La crítica ontológica: un puente de Kant a Foucault

marzo 25, 2020
Crítica Kant Foucault

 

El pensamiento kantiano, y en su interior, el concepto de crítica, comprenden un capítulo de la Historia de la Filosofía considerado asidero y objeto constante de recapitulaciones. Kant advierte que el conocimiento filosófico ha llegado a un estado de crisis, y más allá aún, despoja la metafísica de las ataduras arcaicas que la esgrimían al comienzo de la época moderna. Pone al descubierto la necesidad indiscutible de una revolución teórica, que, aunque no cumplió su cometido cabalmente dada su permanencia en una perspectiva abstracta, contiene méritos de valor en el camino a la subversión de la filosofía.

Ahondando en las particularidades de la filosofía kantiana, emergen, aparejado a las múltiples lecciones, un número significativo de interpretaciones, que por sí solas, responden a una concordancia u oposición de los argumentos del pensador alemán. Interlocutores de la talla de Friedrich Nietzsche, Ernest Cassirer y Martin Heidegger, así como los franceses Michel Foucault y Gilles Deleuze, emergen tanto para desdoblar el sistema kantiano, como para tratar de comprenderlo. El caso de Michel Foucault y la relación que establece con el universo de los juicios sintéticos a priori, merece por sus planteos, mención aparte.

Foucault, orientado por las lecturas que realizara de Nietzsche se ha convertido en uno de los célebres intérpretes del genio prusiano, bastaría para ello sacar a relucir su tesis complementaria al doctorado: Una lectura de Kant: Introducción a la Antropología en sentido pragmático, o el texto de 1984, en el que exterioriza su apreciación con respecto a la tan famosa interrogante ¿Qué es la Ilustración?

Aunque las circunstancias espaciotemporales no permitiesen entrevista alguna, existe en Kant y Foucault más de una instancia que invita al diálogo y remite a pensar en una especie de retención foucaultiana de lo más significativo de la teoría crítica. La veracidad de tal afirmación, bien podría pensarse desde categorías como el a priori histórico, la ontología de nosotros mismos y la actitud de modernidad, que, sin mucha dificultad, pueden determinarse como afines al sistema kantiano. Foucault se enfoca en un método de análisis de la realidad, una reactivación, con matices, del proyecto ilustrador; y concede a Kant, un papel fundacional en la formulación de los problemas fundamentales de la filosofía moderna.

La perspectiva foucaultiana parte de redimir ese modo de filosofar que se había perdido hasta su recuperación con Heidegger y que entiende el concepto de crítica como el estudio ontológico del hombre. Dicho concepto nuclear pasa a ser entendido (al igual que en Kant) como preocupación por el presente.

El asunto sin más, es el encierro contemporáneo en la pregunta antropológica: el hombre como postulado de la mayor parte de la reflexión moderna o discurso crítico de la modernidad. En Kant, este origen de la reflexión se encuentra preestablecido y arranca en el estudio ontológico del conocimiento en el hombre-sujeto. En Foucault, aunque responde a lo mismo, se ajusta a la correlación de una serie de fases que finalmente tiene su cierre en la forma de una ontología.

El rastreo de la noción de crítica en Foucault, tiene como fase inaugural la comprendida en el curso del Collège de France, acerca de la Hermenéutica del sujeto, la línea hacia tal noción inicia con el cuidado de sí mismo: un estudio de lo interno como un acceso al conocimiento. Evidentemente en el proceso de construcción del hombre como sujeto, este es el punto inicial, aunque Foucault no lo declare explícitamente.

La crítica en sentido kantiano supone una indagación hacia lo originario, en este sentido la cuestión del origen foucaultiana parte del cuidado a sí mismo que en lugar de estar dirigidos hacia los otros, define los modos de relación del sujeto consigo mismo. Esta idea de la preocupación por sí mismo, deviene en un modo de concreción individual, un especie de autodeterminación: “(…)Uno puede gobernarse a sí mismo, y no simplemente producir la verdad acerca de sí mismo, sino también producirse a sí mismo, su propia vida, en la forma de la verdad”. [1]

Al cuidado de sí mismo le sigue inevitablemente la analítica de la finitud. Aunque este es un concepto que Foucault maneja en varias obras, hace referencia al mismo fenómeno pensado desde la cuestión de los límites. La muerte de Dios nietzscheana abre un nuevo posicionamiento en los marcos de la reflexión, y es de por sí una invitación al trueque del sentido, una oposición a la clásica dualidad infinitud-finitud, ha llegado el momento en que, sin ánimo de restricción, la finitud se piensa así misma. Esto podría representar un problema ante la concepción kantiana, puesto que ella, abre una nueva brecha en la modernidad, pero no se ha desligado del todo de la idea de Dios totalidad, de la cual Foucault no es partidario. Por otro lado, en el pensamiento moderno no hay análisis, sino analítica de la infinitud, el problema de las condiciones de posibilidad que se entienden como condiciones de posibilidad finitas.

La última figura de la noción de crítica, hace alusión a la tradición sobre la que se sostiene el pensamiento foucaultiano y moderno: la ontología de nosotros mismos. Claro que Foucault tras atravesar el cuidado de sí mismo y la analítica de la finitud y gracias a su a priori histórico que contiene en su discurso interno una gran carga genealógica, necesita ese movimiento hacia la constitución de lo que somos. La ontología, al igual que en Kant y Heidegger, sigue siendo la búsqueda de lo originario de la finitud lo que nuestro autor reflexionará sobre las condiciones de posibilidad en las que el sujeto se ha constituido históricamente, en las que se ha experimentado como objeto de su propio conocimiento.

El puente entre Kant y Foucault remite a la crítica en el sentido de asumirla como un estudio de la finitud desde la finitud, donde el elemento más importante es aquel que articula la crítica, la historia y la ontología, en la ontología de nosotros mismos; crítica que no es puramente gnoseológica y que refiere a ciertos constitutivos y estructuras histórico-ontológicas, pero que también es crítica práctica, con efectos políticos, y que provoca transformaciones en la realidad. “(…) Hay que considerar a la ontología crítica de nosotros mismos, como una actitud, como un ethos, como una vida filosófica en la que la crítica de lo que somos es, simultáneamente, un análisis histórico de los límites que nos son impuestos y un experimento de la posibilidad de rebasar esos mismos límites”.[2]

El cuestionamiento al que se está remontando Foucault, que se origina de la polémica situación en que la filosofía habla del presente desde el presente, es lo que, tras intensos debates, pasa a caracterizar el tan controvertido discurso de la modernidad: la interpretación del hombre como finito, y de la modernidad como un término en que la finitud se juzgue como lo primero.

Notas

[1] Castro, Edgardo: Introducción a Foucault. Ediciones Siglo Veintiuno, Pág. 82.

[2] Foucault, Michel: ¿Qué es la Ilustración? en Estética, ética y hermenéutica, Paidós, Barcelona, 1999.

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