Modalidades dialógicas

marzo 3, 2020
diálogos Sócrates

Imagen: Jacques-Louis David | The Death of Socrates – Google Art Project

Sócrates, partero dialógico

Al decir “objétala” y mediante la modalidad imperativa, Sócrates exige del interrogado un argumento en contra, es decir, imperativamente exige que la respuesta sea un argumento, lo cual significa que le respondan en modalidad enunciativa.[1]

“Si puedes objetarla desde el principio, objétala y presenta tu argumento en contra; y si quieres hacerlo a través de preguntas, hazlo a través de preguntas” – Sócrates

Luego, reconociendo algún posible deseo en el otro de manejar sus propias modalidades, a manera de pregunta expresa, “y si quieres hacerlo”; pero inmediatamente, vuelve a la modalidad imperativa y como partera ayudando a pujar, dice “hazlo”. Este “es el modo en que se me representa el alma cuando piensa: no hace más que dialogar, preguntarse y responderse a sí misma, afirmar y negar”.[2]  De esta forma, Sócrates valiéndose de fórceps imperativos, intenta encarrilar el diálogo.

La duda no aparece explícitamente, porque en rigor, pensar metódicamente es un estado de duda continua y disposicionalidad para aprender.[3]  Pensar es abrir caminos y equilibrar transitoriamente la permanente inestabilidad del espíritu, que, en la obra de Platón, es el diálogo abierto,[4] pues según entendía, los únicos logos irrefutables, son aquellos que tienen por objeto las formas[5] y sus diálogos no son formas, sino temas abiertos. [6]

Sócrates valoraba los diálogos más que la escritura, porque para él, los libros permanecen mudos, mientras que los oradores en cambio, son capaces de razonar hasta el infinito.[7]

Los diálogos, son un suceder de contradicciones que se van resolviendo dialécticamente, hasta alcanzar la perplejidad del interlocutor, mediante la refutación y el convencimiento relativo sobre la debilidad de las tesis ensayadas y que, para Sócrates, son medidas que indican el nivel alcanzado por “mi arte de hacer parir”.[8]

 

Tetraedro de las modalidades
Fig. 1 | Tetraedro de las modalidades

 

La palabra mayéutica (Μαιευτική), proveniente de partera y se adecua perfectamente al diálogo, cuando su propósito es ayudar a parir ideas, haciendo más suave el parto[9], ya que “lo más importante de mi arte es que es capaz de poner a prueba, por cualquier medio, si la mente del joven engendra una imagen y una falsedad, o algo fecundo y verdadero”.[10]

Sócrates le advertía a Teeteto, que estaba “experimentando los dolores del parto[11], porque al no ser estéril, el diálogo significaba “un cambio en otra dirección, pues una condición (héxis) es mejor que la otra. Así en la educación hay que hacer una transformación desde una condición a otra que sea mejor[12] y para ello, contar con dialogantes entrenados en los dolores del parto dialógico, significa evitar el uso de fórceps imperativos, además de instalar la horizontalidad, mediante la interrogación y el enunciado.

Es que la modalidad interrogativa, mientras desvanece los imperativos, se complace con las respuestas enunciativas porque contiene implícito, el deseo potencial de captar el Ser en su verdad racional.[13]

El diálogo tiende a explicitar las modalidades interrogativas y enunciativas, dejando implícitas las desiderativas e imperativas. Esto es que en el diálogo prevalecen las modalidades de dicto por sobre las de re.

Sócrates, quería saber cuáles jóvenes llegarían a ser ilustres, “me agradaría enterarme de ello”,[14] para desde un plano de igualdad, ayudarlos con la mayéutica a parir conocimientos.  No era el caso de Protágoras, por ejemplo, que siendo un adulto mayor y reconocido sofista, lo recibe al no agraciado joven Sócrates, elogiando la belleza de Alcibíades, o de Calicles quien, siendo anfitrión de Gorgias, lo hace aludiendo a su tardanza.

El adulto Sócrates en cambio, poseedor del arte de parir conocimientos e interesado por el joven Teeteto, se pone a su altura y le comenta: “Teodoro, dice que me parezco a ti”.

