producto de las revoluciones acontecidas en Rusia, China, Vietnam, Cuba, entre otros múltiples casos, hicieron que la representación de este hecho social en imaginarios burgueses fuera destructiva; el rojo sangre se confundió con el rojo comunista aniquilador. Hoy el panorama ha cambiado con creces.

En el siglo pasado, cualquier proceso que se autodenominara revolucionario fue tachado comunista y por ende desacreditado por el establishment occidental. La poderosa industria cinematográfica de Hollywood conjugó en la mayoría de las películas de acción al villano con el comunismo. Uno de los ejemplos más interesantes es Red Dawn del director John Milius. Estrenada (curiosamente) en 1984 narra una invasión a Estados Unidos llevada a cabo por rusos y cubanos. A diferencia de otros filmes donde el comunismo es sólo un argumento para hacer mover la trama, en esta, la amenaza es potente y tangible.



La idea de revolución desde el punto de vista de la cultura popular tampoco era asumida de igual forma por todos. Aunque el rock & roll, los hippies, el hip-hop, el punk y el LGBT constituyeron de facto “revoluciones” se asumían desde imaginarios de liberación diferentes al radical cambio que otros movimientos más apegados a la izquierda clamaban. La subversión del poder, la idea de una reconstrucción socio-estructural se miraba con natural escepticismo.

Revolution de 1968 es uno de los temas musicales que puede ilustrar el punto de vista escéptico. Escrita por John Lenon, e incluida en el White Album bajo coautoría de este y Paul McCartney, criticaba las ideas de la “new left” sobre una revolución. Según declaraciones del autor, estaba dirigida contra el empleo de medios violentos en las luchas sociales; pero, si escuchamos con cuidado el tema, veremos que hay una especie de negación “en sí misma” de la idea de revolución.

Esta visión choca directamente con los movimientos sociales que se desencadenaron por ideas de inspiración izquierdista no ortodoxa como la originaria Revolución Cubana del 59` (antes de hundirse en el fundamentalismo soviético) y el Mayo Francés. La segunda mitad del siglo XX no es carente de movimientos y activismos políticos, pero la polarización del mundo suponía dificultades sobre el consenso: siempre existía la posibilidad de azuzar a unos contra otros, de encontrar la paja en el ojo ajeno.

La definitiva caída del campo socialista en 1991 pone fin a las lógicas del siglo XX como bien señala el gran historiador Hobsbawm (1994). Con el principal enemigo ideológico derrotado occidente se embriaga en el triunfo. La industria cultural ante la inmensa ausencia del peligro externo no le quedó más remedio que volver la vista a sí misma y todos los males que albergaba.

Los noventas son una de las etapas de mayor pesimismo y nihilismo. Es la época del ascenso del grunge. Nirvana, es una de las bandas canónicas de la época y Kurt Cobain un paradigmático anti-paradigma. Este estilo musical saturado de efectos distortion era acompañada de letras que por momentos evocaban inofensivos y sencillos pasajes adolescentes para luego trastocarse en explosiones de furia y surrealismo. El juego entre el tempo, las letras y la melodía del grunge era lo que podríamos bien llamar “ironía armónica”. Se burlaba así de la moral, de las vacuidades de las buenas costumbres, del discurso de lo correcto.

Pero junto con el nihilismo y la desazón comenzaron a emerger sentimientos destructivos que necesitaban ser resueltos. La erradicación de la URSS vino acompañada con la muerte de los paradigmas alternos. La ideología del poder centrada en el neoliberalismo suponía una única vía de existencia: el consumo. La radicalización del capitalismo trajo la exaltación de los sentimientos y enfrentamientos antisistema. Así pronto se pasó del desacato y el abandono al enfrentamiento y la rebeldía.

Junto con el refortalecimiento del Punk otras voces y tendencias contestatarias se empiezan a gestar en la década del noventa. Una de las bandas más llamativas en esta nueva ola es Rage Against the Machine. Su mensaje e ideología manifiestamente contraria al sistema capitalista se expresa en letras y canciones protestas. No solo transmitían malestar, sino que convocan al enfrentamiento. Canciones como Killing in the name of o Wake up ambas de 1992 son clarísimos ejemplos del aguerrido espíritu de la banda.



