Lo único que realmente atormenta al ser humano es la conciencia de su finitud, la exactitud de la inmutabilidad de la muerte. Esta verdad se revela en nuestra contemporaneidad desde el correctivo de algo tan minúsculo como un virus, nuevamente planteándonos la duda de la existencia. Pareciera incluso que el virus SARS-CoV-2, fuera una treta de Sartre y su camarilla para mostrar la parte más polémica del existencialismo, esa que bajo la luz del voluntarismo empodera al hombre y nos dota de un aire resolutivo capaz de llevarnos a realizar las más grandes hazañas; pero que, por otro lado, si sucumbimos a ella puede hacernos caer en un abismo de desesperación y ansiedad en el cual la vida se torna sin sentido. En fin, que la COVID ha llegado y con ella un sinfín de medidas que tratan “naturalmente” de salvar a la humanidad.
El aislamiento social se pone de moda y es justamente ahí donde todo comienza, en el instante justo cuando nos descubrimos en nuestra soledad, cuando en apenas en una fracción de segundo nos despojan de todo lo que creíamos, equivocadamente, de una importancia primordial y cuya realización apremiaba diariamente, pero que solo servían como elementos distractores que evitaban preguntarnos acerca de lo realmente importante en nuestras vidas. Cuestiones como, – ¿Estoy haciendo lo que me gusta? ¿Qué deseo para mi vida? ¿Soy feliz con lo que hago? O más sencillamente ¿soy feliz?, pues siempre han sido las preguntas más simples las más profundas y difíciles de responder.
Hoy nos damos cuenta de que hemos sido incapaces de pensarnos, de que andamos enajenados de nuestra condición humana y en ese sentido la COVID-19 ha servido para algo. Ha detenido esa agitada vida que trae nuestra realidad, nos ha sacado de ese día a día, donde seguimos como corderos sin cuestionarnos nuestras rutinas y donde la reflexión acerca de nuestro ser y el presente se torna tanto rara como inservible. Esta nos brinda una oportunidad para pensar en cómo nos hemos definido hasta ahora. La COVID-19 nos ha dado una pausa existencial, un momento de autorreflexión en tiempos tan convulsos. ¿Qué hacemos entonces con este tiempo? ¿Cómo respondemos a estas preguntas que, quizás a propósito, hemos estado evitando? ¿Qué hacemos cuando nuestro mundo interior cobra mayor importancia a propósito de las forzadas limitaciones de nuestro entorno de socialización?
Podemos caer aquí en una gran crisis, el tiempo de cuarentena puede jugar en contra de nuestra salud mental. Podemos sucumbir ante la angustia de nuestra existencia despojada del abrigo con que la resguarda la banalidad de la rutina diaria. Podemos incluso, seguir evitando estas preguntas.
Por otro lado, podemos también tomar todos estos elementos y jugar a nuestro favor la carta del aislamiento. Podemos aprovechar este tiempo y reflexionar para realizarnos, reconstruirnos de una mejor forma. Sartre decía en su ensayo El existencialismo es un Humanismo:
“(…) el hombre empieza por existir, se encuentra, surge en él un mundo, y después se define- … pues el hombre no es más que lo que él se hace”[1].
Aprovechemos este aislamiento que trae la COVID consigo para encontrarnos, para hacernos o al menos para saber cómo queremos hacernos. Aprovechemos para darle sentido a nuestra vida, pues al final nuestra existencia no tiene mayor trascendencia que aquella que, al tener conocimiento de esta verdad, intentemos darle. Somos un océano de posibilidades y la elección de nuestros posibles es solo nuestra.
Y realmente hemos elegido el buen camino y los cambios de momento, aunque sutiles, conducen ineludiblemente a una nueva sociedad, pues al tomar conciencia de sí, el hombre no solo se descubre él, sino que empieza también a descubrir su entorno, lo cual ocurre, casi siempre, bajo situaciones extremas. Entonces, no es hasta este preciso momento que hemos despertado de este aletargador sueño en el cual nos encontrábamos sumidos y comenzamos a superar nuestra incapacidad para pensarnos, para hacernos a nuestra medida.
Referencias
[1] Sartre, Jean Paul: El existencialismo es un humanismo, tomado de Weblioteca del pensamiento, Recuperado de http://www.elortiba.org/old/pdf/sartre002.pdf
Ojalá y aunque sea un 20 % de la población que ha tenido que sufrir esta pandemia al final aprenda a «vivir» de verdad. Se es tan feliz con tan poco. Aprendí una vez que cuando tu tienes «algo» no eres dueño de eso….ese «algo» es dueño de ti porque te quita lo más valioso que tiene la vida…»EL TIEMPO»