No dice como Teodoro: Teeteto “no es buen mozo, sino que, por su nariz chata y sus ojos saltones, se parece a ti”.[15]

Es que la mayéutica procura un estadio horizontal, para luego de sucesivas tesis contradictorias, entrar en perplejidad y parir nuevos y graduales estadios, dentro de un movimiento realmente dialéctico desarrollado por etapas, las cuales, dialógicamente van abriéndose paso desde el cumplimiento de las inferiores a las superiores, dándole a la dialéctica su merecida jerarquía filosófica por sobre la retórica.

En los diálogos, hay expresiones como, “¡Por Zeus!”, “¡No por Zeus!”, “¡Por Zeus, no!” u otras que, siendo oracionalmente exclamativas, por lo general van acompañadas de una afirmación o negación, con lo cual, a los efectos mayéuticos, se pueden considerar como modalidades enunciativas.  Luego, si como ya hemos dicho, la duda es un estado del pensamiento, para el diálogo, convenimos en definir cuatro modalidades. A saber:

  • (E) enunciativa,
  • (D) desiderativa,
  • (I) imperativa
  • (¿?) interrogativa.

Es decir que, por irrelevantes, no incluimos en las modalidades del diálogo, las oracionales exclamativas ni tampoco las dubitativas.

Sócrates, cuando se dirige imperativamente, si bien exige una modalidad enunciativa o interrogativa como respuesta, también motiva el deseo electivo implícito del interrogado

 

Las modalidades

 

Interiormente, las modalidades se complementan de forma tal que, si se enuncia algo en forma explícita, complementariamente esa enunciación lleva implícita, por lo menos, una interrogación, un imperativo y un deseo. Luego, si se interroga, esa interrogación explícita, complementariamente contiene no menos de una afirmación, un deseo y un imperativo implícito. Cuando se expresa un deseo, hay implícitos, complementariamente al menos, un interrogante, un imperativo y un enunciado.

Finalmente, si la modalidad es imperativa, tras ella, subyacen por lo menos un interrogante, un deseo y un enunciado que le dan sustento al contenido.

En resumen, cada modalidad explícita, se complementa con las otras tres implícitas, mediante la formación de dos momentos; uno conteniendo la modalidad explícita, y el otro, con las tres implícitas, y aunque “los dos momentos aparecen como distintos, ninguno de los dos puede faltar, y están en conexión inescindible” [16], porque su relación es dialéctica.

Las modalidades se complementan de manera tal que, si se enuncia algo en forma explícita, complementariamente, esa enunciación, lleva implícita, por lo menos, una interrogación, un imperativo y un deseo.

De esta forma, el conjunto de las modalidades se comporta como un cuerpo de cuatro vértices polarizado de manera que, cada modalidad explícita, es un momento explícito fundamentado por las otras tres modalidades del momento implícito.

Una forma de graficar esta idea, es mediante la descomposición de un tetraedro en dos momentos: el explícito y el implícito. Para ello, optamos por algo parecido al usado en los sistemas eléctricos trifásicos con neutro. Definimos una estrella como momento explícito y un triángulo como momento implícito, ambos unidos inescindiblemente, mediante la cópula  . El nodo neutro, se corresponde con el momento explícito.

 

Modalidades y momentos del diálogo
Fig. 2 | Modalidades y momentos del diálogo

 

Así graficado, vemos con claridad como cada momento de estrella explícito, se fundamenta en su momento triangular implícito, mientras que el conjunto, cual un dipolo de momentos opuestos, permite al dialogante expresarse en una modalidad, y luego cambiarla a voluntad alterando los momentos. Cada uno de estos cambios de modalidad, afecta el campo psicológico,[17] y significa un cambio en la totalidad del campo dialógico.  

Cuando Sócrates imperativamente exige respuesta, independientemente del deseo o posibilidad que brinde al otro, el interrogado responderá explícitamente mediante el uso de una modalidad. Esa modalidad a su vez, cuenta con las tres restantes y complementarias que, en forma implícita, quedan potencialmente disponibles para hacerse explícitas ante la necesidad del diálogo.

