Hemos presentado a Nuestra Industria. Toca el turno de presentación del lector. La definición de este, permitirá una visión clara del alcance e influencia de la revista, y una comprensión más adecuada de su lenguaje, códigos, símbolos, y estereotipos. La particularidad de su proceso comunicativo estará a nuestro alcance. Para comprenderlo, podemos empezar con una pregunta: ¿a quién estaba dirigida Nuestra Industria?
En el texto anterior, fue mencionado el carácter oficial de la revista. Representaba al Ministerio de Industrias y estaba dirigido a sus trabajadores. Estos datos, si son valorados desde la común asociación de Ministerio con edificio central y trabajador con funcionario ministerial, pueden ofrecernos una imagen equivocada sobre el alcance de la revista y las características de sus lectores. Por ello, antes debemos responder otra pregunta: ¿qué se entendía por Ministerio de Industrias en el la década del 60?
Una breve descripción de la contraportada del número de enero de 1963 nos puede acercar a la respuesta con rapidez. Desde el borde inferior izquierdo, una flecha zigzagueante recorría los niveles más importantes. Partía de un erguido obrero, pasaba a una fábrica, continuaba a través del edificio de una Empresa Consolidada y luego se dirigía a las figuras de los Directores de Ramas y Viceministros, para concluir, en la esquina superior izquierda, con el Vice-Ministro Primero y el Ministro. La concepción de Ministerio no se limitaba al edificio ministerial. Cada una de las secciones recorridas por la flecha era considerada integrante del MININD. Algunas, deben ser caracterizadas en pos de una mejor comprensión de este artículo.
El trabajador y la fábrica, deben ser familiares a los lectores de cualquier latitud, y por lo tanto, no será necesario describir algo de seguro conocido. Sin embargo, es de imaginar la dificultad para lectores no cubanos a la hora de enfrentarse a la sui generis Empresa Consolidada, y el entendible desconocimiento por la distancia epocal en torno a Ramas y Viceministerios. A continuación, serán explicadas para facilitar una imagen de la estructura del Ministerio de Industrias y de su relación con la lectura de su revista oficial.
Comencemos por las Empresas Consolidadas. Tirso Sáenz, las define como «la agrupación de fábricas de tecnologías similares bajo una dirección central»[1]. Los nombres nos pueden hacer más clara la idea. La Empresa Consolidada de la Goma, dirigía la producción de artículos de ese material -neumáticos, sobre todo-. Y a similar conclusión puede llegarse al escuchar de la Empresa Consolidada de Aguas Minerales y Refrescos.
Ese tipo de Empresas, formaban parte, a la vez, de una dirección central: las mencionadas Ramas. El agrupamiento, estaba determinado por su área productiva. Un ejemplo para una fácil representación, lo constituye la Rama de Producción Textil y del Cuero, formada, entre otras, por la Empresa Consolidada de Tenerías y Pieles y la de Derivados del Cuero. Las Ramas, no eran la última instancia. Eran seguidas por los Viceministerios, cinco en total, dos de ellos -Industria Básica e Industria Ligera- dedicados a la dirección de la producción, y los tres restantes -Economía, Construcción Industrial y Desarrollo Técnico- con funciones organizativas en su campo correspondiente. El cargo de Viceministro Primero, encabezaba a los Viceministerios, y cumplía la función de sustituir al Ministro en caso de ausencia. Papel muy necesario por los altos niveles de ocupación más allá de su cargo del titular del Ministerio: Ernesto Guevara.
La caracterización anterior, además de cambiar la asociación Ministerio/edificio ministerial y trabajador/funcionario y describir la estructura del MININD, se proponía un tercer objetivo: transmitir un número. Indefinible en cifras exactas la gran cantidad de fábricas, talleres, unidades, empresas, direcciones, institutos y oficinas lo evidenciaba. A sus trabajadores, en todos los niveles, estaba dirigida Nuestra Industria. Amplio y variado era su número de lectores, y en su conjunto y diversidad los construyó. A esta construcción de los lectores y a su relación con la intención comunicativa de la revista, estará dedicado este artículo, cuyo amplio preámbulo fue el primer paso para ubicar en contexto al texto estudiado y a sus destinatarios.
Basados en la diversidad de lectores construidos por la revista, debemos ampliar la pregunta inicial y preguntarnos, ¿a quiénes estaba dirigida Nuestra Industria? Sin embargo, aún no estamos en condiciones de responder. Antes, debemos abordar una arista del lenguaje de la publicación de marras.
