El Terror de Estos Días

abril 19, 2020
terror covid-19

 

Por: Alejandro Martín Rojas Medina & Fernando Almeyda Rodríguez

Foto por: Sasha Freemind on Unsplash

“No hay en el mundo fortuna mayor, creo, que la incapacidad de la mente humana para relacionar entre sí todo lo que hay en ella. Vivimos en una isla de plácida ignorancia, rodeados por los negros mares de lo infinito, y no es nuestro destino emprender largos viajes. Las ciencias, que siguen sus caminos propios, no han causado mucho daño hasta ahora; pero algún día la unión de esos disociados conocimientos nos abrirá a la realidad, y a la endeble posición que en ella ocupamos, perspectivas tan terribles que enloqueceremos ante la revelación, o huiremos de esa funesta luz, refugiándonos en la seguridad y la paz de una nueva edad de las tinieblas.”

(Lovecraft, La llamada de Cthulhu, 1928)

 

Ciencia, Racionalidad y Humanismo

La incertidumbre de que nuestra mera existencia sea inverosímil siempre ha sido nuestro terror primario desde los inicios de la humanidad. Desde las edades más tempranas siempre se ha intentado buscar una explicación lógica a todos los misterios de nuestra propia existencia y del mundo que nos rodea.  La existencia misma busca justificar su aquí y ahora encontrando un punto de inicio del cual deducir el sentido de ser.

La edad moderna, anclada sobre la ciencia, excomulgó todas las explicaciones mitológicas sobre el mundo, al remplazarlos por conocimientos científicos. Pero quizás algunos no hayan reparado en que la ciencia ya es de por si un metadiscurso más; un discurso que presenta el mundo como absolutamente cognoscible, y de ahí previsible al pretender hallar en las causas de los fenómenos un sentido intrínseco a la misma. De las teorías devinieron los nuevos dioses y las obras de divulgación científica las nuevas leyendas. La ciencia permite introducir todo lo que sea explicable por sus leyes físicas, pero lo demás no le toca otro remedio que refugiarse en lo divino y en lo mágico.

Desde la antigüedad, la humanidad no ha dejado de despreciar y temer lo inexplicable; no está dispuesto a someterse a lo ignoto. Su arrogancia es mayor que antaño, pues se siente demiurgo y dueño del universo cognoscible y conquistador de lo por descubrir. A tal punto se ha llegado que lo numinoso, lo a todas luces caótico y misterioso del mundo, es forzado para confort de los adoradores del antropocentrismo a mostrar una explicación siempre dependiente de la humanidad.

Así todo tiene una explicación racional. Los errores, los imprevistos, los fenómenos naturales, las catástrofes, las crisis económicas, lo injustificable, todo se le busca y/o se le inventa una cadena de causación. Aparecen las conspiraciones, las mentes maestras, los planes secretos, las elites misteriosas, las sectas, los aliens. Incluso el más reciente de nuestros azotes, –last but not least, lo acompañan las más “elocuentes” teorías.

Covid-19 y sus Momentos

La pandemia del SARS Covid-19 ya ha cobrado decenas de miles de vidas y todavía las cifras siguen creciendo por días. El mundo occidental comienza a pedir cuentas y a buscar culpables. Y cual si la urgencia hubiera pasado pululan las teorías sobre conspiraciones sobre la epidemia.

Así está la teoría de que es un arma biológica creada por China para apoderarse de los mercados del mundo; otra que se trata de un arma mortífera creada en laboratorios norteamericanos para destruir sus competidores asiáticos, y que obviamente se salió de control; algunas más “vanguardistas” hablan de que se trata de la activación de un mecanismo inmunológico del planeta ante tanta contaminación y maltrato. El último lugar lo ocupa la explicación menos original: una persona contrajo el virus de un murciélago destinado para su –exótica y desagradable- alimentación en Wuhan; quizás la cuota del propio azar la hace menos atractiva o tal vez la más terrorífica de todas.

Si seguimos la evolución de los comentarios en redes sociales a lo largo de la expansión mundial del Coronavirus veremos tres epicentros. El primero desde enero se refería a Wuhan, como si se estuviese dando lugar un Chernóbil chino, todo con un tono bromista.