La manera propia de responder, si bien es distinta entre personas diferentes, tiene que ver con la disposicionalidad y nivel de entrenamiento para el diálogo, ante lo cual, se puede apreciar que, a mayor preparación y mejor disposicionalidad dialógica, mayor será la previsibilidad del modo con el que pueda responder, y más cercano estará el diálogo de la horizontalidad buscada.

Los sofistas, según Sócrates, eran “mercaderes que van por las ciudades vendiendo sus enseñanzas a los que desean adquirirla, y alaban indiferentemente todo lo que venden[18], no obstante, y con un dejo de ironía, el maestro le advertía al joven Hipócrates (no el médico) que “si le das dinero y lo convences de que te admita como alumno, también te hará sabio.[19] Es decir que además del dinero, había que convencerlos para que admitieran un nuevo seguidor.

Protágoras, siempre llevaba consigo un grupo de jóvenes seguidores encabezados por Antímero de Mendes, su discípulo más famoso y según Sócrates, los arrastraba “por la dulzura de su voz… y por su hechizo”.[20]

Cuando Hipócrates acude a Sócrates para pedirle que lo presente ante Protágoras, le dice: “Es precisamente por lo que he venido, para que le hables en mi favor, porque además de que soy demasiado joven, jamás lo he visto y oído[21].

También Teodoro, por ejemplo, al recomendar a Teeteto le dice a Sócrates que “he tenido trato con muchísimas personas, aún no vi a nadie que esté tan asombrosamente bien dotado por naturaleza. Pues tiene una facilidad para aprender que es difícil de encontrar en otro y, a su vez, se distingue por su docilidad; además de eso es valiente como ningún otro”.[22] En rigor, los sofistas y el propio Sócrates, elegían a sus seguidores porque entendían que para dialogar, había que estar dotado; por eso Sócrates recomendaba que, durante la educación infantil, se tenía que ofrecer una visión general de los vínculos que existen entre las disciplinas y la naturaleza del ser. Eso es lo que “constituye el mejor medio para determinar si una naturaleza está dotada para el diálogo, o bien si no es apta. Porque quien es capaz de tener una visión del conjunto es dialéctico, y quien no posee esa capacidad no lo es.[23]                                                                                                                                                                                            La disposicionalidad para el diálogo de Glaucón, puede apreciarse cuando ante el deseo de Polemarco, hijo de Céfalo, responde -¡Así lo haremos!-[24] Al deseo de A, B responde con la prevalencia de una acción voluntaria, conforme al deseo de A, debido a que B, se auto impone cumplir con el deseo de A. En B, auto/imperativamente, se hace acción el deseo de A. Esto depende de la confiabilidad que A despierte en B y de la imagen que este último tenga de A. Por tal motivo es importante que el dialogante aprenda y llegue a saber que, “en tanto actúa, es un fantasma en el cerebro de los demás[25]

Aunque el imperativo es un fórceps mayéutico, puede ocurrir que, en situaciones extremas, se lo exprese en forma de orden, ante lo cual, los dialogantes sin preguntar, le deben obediencia por peligro inminente, ya que supone que si el dialogante que apela a la orden cuenta con el reconocimiento necesario, su orden indica peligro y quiere poner a resguardo al conjunto.  Si por alguna situación especial, en estas circunstancias la voz humana se ve amenazada, como en otras actividades, los imperativos pueden manejarse mediante carteles de forma y color convenidos. A saber: Círculos de color rojo/blanco para la modalidad imperativa de peligro, triángulos negros/amarillos para las advertencias y los cuadrángulos azules o verdes, para enunciar indicaciones.

“El hombre eminente va aprendiendo, poco a poco, que, en tanto que actúa, es un fantasma en el cerebro de los demás, y tal vez llegue a la tortura, sutil del alma de preguntarse si no habrá que conservar el fantasma de sí mismo para bien de sus semejantes.” – Nietzche

En consecuencia, la obediencia a los imperativos de quien es reconocido como apto para conducir o compartir el diálogo, es parte del saber dialogar y por lo general el imperativo de uno se convierte en acción del otro. Sócrates cuando se refiere a la guerra, por ejemplo, plantea la obediencia desde niño, y hasta propone el uso de dóciles caballos para “poner alas” a la huida, siguiendo a los jefes de mayor edad.[26]

Al observar las modalidades vemos que, a la desiderativa, idealmente le corresponde el acto voluntario de lo deseado, a la interrogativa la enunciativa, a la enunciativa la interrogación y a la imperativa, la acción obediente. Por lo tanto, hay dos tipos de modalidades, las de palabras y las de acción.

