Celibato y sublimación: sobre sus condiciones de posibilidad desde el psicoanálisis

Solo cuando se conoce la dictadura psicoanalítica de la meta pulsional, la violación de la máxima moral kantiana, es que se entiende que la meta construye al mundo, pero un mundo gris y mecánico, de simple reproducción
octubre 22, 2021
Freud sobre el celibato y la sublimación

Una vez más son noticia los escándalos de pederastia en la Iglesia Católica. Recientemente el Papa Francisco ha pedido perdón a sus fieles por diversos casos acontecidos en Francia (Actualidad rt, 2021). Tomemos como hipótesis la idea de que los sacerdotes católicos poseen una gran eticidad; y desentrañemos, junto a Freud, la aparente paradoja de que “… aquellos que se han acercado más a la santidad son los que más acerbamente se reprochan su condición pecaminosa” (Freud, 1986a, pp. 121-122).

Lo que, dicho en otras palabras, buscaría explicar por qué las personas que tienen menos razones para mortificar su existencia, lo hacen con más insistencia. ¿Por qué las personas más puras (sexualmente hablando) insisten en que no lo son? Una respuesta inicial seria que, a mayor represión, mayor abanico de tentaciones, pues mientras el abanico de opciones personales varía, el dictum schopenhaueriano de la perpetuación de la especie permanece constante.

Freud distingue cuatro elementos para entender las pulsiones, de los cuales importan aquí entender solo “meta” y “objeto”. Por meta entiende la expulsión de las células genésicas (eyaculación), y por objeto el medio para lograr ese fin. En sus Tres ensayos sobre teoría sexual de 1905 distingue un conjunto de desviaciones con respecto al objeto y la meta, constituyendo así la riqueza y diversidad de la sexualidad tal como la conocemos.

Por todo lo cual no es descabellado decir que una vida sexual, tal como se describe aquí, viola en su totalidad la máxima kantiana de que el otro sea un fin y no un medio para tus deseos. Una vida vivida solo para la meta, expresada en estos términos, reproduce mecánicamente la especie, pero mata todo lo humano del Hombre.

Sin embargo, y esta es una idea personal, creo que Freud es fiel a Schopenhauer en la medida en que, a la larga, gana la meta ortodoxa y la vida se convierte en una carrera frenética por esparcir o recibir la semilla, pasando por encima de quien sea necesario. Por todo lo cual no es descabellado decir que una vida sexual, tal como se describe aquí, viola en su totalidad la máxima kantiana de que el otro sea un fin y no un medio para tus deseos. Una vida vivida solo para la meta, expresada en estos términos, reproduce mecánicamente la especie, pero mata todo lo humano del Hombre.

Venturosamente existen escapes. Si para el autor de El mundo como voluntad y representación es la música, para Freud lo es el concepto de sublimación. Por sublimación el psicoanálisis entiende el proceso mediante el cual la pulsión sexual se deriva a un fin no sexual, hacia “objetos socialmente valorados” (Laplanche, 1996, p. 415). Pero dicho esto es no decir mucho más, pues debemos a Freud un robusto ensayo sobre la sublimación que nunca vio la luz durante su periodo metapsicológico (Freud, 1986b, p. 102). Por todo lo cual es imposible encontrar una definición cabal del término, y debemos contentarnos en retazos de definición entre toda la voluminosa obra del autor. No por gusto, y con toda razón, el enciclopédico Laplanche tiene que aceptar que: “La ausencia de una teoría coherente de la sublimación sigue siendo una de las lagunas del pensamiento psicoanalítico”  (Laplanche, 1996, p. 417).

Efectivamente, la laguna de la sublimación nos lleva a preguntarnos varias cosas, sobre todo qué es lo sublimable: ¿Se considera sublimación todo esfuerzo intelectual o solo los fines mas elevados socialmente? Pero sobre todo la naturaleza sustancial de la pulsión sublimada. El narcicismo y el dualismo pulsional de vida y muerte nos dan algunas pistas: recordemos que por pulsión de vida entiende Freud a una tendencia inherente a la materia a buscar formas de organización de la vida más complejas, mientras que la pulsión de muerte busca lo contrario, volver a la quietud inorgánica inicial (Freud, 1986c, p. 146). La pulsión de vida es ruido, dinamismo y complejización; la pulsión de muerte es silencio, estatismo y simplificación. Para Freud la vida anímica del ser humano comparte estas tendencias universales, en donde gana casi siempre la pulsión de vida por sobre la muerte.

