Aristóteles

Vida de Aristóteles, por Quintín Racionero

Clases regulares del curso 1993 en la Facultad de Filosofía de la UCM, trascripción directa de Lola Cabrera Trigo
Inicio

Aristóteles nace en el 384 o quizá 83, a principios, pues, del primer tercio del s. IV. Pues bien, en esa época hace dos años que se ha firmado la Paz de Antálcides, también llamada Paz del Rey, que define un statu quo para Grecia prolongado, duradero, en el que, en efecto, se va a desarrollar, hasta que comiencen, al menos, las campañas imperialistas de Filipo de Macedonia, toda la juventud de Aristóteles y, por consiguiente, todo el periodo de su formación. Son, pues, las consecuencias de la paz de Antálcides las que determinan el horizonte histórico del mundo griego, en el que se explica el último desarrollo de la Academia platónica y la formación del propio Aristóteles.

La paz de Antálcides o Paz del Rey es el resultado de la lucha, la rivalidad entre Atenas y Esparta, resultado que se expresa fundamentalmente en la imposibilidad de que ninguna comunidad griega domine sobre las otras y ejerza la hegemonía. Atenas lo ha intentado durante casi un siglo y su fracaso ha sido monumental. El final de la Guerra del Peloponeso marcó la decadencia, la desaparición de Atenas como gran potencia; pero la oportunidad que entonces se le brinda a Esparta de ser ella quien nuclee, quien garantice la estabilidad de la comunidad griega, a muy corto plazo se manifiesta como ella misma imposible: se le opone la Confederación de Corinto, que entonces adquiere una gran importancia. Y, por otra parte, la derrota de Atenas es una derrota que en pocos años se rehace en forma de la restauración de una potencia, si no hegemónica, sí de grado medio. Atenas logra reconstituir una segunda liga marítima, la segunda Liga de Delos, la segunda Liga délica, cuyo resultado es, bien que con carácter menos guerrero que estrictamente comercial, una recuperación de las condiciones históricas que habían conformado la primera Liga délica. Por consiguiente, llega un momento en que los griegos comprenden claramente que sus rivalidades no tienen solución posible, que sus rivalidades no pueden ser afrontadas desde el predominio de una de las ciudades sobre las demás: la hegemonía ateniense ha fracasado, el intento de producir una hegemonía espartana ha fracasado también, y los intentos de hacer de Corinto -de la Confederación de Corinto- una potencia dominante resultan imposibles ante la rivalidad de Atenas y Esparta. En esas circunstancias lo que se hace es llegar a una negociación que garantice, ya que no la unidad de Grecia, al menos sí la estabilidad de sus centros culturales históricos, de sus potencias hegemónicas, y, fundamentalmente, la estabilidad entre las ciudades de Atenas, Esparta y Corinto. Y, a fin de que esa paz sea de verdad estable, después de un siglo de guerras (100 años de guerras son muchos…) se llama -curiosas ironías del destino- precisamente al rey persa para que garantice con la fuerza de su ejército la permanencia de ese statu quo. De ahí que la paz sea Paz del Rey y que el persa quede como árbitro del destino de Grecia. Digo curiosa ironía del destino porque -no se olvide- la hegemonía ateniense ha surgido, el siglo anterior, precisamente de la derrota de los persas; persas que son llamados ahora para que, justamente por su mayor poder (que Grecia reconoce por primera vez) garantice la estabilidad, el statu quo de las potencias griegas.

