Portada de revista Nuestra Industria

Voces de la Revolución Cubana: La lectura de Nuestra Industria

La investigación de un medio de prensa, exige una pregunta fundamental: ¿era leído? Este artículo sobre Nuestra Industria, también la exigirá: ¿era leída?
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La investigación de un medio de prensa, exige una pregunta fundamental: ¿era leído? Este artículo sobre Nuestra Industria, también la exigirá: ¿era leída? Tendremos dificultades para dar una respuesta afirmativa, pues el modo más fácil de demostración no está disponible. El machón, esa útil información presente en la mayoría de las publicaciones periódicas, no se ausentaba de Nuestra Industria, pero omitía un importante dato: la cantidad de ejemplares. Desconocemos el alcance de la tirada. Si eran cien o diez mil, no era aclarado. Esta ausencia, nos obligará a responder la pregunta sumergiéndonos en las páginas y desenterrando su lectura. Tocará a Nuestra Industria demostrar si era leída.

Las secciones son una buena herramienta. La salida de algunas de ellas, dependía en exclusivo de los lectores. En particular, dos cumplían con este rasgo. Sus nombres, Los que resuelven y Construye tu maquinaria, transmitían desde el inicio su intención al lector de la época. Y eran a la vez, expresión de una preocupación. Pues el Plan de Industrialización no empezaba en una situación favorable. Las piezas de repuesto escaseaban y la maquinaria, o era obsoleta, o no poseía la capacidad productiva demandada. El cuadro de problemas era cerrado por una situación de poca credibilidad para el lector cubano de hoy, pero por entero creíble para los contemporáneos de entonces: el bloqueo norteamericano.

La Industrialización y Nuestra Industria, nacieron con el bloqueo. Duro parto les tocó. La primera, venía al mundo con una misión, incrementar los ritmos productivos para satisfacer una demanda ampliada por la Revolución a la mayoría de los sectores sociales. Correspondía a las máquinas su cumplimiento. Hicieron lo que pudieron. Aumentada la exigencia, comenzaron las roturas. Las reparaciones se hicieron necesarias. Los repuestos también. Se acudió al mercado internacional, y Estados Unidos erigió el bloqueo.

Poco espacio hay en este texto para el análisis de los efectos de la arbitraria política norteamericana sobre la Industrialización. En otros momentos será abordada, y siempre, desde la capacidad del contexto para encontrar alternativas. Pues si algo no hastiaba a aquellos lectores, era el empeño del Ministerio de Industrias en la búsqueda de salidas ante la injusta medida. Nuestra Industria lo reflejó con nitidez.

Construye tu maquinaria y Los que resuelven, reflejaban una de las muchas iniciativas por burlar el bloqueo. Basta disfrutar una vez más de ese clásico de Titón titulado La muerte de un burócrata, para entender el objetivo de la primera sección referida. Ante las dificultades para la importación, Ernesto Guevara, en la Primera Reunión Nacional de Producción celebrada en julio de 1961, lanzó a la nación la consigna Construya su maquinaria. Los obreros eran los destinatarios del perentorio llamado. Parodia de Titón aparte, la iniciativa perseguía el objetivo representado en la película. Se convocaba a la fabricación de máquinas con capacidad productiva y posibilidades de sustitución de otros equipos defectuosos. El objetivo, era resolver los problemas inmediatos creados por el bloqueo. La respuesta de los contemporáneos fue masiva y tuvo en los trabajadores del MININD la mayor cantidad de protagonistas. Nuestra Industria los presentó. O, mejor dicho, ellos se presentaron.

¿Quiénes se presentaron? Sus lectores. Construye… aparecida en 1961, y Los que…, de 1962, tenían una estructura similar. En cada salida, era presentado el equipo fabricado, reparado o mejorado, con una detallada descripción de la fabricación y utilidad. El fabricante tampoco faltaba. Fotografía de por medio, nombre, apellidos, centro de trabajo y hasta rasgos de la personalidad eran informados junto al aporte realizado. La revista, fiel a su proceso de reconocimiento (esbozado en el artículo anterior), mostraba también su interacción con el lector. Y la del lector con ella.