El narcicismo, por su parte, describe a una sana noción del valor del yo, expresado energéticamente por una cierta dotación de “libido yoica”, tal como le llama Freud. Sin embargo, dicha dotación energética se altera a menudo, provocando síntomas como los que se experiencian en una ruptura amorosa. Veamos un ejemplo.

Todo enamorado cuando es preguntado por sus sentimientos coincide en una cosa, esto es, el sentimiento de vacío e incompletitud que siente cuando está lejos del objeto de sus afectos. Este sentimiento de vacío es, para el psicoanálisis, un vaciamiento simbólico de la libido (expresión energética de las pulsiones), pues se ha puesto por entero en el otro, de tal forma que se vive y se piensa a través de él.

Ahora bien, cuando se rompe la relación, ¿hacia dónde va esa libido? No se disuelve, evidentemente, en el éter. Vuelve al yo, pero en el yo no puede subsistir una pulsión sexual[1], por lo que de la mezcla entre pulsiones de vida y muerte va desapareciendo la primera, de tal forma que solo queda en el yo pura pulsión de muerte. Por todo ello cuando ocurre una ruptura es muy común la autoflagelación psíquica, así como una considerable disminución de la autoestima.

Esta situación, junto a muchas otras, describe la terrible experiencia que constituye el amor carnal, y justificaría la decisión de muchos a optar por el celibato. Entremos pues, al problema que nos ocupa. Para Lamas (S.F, p. 1) la vivencia del celibato es:

“…siempre un desafío para el que lo vive. En primer lugar, porque es un estado extraño para el hombre de hoy, donde la sociedad valora imperiosamente la necesidad de estar en pareja y formar familia. Por otra parte, en mi experiencia, no siempre se aprecia que sea una opción sentida y optada en libertad. A veces se vive como una imposición a causa de los grandes ideales que se quiere abrazar. Por último, porque nuestra condición biológica y psicosexual está ahí presente con sus tendencias y anhelos profundos.”

No importan acá los detalles jurídicos de la cuestión. Baste considerarlo en este caso como una relación contractual del sacerdote con la Iglesia. En donde psicoanalíticamente hay una renuncia total a la pulsión sexual, que tiene como consecuencia que se realice una sublimación o una represión de ella. Por lo que Lamas (S.F, p. 7) concluye que prima la represión por sobre la sublimación, a lo cual estoy enteramente de acuerdo.

Lo cual no impide que la sublimación sea el edificio sobre el cual se levanta la cultura. Para Freud la pulsión es un concepto frontera entre lo somático (en esencia, un misterio para el psicoanálisis) y lo psíquico (lo fenoménico de lo somático), lo que lleva a pensar a  Lamas (S.F, p. 3) sino será posible que la sublimación sea la frontera entre lo psíquico y lo cultural. Formando así, un puente entre lo somático y lo cultural, entre lo nouménico y lo verdaderamente humano.

Razón por la cual, una sublimación casi total es privilegio de grandes mentes. En Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci describe Freud al mayor exponente del renacimiento como un hombre “raro y perfecto”, ya que en su persona “…la libido escapa al destino de la represión sublimándose desde el comienzo mismo en un apetito de saber y sumándose como refuerzo a la vigorosa pulsión de investigar” (Freud, 1986, p. 75). Muy pocas personas como Da Vinci han logrado sublimar la curiosidad sexual infantil en un potente impulso hacia la curiosidad científica y la invención. Por ello tenemos, por un lado, que resulta común en las grandes mentes de la humanidad un desinterés por las pasiones genitales y, por otro, que el hombre común sostenga ese prejuicio sobre los hombres de elevado intelecto, aunque no sea del todo cierto.