Siguiendo esta línea de denuncia y protesta social encontramos una obra que no solo resume el espíritu de hastío de la década del 90 sino que plantea como tesis la posibilidad de un movimiento de enfrentamiento y aniquilación. Una sociedad de castrados y neuróticos sólo puede ser combatida a través de la destrucción y la locura, ambos vástagos bastardos de una libertad lisiada. Fight Club de David Fincher, adaptación de la obra homónima del escritor Chuck Palahniuk se convirtió en una de las películas más controvertidas de la pasada década. Estrenada en 1999 tiene un lenguaje audiovisual casi tan iconoclasta como la crítica que enarbola; siendo una especie de presagio de la fatalidad intrínseca del consumismo la película dejó al público y a los estudios divididos.

La obra de Fincher no es un asunto aislado. En 1999 también es el estreno The Matrix de los hermanos (hoy hermanas) Wachowski. Apelando a la estética futurista y a la metáfora envueltas en una distopía, esta obro logró concretar una crítica filosófica al sistema capitalista. Denuncia la ideología, el control, la falsedad y pone al observador en el lugar del intelectual revolucionario frente al sistema.

El 2001 no obstante, llegó con un nuevo enemigo. Las ideas de omnipotencia y triunfo del paradigma capitalista occidental quedaron aplastadas bajo los escombros de las torres gemelas. En los años próximos al traumático hecho, toda idea de transformación va a estar opacada por las luchas contra el nuevo-viejo enemigo o por los movimientos en contra de la guerra en Irak y Afganistán.

En 2005, aparece la adaptación cinematográfica de la novela gráfica V for Vendetta de Alan Moore y David Lloyd, a manos del director James McTeigue, con la producción de los Wachowski. El filme ubicado en un universo donde Inglaterra vive una dictadura supondría por una parte la reafirmación de los valores de la libertad, pero a su vez del empoderamiento ciudadano. Aun y cuando la novela de Moore y Lloyd ofrece al lector la posibilidad de elegir si el personaje V es un protagónico o un antagónico, la película por su parte se decanta tajantemente sobre la primera opción, insertando claros mensajes que hablan no solo de la consciencia frente al problema sino de la responsabilidad de tomar acciones.

Desde 2008, con la crisis económica mundial y la subsiguiente debacle política, el imaginario de la rebeldía se radicalizó nuevamente. Recuerdo perfectamente mi sorpresa al ver la tercera película de Christopher Nolan sobre Batman. Opacada por la crítica y el gran éxito de la anterior (The Dark Night, 2008), en The Dark Night Rises (2012), vemos como Bane, el villano, instaura un nuevo poder a través del terror en Gotham City.

Para garantizar su legitimidad el villano desata el caos al mejor estilo revolución soviética, subvirtiendo el orden social, clamando la emancipación, derrocando a los magnates y abriendo tribunales populares.

El populismo toma las calles y disfraza la destrucción de justicia social. Ante mis ojos era una nueva y tradicional demonización de la revolución social. Pero en el minuto 119” Gordon llama la atención a un oficial aterrorizado por la situación: “¿crees que esto forma parte de una especie de Revolución?”

Sé que para muchos un detalle tan pequeño pudo pasar desapercibido, pero con una sola oración en boca de Gordon, Nolan reivindica la idea de revolución. Hasta ese minuto cada escena narraba un escenario alegórico a “lo-que-pasa-en-las-revoluciones” pero con una línea de diálogo se rompe la identidad. De alguna forma la idea de revolución dejó de ser un anatema para restaurarse como una aspiración política legítima.

A semejanza de James McTeigue con V de Vendetta, Nolan resuelve el conflicto a través de una genuina toma de consciencia y acción por parte de los ciudadanos de Gothan, al menos aquellos que no fueron engañados por la “falsa revolución” de Bane; Batman, al igual que V, es sólo el símbolo que guía y desencadena el paso de la consciencia ciudadana a la acción.

Este brevísimo recorrido a través de la cultura sirve para ilustrar que todo movimiento social consta de dos momentos: la concientización previa, y luego, la acción. La segunda está contenida en la primera. La consciencia es su esencia y sin ella se trata de solo caos. Por otra parte, el éxito de un proyecto de cambio está determinado internamente por la coherencia que se mantenga entre consciencia y acción. Mantengamos esto en mente. Pero también es indicativa de un malestar, de una creciente inquietud. Ante la ausencia de modelos ideológicos alternos, renació y se fortaleció el imaginario de la revolución, como cambio profundo y como salvación.