Cabe agregar que, en los casos prácticos, cuando el interpelado no está dialógicamente entrenado, la única modalidad capaz de alcanzar la efectividad del propósito buscado, es la imperativa. Por tal motivo, la previsibilidad de respuestas que proponemos, es teórica y practicarla, dependerá de la preparación dialógica del grupo que lo pretenda.

 

Previsibilidad de las modalidades

 

Aunque la modalidad con la cual se responde no siempre es la esperada, se puede construir, sin embargo, un cuadro teórico de interpelaciones y respuestas ideales, basados en la supuesta disposicionalidad y preparación dialógica. De esa forma, para cada modalidad explícita de A, habrá una de B que, podrá ser de palabras (de dicto) o de acciones (de re).

 

modalidades del diálogo
Fig. 3 | Cuadro operativo ideal de las modalidades del diálogo.

 

Hay profesiones riesgosas en las que el adecuado uso de las modalidades, redunda notablemente en la reducción de accidentes, permite optimizar el clima de trabajo y mejora la eficiencia. En tal sentido, como parte de la conducción de equipos de trabajos especializados en la operación de sistemas de gran potencia y altas tensiones eléctricas, pude experimentar y comprobar personalmente, los beneficios del adecuado manejo de las modalidades del diálogo, en ámbitos de trabajo que, por sus riesgos, además de conocimientos especiales, exige preparación y templanza marcial.

En ambientes como el mencionado u otros similares, la formación profesional exige que al mismo nivel que los conocimientos técnicos, teóricos y específicos, se capacite vivencialmente al personal en la seguridad industrial, obediencia a la orden emergente y respeto al cartel indicador.

Luego, en función del nivel de preparación profesional y dialógica alcanzado por el grupo, se puede verificar que en momentos en los que todo funciona regularmente bien, la orden no encuentra espacio y las modalidades interrogativas y desiderativas, naturalmente se abren paso y permiten estimular la participación responsable del equipo, en tanto se eleva el nivel del grupo y optimiza el clima de trabajo.

En resumen, podemos decir que, con un buen trabajo preparatorio, se hace posible lograr comportamientos prácticos, muy cercanos a los teóricos.

 

Digresión sobre perplejidad o aporía

 

La perplejidad o aporía, es una paradoja o dificultad lógica relativamente insuperable, que deja a la persona confusa y desconcertada, pues con los conocimientos que maneja, no sabe qué debe hacer, pensar o decir. Pero a su vez, la aporía también inquieta e incita para dar una respuesta verbal o generar una acción.

Es el tenso estado espiritual que, desde un nivel determinado del discurso, puja por dar una respuesta que aún, no se tiene totalmente elaborada pero que, en un movimiento realmente dialéctico, epigenéticamente, se consuma y aflora como un estadio superior.[27]

“¡Por Zeus!  Parece, Sócrates que así debe ser, poco más o menos[28], responde Menón luego de su perplejidad, ante el diálogo sobre el valor que tiene el conocimiento por sobre la opinión. Luego, Menón capta la razón construida en el diálogo e inmediatamente, ensaya una primera respuesta superadora de la perplejidad y de su nivel anterior de conocimientos.

En cuanto a los libros, si bien, como se dijo más arriba, permanecen mudos, en el diálogo escrito, ocurre que el propio lector es alcanzado por la perplejidad dialógica, en tanto sea capaz de ensayar respuestas y como un nuevo orador, vívidamente se vaya integrando al proceso dialéctico que convierte la lectura muda y pasiva del libro, en el contrario y activo razonar hasta el infinito del orador, tan reclamado por Platón.

 

Notas

 

[1] Platón, “Teeteto”, Editorial Losada, Buenos Aires 2006, (189 d), (190 a), 167d, p. 137

[2] Platón, “Teeteto”, Editorial Losada, Buenos Aires 2006, (189 d), (190 a), p.194.