Desde el punto de vista del desarrollo histórico, sobre todo si lo consideramos desde el sentimentalismo que nos propone la historiografía del s. XIX, esto puede parecer una tragedia; en efecto, implica que Grecia ha renunciado a su carácter de potencia mundial, y por el contrario, se ha avenido a ser una especie de protectorado del mundo persa. Pero si prescindimos de estos elementos sentimentales, como la paz del Rey garantiza también que los persas renuncian a la soberanía sobre Grecia, renuncian así mismo, pues, a la conquista de Grecia, de modo que el resultado de la Paz de Antálcides es justamente el propiciar unos años de paz en Grecia. Y seguramente Grecia no ha conocido un tiempo tan estable desde el punto de vista político y tan eficaz, tan fecundo, desde el punto de vista económico, como justamente esos años, esos 50 primeros años del s. IV. Es un tiempo de grandes realizaciones en ingeniería, en arquitectura, en arte… el arte mismo adquiere un talante mucho más risueño, menos crispado por ideales grandilocuentes, es el momento de Praxíteles, por ejemplo, de Lisipo, del desarrollo último de la cerámica ateniense; toda aquella época en que, en efecto, la renuncia a unos ideales de prepotencia sin embargo se traduce en la felicidad relativa de las gentes y en la posibilidad de establecer una convivencia ordenada. De modo que son años muy importantes porque el debate político pasa a ser ahora un debate sobre la paideia; cuando las armas callan es el momento en que empiezan a hablar los filósofos, los literatos, las gentes que son capaces de dilucidar las cuestiones por medios menos hostiles y brutales de los que habitualmente usan los militares. Y este detalle es de una gran trascendencia aunque sólo sea por este dato: Aristóteles se ha formado en una época de anormal paz en el mundo griego y precisamente por haber formado su pensamiento en esa época, los horizontes de ese pensamiento han sido fundamentalmente dominados por el debate pacífico de cuál es la paideia más adecuada, la educación cívica más adecuada a la organización de las ciudades griegas, unas ciudades griegas que, por primera vez en muchos años, están en paz. Por otra parte, el hecho de que el acrecentamiento de las condiciones materiales lleve a una economía expansiva, a una economía consumista, explica el interés de la generación del último Platón y la inmediatamente posterior a Platón por las conquistas de la ciencia empírica, de la minucia, del pormenor que permiten sencillamente las artes de la palabra. Por consiguiente, no es en absoluto casual esta especie de diferencia de talante entre el pensamiento de Platón, mucho más épico que el de Aristóteles, de un Platón que está constreñido a problemas enormes porque ha protagonizado, ha vivido el final de la hegemonía ateniense, los terribles acontecimientos de la caída de Atenas, con respecto a ese otro pensamiento mucho menos épico, mucho más pacífico y a su vez llevado por ambiciones mucho más científicas, de ampliación de los saberes de escuela, que encontramos en Aristóteles.

La historiografía romántica, tan cargada siempre de prestigio del heroísmo, ve en esto un Platón épico frente a un Aristóteles mediocre, y es una imbecilidad propia de historiografías que extrapolan los valores propios de su tiempo y que tienen un cierto gusto por lo atormentado y por lo heroico, frente a este otro gusto por lo académico y lo minucioso; en cualquier caso, son resultado de una situación social distinta.

Pues bien, en esa situación social distinta, a la que acabo de referirme, le corresponden, por tanto, unas incitaciones de carácter cultural -ya he hablado de ello: la paideia- que tienen poco que ver con el mundo anterior y que, en cambio, van a determinar los grandes debates del momento. Aristóteles no se comprende sin estos grandes debates; esos debates no son ya los del gobierno único, como por ejemplo es el problema que habitualmente atormenta a Platón. No es el de cuál es el gobierno frente al cual todos los demás serán injustos, sino que los debates ahora son mucho más relativos, como corresponde a una vida mucho más democrática aunque también sea más tradicional en sus creencias. En efecto, los dos debates fundamentales en los que se forma el pensamiento aristotélico, correspondiente a esta época de relativa paz y estabilidad son: primero el del panhelenismo, que se interroga si existe alguna fórmula, una vez que se han hundido los ideales hegemónicos, de llegar a la unificación de las comunidades griegas por vías pacíficas: sabemos ya que Atenas no va a gobernar sola, pero tampoco Esparta, ¿hay alguna posibilidad de algún tipo de organización que nuclee en torno a ideales comunes a todas las ciudades griegas? Este es fundamentalmente el mundo de Isócrates. Isócrates, un contemporáneo de Platón, más joven que él, que ya es algo mayor cuando Aristóteles empieza a trabajar, es el gran creador de toda esta corriente de pensamiento panhelenista que él ve radicada en la posibilidad, en efecto, de una educación ciudadana de carácter democrático y retórico que, sin embargo, evite los principales defectos que tradicionalmente se asignan a la sofística: que evite el agnosticismo y las pugnas por la producción de virtud (el carácter productivo de la virtud); en su lugar, lo que propone son esquemas de federalismo entre las ciudades, que deben ser regidas por aquél que, manteniendo la soberanía -el príncipe-, sea al mismo tiempo el que ejerza mayor número de virtudes. De modo que la educación debe ser, en este sentido, la creación de virtudes del príncipe o la creación de virtudes del que ha de gobernar. La idea de Isócrates, por consiguiente -idea que se ha repetido después a lo largo de la historia de Occidente muchas veces-, es la de que las sociedades se rigen bien cuando hay cuadros competentes que las gobiernen; y el asunto de la educación del pueblo (aquél que había preocupado fundamentalmente a los sofistas) ya vendrá luego y tendrá que ser mucho más pasivo.

