Vivir los 60 cubanos en el siglo XXI: Un comentario.

¿Por qué resulta en un tormento rememorar los 60 cubanos? ¿cuál es el límite y qué peligros comporta examinar entre sus páginas?
abril 15, 2023
Chica de bar en un burdel del barrio rojo, La Habana, Cuba, 1954. Fotografía: Eve Arnold/Magnum Photos
Chica de bar en un burdel del barrio rojo, La Habana, Cuba, 1954. Fotografía: Eve Arnold/Magnum Photos

La imagen que opera respecto a los años 60 cubanos del pasado siglo, sobreviene en un compromiso que conjuga la nueva sociedad en gestación, los resabios de la vieja y un espíritu crítico heredero de la circunstancia, en vistas que la colectividad aún no se desentiende por completo de sus secuelas. Cierto es que, en este contexto, existe una gran fuerza mitológica/real que va alimentando la propagación de determinados ideales herejes, y que ha terminado por difundir un perfil de aquella década, fruto de un torbellino de cambios sociales y el avistamiento de una tormenta tanto intelectual como conspirativa revolucionaria. Época tan polémica, invita a pensar las limitantes y provocaciones posteriores que, dada la pluralidad de criterios tanto generacionales como ideológicos y políticos, han resultado inevitablemente inconclusas.

A esta imagen de aciertos y desaciertos pertenece el contemporáneo, ese sujeto/ciudadano de a pie, devenido actor social de la Revolución y sus urgencias, tal cual acuña el término la profesora María del Pilar. La concepción del mundo y la teoría erigen un camino, la vida cotidiana explicita otro. El filósofo francés Jean Paul Sartre, llama Huracán sobre el azúcar al proceso del 59, y con esta expresión da sitio a la idea de una sociedad que no solo se encontraba inmersa en sus instancias, sino que además se debatía entre las tan conocidas dinámicas norteñas y el fantasma de un sistema social llamado comunismo, tan ajeno y tan extraño pero que terminó por convertirse en dogma cotidiano y luego en sistema marxista-leninista para el quehacer del contemporáneo.

El drama de Cuba en esta década tiene muchas contemplaciones, supone un movimiento bullicioso de las tinieblas a la luz. Abarca desde la esperanzadora Ley de Reforma Agraria, se extiende por aquella epopeya de la Campaña de Alfabetización que ponía la educación en primer plano, hasta la fundación de aquel Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC tan polémico en los destinos de la cultura. Todo tan vertiginoso, todo tan fugaz y también con un espacio importante para los excesos. Y es que el proceso revolucionario tiene eso: no espera por nada ni nadie, no tiene tiempo para medir consecuencias hasta que ha madurado su pensamiento y visiones. Su misión no es de unos pocos, es de conjunto para inyectar el agridulce sentido de un deber irrenunciable: los libros de Historia, no cuentan eso.

La propia historia ha demostrado que este escenario aún no concluye. Los vientos que soplan y han soplado desde entonces, esconden y sostienen tras bambalinas ese asunto sombrío de la ideología y el frenesí que el término suscita: ¡Causa mucha controversia y revuelo eso del poder, las posiciones políticas y la ideología! Y como es de esperar, el relato histórico tradicional reniega su presencia para satisfacción y tranquilidad del contexto político social: el ser es y el no ser no es, no tiene lugar, se rechaza, lo demás es Revolución mediante. Los años 60 evocan a una Cuba de nacionalizaciones y no a un Cabrera Infante que proyecta con su lente el sitio hacia donde no se quiere ver; rememoran una economía en vías de construcción, pero no los peligros de una dependencia soviética amistosa que la asechaban; hablan de una sociedad de esfuerzos mancomunados para revitalizar los derechos del campesino y del obrero, pero no del manualismo y de tácticas arcaicas para su obtención. Los 60 cubanos refieren a rumbos esenciales, pero no efectivos.

Saldando las cuentas pendientes: el reencuentro con la época

En el marco de un nuevo siglo, la realidad cubana-como Marx advierte- repite aquel atributo particular en el plano-secuencia de una tragicomedia. Solo ha cambiado la temporalidad histórica; y por peculiar que parezca, ese período de los 60 es legítimo referente para el análisis del nuevo contexto social. La cotidianidad cubana actual vuelve a traducirse entre diversas y encontradas perspectivas ideológicas, cambios económicos, geopolíticos y culturales a lo interno del país. Todo el entramado social se encuentra matizado por la aparición de diversos actores sociales con una cotidianidad fragmentada entre intelectuales, científicos, , políticos y, claro está, el pueblo.

La cotidianidad cubana actual vuelve a traducirse entre diversas y encontradas perspectivas ideológicas, cambios económicos, geopolíticos y culturales a lo interno del país. Todo el entramado social se encuentra matizado por la aparición de diversos actores sociales con una cotidianidad fragmentada

El contemporáneo vuelve al ruedo entre cantos de sirena y promesas marxistas(guión)-leninistas, aunque ya no está ajeno al proceso. Curiosamente vivió el 27 de noviembre (27/N), y más que a un movimiento seudointelectual, sucumbió ante la dispersión espontánea de un sentimiento nacionalizado en aquella jornada. En su mente ha quedado materializada aquella metáfora respecto al mito de Saturno y sus hijos, como resultado directo de operaciones culturales perfectamente aplicables a la dinámica actual. En virtud de esa nueva visión de los hechos, la Cuba del siglo XXI se ha ido rebosando de hordas y hordas de Reinaldos Arenas que se han ido consumiendo al calor de un ocaso intelectual. Nuevamente el gremio artístico sacude lo social e impulsa la herejía, las nuevas generaciones la intentan, y retornan ciertas y no desacertadas polémicas culturales a las que Graziella Pogolotti hacía referencia: ¡otra vez, aquellos maravillosos sesenta!  

