El Nombre de la Rosa. (Spoilers Alert)
Situada en el revoltoso ambiente religioso del siglo XIV, El nombre de la Rosa (Il nome della rosa, 1980) narra la investigación que realizan fray Guillermo y su pupilo Adso de Melk, alrededor de una misteriosa serie de crímenes que suceden en una abadía al sur de Italia.
Estos, como se descubrirá más adelante, giran en torno a la existencia de un libro envenenado que se creía perdido, la segunda parte de la Poética de Aristóteles, la cual versaba —según se nos cuenta— sobre la comedia y la poesía yámbica.
Lo que inicialmente fue un viaje burocrático, se convierte en una investigación policial con tintes filosóficos. La novela, como ya el lector debe saber, no es solamente sobre unos cuantos crímenes, sino también sobre una serie de debates filosóficos mucho más profundos.
Entre los temas que sobresalen están: la existencia del alma humana, el empirismo como método de investigación filosófica, la risa y lo cómico, el autoritarismo y totalitarismo, etc. Es, sin lugar a dudas, una de las obras mejor construidas en la historia de la literatura universal.
El conflicto ideológico en El Nombre de la Rosa
Especulaciones y detalles aparte, bajo el marasmo provocado por pistas, sospechosos y ambiciones personales, hay en conflicto dos visiones que tocan de cerca el tema de la ideología hoy en día. Por un lado, el dogmatismo totalitario representado por Jorge de Burgos. Y por el otro, el empirismo liberal de Guillermo de Baskerville; o en otras palabras, lo cómico como elemento liberador.
Este conflicto en sí mismo se no presenta como natural. “Naturalmente” –pensamos-, no hay nada más alejado y ofensivo al régimen dogmático que la risa, lo cómico o incluso lo irónico. Pero bajo ese manto perfecto de oposiciones, se encuentra un segundo nivel que da por sentado que la ideología es un campo de determinaciones estables e idénticas donde las fuerzas del bien se enfrentan a las fuerzas del mal.
Todo régimen represivo, dogmático y totalitario ha de ser malo; todo régimen bueno, ha de permitir la risa, y lo irónico como expresión de las libertades que gozamos.
Ahora bien, Slavoj Žižek nos recuerda algo importante cuando comenta rápidamente la obra de Eco:
En las sociedades contemporáneas, democráticas o totalitarias, esa distancia cínica, la risa, la ironía, son, por así decirlo, parte del juego. La ideología imperante no pretende ser tomada seriamente o literalmente. Tal vez el mayor peligro para el totalitarismo sea la persona que toma su ideología literalmente -incluso en la novela de Eco, el pobre Jorge, la encarnación de la creencia dogmática que no ríe, es ante todo una figura trágica: anticuado, una especie de muerto en vida, un remanente del pasado, y con seguridad no una persona que represente los poderes políticos y sociales existentes. (1)
Žižek menciona este ejemplo en su libro El sublime objeto de la ideología, pero creemos que es parte de un argumento significativo en el contexto en que está haciendo una crítica a la noción cotidiana de ideología.
La ideología no se presenta de manera simple, como buena o mala, de izquierda o de derecha simplemente. Ella no es un manto que ciega a los individuos. Ni es particular, ni específica, ni simple. Es más bien un producto complejo de un sistema de dominación global.
Un chiste sobre el comunismo y el capitalismo
Continuando con esa misma idea, Žižek nos hace recordar cómo bajo los regímenes totalitarios del socialismo real, el chiste se convirtió en una parte consustancial de la realidad. Para aquellos familiarizados con regímenes totalitarios, ya sean de un lado o del otro del espectro político, esta tesis no les parecerá nada extraña. Basta con vivir en esa situación para percatarse de ello.
Recuerdo que una tarde, entre cervezas y discusiones políticas después de una clase de epistemología, un compañero me preguntó:
— ¿Qué es el Capitalismo? — Yo, avizorando la respuesta cómica le respondí:
— No sé.
— El Capitalismo es un basurero lleno de carros, juguetes y comida.
— Ok — Le dije.
Luego me volvió a preguntar:
— ¿Y el Comunismo?
— No sé — Repetí.
— El mismo basurero, pero vacío.
Lo cómico y lo irónico
¿Es esto suficiente para entender la posición del chiste en el régimen totalitario?, me pregunto ahora. Obviamente no, debemos pensar un poco más qué se nos ofrece en lo cómico. Y lo primero es que lo cómico del chiste no radica casi nunca en su literalidad. Es por eso que no se puede enseñar como se enseñan las matemáticas. Ninguna fórmula puede acercarnos a él.