Isócrates introduce las primeras noticias que nosotros tenemos de lo que podría llamarse el despotismo ilustrado: si a unos cuantos cuadros dirigentes pudiéramos ilustrarlos de manera conveniente, de manera adecuada, para lo cual el instrumento fundamental debe ser la retórica, es decir, la discusión pacífica, ordenada, elegante, entonces esos cuadros dirigentes no se harían la guerra entre sí y podrían negociar, libres de prejuicios y de dominio, la unificación de la cultura griega. Hay aquí una renuncia al ideal máximo sofista de entregar el poder a todos los ciudadanos y también una renuncia simultáneamente al ideal oligárquico o al ideal aristocrático de que el poder es un asunto de herencia. Isócrates es, en este instante, el que determina las condiciones mismas de la polémica panhelénica, que es, en segundo lugar, una polémica educacional, una polémica por la paideia, y que se presenta ahora, pues, como ese ideal educativo al que se opone la filosofía. El filósofo no va a tener que luchar ahora prioritariamente contra el sofista: la democracia radical ha pasado a la historia, se ha hundido con los últimos gobiernos radicales de Atenas. La desaparición del proyecto de profundización democrática en la línea de los herederos de Pericles, la desaparición que ha tenido lugar simultáneamente a la desaparición de la propia hegemonía de Atenas, es ahora sustituida por una imagen, ella misma retórica aunque no sofística, de crear, como digo, unos cuadros dirigentes suficientemente inteligentes, educados y virtuosos que gobiernen las ciudades; por la misma razón, la filosofía no tiene ahora que oponerse o no se opone ahora de hecho al ideal sofista, sino a este ideal retórico moderado que expresa Isócrates y que expresa el panhelenismo de una ciudadanía democrática en sentido laxo, relajado. Y, de hecho, lo que vamos a encontrar es que todo el final de la Academia platónica, todo el periodo final de la vida de Platón -cuando Platón se ha desencantado ya de teorizar el gobierno de los filósofos- son precisamente discusiones, o todo ese final está marcado precisamente por discusiones con Isócrates, discusiones ahora con este ideal de la democracia light que Isócrates representa. Frente a la noticia de una educación de todos modos retórica que, si no va dirigida al pueblo va dirigida, en todo caso, a las clases dirigentes para que establezcan un gobierno benéfico, la idea que persigue obstinadamente el filósofo es la del gobierno de la virtud por aquél que tiene la ciencia que puede descubrir esa virtud, que puede alumbrar esa virtud. Ese es, pues, el mundo que explica la primera juventud de Aristóteles y, desde luego, el mundo que explica las ideas fuerza, los grandes núcleos temáticos por los que se mueve su educación. Y, en efecto -si tratamos ahora de integrar en este esquema general la biografía de Aristóteles-, lo primero que encontramos en ella es a un muchacho nacido fuera del marco de la cultura helénica que, sin embargo, viaja a estudiar a Atenas y que allí vive apasionadamente este conjunto de problemas, el conjunto de problemas que establece la polémica -a la que ahora dedicaré unas palabras- entre estos nuevos ideales de una sofística light frente a los ideales manifiestos, prolongados, de la filosofía en el sentido platónico del término.     

