Ojo al centro de ilustración representando la idea de vigilancia y poder

Vigilar y castigar de Foucault, 50 años después

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El año 2025 marca el 50 aniversario de la publicación en francés de la obra maestra oscura de Michel Foucault, Vigilar y castigar: el nacimiento de la prisión.

Un libro de enorme alcance histórico, escrito con una intensidad lírica, es una de las obras filosóficas más influyentes del siglo XX y sigue siendo inquietantemente profético en la actualidad.

Como sugiere el subtítulo, el libro traza, en un nivel, una historia del sistema penitenciario moderno. Fue escrito cuando Foucault estaba involucrado en la organización maoísta Groupe d’Information sur les Prisons, tras una ola de revueltas carcelarias en Francia a principios de los años setenta.

Lo que más sorprendió a Foucault sobre estas revueltas, escribe, fue que no eran solo protestas contra la crueldad de los guardias. Eran «también revueltas contra las prisiones modelo, los tranquilizantes, el aislamiento, los servicios médicos y educativos».

La aparente paradoja aquí, que los reclusos también protestaban contra elementos aparentemente progresistas de las «prisiones modelo», como los programas educativos, enmarca el argumento del monumental libro de Foucault.

Más que una simple historia de las prisiones, Vigilar y castigar muestra cómo las formas modernas de conocimiento se generan a partir de nuevas relaciones de poder. Estas moldean la vida de las personas, sus comportamientos y su «subjetividad» de formas más profundas que las que imponían las monarquías, el feudalismo o las religiones.

Conocimiento y poder

Foucault se había hecho un nombre con su obra de 1966 Las palabras y las cosas, sobre la historia de las ciencias humanas modernas. Para los años setenta, ya estaba aplicando el método genealógico del filósofo alemán Friedrich Nietzsche.

Este enfoque buscaba descubrir, mediante estudios históricos, cómo las formas modernas de conocimiento sobre el ser humano —desde la criminología y la sociología hasta la psicología— no se producen aisladas de los fenómenos sociopolíticos. Foucault argumentó que estas «ciencias humanas» emergen dentro y a partir de las prácticas de instituciones sociales como cuarteles militares, manicomios, hospitales, prisiones y escuelas.

Las formas de poder que operan en estas instituciones habían eludido los análisis políticos previos, según Foucault. No son ejercidas exclusivamente por la policía, los jueces, los líderes políticos, los gerentes o los empresarios. Tampoco se limitan necesariamente a prohibir ciertas conductas.

En cambio, estas formas de poder operan de manera invisible desde el momento en que ingresamos en muchos edificios públicos: en la organización de las aulas, la arquitectura de las prisiones, la planificación de las ciudades y los horarios que estructuran nuestras jornadas laborales. Moldean los comportamientos cotidianos de las personas, sus expectativas y su autocomprensión.

Vigilar y castigar plantea, por tanto, un desafío radical a las comprensiones modernas del poder y la sociedad, especialmente a la idea «humanista» de que los avances en el conocimiento y la tecnología siempre mejoran la libertad humana.

«El hombre que nos describe el humanismo moderno, al que se nos invita a liberar», declara Foucault, »es ya en sí mismo el efecto de una sujeción mucho más profunda que él mismo.»

Contrastes

El libro comienza con un dramático contraste. Se abre con el espectacular castigo, en 1757, de un parricida conocido como Damiens, bajo la monarquía de Luis XV: conducido públicamente frente a la Iglesia de París, sometido a brutales torturas físicas y finalmente descuartizado por cuatro caballos, antes de que sus restos fueran quemados ante la multitud.

Luego, Foucault cambia abruptamente a una lista detallada de reglas para la «casa de los jóvenes prisioneros de París» apenas 80 años después. Aquí, la tortura corporal es sustituida por la disciplina rigurosa del comportamiento de los prisioneros: desde cómo y cuándo se lavan, se desvisten, rezan y duermen, hasta la estructuración minuciosa de su recreación.

Difícilmente podría haber un contraste mayor entre estas dos formas de castigo. «Tenemos… una ejecución pública y un horario», afirma Foucault con ironía. En cuestión están dos maneras en que el poder ha operado en las sociedades europeas.

En el ancien régime, el castigo era un evento público casi carnavalesco. No había un método sistemático en su aplicación, ni un interés profundo en la vida o motivaciones del condenado, ni una ambición de rehabilitar al culpable, al menos en esta vida.

En las penitenciarías modernas, en cambio, el comportamiento de los prisioneros es regimentado a puerta cerrada. Cada acción es, idealmente, observable, pero solo por sus guardianes, no por el público.

Los cuerpos de los prisioneros permanecen intactos, salvo que se vuelvan violentos. Pero esto se debe a que ahora es su identidad interior o su «alma», como lo expresa Foucault, el verdadero objetivo de la institución.