Los Líderes

Desde la crisis de 2008 la economía mundial se desestabilizó. Movimientos entre los que se destacó Ocupa Wall Street constituyeron el primer paso hacia oleadas de conferencias, artículos, libros y campañas llevadas a cabo por los abanderados de una “nueva sociedad”. A pesar de que los movimientos de protesta eventualmente se enfriaron, la palabra “revolución” entró a formar parte del vocabulario y agendas sociopolíticas.

En la actualidad, el Coronavirus ha catalizado a niveles estratosféricos todos los imaginarios de un cambio. Figuras como Slavoj Žižek, Greta Thumberg, Bernie Sanders marchan como abanderados ideológicos de sus propias revoluciones. Tras ellos se reúnen masas de seguidores.

Todos buscan hacer consciencia de los problemas que lastran peligrosamente a nuestra sociedad y que la están arrastrando hacia su certera destrucción. El cambio climático, la desigualdad social, el consumismo, la ideología, el neoliberalismo, todos problemas inminentes y tangibles, al menos desde cierta perspectiva. Ya incluso influencers en las redes sociales han incorporado como parte de su contenido estas pre-ocupaciones.

Pero ¿cómo se implementa esta nueva revolución? ¿Quiénes la llevan a cabo? Después de muchas conversaciones, especialmente con gente nacida después de 1990 aluden a que el método de desencadenar un cambio es mover las consciencias de las nuevas generaciones.

El mensaje, el kerigma (Del gr. κήρυγμα kḗrygma ‘proclamación’), es el método por excelencia. Toda concientización dirigida a un genuino cambio debería versar sobre tres elementos: el problema, la causa del problema, mi acción sobre el problema.

Pero justo ahora, si nos dirigiéramos por ejemplo a Greta Thumberg y le preguntásemos sobre la forma de implementar su revolución ambiental, veríamos medidas abstractas; no muy lejano está Žižek quien reclama una transformación de la sociedad y la administración, y tampoco está muy lejos Bernie Sanders que plantea una transformación a través de la dirección de los Estados Unidos.

Este llamado a la transformación del sistema me recuerda a la recientemente estrenada película El Hoyo del director Galder Gaztelu-Urrutia (2020), y escrita por David Desola y Pedro Rivero. En esta obra, el reclusorio conocido como “el hoyo” es una deliciosa representación de la vida social, la relación entre consumo y supervivencia, y una profunda reflexión sobre la naturaleza humana. Hacia el minuto 90 del filme los protagónicos se encuentran con “un hombre sabio” quien categóricamente les corrige un error importante en su misión salvífica: “¡la administración no tiene consciencia!”

En efecto, la administración, dígase, el sistema no tiene consciencia, es una abstracción. Luego cuando Žižek o Thumberg claman el cambio están partiendo de una relación inseparable entre la masa y el sistema. Están gestionando estados de opinión, canalizando displicencias e inquietudes, pero no están realmente dando una fórmula sobre qué hacer. Se apela así a un sujeto abstracto que confusamente podría ser yo como individuo pero que no soy yo, y que puede ser el sistema, la sociedad de la cual formo parte y no formo parte al mismo tiempo. El sujeto es una abstracción.

Las protestas ya no son realmente en contra del sistema, sino en contra del estrés o molestias que ocasionan las cadenas; no pretenden eliminar las fuentes de problemas, sólo no sentirlas. Si se quiere ser contestatario a esta dinámica amodorrada de la queja, lo mínimo que se podría hacer es avanzar hacia el modelo contrario: la templanza.

¿Puede acaso producirse una revolución sobre bases abstractas? ¿Sujetos abstractos pueden producir un suceso concreto? No, no pueden. Žižek que no para de llamar la atención sobre la falsa consciencia y sobre la ideología de nuestro tiempo, hace el trabajo a medias; él también es un ideólogo, un ideólogo de la queja.

La diferencia entre lo que llamamos proceso de ideologización y concientización es muy ligera. El primero está dirigido a una masa y reclama inmovilidad, obediencia, acatamiento; la segunda se dirige a individuos y supone ruptura, movimiento, desmarque; por un lado, se confirma el statu quo, en el otro se convoca a destruirlo.