Aristóteles, como es sabido, nació en Estagira. Estagira está en Calcidia, al norte de Grecia, en una zona de habla griega pero tradicionalmente no asimilada a la cultura griega, una zona cuasi-bárbara; son griegos, pero griegos de segunda categoría. Calcidia es una ciudad de habla jonia, colonizada por Andros y Calcis en época histórica, y por consiguiente ahormada de alguna forma a los modelos civilizatorios de las comunidades jonias. Aristóteles por ese motivo no se va a sentir completamente extranjero en Atenas, ya que en cierto modo él tiene un ascendente jonio correspondiente a su propio nacimiento y a su propia configuración familiar. Su padre, de nombre Nicómaco -poco después será el nombre del hijo del propio Aristóteles-, era médico y servía en la corte de los reyes de Macedonia. De hecho, era médico personal de Amintas II, padre a su vez del gran Filipo. Es verdad que el padre de Aristóteles murió pronto en relación con el hijo, el chiquillo tendría dos o tres añejos cuando murió su padre, pero la primera infancia de Aristóteles -y este es un dato de gran interés, como ahora voy a señalar- se mueve en la comunidad de los Asclepíadas, es decir, en la comunidad de los médicos; los médicos forman una comunidad esotérica, una comunidad secreta, con sus propios ritos, sus propios dioses y que atesoran sus conocimientos sin exponerlos públicamente porque son fruto de unas de unas técnicas que son aprendidas en el sentido de una cofradía religiosa. Lo que no cabe duda es que esta formación inicial, estos contactos iniciales del niño Aristóteles con el mundo de la medicina han dejado una enorme influencia, han supuesto un enorme impacto en la vida de Aristóteles. Aristóteles siempre va a tener un sano empirismo detrás de él, de su persona; cuando le hablen de cosas demasiado elevadas, demasiado abstractas siempre tenderá a pedir contrastaciones empíricas, de la misma manera que siempre interpretará el saber un poco a la manera de los médicos como control por parte de la sabiduría o por parte de la ciencia de elementos empíricos, es decir, de la naturaleza empírica. De hecho, todo lo que conocemos de su afición por coleccionar hojas, rocas, animales raros, etc., procede de ese talante en el que, sin duda, hay que reconocer una influencia de su primer contacto con la comunidad de los médicos.

Y esto es así porque aunque el padre murió siendo él un niño, él fue asignado a la tutela de un tío suyo, Próxeno, con el que vivió hasta la edad de 17 o 18 años, en que es mandado a Atenas. Pues bien, Próxeno es también médico, también pertenece al ámbito de los Asclepíadas, aunque no nos consta que tenga una actividad médica en el mismo sentido que el padre -podía ser un funcionario, ya que la comunidad de médicos tenía a su servicio funcionarios, administrativos, etc…-, pero lo que sí nos consta, en definitiva, es que toda la niñez y una buena parte de la adolescencia de Aristóteles la ha pasado en este medio extraordinariamente cercano a ideales científicos de carácter empirista, es decir, de carácter manipulador de la naturaleza. Así que no se puede trivializar sobre este asunto, puesto que todas estas imágenes de la niñez quedan muy grabadas y desde luego en ellas podemos encontrar alguna explicación, si bien que puramente ocasional o circunstancial, del talante investigador de Aristóteles.

En cualquier caso, y esto es lo que importa, el primer dato que tenemos conocido y de gran importancia para la vida de Aristóteles es que en el 367 marcha a Atenas a estudiar. El hecho de que un muchacho de una región tan lejana como la Macedonia realice este viaje implica que Aristóteles pertenece a una familia pudiente; el padre, en efecto, le había dejado una fuerte herencia, el tutor la gobierna, y con cargo a esa herencia el chico va a estudiar al Oxford de la época que es Atenas.

Nuestros datos son aquí un poco confusos; desde luego parece acreditado que la llegada de Aristóteles a Atenas es el 367 pero no estamos seguros de si se dirige directamente a la Academia platónica. Dos fuentes distintas, una muy poco apreciable y otra de gran interés, indican que antes de llegar a la Academia Aristóteles recibió clase en el círculo de Isócrates. Y este dato, no comprobado, es sin embargo precioso para nosotros. Porque, si efectivamente Aristóteles llegó a la Academia por rechazo de la enseñanza retórica isocrática eso indicará la razón de su interés máximo en los primeros años de vida académica fuera la retórica, el juicio acerca de la retórica. Si no es así, en cualquier caso estos primeros años de formación muestran que la retórica era el gran tema en cuestión en la Academia de aquel momento. De manera que, siguiendo una y otra hipótesis se da cuenta en ambas el interés de Aristóteles por trazar, como primer elemento de su preocupación filosófica, una frontera bien definida entre filosofía y retórica, entre educación filosófica y educación ciudadana no filosófica. De todos modos, lo que sí es cierto es que como mucho al año de estar en Atenas ya está instalado en la Academia, donde entra en un momento en que no está Platón. Platón está a la sazón en su tercer viaje a Sicilia. Él entra, por tanto, de la mano de Eudoxo, el mandamás en la Academia, el escoliarca de la Academia, por consiguiente el que la dirige. Eudoxo es fundamentalmente un matemático; andando el tiempo la orientación matemática será la que predomine en la Academia, y es que Aristóteles tuvo una formación intensamente matemática en sus primeros años, eso está hoy demostrado a través no sólo del análisis de sus obras sino también por ciertas fuentes que lo declaran. De manera que la primera formación de Aristóteles al llegar a la Academia es la que le brinda la matemática de Eudoxo y eso dejará una impronta importante en su obra. Eudoxo se fija rápidamente en ese mozalbete, que es raramente culto e inteligente para su edad; en muy pocos años, por comparación con otros discípulos, se le llama ya Nous, es decir „intelecto“, ese es el mote que se le pone, y otro mote del que nos habla Diodoro es “el lector”. Este segundo mote es más importante que el primero, puesto que…¿qué quiere decir “el lector”? La anécdota no es trivial: „lector“ es aquél alumno aventajado de los últimos cursos que en la clase lee el texto que el profesor se va a poner a comentar en el aula. Esa función siempre la desempeña aquél que tiene la mayor confianza de su profesor, es decir, el primero de la clase, el más listo.

