¿Por qué no leemos a Theodor Kaczynski?

Si desconoce a Kaczynski, evite por un momento buscarlo en redes. Se arruinaría la sorpresa. Si el lector, en cambio, lo conoce, le pedimos no abandonar la lectura. Ambos merecen saber por qué no leen a tan curioso autor.
julio 22, 2023
Theodor Kaczynski
Theodore Kaczynski, matemático estadounidense de ascendencia polaca, en la UC Berkeley (Berkeley, California) en 1968.

Hace un mes, murió Theodor Kaczynski. El autor de esta columna, no pudo resistir la tentación de escribir al respecto. Una repentina COVID (sí, no se ha ido), no pudo resistir la tentación de atrasar esa escritura. Pasado el mal momento, se retoma la idea de atender a una pregunta poco extendida: ¿por qué no leemos a Theodor Kaczynski?

Dictan las reglas no escritas de la escritura, una referencia biográfica sobre el autor seleccionado. Pero, con la venia del lector, omitiremos esa parte. La pregunta se respondería demasiado rápido y en realidad no se respondería. Pedimos, además, un favor. Si desconoce a Kaczynski, evite por un momento buscarlo en redes. Se arruinaría la sorpresa. Si el lector, en cambio, lo conoce, le pedimos no abandonar la lectura. Ambos merecen saber por qué no leen a tan curioso autor.

Sí ofreceremos un dato sobre Kaczinski. El menos difundido quizá. Era un filósofo. Empecemos por esa cualidad. Antes de responder por qué no es leído, analicemos qué lo hacía filósofo. Su único texto conocido, La sociedad industrial y su futuro, será nuestra principal fuente. Escrito en formato de párrafos numerados, y con una extensión de casi ciento veinte páginas, contiene interesantes concepciones sobre el ser humano. Entre ellas, la de proceso de poder y actividad sustitutoria. Debemos tratarlas

Párrafo treinta y tres, la primera oración deja poco espacio para dudas: «Los seres humanos tienen una necesidad (probablemente basada en la biología) por algo que llamaremos el proceso de poder»[1]. ¿En qué consiste tal proceso de poder? Propio de los filósofos, mencionado este elemento especulativo, Kaczynski no ofrece una definición clara. Lo asume tal cual y pasa a una serie de descripciones con la capacidad de hacerlo intuir al lector. Pero hasta ahí. ¿No lo convierte esto en un filósofo? ¿Cuántos no han hecho lo mismo a lo largo de la historia de la filosofía?

En el discurso del método, ¿alguna vez define Descartes el archifamoso método? Páginas enteras describen un conjunto de comportamientos más o menos científicos o filosóficos o desafiantes para la época; pero, encontrar el método, es todo un desafío. Similar sucede con los obstáculos epistemológicos de Bachellard, el comunismo en el Manifiesto comunista, o la dialéctica negativa en Dialéctica negativa. Los filósofos, con excesiva frecuencia, se valen de un término o concepto para sostener su filosofía, y muy poco dicen al respecto. Poca crítica puede recibir Kaczynski por imitarlos. Una bienvenida al club sería más decorosa. Y la seguridad de su imitación continua de la tradición filosófica.

Los filósofos, con excesiva frecuencia, se valen de un término o concepto para sostener su filosofía, y muy poco dicen al respecto.

Digno de cualquier tratado, Kaczynski aborda los efectos por encima de las causas. El elusivo proceso de poder, tiene explicaciones más abundantes en su contrapartida, las actividades sustitutorias. Advertimos, se avecina contenido sensible para el lector. Publicado en 1995, es nuestra época la más coherente con el patetismo descrito y criticado por Kaczynski:

«Usamos el término actividad sustitutoria para designar una actividad que persigue directamente una finalidad artificial que la gente ensalza para ellos mismos meramente con objeto de tener alguna finalidad por la que trabajar, o, dejadnos decir, meramente por la razón de la satisfacción que consiguen al perseguir dicha finalidad»[2].

Está de moda ser filósofo en las redes, o intentar serlo. En las interminables listas de contenido, ¿cuántas veces no encontramos el problema referido en la cita? Satisfacción instantánea, pérdida y búsqueda de sentido y constante enajenación; no se ausentan de las principales dificultades espirituales de la actualidad. Pero, en la mayoría de acercamientos, la causa es situada en los procedimientos personales de los individuos. En cada página escrita por Kaczynski, cada procedimiento con sus respectivos efectos, tienen un origen: la sociedad industrial.