[3] Descartes R, “Discurso del método”, Espasa Calpe, Madrid, 2010, P. 47

[4] Martínez Oscar, “Platón, Protágoras, Gorgias, Menón”, Edaf, España 2007, p.12

[5] Platón, “Filebo, Timeo, Critias” Gredos, Madrid 1992, (29 b-c), p. 171,

[6] Martínez Oscar, “Platón, Protágoras, Gorgias, Menón”, Edaf, España 2007, p.12

[7] Martínez Oscar, “Platón, Protágoras, Gorgias, Menón”, Edaf, España 2007, P. 72

[8] Platón, “Teeteto”, Editorial Losada, Buenos Aires 2006, (150b), P. 83

[9] Platón, “Teeteto”, Editorial Losada, Buenos Aires 2006, (149 d) p. 83

[10] Platón, “Teeteto”, Editorial Losada, Buenos Aires 2006, (150 c), p. 83

[11] Platón, “Teeteto”, Editorial Losada, Buenos Aires 2006, (148e) p.79

[12] Platón, “Teeteto”, Editorial Losada, Buenos Aires 2006, (167a), P. 135

[13] Platón, “Teeteto”, Editorial Losada, Buenos Aires 2006, (186d), P. 185

[14] Platón, “Teeteto”, Editorial Losada, Buenos Aires 2006, (143d/e), P. 64

[15] Platón, “Teeteto”, Editorial Losada, Buenos Aires 2006, (144d/c) p. 67

[16] Hegel G. F, “Filosofía de la lógica y de la naturaleza”, Edit. Claridad, Buenos Aires 1974, p. 21

[17] Fernández F, J. M; Ferreras, A.P, “La noción de campo en Kurt Lewin y Pierre Bourdieu: un análisis comparativo”, R E I S, N°127, 07/09/, 2009, pp. 33-53(21)

[18] Martínez Oscar, “Platón, Protágoras, Gorgias, Menón”, Edaf, España 2007, (313d), p.49

[19] Martínez Oscar, “Platón, Protágoras, Gorgias, Menón”, Edaf, España 2007, (310e), P. 44

[20] Martínez Oscar, “Platón, Protágoras, Gorgias, Menón”, Edaf, España 2007, (315ª), P. 51

[21] Martínez Oscar, “Platón, Protágoras, Gorgias, Menón”, Edaf, España 2007, p.44

[22] Platón, “Teeteto”, Editorial Losada, Buenos Aires 2006, (144ª) p.65

[23] Platón, “La República”, Gradifico, Buenos Aires, 2016, (537c), p. 330

[24] Platón, “La República”, Gradifico, Buenos Aires, 2016, (327b), p.15,

[25] Nietzche F, “El viajero y su sombra”, Edaf, España 2011, (330), p. 129

[26] Platón, “La República”, Gradifico, Buenos Aires, 2016, (467) P. 224

[27] Samaja Juan, “Dialéctica de la investigación científica”, Helguero Ed, Argentina, 1987, p.71

[28] Martínez Oscar, “Platón, Protágoras, Gorgias, Menón”, Edaf, España 2007 98ª, p.322

 

Referencias Bibliográficas

 

Platón, “Teeteto”, Editorial Losada, Buenos Aires 2006, 1.

Descartes R, “Discurso del método”, Espasa Calpe, Madrid, 2010.

Hegel G. F, “Filosofía de la lógica y de la naturaleza”, Edit. Claridad, Buenos Aires 1974.

Fernández Fernández, J. Manuel; Ferreras, A.P, “La noción de campo en Kurt Lewin y Pierre Bourdieu: un análisis comparativo”, Rev Españ Investig Soc N°127, 07/09/, 2009, pp. 33-53(21).

Platón, “Filebos, Timeo,Critias” Gredos, Madrid 1992.

Martínez Oscar, “Platón, Protágoras, Gorgias, Menón”, Edaf, España 2007.

Platón, “La República”, Gradifico, Buenos Aires, 2016.

Nietzche F, “El viajero y su sombra”, Edaf, España 2011.

Samaja Juan, “Dialéctica de la investigación científica”, Helguero Editores, Argentina, 1987.

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