Las convocatorias, eran frecuentes en las distintas salidas. En la mayoría, se llamaba a la participación en alguna actividad del Ministerio, abundaban cursos para la superación técnica y eran muy comunes las campañas en pos del ahorro o en contra del ausentismo. Las consignas y arengas revolucionarias, también se intercalaban, y sus contenidos podían variar desde la importancia de la ciencia hasta las diferencias entre el capitalismo y el socialismo. Estos mensajes, además de ser capaces de captar con rapidez la atención de los lectores, reforzaban esta capacidad a través un rasgo común. Algunas citas de distintos momentos nos permitirán verlo.
«Pero tú obrero hoy eres el que tiene que dar las batallas decisivas»[2], de mayo de 1961, «da tú el ejemplo, enseña a ahorrar» o «Resuélvelo tú con tu Comité de Piezas», ambas de junio del mismo año y «Ten presente que AUSENTARSE ES DESERTAR» en febrero de 1962, hacían uso de un pronombre con la posibilidad de generar una interacción revista-lector muy directa. En esos, y más momentos, Nuestra Industria tuteaba a su destinatario.
El lenguaje, era de tono familiar e insistente en la camaradería. Era también acorde al momento social vivido. La Revolución, había eliminado las relaciones tradicionales de clase, barreras lingüísticas incluidas. La palabra señor desaparecería del uso cotidiano. Lo propio sucedería con los señores, sustituidos en preferencia por los ahora protagonistas obreros. Y este, sería el primer tipo de lector construido por Nuestra Industria.
La composición del Ministerio hacía del obrero su lector natural. Sus cualidades, siempre positivas, eran descritas y celebradas. Entre sus virtudes, destacaba la utilidad. La industrialización del país, exigía altos niveles de aporte de sus trabajadores, ser útil, era el rasgo más coherente con el contexto y Nuestra Industria lo celebraba en los obreros con marcada vehemencia: «Con las sugerencias que dan los obreros día a día están ayudando a aumentar la producción en todos los centros de trabajo»[3]. El lector obrero, era construido mediante la plásmasis textual de una práctica común del MININD: el reconocimiento.
Nuestra Industria, mostraba en sus páginas logros y hazañas. Estos hechos, a la vez, eran presentados con carácter cotidiano, y la mayoría, eran protagonizados por obreros. La cobertura dada a la cotidianidad del obrero, permitía por parte de estos una rápida apropiación de los signos y códigos transmitidos por la revista. El lector/obrero, leía la celebración de su reflejo en abundantes artículos y reportajes generadores de su estereotipo.
Hasta el momento, hemos hablado de lector, dejaremos de hacerlo, y hablaremos de lectoras. A partir de junio de 1962, Nuestra Industria daría cobertura constante a un significativo y subversivo suceso generado por la Revolución. A través de reportajes, encuestas o entrevistas, la sección La mujer en la producción cubriría la masiva incorporación de las mujeres a las actividades industriales. Para la sociedad machista prerrevolucionaria, este era un hecho inconcebible. Para la sociedad revolucionaria (no libre de machismos), otro de los tantos pasos para cambiar el orden social. Para la Industrialización, significaba la incorporación de fuerza de trabajo. Para Nuestra Industria, surgía una nueva lectora.
Esta lectora, pasaría por similar proceso de construcción. Sería llamada obrera y tuteada. Su presentación, también se haría a través de su cotidianidad. El mismo lenguaje directo se emplearía en sus noticias. Su estereotipo, se reflejaría en cada salida de su sección (casi ininterrumpida desde su aparición en junio de 1962). Nuestra Industria, reflejaría la irrupción industrial femenina mediante la total incorporación a sus pautas de publicación. La figura de la mujer, incluso, completaría una de las principales características del reconocimiento en la revista: la individuación.
Hecho habitual, el reconocimiento no se remitía en Nuestra Industria a figuras genéricas. Los trabajadores reconocidos por sus méritos, tenían nombre y apellidos. Las mujeres incorporadas también. Elvia Santiesteban, Olga Bermúdez Do-Ríos, Mercedes López o Aida Puig, pertenecían a las muchas trabajadoras integrantes de un suceso colectivo llamado industrialización, individualizado por Nuestra Industria con nombres, ocupaciones, fotos, biografías, y palabras propias.
Resta mucho por decir respecto a la visión de Nuestra Industria sobre la mujer. Los dos tipos de lectores por analizar, nos obligan a esperar a otro artículo. Por el momento, nos centraremos en técnicos e ingenieros. Figura fundamental dentro de la dinámica productiva, el técnico tuvo amplia presencia en la revista. Para un Plan de Industrialización surgido en medio de un éxodo masivo de especialistas hacia Estados Unidos, su demanda era alta. El Órgano Oficial del MININD se hizo eco de esa necesidad. El técnico, fue definido en relación a su importancia productiva. A su disposición estaban las mejores propuestas laborales. La Editorial de septiembre de 1963 así lo mostraba:
«Cuando se necesite cubrir una posición más elevada en la producción, mejor pagada, al ascender el trabajador en la industria, tendrán prioridad los que se hayan capacitado»[4].
