filosofía detrás de Mr. Robot

Where will we go now, Mr. Robot?

Mr. Robot advierte acerca de la rapidez con la que el capital puede multiplicarse, mutar y reinsertarse sin distinción alguna, en las más complejas o sencillas sociedades...
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La controversial narrativa del siglo XXI, indica que se avizora la recepción de nuevas complejidades en lo referente a la enfermedad mental, la esquizofrenia y los trastornos de personalidad; haciendo cada vez más ínfimo el cúmulo de información recabada. Cierto es que estos padecimientos dividen mundos, alteran realidades y provocan desencantos; manteniendo su situación de no brindar respuestas precisas. Este fenómeno ocurre porque el conjunto de nuevas sensibilidades y nuevas prácticas, evoluciona con mayor velocidad que la teoría que lo respalda.

Gilles Deleuze y Félix Guatari dedicaron toda una disertación en su texto Capitalismo y esquizofrenia presta a esclarecer cuáles podrían aprovecharse como herramientas útiles para el análisis de la historia del mundo capitalista desde el enfoque de la esquizofrénica. Michel Foucault por su parte, se encierra en la aparición de los términos y conceptos vinculados a la locura, gravita en la evolución arqueológica-genealógica que los pone en relieve una y otra vez según las circunstancias históricas. Dados estos caracteres, bien podría afirmarse que se trata de dos formas íntegras de proscribir a la contemporaneidad el problema de la enfermedad mental, razón por la cual sus métodos de investigación son viables para cualquier examen previsto.

Dicho esto lo que viene a ser la concreción de este fenómeno está circunscrito en la propuesta televisiva Mr. Robot[1], que presenta la historia de un ingeniero informático (Elliot) atrapado entre las dinámicas de la compañía para la que trabaja, su entrada a una asociación ultra secreta de corte hegemónico-digital-político y un coctel de padecimientos mentales. Semejante cuadro pone en aviso al lector y/o al receptor del material audiovisual ante la presencia de una pieza espejo de los tiempos que corren vista ya en entregas como Split y The fight club; donde los factores principales son producto directo del sistema.

Sin embargo, esta propuesta televisiva explota otra arista, una de corte más fenomenológico. Elliot resume la encarnación de la esquizofrenia que provoca el capitalismo en dos formatos: enajenada, o muy precisa y segura de sí misma en el correlato de lo real.

Sin embargo, esta propuesta televisiva explota otra arista, una de corte más fenomenológico. Elliot resume la encarnación de la esquizofrenia que provoca el capitalismo en dos formatos: enajenada, o muy precisa y segura de sí misma en el correlato de lo real. El efecto que causa se inserta como una máquina infernal que inunda la existencia. Cierto es que hay una fracción de la realidad externa y de la interna que se muestra extraña ante el ojo humano por desconocimiento propio o por simples mecanismos mentales. Más la alucinación que provoca el contacto con lo real proviene del no cuestionamiento a la mente y por ende al resto de subordinados/sensores que viabilizan dicho contacto, dígase ojos, oídos, sentido del gusto, etc. La ficción y el tratamiento crudo de las acciones sin un ápice de pensamiento crítico o racionalidad conduce a una hiperbolarización de lo que pudiera suceder en la vida real, sin una clara comprensión de los procesos sociales involucrados: Elliot no solo es violentado por su trastorno mental, sino que la sociedad y el cúmulo de lo real lo llevan a agudizar su desequilibrio. La pregunta en cuestión es: ¿qué tal si todo lo que usualmente se concibe como realidad es una imagen borrosa que no se puede discernir del todo? A este respecto Elliot recrea una problemática dual de corte emocional-receptiva puesto que Mr. Robot (su segunda personalidad) se materializa en la figura paterna procedente de un trauma de la infancia, pero que además tiende a desaparecer en circunstancias ajenas a la voluntad del propio Elliot. De este modo se exterioriza para la sociedad, la metáfora del control como ilusión: vivimos en el constante juego de la enajenación.