Se preguntará cómo son las clases en la Academia, cuáles son las cosas que allí se ventilan. Por las mañanas en la Academia se daban clases teóricas. Se levantaban tempranito, hacían abluciones, y toda una serie de cosas que nos hacen pensar en que los ritos, casi religiosos, tenían importancia en la vida de la Academia (la filosofía como una cofradía casi religiosa); y después, toda la mañana se la pasaban impartiendo clases teóricas. Éstas estaban fundamentalmente basadas en la matemática y la geometría, indistinguibles en ese momento, y en otras disciplinas entre las que debían ser especialmente importantes aquellas que remiten a la Lógica. Ya sabéis que Platón no crea, en sus escritos al menos, una Lógica en el sentido en que luego hablará de ella Aristóteles, pero eso es por la trampa que nos proporciona el hecho de que de Platón sólo conocemos la obra exotérica, la obra publicada; sin duda en la praxis de la Academia sí tenían importancia los desarrollos minuciosos de las posibilidades argumentativas de la dialéctica, y desde luego los Tópicos de Aristóteles, esa obra muy primeriza, muy juvenil de Aristóteles, es una obra que se explica fácilmente por las discusiones que en la propia Academia debían tener lugar sobre el alcance mismo de la dialéctica.

Después, a una determinada hora, los estudiantes comen y entonces comienzan las clases prácticas al atardecer. Y en esas clases prácticas lo que se producen son debates libres entre profesor y alumnos sobre un tema que se saca a ex profeso colación. Las clases teóricas se producen siempre de la misma manera: el profesor trae un texto y el lector, el listo de la clase, lee ese texto y entonces el profesor introduce comentarios a ese texto leído. Eso explica mucho del estilo del Aristóteles que nosotros conocemos, lo suyo son apuntes pero no como se creyó en algún momento apuntes de alumnos sino los apuntes que el profesor pone al servicio de la clase para que sirvan de pie a los comentarios que el profesor hace verbalmente. Generalmente en las clases teóricas el alumno no interviene, sino que escucha, que es lo que debe hacer, y en cambio interviene ya más relajadamente en los debates de la tarde. Pues bien, los debates de la tarde tienen una orientación completamente práctica: son debates sobre la paideia, sobre el modo como se debe educar al ciudadano, al joven, sobre las formas como la filosofía puede servir de acicate a esa educación. Y por eso en los cursos de la tarde tiene una enorme importancia el debate con la retórica. En la primera Academia ha sido el debate con la sofística el fundamental; en el momento en que entra Aristóteles -lo he dicho ya- el debate está siendo con los isocráticos, con los panhelenistas, que se entregan a una retórica relajada, moderada.

Platón fallece el año 348 y entonces se produce, como es normal, el problema de la sucesión al frente de la Academia. No hay que pensar que la Academia tuviera una importancia decisiva al nivel de Atenas, pero en la medida en que a la Academia habían acudido gentes influyentes, sobre ella surgieron dos tipos de problemas: en primer lugar, los del interior mismo entre los dos bandos, y en segundo lugar, el hecho de que se trataba de una institución de prestigio sobre la que tenían ciertas apetencias los políticos.