Dicha capacitación, era en puestos técnicos. El uso de frases como posición más elevada, mejor pagada, o ascender el trabajador, muestran una clara intención: la construcción del lector desde la satisfacción de sus expectativas laborales. Este enfoque realista, garantizaba la comunicación directa. La cobertura a lo técnico era nítida y sin eufemismos, y tenía por resultado el reflejo claro de su estereotipo. Sin embargo, llegaba a confundirse con una de las figuras más importantes de Nuestra Industria y de la Industrialización.
Una importante sección publicada desde febrero de 1962 hasta julio de1963, genera esta confusión. Se trata de Técnicos Más Destacados. Ubicada en las últimas páginas y en compañía de Trabajadores Más Destacados, era la sección por excelencia del reconocimiento. Trabajadores, la componían una treintena de obreros, con nombre y centro de trabajo. Técnicos, no pasaba de dos integrantes, pero con la radical diferencia de narrar los méritos de su aparición. Y entre los incluidos, abundaban los ingenieros, último lector a analizar en este artículo.
Para Nuestra Industria, ingeniero significaba aporte a la producción. Técnicos, primera sección de definición del estereotipo ingenieril, lo hizo constar. Posterior a su cese, continuó el trato preferencial. Eran muchos los ingenieros reconocidos o entrevistados, y el estudio de carreras de ingeniería era vinculado a las funciones más importantes dentro del MININD. Así lo expresaba un reportaje sobre la primera Facultad de Ingeniería Mecánica creada en una industria:
«…la mayoría de los estudiantes (…), tienen a su cargo importantes responsabilidades en la producción y algunos de ellos son Jefes de Plantas cuyo valor sobrepasa a los tres millones de pesos. Esto permite valorar la calidad de ingenieros que se están formando (…)»[5].
El estereotipo del ingeniero era transmitido desde premisas similares al del técnico. La diferencia radicaba en la función de referente del primero hacia el segundo. La ingeniería, se transmitía como la máxima aspiración para el personal técnico. Junto a esta función textual, la avalancha de artículos científicos destinados a información exclusiva para ingenieros, hacían de estos un lector especializado tenido en cuenta a la hora de publicación de la revista.
Obreros, mujeres, técnicos e ingenieros, componían la gama de lectores de Nuestra Industria, y eran sintetizados en un único lector: el compañero. La revista, resumía en este a su auditorio, y lo construía a partir de códigos de fácil interpretación. El contexto de escritura lo permitía. Nuestra Industria, escribía y publicaba desde el día a día de su receptor. Las palabras, símbolos, mensajes o estereotipos a él transmitidos, no le resultaban extraños por su pertenencia al proceso cubierto por la publicación. El compañero, auditorio de la revista, era el protagonista de su contexto: la Industrialización. Junio de 1961, lo definía en una breve arenga: «Levanta parejo compañero, para que puedas cumplir la parte que a ti te corresponde, ¡en la batalla de la industrialización!»[6].
Bibliografía
Sáenz, Tirso W. El Che Ministro: testimonio de un colaborador, La Habana: Ciencias Sociales, 2006.
Bergnes, Ángel Arcos. Evocando al Che. La Habana: Ciencias Sociales, 2007.
Fuentes Periodísticas
Nuestra Industria, Revista Mensual, Año 1, No.4, La Habana, mayo 1961.
Nuestra Industria, Revista Mensual, Año 1, No.5, La Habana, junio 1961.
Nuestra Industria, Revista Mensual, La Habana, Año 3, No. 9, septiembre 1963.
Nuestra Industria, Revista Mensual, La Habana, Año 4, No.11, noviembre 1964.
Notas
[1] El Che Ministro: testimonio de un colaborador, Tirso W. Sáenz, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana 2006, pág. 111.
[2] Nuestra Industria, Mayo 61.
[3] Ídem.
[4] Nuestra Industria, Editorial: Algunas consideraciones sobre el Mínimo Técnico Industrial, Septiembre 1963, pág. 71.
[5] Nuestra Industria, La Revolución Técnica. Primera Facultad de Ingeniería Mecánica que funciona en una industria, Noviembre 1964, pág. 77.
[6] Nuestra Industria, CON LA INDUSTRIALIZACIÓN NO HAY CAÍDA COMPAÑEROS!, Junio 1961, pág. 9.