Más filosofía aún. Entra en escena la causa de la causa. El texto se debió haber escrito en el siglo XVI, por una intención similar a la de aquellos años: emprendía una búsqueda auténtica de las causas y los efectos. Nos atreveremos a algo más. Diremos búsqueda acertada. Pues algo preocupaba a Kaczynski: el patetismo y limitación del hombre del presente. Interpretado por él en el contexto de la sociedad industrial, lo comprendía movido por compartimientos ilusorios, generados por una entidad con los mecanismos facilitadores de esas actitudes neutralizadoras de su esencia. El indefinible pero fundamental proceso de poder, era fetichizado en actividades sustitutorias para necesidad de la sociedad industrial. ¿Por qué no suponer una lectura de Kaczynski de La ideología alemana?

En Estados Unidos, la mención de la palabra sociedad garantiza un conflicto interminable. Kaczynski, norteamericano, conflictual y conflictivo, la sobreutiliza, llamando al principal problema del comportamiento humano, sobresocialización. ¿Su origen? No involucramos la causa de la causa en vano. La sociedad industrial necesita individuos sobresocializados por grandes aparatos corporativos pero poseedores de un margen de libertad (por él llamada autonomía) para realizar actividades sustitutorias capaces de hacer llevadera la existencia. Estamos ya pletóricos de filosofía. Esencia, apariencia, causa de la causa, sistema, reproducción del sistema. Si lo leemos en El capital lo aceptamos con beneplácito. ¿Por qué no leyendo a Kaczynski?

Pero, debemos hacer un alto a favor del lector. Tal vez ha notado cierta tendencia. Vamos por dos comparaciones con Marx. Permitamos la pregunta. ¿Era Kaczynski marxista? Sospecharlo siquiera, revela la ausencia de lectura. Un enemigo tiene La sociedad industrial: la izquierda. Detalle, no cualquiera: la izquierda norteamericana. A los habitantes de países de veras nacidos de esa tendencia, nos lleva a la hilaridad eso por la política estadounidense llamado izquierda. Poca risa le daba a Kaczynski, autor de un verdadero manual sobre las críticas hacia la izquierda contemporánea. Sentado su antizquierdismo irremediable, hagamos una pregunta imprescindible para el sujeto actual: ¿era Kaczynski de derecha? La cita siguiente nos dará una pista irrebatible:

«Los conservadores son unos mentecatos! Se quejan de la decadencia de los valores tradicionales y sin embargo soportan con entusiasmo el progreso tecnológico y el crecimiento económico. Aparentemente nunca se les ha ocurrido que no puedes hacer cambios rápidos y drásticos en la tecnología y en la economía de la sociedad sin causar cambios rápidos en todos los otros aspectos de esta, y que esos cambios rápidos inevitablemente rompen los valores tradicionales». (28)

Llamar izquierdistas a los así llamados en Estados Unidos es un acto de riesgo, pero con los conservadores se puede proceder sin cargo de conciencia. Poco tenía Kaczynski de lo último, y sí una enemistad absoluta hacia la sociedad industrial y sus partidarios. Si se le busca en alguna enciclopedia virtual, aparecerá registrado bajo algún anarquismo. Importa poco. En su filosofía sobre la sociedad industrial está nuestro interés. Hasta ahora, hemos visto al filósofo, no a su filosofía. Demos ese paso fundamental.

La sociedad industrial, es para Kaczynski, el origen del mal. Los comportamientos humanos del presente, deformados por las actividades sustitutorias, se originan en los grandes sistemas organizativos de la industrialización.

The Sandman, historieta de Neil Gaiman y reciente serie de Netflix, tiene un misterioso personaje: el Hijo Pródigo. Miembro de los Eternos, debe el misterio al abandono de su reino. Motivo de su renuncia (alerta de spoilers): la Revolución Industrial. Encarnación de la Destrucción (su nombre real), simboliza y lleva a cabo la finalización de mundos para la creación de otros nuevos. Hasta la Revolución Industrial, destrucción de la que decidió no formar parte. Cualquier semejanza con Kaczynski, ¿quién sabe si es coincidencia?

La sociedad industrial, es para Kaczynski, el origen del mal. Los comportamientos humanos del presente, deformados por las actividades sustitutorias, se originan en los grandes sistemas organizativos de la industrialización. El científico en busca de nuevos conocimientos o descubrimientos, el atleta en constante práctica para la obtención de grandes resultados, el neurótico atendido en la consulta del psicólogo, o el izquierdista defensor de los derechos de las minorías; tienen en común el despliegue de actividades sustitutoria para compensar la frustración de su proceso de poder. El individuo moderno, vive entregado a esa relación. Similar a este tipo de despliegues filosóficos, Kaczynski se hace una pregunta inevitable: ¿cómo se garantiza la reproducción de este problema?

