¿Sirven para algo los propósitos de Año Nuevo?

La mayoría de las personas no cumple con las metas que ellas mismas se fijan al comenzar el año. Ponerse objetivos muy generales y olvidar al fracaso como una opción, las principales causas.
diciembre 31, 2024
Vista superior de una mano escribiendo en un cuaderno de espiral sobre fondo gris
Foto por Freepik.

MADRID – Si algo define a la Nochevieja en Madrid es la costumbre de comer doce uvas al son de las campanadas del reloj de la Real Casa de Correos, que suenan desde una atestada Puerta del Sol. Por cada campanada la tradición hay que comer una uva y, al mismo tiempo, pedir un deseo. Son los famosos propósitos de Año Nuevo.

Esta docena de intenciones, guardadas para la intimidad en la mayoría de los casos o compartidas en otros, suelen ser casi siempre las mismas: hacer deporte, bajar de peso, dejar algún vicio (como fumar o beber alcohol), viajar por el mundo o aprender algo nuevo.

El problema con estos propósitos es que la mayoría queda en la nada o en el camino. Y hay datos que lo demuestran. Una encuesta de OnePoll, realizada en 2021 entre 2.000 personas, reveló que casi el 70% incumple con las metas fijadas por ellas mismas al comenzar el año.

Es que comer una uva, pensar en un propósito y volver a comer otra uva en un lapso bastante corto (mientras suenan las doce campanadas) ya es algo bastante difícil de cumplir. Tanto que, aquí, en España, aconsejan que los niños menores de cinco años eviten la tradición para no pasar Año Nuevo en el hospital.

El poco tiempo para pensar en algo más original (y fácil de cumplir en los próximos 365 días) nos lleva a plantearnos solo un resultado muy general (perder peso, por ejemplo). Este es el primer error según la American Psychological Association (APA) porque, dice, cuanto más generales sean los propósitos, más posibilidades existen de que fracasemos.

Mejor: desglosar el objetivo grande en otros más pequeños como, en el caso de hacer ejercicio, comenzar a caminar 30 minutos al día e ir progresando poco a poco. Porque, claro, un hábito nace de la repetición de una práctica. En el best-seller Hábitos atómicos, James Clear dice que los hábitos deben ser agradables y sencillos de realizar.

Otro tema es el fracaso, inevitable condimento de la vida diaria. Un artículo de The Conversation dice que “la psicóloga Carol Dweck y sus colegas han demostrado que cuando las personas lo ven como el resultado natural de esforzarse por conseguir algo desafiante, es más probable que persistan hasta alcanzar el objetivo”.

En cambio, “si la gente percibe el fracaso como una señal definitiva de que no es capaz de alcanzar el éxito, este puede llevar a la rendición”. Agrega que “si uno llega a convencerse de que no puede alcanzar un objetivo, puede producirse algo llamado indefensión aprendida, lo que significa que es probable que abandone el empeño por completo”.

Algunos aconsejan escribir los propósitos en un papel para que queden en firme. Salvo, claro, que se siga otra costumbre: quemar el papel y beber las cenizas con un poco de champán. A partir de ahí, será cuestión, además, de tener una excelente memoria.

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