Antes bien, lo que nos acerca al chiste es siempre ese resto subyacente al cual todos accedemos por empatía, y tras un doble proceso de negación y reconocimiento de la situación narrativa. Y digo empatía porque la situación chistosa por excelencia no se explica mediante un intérprete. Si esto sucede deja de ser un chiste y pasa a ser una simple narración “graciosa” o “interesante”; incluso aburrida.
El chiste es algo que desde su inicio está en entredicho. Por eso comenzamos diciendo, “voy a hacer un chiste”, u otra fórmula similar. Incluso, si omitimos la fórmula, la simple gesticulación y sobreactuación nos hacen comprender que estamos ante una situación que debe ser puesta entre paréntesis. «¡Es un chiste debes estar alerta!” Nos decimos a nosotros mismos.
Pactamos con el juego, aceptamos con reticencia la primera verdad, nos dejamos llevar por la lógica interna de la narración y luego nos dejamos sorprender por una segunda negación que devuelve la verdad a su lugar.
Es lo que un amigo y profesor solía decir. El chiste es la situación filosófica por excelencia. Porque lo real nunca se ofrece desde su desnudez, y eso lo comprendemos no por reproducción mimética, sino por una comprensión reflexiva de la realidad.
El mejor ejemplo de ello en la historia de la filosofía occidental es Sócrates, quien puso en práctica una pedagogía basada en la ironía. En este sentido, nuestra idea sobre lo cómico, se acerca más a la mayéutica socrática que a la falsa comicidad o cinismo descrito por Peter Sloterdijk.
El cinismo
El argumento que desarrolla Žižek termina con un desacuerdo. Su oposición radica en que la estructura ideológica bajo El nombre de la rosa — que sería la cotidiana —, opone la liberalidad de lo cómico a lo trágico del totalitarismo. Y lo que sucede es justamente lo contrario, hoy en día lo cómico, lo irónico y el chiste, de manera indistinta, se ofrecen desde dentro del totalitarismo político, venga este de donde venga.
No obstante, no parece evidente que ironía y cinismo sean lo mismo cuando hablamos de la ideología totalitaria imperante en el mundo contemporáneo. De hecho, lo más evidente es la preponderancia casi absoluta del cinismo sobre la ironía. En este sentido creo que es importante poder distinguir entre uno y otro.
La izquierda norteamericana que no es izquierda. La corrección política de moda que olvida que bajo la superficie del lenguaje hay luchas obreras y sindicales mucho más importantes. Los grandes medios de comunicación que se victimizan. Los periodistas que juegan a ser políticos y los políticos que juegan a ser periodistas. Guerras y hambrunas que son invisibles como viene sucediendo en Yemen. Asesinatos a líderes sindicales que son opacados por realities. Y el gran circo de las redes sociales donde imperan noticias falsas, descontextualizadas y parcializadas; casi siempre desde el registro de la burla y apelando a una falsa ironía.
En otras palabras, ya no hablamos de lo cómico como categoría general, no de la ironía socrática, sino del cinismo per se. Este último, es una deformación de lo cómico que tiende a suplantar la apertura de la ironía, su inteligente construcción y reflexión, por un dogmatismo que se disfraza con el ropaje de la verdad.
Sabemos que esto es un tema bien antiguo y que merece más desarrollo, pero verdad y dogmatismo no son necesariamente sinónimos y no tienen que venir siempre de la mano.
¿Es el estado totalitario — filosóficamente hablando — el más idóneo para ejercer la filosofía? No, no he querido decir eso. ¿Es el socialismo un régimen deleznable por ser totalitario? ¿Es el capitalismo el régimen que verdaderamente potencia las libertades del hombre? No, tampoco he querido decir tanto.
A lo único que me he aproximado de pasada es a la idea de que comprender cómo se mueve la ideología totalitaria hoy en día es mucho más complejo de lo que parece.
Frente a la complejidad de la vida contemporánea, no deberíamos lanzarnos a cada segundo a producir contenido irresponsable en rede sociales y plataformas digitales.
La oleada de cinismo sin precedentes no es justificable bajo ninguna circunstancia. Hay motivos morales de sobra para no recurrir a ello. Pero también los hay teóricos. Fundamentalmente, porque lo que hay que discutir es la ideología en su complejo entramado contemporáneo, de lado a lado del espectro político.
No se trata solo de Jorge de Burgos o solo de Guillermo de Baskerville. La ideología es justamente el nombre de la rosa, y ella nos impela a comenzar de nuevo desde el chiste para pensar el basurero en su totalidad.
- Žižek, Slavoj. El sublime objeto de la Ideología. Siglo XXI Editores. Argentina. 2003. p. 55.