Y si de alienación se trata, Mr. Robot, a pesar de sus esfuerzos por desviar o no la atención sobre otros campos, induce sutilmente en la necesidad de teorizar una cuestión de antaño, a saber, lo referente a la manipulación de las grandes compañías (ECorp, Dark Army) sobre los individuos. Sin embargo, hay que tener en cuenta como punto de partida que la enajenación es la nueva esquizofrenia aceptada como una patología cotidiana. El basamento principal de Mr. Robot está solventado por una teoría conspirativa, donde hay tanto poder en juego que se induce la creación de un nuevo sistema de reglas que permita la redistribución de riquezas y el control de la sociedad sin desestabilizarla. Si se buscan similitudes con la realidad, el llamado Grupo Deus que enuncia la serie como centro de esta teoría conspirativa, bien podría equipararse con el G8. ¿Acaso el planeta está siendo gobernado de forma invisible por titiriteros encubiertos detrás del telón? La cuestión pudiera versar incluso desde una tónica marxista: ¿el problema radica en la base o en la superestructura? Ya no se trata de vivir felices sino sedados, en un mundo que supuestamente se pueda intervenir, donde todo sea de fácil acceso, mínimo el esfuerzo y máximas las comodidades. Hay un ente invisible, una fuerza que hace que se reproduzca a ritmo acelerado la relación obrero-mercancía a escala global.

Mr. Robot reinserta en el debate la cuestión simple e irónica de ciencia y técnica como un arma de doble filo, que puede fungir tanto como un aliado vital o como desencadenantes de conflictos bélicos.

Mr. Robot advierte acerca de la rapidez con la que el capital puede multiplicarse, mutar y reinsertarse sin distinción alguna, en las más complejas o sencillas sociedades: no se trata de un truco barato de magia, sino de una agrupación de entidades capaces de perpetuar una conspiración mundial. También, se encarga al respecto de recordar que el dinero es una abstracción, el papel-moneda una jugarreta del lenguaje producto de la subjetividad humana; y que una moneda virtual puede traspasar fronteras y empezar a condicionar economías y destinos geopolíticos. Mr. Robot reinserta en el debate la cuestión simple e irónica de ciencia y técnica como un arma de doble filo, que puede fungir tanto como un aliado vital o como desencadenantes de conflictos bélicos.

Disponible y magnánimo está el panfleto del contrato de lo social, pero el hombre/sujeto revolucionario no ve las letras pequeñas gracias a la credibilidad y la confianza que genera la maquinaria de la oratoria capitalista. No se sospecha que la realidad sea una trampa: el hombre se siente libre cuando más atrapado está, receptor inconsciente del montaje de una sociedad que funciona sin desperfecto alguno. A este respecto, lo que verdaderamente se encuentra en peligro es el estado del arte de la democracia en sentido estricto. Mr. Robot sobrevive en una distinción dicotómica que lleva a pensar hasta qué punto se habita en la llamada sociedad del desconocimiento, o si, por el contrario, el hombre es arrastrado por la vorágine de la infocracia.

¿La esquizofrenia es un mal colectivo o particularizado? ¿Conducirá a la debacle mundial?

Mientras tanto, se acerca el Apocalipsis. La sociedad en general se enfrenta a una descontextualización del fenómeno donde todo lo que supere el rango de lo socialmente aceptado como normal, entra directamente a formar parte del ámbito de la locura, y aun peor, lo que resulta, sería una expresión del fenómeno, es tan solo una mera formalidad. ¿Qué puede pasar? Que de manera infantil se llegue a pensar que se necesiten miles de Mr. Robot para indicarnos el camino y desde la percepción incorruptible de un Yo externo poder sentar las pautas racionales para el futuro inmediato.

La enfermedad mental que se padece es la cotidianidad, el consumismo acrítico de la realidad without a back door to escape. Incluso en esas circunstancias, la salida exitosa de la minoría de edad kantiana es cosa de la utopía: «Nosotros los que conocemos somos desconocidos para no­sotros, nosotros mismos somos desconocidos para noso­tros mismos».

Notas

[1] A partir de este momento se usa la expresión de forma dual, en cursiva haciendo referencia al título de la serie, y en letra normal haciendo referencia al personaje.

1 Comment

  1. Excelente, agradezco este artículo… estaba buscando qué organización equivale al grupo «Deus», ya que en la cuarta temporada mencionan la masacre del salado en Colombia, y me interesa saber quienes son los que están detrás.

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