Para el caso específico de estas secciones, el intercambio revista-lector y lector-revista, era imprescindible. Los equipos fabricados, no eran publicados para el mero reconocimiento. El objetivo era su adopción por otros trabajadores y fábricas. Al estar originados en la invención particular, debían ser explicados por sus autores. Sobran, en las distintas emisiones, los dibujos y prototipos facilitados por los fabricantes para su difusión. Bastaría el más simple ejemplo para probar una lectura sostenida, al menos de las secciones referidas, basados en la expectativa creada por la necesidad resuelta por los distintos dispositivos presentados. Uno de ellos, nos muestra lo estrecho del intercambio, por medio de una modificación para bombas de auto Chevrolet:

«Pérez Castellón [autor de la invención] visitó la Oficina de Divulgación del Ministerio de Industrias para explicar que esas adaptaciones pasaron por un período de experimentación de ocho meses en un automóvil Chevrolet, Modelo 1958, con resultados satisfactorios»

Por medio de dos de sus secciones más importantes, Nuestra Industria generaba y difundía una relación con el lector prolongada hasta el espacio físico. El intercambio por cartas no poseía el monopolio. Pero, por supuesto, estaba entre las bases de la interacción. Cartas también hubo muchas, con resultados determinantes algunas, pero, antes de llegar a estas últimas, veamos otras con igual capacidad de mostrar el tipo de comunicación conseguida por la revista.

Portada de revista Nuestra Industria
Portada de Nuestra Industria, Mayo 1963

Cambiemos de sección. Vayamos a una igual de útil. Lanzada en mayo de 1961 bajo el primer nombre de Intercambio, dos meses después pasó a llamarse Cooperación. Con cualquiera de los dos títulos, perseguía el mismo objetivo: facilitar la adquisición de piezas y equipos mediante trueque. Tuvo por resultado, un interesante cruce entre los lectores. Una fábrica de Marianao ofrecía, mientras otra del Cerro solicitaba. La Habana no era la única provincia presente, de Las Villas, entre otras, también hubo ofrecimientos y solicitudes. En una sola página de extensión, eran plasmados equipos, piezas y lectores. La necesidad resuelta, creaba una buena expectativa, y propiciaba el intercambio lector-lector. Aunque, en secciones del tipo de Cooperación, era indirecto, mediado por la propia revista. Otras situaciones, permitieron la conversación entre lectores.

Llega el turno de las prometidas cartas. Regresa también una sección dejada atrás. En enero de 1963, Los que resuelven presentaba la máquina construida por el obrero azucarero Faustino Tamayo. Destinada a la fabricación de zapatillas (sellos de goma, no calzado), el uso del caucho crudo era la innovación introducida. Llegado mayo, en la página sesenta y siete y bajo el título Importante observación, una carta enviada por la Empresa Consolidada de la Goma, era reproducida. La misiva, reconocía el mérito de la idea de Tamayo, pero señalaba los inconvenientes encontrados:

«pudimos darnos cuenta por lo que leímos en dicho artículo, que se está empleando “Caucho Crudo”, cosa esta que indiscutiblemente irá en perjuicio de los equipos en que se empleen las zapatillas.»

A continuación, la Empresa declaraba la posesión de las fórmulas correctas de fabricación y su disposición a facilitarlas. De paso, un lector hablaba a otro de manera directa. Motivo de la conversación: los problemas productivos vividos en la cotidianidad de la Industrialización. Este diálogo, no se limitó a nivel lector-lector, el propio MINND también lo integró. Y, una vez más, lo originaba una carta.

En la tirada de mayo de 1962, fue informada la creación de la Recepción de Quejas y Sugerencias del Ministerio de Industrias por acuerdo de su Consejo de Dirección. El ciudadano Robert Alberich, vía correo, «se dirigió al Consejo sugiriendo la creación de un instrumento de comunicación entre los trabajadores y el pueblo con el Ministerio de Industrias». Si se conoce a los cubanos, debe saberse que esa Recepción tuvo mucho trabajo.

A partir de ese anuncio, abundó la publicación íntegra de cartas. Todo tipo de problemas eran comunicados por su medio. Producciones enteras de zapatos en mal estado vendidos a la población o fábricas de fósforo contaminantes de las zonas residenciales aledañas, formaban parte de las muchas quejas recibidas en la Recepción y publicadas en Nuestra Industria. El lector era dotado de voz ante la administración, y se plasmaba la auténtica intención de la época de situar a dirigentes y población en igualdad de condiciones. El propósito era reforzado por la emisión de respuestas; pues la fábrica de fósforos cambió su local de incineración (fuente de la contaminación), y a los zapatos se dedicó un reportaje con clientes, obreros y administradores. La revista, adquiría un doble carácter: espacio de expresión de obreros y ciudadanos, y vehículo de transmisión administrativa en su condición de Órgano Oficial. Cumpliría con ambas funciones sin grandes conflictos.