Remitámonos por un momento a Lenin. En El Estado y la Revolución, interrogado sobre la capacidad del proletariado de apoderarse y controlar el aparato estatal, el líder bolchevique, con su tino característico, basa la posibilidad de conseguirlo en la formación técnica llevada a cabo por el capitalismo. La educación industrial básica poseída por los sujetos modernos, era, para Lenin, la garantía del paso a la sociedad comunista. Para Kaczynski, era el origen de la degradación del hombre.

La sociedad industrial, basa su dominio del ser humano en su capacidad de brindarle medios sencillos para una satisfacción rápida de sus necesidades básicas. Obtenido ese aseguramiento con rapidez, puede desplazarse a su actividad sustitutoria favorita una vez hecho su aporte a la reproducción del sistema. La gran jugada de este, radica en su bajo nivel de exigencia. Al aumentar de forma constante el tamaño corporativo, las funciones se hacen cada vez más elementales. El individuo, posee cada vez más tiempo. Las actividades sustitutorias, encuentran cada vez más seguidores y causas más grandes y justificables. Y, el problema real, la destrucción del planeta, no se atiende, o se atiende mediante una remisión a postulados típicos de la sociedad industrial.

Kaczynski, propuso una solución a esta situación: la revolución. La industrialización, debía ser detenida.

Kaczynski, propuso una solución a esta situación: la revolución. La industrialización, debía ser detenida. El modo de vida, debía volver a su fase preindustrial. Las pequeñas comunidades con poca relación entre sí, sustituirían a las grandes agrupaciones humanas. Así, el hombre se vería obligado a depender de la naturaleza, y se valdría, no de actividades sustitutorias, si no de su proceso de poder. Propio de toda propuesta revolucionaria, Kaczynski era consciente del desafío que este cambio generaría a nivel de mentalidad. Y propio de todo revolucionario, acudió a la herramienta con la capacidad de solucionar los conflictos provocados por el cambio: la ideología. ¿Qué revolución y qué revolucionarios no lo han hecho?

La ideología de la revolución de Kaczynski, sería, por supuesto, sostenida por una vanguardia en sus inicios, y de manera gradual, se transmitiría a la mayoría de la sociedad. Un proceso de reeducación, racional y con la ética por premisa lo garantizaría. El postulado ideológico principal, sería la relación con la naturaleza. Un hombre nuevo, construido en contacto directo con lo natural, aborrecedor de la industria, dueño de su proceso de poder y sin actividades sustitutorias, resultaría de un cambio con la inevitable violencia subversiva, pero con una vida feliz por resultado. Dicho por Martin Heidegger o Ernesto Guevara, los lectores correrían a leerlos. Poca carrera habría por Kaczynski. Corresponde entonces retomar la pregunta principal de este artículo: ¿por qué no leemos a Theodor Kaczynski?

Una palabra: Unabomber. Theodor Kaczynski, fue el terrorista llamado Unabomber por los medios de difusión masiva norteamericanos. Aislado de la vida social durante décadas, aterrorizó Estados Unidos con el envío de bombas caseras por correo, sobre todo a universidades y aerolíneas (de ahí su sobrenombre). En 1995, obtuvo, mediante la promesa de detener sus atentados, la publicación en prensa de su manifiesto La sociedad industrial y su futuro. Surgía el prejuicio de autor ante tan abarcador tratado filosófico. Las tres muertes y la veintena de heridos de sus explosivos, la típica mitologización norteamericana de terroristas y asesinos en serie, y, sobre todo, nuestra mentalidad construida y seducida por la tecnología, no dejan llegar a nuestras manos a un autor con sus propuestas. Y si llega, no leemos a Theodor Kaczynski, leemos al Unabomber.

Comparto muchos de sus criterios y otros no. Pero, desde ambos casos, recomiendo su lectura con la misma actitud ante el villano no tan equivocado de una serie o película. Y cierro este artículo, con otra violación de las reglas de la escritura: repito el título. No en forma de pregunta, si no de sugerencia: ¿por qué no leemos a Theodor Kaczynski?


Notas

[1] Theodor Kaczinski: La sociedad industrial y su futuro La sociedad industrial y su futuro, Lectulandia, p. 19.

[2] Ídem. P. 21

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  1. Aclaración:

    Descartes explica y/o describe el método, cuando se refiere a lo que es análisis y síntesis, en su libro EL DISCURSO DEL MÉTODO…

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