«Schopenhauer se presentaba a sí mismo ante los profesores y los alumnos de la magna Universidad de Berlín cual justiciero que venía a devolver las aguas a su cauce natural, y que restituiría para la filosofía la dignidad y la claridad que jamás debió haber perdido. Los ataques al hegelianismo y sus secuaces eran evidentes. Los pasos que debían darse para conseguir tan elogioso propósito los expondría aquel nuevo Don Quijote filosófico de forma contundente y tajante en un curso que, días después, aparecía anunciado en los tablones de lecciones de la Universidad con el pomposo título de Filosofía exhaustiva o doctrina de la esencia del mundo y del espíritu humano.»
Luis Fernando Morenos Claros (Schopenhauer. Una biografía)
Muchas veces se vive la filosofía de forma apasionada, igual que una afición deportiva e incluso como partidismo político, como si el mundo teórico pudiera ser caricaturizado por héroes y villanos. Algunos, dentro de esta afición entusiasta de peleas imaginarias entre filósofos, pueden fantasear como si fuera una pelea de boxeo intelectual o de gallos teóricos, donde casi podemos imaginar la barroca escena de un Kierkegaard que reta a Marx, o donde Kant luego de recuperarse de un golpe crítico vence por K.O a David Hume. Dejando de lado este infantilismo intelectual, cabe la pregunta si realmente algunos filósofos de renombre en algún momento de la historia han cruzado espadas conceptuales.
Es comprobado que en el caso de Schopenhauer y Hegel sí, ambos en algún momento de sus vidas se vieron la cara e intercambiaron palabras como oponentes.
Este hecho histórico ocurrió hacia el 23 de marzo de 1820 (Morenos Claros, 2014, p. 258) donde el impetuoso Schopenhauer se presentó a una prueba de acreditación como profesor honorario en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Berlín (Morenos Claros, 2014, p. 258). Schopenhauer tras publicar su obra capital El mundo como voluntad y representación, sin lograr ningún impacto en aquellos años en el mundo filosófico, giró su atención hacia la docencia; un terreno donde pensó lograr fama y renombre.
“Tras sopesar la posibilidad de acreditarse para impartir clases en las universidades de Heidelberg o Gotinga —opciones finalmente desestimadas—, el 31 de diciembre de 1819 Schopenhauer se dirigió al decano de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Berlín, el filólogo August Boeckh —quien había sido su antiguo profesor—, exponiéndole su deseo de que lo acreditaran para impartir clases en la célebre institución berlinesa. (…) Schopenhauer recibió el permiso para presentarse a la prueba de acreditación a mediados de enero de 1820, y también se le indicaba la fecha del examen público: el 23 de marzo de ese mismo año, en Berlín.
Todavía residía en Dresde, y allí, en apenas dos meses, se entregó con afán a preparar las lecciones —Vorlesungen— que pensaba impartir en la universidad durante el semestre de verano, pues estaba convencido de que la de Berlín lo admitiría como profesor. El 13 de marzo, el futuro docente abandonó la ciudad del Elba y se instaló en Berlín, en una habitación alquilada en una calle cercana al edificio de la universidad; y el día 23 se presentó fresco y bien dispuesto para enfrentarse al examen público. Uno de los miembros del tribunal examinador era el reputado profesor Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831), quien por aquella época pasaba por ser el filósofo más célebre de Alemania tras el fallecimiento de Fichte» (Morenos Claros, 2014, pp. 258-259).
Gracias a la investigación del autor Luis Fernando Morenos Claros en su libro Schopenhauer. Una Biografía podemos citar de forma directa las palabras que intercambiaron ambos filósofos:
Como es bien conocido por cualquier lector de la filosofía, Hegel era blanco de burlas y desprecio por parte de Schopenhauer. ¿Quién sabe si tal encuentro incentivó las posiciones belicosas del filósofo irracionalista? Cualquier lector que se acerque a las obras de Schopenhauer podrá ver con sus propios ojos el sin fin de insultos que son lanzados contra Hegel; “extraordinario charlatán, maestro del absurdo, filosofastro, filósofo de pega, bufón, soplagaitas, por mencionar tan solo algunas de ellas” (Morenos Claros, 2014, p. 259). En el histórico día del encuentro Schopenhauer defendió su ponencia sobre las cuatro diferentes clases de causalidad (mecánicas, físicas, químicas, los impulsos, los motivos y las causas finales).