Una genuina revolución no implica masas de ovejas complacientes; implica sujetos individuales que en conjunto suman un movimiento. Pero también implica compromiso con una idea y sacrificio. Los procesos de transformaciones radicales suponen la destrucción de estructuras anteriores y la creación de otras nuevas. Son por ende traumáticos. Desde el punto de vista del individuo suponen el cambio de su sistema de vida, el abandono de valores, ideas, formas de consumo y modos de vida; en muchos casos, una reestructuración total de la vida de la persona implicada.

Desde el punto de vista de la acción individual ni Žižek, ni Thumberg, ni Sanders han aportado método alguno. Al contrario. Aun y cuando pareciera que critican la ideología del poder no están haciendo concientización. Trabajan con movimientos populares, pero no es el pueblo quien tiene que sacrificar, ni comprometerse sino … ¿el estado? ¿Qué clase de nuevo orden nacerá sin un sujeto nuevo? No hay una verdadera implicación de individuos. Todos hablan a una masa.

La inmediatez del mundo occidental ha logrado que el ejercicio de la opinión y la protesta sea tan insulso que, aunque cientos de miles de personas se expresen no significa nada. Hay tal nivel de desligue entre la palabra, la consciencia y la vida que carece de importancia cualquier convocatoria.

Las protestas ya no son realmente en contra del sistema, sino en contra del estrés o molestias que ocasionan las cadenas; no pretenden eliminar las fuentes de problemas, sólo no sentirlas. Si se quiere ser contestatario a esta dinámica amodorrada de la queja, lo mínimo que se podría hacer es avanzar hacia el modelo contrario: la templanza.

¿Acaso Slavoj Žižek o Greta Thumberg están planteando algo diferente? ¿Acaso están apelando a la templanza, al dominio de sí, esa idea forjadora de sujetos pensada por Platón en la República? No. Son parte de lo mismo, solo que, en vez de protestar por un malestar psicofísico inmediato, lo hacen a nombre de la paranoia y la histeria del futuro inmediato: no nos extrañemos que uno y otro, Žižek y Thumberg, respectivamente, sucumban de tiempo en tiempo a tales calificativos psicóticos.

Los Sujetos

La respuesta a todos los problemas no es sólo crear consciencia ¿cuánta más consciencia de los problemas sociales hay que generar? Ahora mismo el mundo afronta una sobredosis de información y de “consciencia”. Sea por afirmación o negación, todo sujeto con capacidad de leer y escribir puede acceder a la información sobre la crisis medio ambiental y la economía mundial; es un lugar común en todos los debates y agendas.

Tenemos feministas, comunistas, socialistas, anarquistas, ambientalistas, animalistas, entre otros novedosos grupos. Todos tienen sus luces y sus metas, pero separados no son más que partículas de queja. Cada día parece más difícil que contemple una transformación integral. Y es que el esquema del consumismo, las redes (anti) sociales y la economía capitalista actual han generado tal fractura del individuo que la humanidad parece imposible de recuperarse.

La relación de dominación hoy en día en la sociedad moderna no se presenta entre individuo-individuo, sino entre individuo-cosa. La dialéctica del amo y el esclavo de Hegel, fusionada con el proceso del fetichismo de Marx ha dado al traste en la codependencia entre humanos y cosas. Son las cosas las que nos dominan a través del consumo. Producimos objetos, y a su vez estás nos producen a nosotros; en este proceso hemos comenzado a parecernos cada vez más a lo que consumimos.

Hoy en día los seres humanos resuelven todas sus inquietudes a través de catálogos. Desde las aproximaciones científicas a las más profanas (como bien puede ser un meme) somos manejados como si fuéramos equipos electrodomésticos con etiquetas, marcas, funciones, recomendaciones y contraindicaciones. Estamos divididos en componentes políticos, morales, laborales, sociales, ambientales, ideológicos, sentimentales que en última y primera instancia no tienen nada que ver unos con otros. Se habla de una cultura inclusiva, pero paradójicamente no hay nada más excluyente y falsario que una etiqueta: y ya sin etiquetas no se puede vivir ni socializar.

¿Alguna vez han meditado en las semejanzas que tiene nuestro estilo de vida contemporáneo con el de un animal de corral? Esta pregunta se me ocurrió cuando evoqué mentalmente a Rebelión en la Granja (Animal Farm) de George Orwell. Esta es una de las novelas más influyentes del siglo pasado. Es considerada una sátira a los acontecimientos y desenvolvimiento de la URSS y a Stalin. Pero la obra es además una fábula. Orwell representa a la clase obrera y proletaria como animales: cada animal simbolizaba un valor, un papel y una consciencia diferente en el proceso de rebelión.