Centremos, entonces, un análisis semejante para el caso del celibato. El sacerdote católico es, en la mayoría de los casos, el referente ético, es padre y madre para su comunidad de fieles. En el ejercicio de la confesión actúa como autoridad moral que carga con los pecados de su congregación, y les otorga el perdón sobre la base del amor o el temor a Dios. El sacerdote es, en esencia, un constructor de imago mundi para su colectivo de fieles. Por todo lo cual, es un garante y un constructor de cultura, pues en la renuncia de sus pulsiones sexuales se ha convertido en un faro de amor no genital y desinteresado para sus feligreses.

Pero si no queda duda de que el ejercicio de sacerdocio voluntario es un ejercicio de sublimación, de construcción de comunidad humana, no por ello creo que sea completamente posible o que pueda ser enseñado en un seminario. El verdadero sacerdocio, como en San Agustín, debe ser una elección después de haber conocido el barro del amor carnal, después de haber tratado y haber sido tratado como objeto, después de haber conocido la suciedad del mundo y las miserias que comete el ser humano en pos de la meta, tal como la describe Freud.

Un fundamento psicoanalítico para tal posibilidad, lo encontramos en El yo y el ello. Volviendo al escenario de la ruptura amorosa consideremos esta situación: ¿Qué pasaría si se disuelve en el yo la pulsión de vida solo en contenido, pero no en forma? ¿Qué ocurriría si se disuelve la meta (por así decirlo, eyaculatoria) pero se conserva la forma de la pulsión de vida? Se destruiría así, el vínculo genital con el otro, pero permanecería en el yo una pulsión de vida formal, esto es, la tendencia a unir, a construir comunidad y a fundar cultura (Freud, 1986d, p. 45).

Para Laplanche (1996, p. 417):

“Aquí podría hallarse indicada la idea de que la sublimación depende íntimamente de la dimensión narcisista del yo, de forma que volvería a encontrarse, a nivel del objeto al que apuntan las actividades sublimadas, el mismo carácter de bella totalidad que Freud asigna aquí al yo.”

La persona sublime reúne así la feliz coincidencia entre la preocupación por el yo y por el mundo. El humano sublime acicala al mundo tanto como a sí mismo, porque el mundo es su espejo, de tal forma que observa en él la capacidad de ser el repositorio de toda la curiosidad científica, curiosidad que suele desperdiciar el ser humano en su existencia lujuriosa y material.

Solo cuando se conoce la dictadura psicoanalítica de la meta pulsional, la violación de la máxima moral kantiana, es que se entiende que la meta construye al mundo, pero un mundo gris y mecánico, de simple reproducción. La sublimación es el color de la existencia, pues solo en sociedad el hombre es realmente hombre. Una vida de celibato, de entrega al mundo, difícilmente se pueda lograr por la vía doctrinal. Se debe conocer primero el mundo, entender su monocromía, para poder lograr ese abandono somático de tintes platónicos que es el celibato.

 

Notas

[1] Freud hace una división inicial entre pulsiones sexuales y de autoconservación. Cuando “descubre” el dualismo pulsional vida y muerte, lo sustituye por el primero, pero mantiene el postulado de que no puede existir libido sexual en el yo. Para más información ver “El yo y el ello” de 1923.

Referencias

Actualidad rt. (2021, octubre 3). «El mal más absoluto»: Una investigación identifica hasta 3.200 sacerdotes pederastas desde 1950 dentro de la Iglesia católica francesa. RT en Español.

Freud, S. (1986a). Obras Completas (Vol. 21). Amorrortu.

Freud, S. (1986b). Obras Completas (Vol. 14). Amorrortu.

Freud, S. (1986c). Obras Completas (Vol. 23). Amorrortu.

Freud, S. (1986). Obras Completas (Vol. 11). Amorrortu.

Freud, S. (1986d). Obras Completas (Vol. 19). Amorrortu.

Lamas, M. (s. f.). Celibato religioso; ¿sublimación o represión? https://academia.edu/21701390/Celibato_religioso_sublimación_o_represión

Laplanche, J. (1996). Diccionario de psicoanálisis. Paidós.

 

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  1. ¡Este artículo me ha dejado pensando! Nunca había considerado la relación entre el celibato y la sublimación, pero ahora veo cómo pueden estar conectados. Me gustaría profundizar más en este tema y explorar cómo estas condiciones de posibilidad pueden afectar a las personas que eligen vivir una vida célibe.

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