Mercedes Medina Laverón, Universidad de Navarra y Blanca Basanta Vázquez, Universidad de Navarra
El Día Internacional de la Democracia, conmemorado el 15 de septiembre, no solo es necesario para concienciarnos sobre la necesidad de los ciudadanos de disfrutar de ella. También supone un momento para reflexionar sobre algunos de los problemas que impiden su desarrollo de forma positiva. El éxito de la convivencia social, que en los últimos años parece encontrarse en estado crítico, depende de encontrar un fin común capaz de vincular a sus miembros por encima de unas necesidades particulares.
Percibimos el deterioro de nuestra convivencia en la vulnerabilidad de la salud mental de los adolescentes, lo notamos en un mercado capitalista extenuado, se advierte en los conflictos bélicos que perpetúan un mundo de bandos, y se pone de manifiesto en un hacer político basado en intereses particulares. Pero, sobre todo, palpamos la debilidad de nuestro sistema cuando contemplamos la falta de entendimiento entre los políticos y los ciudadanos y de estos entre sí.
Para que la democracia sea eficaz es necesario que algunos actores asuman la soberanía del pueblo para ejercer la función de intermediarios entre los ciudadanos y el parlamento, y así poner en marcha el proceso de deliberación requerido para alcanzar acuerdos.
Una conversación plagada de ruidos
La mediación política se ha visto oscurecida desde que las empresas tecnológicas irrumpieron en la plaza pública y trastocaron la democracia representativa. Junto con la apropiación de los datos de los usuarios y su venta a los anunciantes, utilizaron sus redes para distribuir información elaborada por otros. Pero también para facilitar la participación de los usuarios en esas conversaciones con la ilusión quimérica de incrementar el consenso y la satisfacción de los intereses de todos.
Sin embargo, como sugiere Habermas en su último ensayo, Un nuevo cambio estructural en la esfera pública y la política deliberativa, las redes sociales parecen ofrecer una forma de comunicación en la que se mezcla lo público y lo privado, dando lugar a una esfera pública fragmentada y narcisista que deforma la percepción de lo común. El problema es que la conversación actual se parece más a un ruido que a un intercambio pacífico de ideas que buscan resolver los problemas y llegar a acuerdos.
Las plataformas sociales han multiplicado el flujo informativo y han permitido que los ciudadanos puedan formar parte de la esfera pública de un modo más directo. Sin embargo, el debate social no ha mejorado, sino que se ha polarizado y se han eliminado las voces que no son acordes con la cultura dominante.
Para restaurar el espacio mediático de comprensión son necesarios unos medios de comunicación independientes y solventes económicamente, capaces de dirigir los flujos de información y condensar las opiniones públicas. En la entrevista publicada en el libro Recuperemos el periodismo (2023), el presidente de un grupo editorial comentaba que tuvo que aceptar humildemente que lo primero que buscan los lectores en uno de sus periódicos no era el editorial sino el horóscopo. Y luego, las esquelas.
Con esta anécdota reforzaba la idea de poner al lector en el centro del proyecto informativo, y no las pretensiones partidistas o egocéntricas de los editores. En definitiva, una sana democracia depende de unos medios capaces de aportar sentido crítico a la audiencia y hacer llegar a los políticos los problemas que afectan y preocupan a los ciudadanos.
Soluciones para promover la democracia
Con ese propósito, la Comisión Europea ha financiado el proyecto Resilient Media for Democracy (ReMeD) como parte de su programa de investigación e innovación Horizonte Europa 2021-2027. ReMeD es un consorcio conformado por ocho universidades europeas y la Federación Europea de Periodistas. Está compuesto por 30 investigadores liderados por la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra que se dedicarán los próximos tres años a abordar las dificultades que enfrentan ciudadanos, periodistas y empresas de comunicación tanto en el acceso a la información como en el ejercicio de su profesión.
La tecnología siempre ha sido un condicionante del mercado de los medios. A veces es vista como enemigo, y otras veces como aliado. Uno de los aspectos transformadores a los que ReMeD quiere prestar atención es cómo la tecnología digital ha influido y distorsionado esas relaciones entre los profesionales de la comunicación y los ciudadanos.
Frente a las empresas tradicionales han surgido canales alternativos como blogueros, youtubers o influencers que ocupan un lugar cada vez más relevante a la hora de informar a los ciudadanos. A través de la colaboración entre académicos, periodistas y ciudadanos, el proyecto busca identificar soluciones y canales de comunicación que promuevan una democracia en la que los medios de comunicación actúen como intermediarios entre los poderes públicos y la población.
Mercedes Medina Laverón, Profesora Titular de Empresa y Estructura de los Mercados de Comunicación, Universidad de Navarra y Blanca Basanta Vázquez, Estudiante de doctorado sobre la regulación de plataformas digitales, Universidad de Navarra
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.