A diferencia de las fábulas de Esopo, los animales acá representan una visión contemporánea, del siglo XX y cada uno encarna valores nuevos que en suma representan el panorama de lo que llamaríamos clase obrera. Así se ven a un nivel sencillo, elemental, el proceso de transformación de la clase dominada en clase revolucionaria.

Estos animalitos explotados hasta la saciedad, desposeídos de todo lo que los rodeaba tenían como condena sacrificar todas sus fuerzas en pos del beneficio del Granjero, el gran capitalista. Su única ganancia era la comida para seguir vivos, pero ni siquiera un retiro digno se les garantizaba. Una vez que no eran útiles eran vendidos al carnicero.

Y en efecto, la primera mitad del siglo XX conservaba mucho del fatídico sistema de explotación del siglo XIX. El músculo y el cuerpo que hacía funcionar a la sociedad era explotado a niveles inhumanos (a niveles animales). Era inevitable que el músculo y cuerpo de la sociedad terminasen muchas veces rebelándose contra sus patronos quienes disponían de su tiempo y su vida.

“Ellos no sabían cuándo ocurriría la rebelión que pronosticara Mayor; no tenían motivo para creer que aconteciera durante el transcurso de sus propias vidas, pero vieron claramente que era su deber prepararse para ella” (Orwell, 1945).

¿Y con qué se prepararon tanto los animalitos como los humanos en quienes se inspiraban? Pues con todo su intelecto y su músculo, hicieron consciencia de sus necesidades y de su capacidad de subvertir el sistema, a fin de cuentas, sus amos solo ocupaban el lugar de poder porque ellos así lo toleraban. Esto me devuelve a la pregunta sobre la relación con los animales de corral en la contemporaneidad. Así como la vida de los animales de Orwell eran un reflejo de la vida de los obreros, las granjas intensivas actuales son un reflejo de nuestra sociedad.

Uno podría pensar que ahora con la industrialización la vida de un animal de granja es una cadena de monstruosa explotación. Habría que leer los documentos y manuales referentes al asunto y consultar las recomendaciones y los hechos. Se busca máxima explotación del animal sometiéndolo al mínimo esfuerzo. El ganado ahora vive en corrales con la cabeza metida en una cubeta de pienso. A las vacas se les climatiza el ambiente con aire acondicionado y se les acompaña con música instrumental para maximizar su confort.

Es muy importante el confort de las vacas y los cerdos, pero también su salud. Gracias a una rigurosa y responsable higiene el ganando se encuentra vacunado contra gran número de enfermedades; sus dietas reforzadas en calorías y proteínas garantizan que crezcan en carne y grasa.

A aquellos que se destinan para el sacrificio, se buscan los métodos más humanos para evitar que el animal sienta dolor. El dolor se traduce en tensión para la carne, la puede agriar o endurecer innecesariamente. Así como el estrés es disminuido durante su vida útil también durante el iter mortis.

Estos animales de granja son una -vez más- reflejo de los humanos que los consumen. Están privados de todo medio para valerse por sí mismos y de toda preocupación. Cumplen su rol, el ser medio y objeto de consumo y explotación de una forma agradable, donde solo se presenta el entretenido arte de mantenerlos sanos y confortables. Su vida casi exclusivamente concebida para la muerte es un inmenso eufemismo de la bondad.

Si fueran estos animales de granjas intensivas los que hicieran una revolución ¿se plantearían cosas como las que se plantea Žižek o Thumberg?

No hablarían de que el pienso es para engordarlos más y aniquilarlos, sino que no hay suficiente pienso. Que la música es aburrida, y que, de aquí a unos años, se quedarán sin aire acondicionado. Esta vez sus amos notarán con cierta molestia que las vacas mugen más alto y frecuente de lo normal, y eso les molestarán hasta que se acostumbren al nuevo nivel de ruido o hasta que aburran de mugir, lo cual es probablemente lo que ocurra.

¡Y ni pensar en actividad física! Vacas pateando las vallas, cerdos mordiendo y cabras embistiendo con sus cuernos: nada. Están tan cebados, tan inútiles para valerse por sí mismos, tan amodorrados en su confort, que han olvidado siquiera como sostener su propio peso.

