El Pensamiento de Friedrich Nietzsche (1844-1900)
En gran medida fenomenólogos, existencialistas, pos-estructuralistas y posmodernos se reconocen deudores del filósofo, filólogo y poeta germano. Una demanda acentuada no solo por la rudeza y claridad de sus afirmaciones y su habitual rompimiento con todo convencionalismo, sino también por el inusual carácter autobiográfico de su obra, las polémicas circunstancias del uso, modificación y tergiversación de sus textos, y las circunstancias históricas en que estas se han dado.
Primero en boga en la cultura germana de principios de siglo, luego condenado por décadas después de haber sido monopolizado indiscriminadamente por el régimen nazi y, finalmente, a finales de los años 50, rehabilitado por revolucionarios pensadores italianos y franceses.
Su pensamiento está inserto en una coyuntura de crisis de los ideales de progreso y racionalidad ilustrada, de fallecimiento de los grandes sistemas filosóficos, de pérdida de dominio de la religión cristiana y de sus valores y de proliferación de mecanicismos y cientificismos.
Entre aforismos, alusiones a los textos de las grandes religiones y parábolas, Nietzsche transita de sus iniciales labores filológicas de estudio e interpretación de la antigüedad clásica griega a una labor genealógica que pretende develar las raíces del pensamiento occidental y sus manifestaciones y consecuencias en el ámbito decimonónico.
En función de su visión del presente como resultado de un proceso de desvalorización de la vida, del hombre y de su existencia favorecido por el platonismo y el cristianismo, Nietzsche aporta una original interpretación a la corriente vitalista alemana.
Vida de Friedrich Nietzsche
Friedrich Wilhelm Nietzsche nació en Röcken, Prusia, el 15 de octubre de 1844. Hijo de un pastor protestante quedó huérfano a temprana edad, por lo que fue educado bajo la tutela de su madre y su hermana. En consecuencia, la polémica sobre la religión, así como su relación con las mujeres marcará su obra de por vida.
Formado primero en el humanismo de la célebre Schulpforta, desarrolló su educación universitaria en Filología Clásica entre las Universidades de Bonn y Leipzig.
La brillantez con que el joven Nietzsche se proyectó, le mereció la invitación a ocupar el cargo de Profesor de Filología Clásica de la Universidad de Basilea, donde desarrolla casi toda su labor académica. La Universidad de Leipzig, por su parte, le concedió el grado de Doctor por sus publicaciones.
Años después su precaria salud le llevaría a abandonar la academia e inicia un extendido periplo por el sur de Europa, período en que aparece la mayoría de sus obras. Con el resquebrajamiento final de su salud pasará los últimos diez años de vida internado en asilos y al cuidado de su madre y hermana.
Es en esta coyuntura en que su obra, inicialmente foco de fuertes polémicas y reacciones adversas en el ámbito académico, y por demás poco conocida más allá de sus muros, comienza a ser ampliamente difundida y cobra fama incluso en el gran público no especializado. Nietzsche solo alcanzaría a conocer del éxito de sus teorías a finales de la década de los 80, cuando sus obras eran estudiadas en la Universidad de Copenhague. Fallece el 25 de agosto de 1900 en Weimar.
Obras de Friedrich Nietzsche
Algunos de los libros del profesor de Basilea son reconocidos hoy como clásicos de las letras germanas. La extensa bibliografía fruto de su pluma ha sido objeto de varias clasificaciones según el alcance de su pensamiento. De manera sintética sus intereses transitan desde la llamada metafísica de artista en que sus obras están marcadas por el influjo de Schopenhauer y Wagner, pasando por un acercamiento de polémico diálogo con el ideal científico ilustrado, hasta desembocar en la consolidación de su teoría, erigida en neologismos que, sin dejar de beber de sus especulaciones anteriores, expresan una originalísima propuesta.
Entre sus obras destacan El origen de la tragedia (1872), Humano demasiado humano (1878), La gaya ciencia (1882), Así habló Zaratustra (1883-1892), La genealogía de la moral (1887) y la póstuma Ecce Homo (1908).
La Filosofía de Friedrich Nietzsche
De altos tonos vitalistas, en Nietzsche la filosofía deja de ser una adquisición intelectual y se convierte en una visión de acuerdo a la cual el hombre debe vivir. La filosofía construye nuestra existencia, ese es según el pensador germano su principio originario, un principio que podemos reconocer en el equilibrio entre vida y logos propio del pensamiento de la Grecia presocrática. En este sentido se explican las grandes tesis nietzscheanas, en particular el enigmático proyecto de superación del nihilismo que es el superhombre nietzscheano.
El hombre moderno, por su cobardía, ha decidido cambiar de asidero, como preso de su miedo ha mudado la institución eclesiástica por la científica, y el discurso teológico y metafísico por el científico; a ese hombre Nietzsche le ha llamado el último hombre.
La Superación del Nihilismo y el Superhombre
Según su visión, la modernidad a fines del siglo XIX ha hecho valer su revolucionario proyecto, pero el hombre que le asume y le vive no lo logra, no ha evolucionado, sigue siendo un ser dependiente. Las aspiraciones de dominio del universo le deberían llevar a asumir la responsabilidad de su existencia, donde la vida no necesite justificación externa a ella, donde sea valiosa per se y, sin embargo, el hombre se sigue aferrando a discursos exógenos legitimadores, oficialistas y determinantes.
El hombre moderno, por su cobardía, ha decidido cambiar de asidero, como preso de su miedo ha mudado la institución eclesiástica por la científica, y el discurso teológico y metafísico por el científico, a ese hombre Nietzsche le ha llamado el último hombre.
El último hombre es el “pero” de todo y de todos en tanto busca el significado de la existencia en la verdad. Ella le valoriza, le eleva. Su contraparte es el superhombre, proyecto nietzscheano de superación del nihilismo que designa un tipo de óptima constitución en contraste con los hombres modernos, aquel que asume la vida tal cual es y de ella lo aprecia todo y en todo se reconoce sin negarse ni reprimirse. Es el que supera la angustia de la finitud, que se posesiona de la vida con sentido dionisiaco y trasciende el principium individuationis, que se adjudica la transmutación y crea sus propios valores desde su experiencia vital, pero, sobre todo, es el hombre que asume el eterno retorno.
El Eterno Retorno Nietzscheano
El eterno retorno muy lejos está de reproducir la doctrina de los antiguos. Esta polémica noción nietzscheana, en ocasiones entendida desde la metafísica, se proyecta más desde la dimensión ética del pensador germano. Expresada en esencia como asimilación de los errores fundamentales, asimilación de las pasiones, importancia infinita de nuestro saber, de nuestro errar, de nuestros hábitos y modos de vivir para todo lo venidero.
Ese sentido inmanentista de su moral que demanda hacer lo deseado, pero aceptando las consecuencias de nuestros actos lleva a Max Scheler a afirmar que su ateísmo era el ateísmo postulativo de la seriedad y de la responsabilidad pues lo realmente importante de su exposición es que no puede ni debe existir Dios, metafísica o ciencia en tanto chivo expiatorio de la responsabilidad individual que termine por justificar y legitimar nuestra existencia.