Al contemporáneo le interesa mucho por tradición, los vínculos con el vecino del norte (los yanquis para unos, los yumas para otros, pero en realidad siempre han sido los Estados Unidos de América). Y se ha generado en torno a ello una situación controvertida.  La Casa Blanca ahora viste de azul con Biden a la cabeza, escenario demócrata que supondría una mejoría en las relaciones Cuba-EUA. Más el color azul ha teñido la economía cubana con el color verde (el mismo verde que fue penalizado en los 90) y que mantiene los rostros de Lincoln, Franklin y Grant como figuras representativas. El color verde papel moneda, que articula el mercado formal y el informal, que rige los destinos de una economía en zozobra constante y que acompaña en la travesía a alguna que otra moneda internacional marcando los destinos financieros del país.

Y como en aquellos abriles pretéritos, el éxodo forma parte de las lógicas del proceso histórico. Al imaginario colectivo se le han vuelto comunes los términos: coyote, Río Bravo, Nicaragua y travesía. El éxodo no discrimina género, edad, ni escolaridad, pertenece en su totalidad a los unos y los otros; y como acción, enuncia un ethos nacional.  

Sin embargo, un fenómeno positivo ha mantenido su estirpe: Cuba salvaguarda su solidez, su posición como faro de fortaleza y como columna vertebral para una América Latina que se deshace en pedazos y se fragmenta ante el ascenso de la derecha. La colaboración de toda índole se mantiene, se estrechan los lazos solidarios, se predica la práctica del tan de moda enfoque postcolonial, lo autóctono americano toma cartas en el asunto, pero un solo palo no hace monte: Ni la más pura y práctica de las filosofías de la liberación puede contra la vorágine exterior.

El virus de la Covid-19 y aquel gris 2020, reubicaron a la isla en el mapa mundial: ¡tres vacunas desarrolladas por encima de países del primer mundo! Tres vacunas que fomentaron vida y esperanza, pero que tristemente desplazaron las miradas a la ponderación del ámbito científico en detrimento del social: no existe teoría científica que mediante un experimento logre explicar los hechos de aquel 11 de Julio (11/7). Nadie sabe qué o quiénes entraron en conflicto en aquella fecha: bien podría ser una demostración de civismo y democracia, o de reclamos y sentimientos revolucionarios. Tan particular comportamiento de sociedad y cultura, cuenta con el síndrome de la desmemoria histórica.  

Y la década que transcurre ha suscitado un reencuentro con viejos fantasmas asociados a la figura del Marxismo, las problemáticas del presente, su impacto social, así como su enseñanza y actualización pertinente. Y no se puede confundir ser marxista con ser fidelista (espíritu tan de moda en los años fundacionales), o con ser martiano (condición intrínseca del cubano de a pie). Ser marxista acarrea otras condiciones. Asumir al marxismo es entrar de lleno en una teorización práctica, que involucra una interpretación/acción de y sobre el Estado, la Revolución, la economía, la sociedad en general y que, como heredera de Kant, comporta un análisis de las condiciones de posibilidad de una sociedad más justa, ideal y democrática en estricto ajuste a la realidad cubana. Ser marxista incluso puede equipararse con ser revolucionario, pero sin interpretaciones vulgares, solo siendo asumido en el sentido de los clásicos.     

Hoy ya no existe Lunes de Revolución, ni el grupo de 19 y K; no están entre nosotros ni Fernando Martínez Heredia, ni Carlos Rafael Rodríguez, tan vitales y necesarios. La maldita circunstancia del agua por todas partes obliga a volver la mirada a Virgilio, y pensar a Cuba desde un contexto de identidad, desde la identificación con la realidad que poco a poco aprehende y hace suya la inmediatez. El momento histórico cubano actual es donde palabras redundantes-seudopoéticas y discursos de izquierda no interesan, ni tienen cabida en la mentalidad del contemporáneo. Esta época actual es donde la propia sinergia dinámica de la sociedad, ha fulminado la ideología y en su lugar ha ubicado una sensación de incertidumbre permanente. No es la negación del influjo de los 60, es la oportunidad del diagnóstico oportuno y la actuación precisa que no esté condicionado por su reanimación arbitraria bajo el cartel de una herencia maldita o una reinterpretación sin consecuencias.   

2 Comments Leave a Reply

  1. Lógicamente la traducción del tiempo determina los cambios de mentalidad en consonancia con los errores y el desplazamiento de las etapas políticas.
    El Fidelismo pudo ejercer alianzas magnéticas X la insurreccion/revolución, pasada su etapa las condiciones impuestas crean contradicciones, no hay mejoras de bienestar y las promesas se repiten de época en épocas, generando un cansancio virtual.
    Los Renegados vienen de las escuelas, Camilitos y otras, bajo consignas y ellas pierden valor más halla de sus objetivos, todo es Inverso y lo Inverso se impone en desarraigo.

  2. Muchas palabras escritas pero al final no dice nada solo dejar la culpabilidad del comunismo o los revolucionarios en el desastre económico y social que padece Cuba,sin mencionar la represión Durante 60 años al resto de los cubanos que no queremos ese gobierno comunista.

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