Voces de la Revolución Cubana: El lector de Nuestra Industria

Resta una última carta por analizar. Servirá para mostrar que no todo era felicidad para Nuestra Industria. Y que era leída. La ubicamos en una serie de artículos dedicados a la pérdida de tiempo a causa del burocratismo. Entre ellos, el titulado 50 Ómnibus paralizados. 21 días perdidos en el laberinto de la burocracia, daría lugar a una graciosa y cruenta respuesta. Así lo expresaría uno de los responsables del taller aludido en el artículo:

«La primera prueba de que no hubo burocracia en la intervención de nosotros en la construcción del molde para las suspensiones de aire de los ómnibus, es que las 20 horas que trabajó el compañero Pablo Arnaud torneándolas interiormente no se cobraron porque así se iba a perder tiempo en papeles como los del tornillito.»

La frase final, exige conocimiento de Nuestra Industria, pues alude a la importante sección Tornillito Informa. Personaje ficticio de la revista, representaba un tornillo antropomorfo (más vistoso de lo que esta descripción puede sugerir), y encabezaba su sección sentado en una máquina de escribir y rodeado de papeles al aire. La burla proferida por el remitente, indicaba apropiación del personaje, proceso sólo posible lectura de por medio. Apología lejos, vale reconocer el mérito de Nuestra Industria por la reproducción de tan adversa correspondencia, con el mérito de permitir a los lectores de hoy en día identificar la lectura de la época hasta por los rasgos negativos.

Voces de la Revolución Cubana: habla Nuestra Industria

Al inicio de este artículo, comentamos la imposibilidad de cuantificar el número de lectores debido a la carencia de cifras reconocidas. Pese a esto, es posible de representar la cuantía. Y puede calificarse de numerosa. Bastan unos dibujos. Sí, una de las secciones de Nuestra Industria, destacaba por el dibujo. Podría pensarse enseguida en planos o cualquier trazado técnico, y pese al sentido de la suposición, se caería en error. Se dibujaban accidentes. Obsesionada con el peligro real de accidentes de trabajo, a partir de enero de1963, la revista hacía fija la sección Seguridad e Higiene del Trabajo. Compuesta por interesantes artículos (útiles incluso a día de hoy) sobre el cuidado de la seguridad en los puestos de trabajo, finalizado el texto, un dibujo con múltiples situaciones accidentales en un escenario productivo imaginario convocaba al lector a su identificación. Con el nombre Busque usted los errores, y con carácter de concurso, se volvió un espacio participativo para el lector. Y de orgullo para Nuestra Industria. Octubre de 1963, lo mostraba en apretado recuadro tras un largo artículo precedente:

«Dado el gran número de cartas recibidas al Concurso Busque Ud. Los errores nos hemos visto obligados a aumentar el número de premios mensualmente. De acuerdo con esto estamos otorgando a contar del mes de Julio, cuatro premios»

Los números posteriores, premiarían a ganadores de todo el país. Nuestra Industria, otorgando un simple premio, plasmaba la existencia de un lector nacional. Tenía motivos su orgullo. Circulaba a nivel nacional y a esos niveles puede presumirse su lectura.

Además de un breve recorrido por las secciones más destacadas, hemos mostrado la lectura de Nuestra Industria por medio de la interacción con sus lectores. Puede calificarse entonces de continua, alta y participativa. Sin embargo, ¿cómo reaccionaría el lector, si le dijéramos que, a la vez, no era leída? Enredada contradicción esta, y hecho reconocido por la propia revista. Para su comprensión, nos veremos obligados a un próximo artículo para respondernos, no sólo por qué a la vez de leída, era no leída, si no también para comenzar a adentrarnos en las múltiples contradicciones encarnadas por el Órgano Oficial del Ministerio de Industrias.

Bibliografía

Nuestra Industria, Los que resuelven, Noviembre 1962, pág. 73.
Nuestra Industria, Importante observación, Mayo 1963, pág. 57.
Nuestra Industria, Aclaración, Mayo 1962, pág. 90.
Nuestra Industria, Seguridad e Higiene del Trabajo: Combatiendo incendios. Método indirecto (IV), Octubre de 1963, pág. 59.

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