Según las fuentes de investigación, Schopenhauer realizó su ponencia de forma exquisita. Gracias a la investigación del autor Luis Fernando Morenos Claros en su libro Schopenhauer. Una Biografía podemos citar de forma directa las palabras que intercambiaron ambos filósofos:
“Cuando llegó el turno de réplicas por parte de los examinadores, Hegel le formuló la siguiente pregunta: «Si un caballo se tiende en la calle, ¿cuál será el motivo?». Schopenhauer mantuvo con él una pequeña discusión que, años más tarde, en el recuerdo, calificaría de «memorable», pero que, en realidad, resultó ser algo ciertamente banal, tal como sucede con las discusiones que suelen ser comunes en esa clase de pruebas académicas. Uno de los asistentes anotó para la posteridad parte del diálogo entre los dos filósofos:
Schopenhauer (Respuesta): Los motivos serían dos: por una parte, el suelo que encuentra bajo él; por otra, el cansancio, una característica del estado interior del caballo. Si se diera el caso de que el animal se hallara al borde de un abismo, no se habría tendido.
Hegel (Objeción): ¿Cuenta usted también las funciones animales entre los motivos? Esto es, los latidos del corazón, la circulación sanguínea, etc., ¿son consecuencia de motivos?
Schopenhauer (Respuesta): Estas no se denominan funciones animales. En psicología se denomina así a los movimientos conscientes del cuerpo animal. Y con esto no hago más que remitirme a la Psicología de Haller, etcétera.
Hegel (Objeción): ¡Ah! ¡Pero si eso no es lo que se entiende bajo la denominación de funciones animales!
En esto, un profesional de la medicina (el profesor Lichtenstein) se levantó e interrumpiendo a Hegel añadió a continuación:
—Señor doctor, excúseme si me entrometo, pero he de darle la razón al señor Schopenhauer en este asunto; nuestra ciencia denomina animales a las funciones por él indicadas. Con esto se cerró la discusión y Schopenhauer fue admitido en el claustro docente” (Morenos Claros, 2014, p. 260).
Y así, de la forma más barroca o surrealista, ambos filósofos se enfrentaron, discutiendo sobre los motivos que detienen a un caballo en el camino; una conversación totalmente banal y fortuita.
Sin embargo, como afirma el investigador Luis Fernando Morenos Claros, este pequeño intercambio de palabras le bastó a Schopenhauer para afirmar a lo largo de su vida que se enfrentó y le ganó en combate intelectual al gran Hegel (Morenos Claros, 2014, p. 260). El filósofo irracionalista, al ser aceptado como docente de la Universidad de Berlín, escogió que sus clases fueran a la misma hora que las clases de Hegel, con el motivo de robarle los estudiantes al pensador de moda; cosa que fue un rotundo fracaso, porque lamentablemente al igual que su obra magna, El mundo como voluntad y representación, las disertaciones pasaron desapercibidas frente a las tumultuosas clases de Hegel.
Solo décadas después la obra y el pensamiento del filósofo irracionalista logró tener un renombre nacional e internacional; dejando la huella de haber sido uno de los padres fundadores de un movimiento filosófico como el irracionalismo, además de influir notablemente a un gigante de la filosofía como lo fue Nietzsche.
Bibliografía
Atlas Universal de Filosofía. (2006). Barcelona: Editorial Océano.
Morenos Claros, L. F. (2014). Schopenhauer. Una biografía. Madrid: Editorial Trotta.
Morenos Claros, L. F. (2015). Schopenhauer: El reconocimiento de lo irracional como la fuerza dominante del universo. España: RBA Coleccionables, S.A.
Pedroso, J. F. F. (2012). Antología de la Historia de la Filosofía VI Filosofía Contemporánea. La Habana: Editorial Féliz Verela.