El propósito es la corrección, la cura o la «normalización» de los prisioneros. Así, sus acciones, motivaciones, historias, psicologías y antecedentes sociales se convierten en objetos de conocimiento. Cada prisionero se transforma en un «caso» que debe ser «evaluado» y «examinado» por trabajadores del bienestar y científicos sociales.

Esta nueva forma de poder posibilita clasificaciones, divisiones y jerarquizaciones de los reclusos que antes eran inconcebibles, permitiendo modulaciones específicas en el tratamiento y la rehabilitación.

«El poder produce conocimiento» en el sistema penitenciario moderno, sostiene Vigilar y castigar. Y «el poder y el conocimiento se implican directamente el uno al otro».

Panoptismo

La forma paradigmática de este «poder-saber» es la prisión modelo o panóptico, imaginada por el filósofo utilitarista del siglo XIX, Jeremy Bentham.

Esta prisión, idealmente, debería ser circular. En el centro se encuentra una torre de vigilancia, desde la cual su ocupante puede observar en todas direcciones. Alrededor de este núcleo de supervisión se disponen las celdas de los prisioneros. A diferencia de una mazmorra medieval, este diseño los mantiene permanentemente visibles ante el escrutinio «ilustrado» de sus guardianes.

Este diseño funciona porque los prisioneros saben que siempre pueden ser observados, incluso si no hay nadie realmente vigilando en la torre central. Así, se ven impulsados a interiorizar la mirada de sus guardianes y a «vigilarse a sí mismos», para evitar cometer errores.

Plano de la prisión panóptica de Jeremy Bentham. Azul Ākāśha/ Wikimedia Commons, CC BY-SA.

Todo el esquema maximiza la eficiencia, logrando que los prisioneros regulen su propio comportamiento con el mínimo uso de personal o aplicación de la fuerza. Además, extiende de manera discreta el alcance del poder hasta la propia mente de los reclusos.

Lo que hace que la «prisión modelo» de Bentham sea tan significativa para Foucault es que su principio de funcionamiento, el panoptismo, ha sido cada vez más aplicado en otros ámbitos. En su libro, examina otros ejemplos de este poder disciplinario en escuelas, talleres, fábricas y establecimientos militares.

Más recientemente, y de manera discutible, los principios del panoptismo han dado forma a las oficinas de planta abierta, los centros de llamadas y los edificios públicos, e incluso a los estadios deportivos. También pueden observarse en la proliferación de cámaras de vigilancia en nuestros barrios y ciudades. Luego está internet y las redes sociales, donde cada clic del ratón puede ser registrado, recopilado y vendido como dato de comportamiento predictivo.

Los análisis previos del poder, concluye Foucault:

no son adecuados para describir, en el corazón mismo de la ciudad carcelaria, la formación de las indulgencias insidiosas, las inconfesables pequeñas crueldades, los sutiles actos de astucia, los métodos calculados, las técnicas, las ‘ciencias’, que permiten la fabricación del individuo disciplinario.

Invocando el trabajo de Aleksandr Solzhenitsyn sobre los gulags soviéticos, Foucault describe las disciplinas desarrolladas en las prisiones modernas como generadoras de un archipiélago carcelario en las sociedades contemporáneas.

¿Resignación en lugar de esperanza?

Una obra revolucionaria como Vigilar y castigar estaba destinada a provocar tanto críticas como admiración e imitación.

A Foucault se le ha acusado de mezclar observaciones empíricas sobre el poder moderno con “confusiones normativas”, lo que significa que no queda claro cuál es su postura respecto a las formas de poder que critica. El lector está claramente dirigido a sentir indignación al leer sus análisis sobre el poder disciplinario, que convierte a los sujetos en seres “dóciles”. Sin embargo, esta indignación parece depender de intuiciones sobre la dignidad humana, intuiciones ante las que Foucault era profundamente escéptico.

Al presentar el poder disciplinario como ubicuo en las sociedades modernas, sus críticos argumentan que Foucault ha llevado demasiado lejos sus ideas revolucionarias. Su posición parece colapsar de manera polémica las diferencias entre sociedades modernas, democráticas y abiertamente autoritarias.

Además, cualquier posibilidad de resistencia al poder disciplinario —o incluso de análisis que identifiquen espacios de relativa libertad social o política— parece condenada de antemano.

Foucault, en cierto modo, no aclaró la situación al afirmar que el poder moderno produce sus propias resistencias y que todo es peligroso. Estas declaraciones enigmáticas parecen fomentar la resignación más que la esperanza.

Lo que es indiscutible es que, a sus 50 años, Vigilar y castigar no ha perdido nada de su poder provocador. Tampoco ha perdido relevancia. Nuestras incesantes transformaciones tecnológicas y sociales siguen generando nuevos medios de vigilancia, potenciales abusos iliberales y presiones hacia la conformidad. Ignorarlos supone un riesgo tanto individual como colectivo.

El libro sigue siendo el punto de partida ineludible y una referencia fundamental para comprender estas formas cambiantes de peligro y poder.


Este artículo ha sido publicado por The Conversation en inglés.

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