El segundo momento, aparece a finales de febrero; acá toda la atención empezó a enfocarse en el distanciamiento social, el llamado a la cuarentena y a los efectos positivos en el medio ambiente por la inactividad del hombre. A este optimismo le siguió la idea de que “la humanidad era el verdadero virus”; consustancial con esto se asociaban los efectos económicos, sociales y políticos suscitados por el coronavirus con el comunismo y el capitalismo –asunto cual fue explotado por no pocos intelectuales.

La tercera, con un profundo enfoque pesimista y mucho más perturbadora, comenzó a darse a mediados de marzo. Con esta aparece la idea de la desaparición de la humanidad, el fin de la civilización y la muerte aderezada con un bizarro sentido salvífico, liberador. Los memes, imágenes y artículos de ascendencia e inspiración Lovecraftiana inundaron por completo las redes sociales.

El centro del estado de opinión sobre el Coronavirus fue deviniendo en un camino cada vez más oscuro a medida que la crisis se salía de control y la reclusión más insoportable. Juntamente con el surgimiento de teorías conspirativas y los miedos ilógicos a la 5G, apareció su contraparte en las ideas de salvación encarnadas en el imaginario de HP Lovecraft. Ha sido una suerte de catarsis donde las personas se libraban de la idea de ser capaces de controlar los designios del mundo. Buscaron refugio en el infinito imaginario del horror cósmico.

El Virus y el Racionalismo

El escritor H. P. Lovecraft creía en un universo carente de significado, mecánico y desinteresado de la humanidad la cual con sus innatamente limitadas facultades nunca podrían comprender en su totalidad. Las leyes morales, científicas y religiosas de los humanos y su tecnología son aplastadas todas sin mero esfuerzo por el infinito del cosmos.

Su punto de vista no encontraba una contradicción sustancial entre las creencias religiosas y científicas. Intuía en el discurso científico los mismos mecanismos del discurso mitológico y religioso de antaño. Contemplaba con recelo la capacidad de la ciencia de abarcar totalmente sus objetos de estudio. Desconfiaba de sus posibles resultados negativos; una desconfianza que se confirmó luego del conflicto bélico de la Segunda Guerra Mundial.

Lo incomprensible. Lo inconmensurable. Las fuerzas cósmicas de sus relatos tienen tan poco interés en la humanidad como los humanos interés en las cucarachas. La verdadera pregunta seria ¿la especie humana tiene alguna relevancia en su propia galaxia que le justifique los egoísmos que la motiva?

Un elemento microscópico infinitamente básico, un virus, a pesar del inmenso y triunfal desarrollo científico ha bastado para poner en crisis la civilización humana. Uno de los productos más simples de la naturaleza ha hecho que hinquemos la rodilla. Pero lo más atemorizante es el nivel de casualidad, del juguetón azar que ha impregnado este acontecimiento. Por más que los políticos, los intelectuales y los teóricos de la conspiración busquen explicaciones, análisis, y propuestas, por más que las teorías pretendan dominar los fenómenos solo por describirlos o “explicarlos” el mundo se cierne indomable.

“El universo no fue hecho a la medida del hombre, no le es hostil, le es indiferente” (Carl Sagan)

Las cucarachas no pueden hacer nada contra los insecticidas y las pisadas que les trituran sus cuerpos; de la misma forma la egocéntrica humanidad, que ha abusado de la tierra -su único hogar o roca insignificante estelar- no ha podido lidiar con que un ser microscópico haya hecho tambalear su civilización. No somos personajes ni protagonistas de esta novela de ciencia ficción sin autor. Al final el hombre moderno sigue siendo incapaz de soportar la realidad del cosmos. En estos días de miedo el planeta está recibiendo el respiro o descanso que se merece obligándonos a replantearnos seriamente quién es, en sí, la verdadera plaga.

“(…) habría sido por cualquiera otra cosa. La moda está en culpar a la «tecnología»; pero ésta es el tronco del árbol, no las raíces. Las raíces son el racionalismo, y yo definiría así esa palabra: racionalismo es la idea de que siempre podemos comprenderlo todo respecto a la condición de ser. Es una trampa mortal. Siempre lo ha sido. De manera que, si os place, podéis culpar de la supergripe al racionalismo.” (Stephen King, 1978)

 

Referencias

  • Howard Phillips Lovecraft La llamada de Cthulhu, 1928
  • Cita de CarL Sagan http://hugopacilio.blogspot.com Tercer Planeta
  • (Stephen King, The Stand La Danza de la muerte . Capitán Trotamundos, 1978)

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