El filósofo surcoreano Byung-Chul Han se ha encargado de denunciar en sus numerosos ensayos cómo la digitalización se encuentra provocando una alteración completa de la vida humana, ya que compromete, por antonomasia, la identidad del sujeto, debido a la descorporización progresiva del cuerpo que se experimenta al interactuar constantemente con el medio digital. Lo que se extiende posteriormente a la percepción del espacio-tiempo, restando la posibilidad de llevar a cabo ciertas actividades propias del quehacer filosófico, como lo son la contemplación y el detenimiento. Por eso, «la digitalización y la informatización del mundo seccionan el tiempo y convierten la vida en algo radicalmente pasajero» (Han, 2023, p.64).
De ahí que, hoy se haya erigido un nuevo tipo de sociedad centrada en la productividad y la optimización. Esto ha provocado que la hiperaceleración vaya repercutiendo en todo orden de la existencia, exponiendo al sujeto a diversas enfermedades patológicas que no quieren ser asumidas del todo, pues no se quiere renunciar a los imperativos autoimpuestos por el sistema neoliberal.
«Las enfermedades neuronales como la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), el trastorno límite de la personalidad (TLP) o el síndrome de desgaste ocupacional (SDO) definen el panorama patológico de comienzos de este siglo» (Han, 2022, p.13).
A pesar de esto, el sujeto entregado al régimen del capitalismo, busca seguir produciendo, con tal de alcanzar la anhelada felicidad que se transforma en un imperativo. Con esto, por medio de la psicopolítica y los medios digitales, se produce una coacción sistémica que termina engendrando al homo digitalis, un ser paradigmático que forma parte integral del reino concerniente al dataísmo, la nueva religión surgida en el siglo XXI.
En este sentido, uno de los síntomas que viene a simbolizar la evidente crisis moral que se padece es la pornografización del sujeto, que responde a la lógica del consumismo, traduciéndose en un exhibicionismo insustancial
«El homo digitalis es cualquier cosa menos nadie. Él mantiene su identidad privada, aun cuando se presente como parte del enjambre. En efecto, se manifiesta de manera anónima, pero por lo regular tiene un perfil y trabaja incesantemente para optimizarlo. En lugar de ser nadie, es un alguien penetrante, que se expone y solicita la atención» (Han, 2014, p.28).
Ahora bien, el homo digitalis también es la evidencia visible de una sociedad atomizada, donde reina el narcisismo y el egoísmo. Lo que implica el deterioro radicalizado de lo comunitario o vinculante, dando por resultado la escasez de solidaridad, debido a que el nosotros se rinde ante el yo. Por lo que, «la comunicación digital hace que se erosione fuertemente la comunidad, el nosotros. Destruye el espacio público y agudiza el aislamiento del hombre. Lo que domina la comunicación digital no es el «amor al prójimo», sino el narcisismo» (Han, 2014, p.75).
De acuerdo con esto, los diferentes medios digitales engendran una ruptura de los vínculos comunitarios, pues reducen la cercanía que genera el diálogo presencial. Además, la hiperinformación que inunda Internet, suele hallarse desprovista de toda verdad, lo que termina causando confusión y paranoia. Razón por la cual, Han considera que la información de la red termina siendo deformativa más que informativa. Un ejemplo de esto, ocurre precisamente, con las populares fake news o las teorías conspirativas, que relatan diversas historias que rayan en lo absurdo, pero que, sin embargo, terminan siendo creíbles y masificadas por algunos usuarios de Internet, reemplazando los acontecimientos reales que hayan sucedido.
Asimismo, el narcisismo del homo digitalis es muestra de una sociedad sobreexpuesta, que responde al imperativo de la transparencia, de ahí que, «la potente exigencia de transparencia indica precisamente que el fundamento moral de la sociedad se ha hecho frágil, que los valores morales, como la honradez y la lealtad, pierden cada vez más su significación» (Han, 2013, p.92). En este sentido, uno de los síntomas que viene a simbolizar la evidente crisis moral que se padece es la pornografización del sujeto, que responde a la lógica del consumismo, traduciéndose en un exhibicionismo insustancial que pretende fragmentar el cuerpo, cosificándolo para cumplir con el hedonismo latente. Esto implica que:
«Se puede generalizar la pornografía declarándola un dispositivo neoliberal. Bajo la presión para producir todo se exhibe, se visibiliza, se desnuda y se expone. Todo queda a merced de la inapelable luz de la transparencia. La comunicación se vuelve pornográfica cuando se hace transparente, cuando se pule y queda convertida en un intercambio acelerado de informaciones» (Han, 2020, p.114).
En consecuencia, al ser la comunicación digital de carácter inmediata y aditiva, tiende a ser despersonalizada, debido a su connotación expansiva, lo que dificulta el diálogo, pues se carece de la presencia real del otro. De modo que, la sociedad digital ha perdido la capacidad de escuchar, lo que se evidencia en la escasez de encuentros reales, los que han sido reemplazados por conexiones en línea. En efecto, «la comunicación digital es muy pobre de mirada y de voz. Los enlaces y las interconexiones se entablan sin mirada ni voz. En eso se diferencian de las relaciones y los encuentros, que requieren de la voz y de la mirada» (Han, 2017, p.92).
Por eso, hoy estamos en una comunicación sin comunidad, donde reina la fluidez y el ruido perpetuo, porque se tiene temor del silencio, que es propio de la vida contemplativa, de los encuentros religiosos y de las actividades reflexivas.
Entonces, se necesita volver a recuperar la presencia del otro en su corporeidad, en su individualidad, otorgándole la atención por medio de la mirada y el habla que se manifiesta en la búsqueda de una intimidad mutua, integradora y relacional.
En definitiva, se requiere un cese de actividades para volver a redescubrir el sentido comunitario que se encuentra subyugado bajo el vertiginoso ritmo de la digitalización, porque de lo contrario, seguiremos alejándonos cada vez más el uno del otro.
Referencias
Han, B-C. (2013). La sociedad de la transparencia (1ª ed.). Herder.
Han, B-C. (2014). En el enjambre (1ª ed.). Herder.
Han, B-C. (2017). La expulsión de lo distinto, percepción y comunicación en la sociedad actual (1ª ed.). Herder.
Han, B-C. (2020). La desaparición de los rituales, una topología del presente (1ª ed.). Herder.
Han, B-C. (2022). La sociedad del cansancio (2ª ed.). Herder.
Han, B-C. (2023). Vida contemplativa, elogio de la inactividad (1ª ed.). Taurus.
editado y en difusión:
El homo digitalis y la digitalización: una comunicación sin comunidad
https://redlatinasinfronteras.wordpress.com/2023/09/02/el-homo-digitalis-y-la-digitalizacion-una-comunicacion-sin-comunidad/
https://publicar.argentina.indymedia.org/?p=13549