Y así, tal cual, es el humano contemporáneo. La industria y la producción contemporánea son el símil de una granja intensiva. Uno esperaría una actitud y movilización diferente por parte de los habitantes de tercer mundo, menos sumido en la vida de corral, pero no. El paradigma es la queja y la flacidez del primer mundo y la mayor aspiración a devenir incapaces de ver, sentir o hacer absolutamente nada.

A modo de cierre

Antes de que la palabra revolución obtuviera una connotación sociopolítica era una palabra empleada en la física. Todavía si abrimos un Diccionario como el Larousse encontraremos una definición tan sencilla como “cambio”. Antes de pertenecer al dominio de lo ideológico y de lo filosófico, dicha palabra pertenecía al dominio de los fenómenos tangibles, materiales, físicos. Pero hoy en día la tangibilidad del concepto es tan ilusoria como los sujetos de este cambio.

Lo que me hizo traer a colación este asunto es la realidad de los problemas sociales, económicos y ambientales. Las revoluciones complacientes de Thumberg y Žižek podrán ser ilusorias pero los problemas a atajar son reales y cada vez más inminentes. Me siento remitido a las cavilaciones de Ernesto Che Guevara sobre el “hombre nuevo”, se precisa un sujeto nuevo, para una sociedad nueva. Pero esta vez es preciso desmarcarnos de extremismos, utopías y edulcoraciones.

El comunismo, el medio ambiente, la emancipación, la desigualdad, todos estos estos son ahora mismo falsos problemas. El verdadero problema de este siglo es encontrar y reconstruir el sujeto de carne y hueso, capaz de ser vector de cambios y de asumir su relación con el mundo por decisión y no por condena. No se precisa que todos nos transformemos en esto, de momento basta con desmantelar el falso paradigma de libertad y lucha que acríticamente nos hemos tragado.

La revolución como predican los falsos profetas no es inminente; la destrucción sí. La hora de un segundo renacimiento, de una revolución de la voluntad, el cuerpo y la mente es por tanto el doble de urgente y aún más legítima. Si quieren dejar de comer pienso e ideología lo primero que deben plantearse es si realmente están dispuestos a salir del corral.


Foto: A Revolutionary Vegan | Jorge Gonzalez Arocha, 2020

8 Comments

  1. Magnifica reflexión, la necesidad de un sujeto con pensamiento crítico y capaz de transformar ese pensamiento en acción, comprometido con sus necesidades individuales y sociales y con la voluntad necesaria para satisfacerlas es urgente. Lo que también es urgente es saber cómo y desde dónde BSE formará. La autoformación del sujeto puede ser un proceso inconstante y a la larga infructuoso, pero la formación externa ha demostrado históricamente no corresponder con las necesidades sociales a las que ese sujeto en formación debe responder.

  2. Muchas gracias por su comentario Arianna Carrazana. Si se quiere hablar de revoluciones en un contexto que evidencia ese constante desfase de sujetos y objetos, debería comenzarse por revolucionar el sentido mismo de revolución…eso si no queremos caer en la idea de Marx de que los hechos en la historia ocurren primero como tragedia y luego como farsa…o tal vez ¿prefieramos las farsas por evitar las tragedias? En fin, que muchas gracias por su leer y compartir su reflexión.

  3. Empecé a leer el artículo sin mucho entusiasmo pero al final debo decir que valió la pena. La reflexión que hace el autor sobre la dicotomía entre integrados y sufridores del sistema, por un lado, y revolucionarios de pacotilla o indignados, por otro, me parece muy acertada. Pensemos en las revoluciones de colores o el propio 15 M. No puedo sino adherir a la apelación que hace el autor a la templanza, que es virtud de los individuos ya personas, pero que tiene efectos sociales evidentes. Siempre pensé que los llamados «indignados» también podrían llamarse «destemplados». La cuestión es grave hoy en día. ¿Cómo podemos apelar al individuo, a la persona, cuando ese individuo, desde la infancia, sufre un malévolo sistema educativo que apunta a lo contrario, y vive desinformado y acosado por los medios masivos de intoxicación, o naturalizan incluso la censura o la negación de derechos fundamentales en el mundo occidental? Vean lo que pasa hoy con el tema sanitario. Medios como estos están actuando casi en la clandestinidad. A veces pienso que estamos en una película clase b .Saludos cordiales.

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