La posición de Aristóteles desde este momento empieza a ser bastante precaria, fundamentalmente porque los matemáticos tienen a su favor los textos platónicos, mientras que los empíricos son los heterodoxos y son la minoría; lo cierto es que Aristóteles finalmente se marcha tanto de la Academia como de Atenas, por consiguiente debemos pensar que sucedió algo más. Hoy podemos asegurar (por la obra de Düring: colección de toda la doxografía sobre la biografía de Aristóteles), que, además de su heterodoxia, empezó a tener problemas políticos a raíz de que Filipo de Macedonia hiciera notar sus intenciones expansionistas sobre el mundo griego.

La Atenas que ha vivido la Academia platónica ha sido una ciudad pacífica en torno a las condiciones, en todo caso benéficas, de la Paz del Rey: ni Esparta ni Atenas han tenido la primacía, lo que desde el punto de vista histórico es algo melancólico -aquellos mismos griegos que habían vencido a los persas, ahora se ven tutelados por ellos- ha proporcionado unos años de tranquilidad que han permitido debates puramente intelectuales. En el año 48 las cosas comienzan a ponerse más serias, ya que Filipo no reconoce la Paz del Rey, por tanto no reconoce a los persas como garantes del statu quo panhelénico. Esto va a ser el origen de la conquista por parte de su hijo del mundo persa, ya que la monarquía macedónica no se siente implicada, entre otras razones porque no ha sido signataria de aquella paz estabilizadora. Pero, además, los macedonios han mostrado ya claramente su intención expansionista, y… ¿quién es en este momento Aristóteles? Aunque es jonio, ha nacido en Macedonia, es hijo del médico de la corte del rey macedonio, ha tenido siempre fama de bárbaro, de meteco en Atenas, y además es un espía de Macedonia (pasa informes, no es enteramente neutral, y no está de acuerdo con las formas de vida de Atenas). Por lo tanto, aun cuando no tenemos seguridad absoluta, podemos apuntar que no es sólo la disputa entre matemáticos y empíricos lo que le hace abandonar Atenas sino que, toda vez que no gana las elecciones para dirigir la Academia, su posición política empieza a ser muy precaria, como dije.

De modo que el año 347 Aristóteles ha emprendido el camino de su marcha de Atenas y van a empezar para él unos largos y fecundísimos años hasta que regrese a Atenas veinte años después. Es lo que se llama el “periodo medio” de la vida de Aristóteles (en el que la determinación de las obras no es tan fácil de precisar, lo cual es muy lamentable por el carácter evolutivo y en ebullición de un pensador académico como lo es Aristóteles; la sistematización que se da a partir de ahora será, por tanto, artificial, propia del Corpus de Andrónico de Rodas). Que triunfase el bando de los matemáticos significó el paso a segundo plano del grupo de los empíricos. Este hecho fue el dato que más llamó la atención de Werner Jaeger y sobre el que montó su famosa teoría de que, a la muerte de Platón, Aristóteles sufre una crisis intelectual, replantea su sistema en un sentido profundo, se siente decepcionado por el hecho de no dirigir la Academia y entonces corta sus lazos con ella e incluso se marcha de Atenas. Esta tesis de Jaeger es falsa, no por su punto de partida, puesto que es sabido que tras la muerte de Platón la Academia se hizo más rígida en sus posiciones matematizantes y cientifistas, aunque también es cierto que Platón en los últimos años de su vida había cuestionado su propia línea de pensamiento. Por tanto, en cierto modo el hecho de que Espeusipo fuese el escoliarca inmediatamente supuso un retroceso respecto a las últimas investigaciones platónicas, el cual por el contrario encontraba al final de su vida motivos suficientes de autocrítica en su obra como para cuestionarla públicamente. Lo cierto es que Platón había hecho todo esto de una manera ambigua: a medida que dudaba más de sus fundamentos ontológicos, potenciaba más los aspectos dogmáticos de su política y de su ética, como diciendo: si la fundamentación ontológica de la ética no es sencilla y se enfrenta a dificultades enormes entonces debe propiciarse un mayor protagonismo del carácter ético y político. Pero siendo esto verdad, no debió ser la ruptura tan fuerte ni provocada por una crisis personal tan grave como la que supone Jaeger por varias razones: en primer lugar, porque la crisis se había producido ya antes en el interior de la Academia como ya hemos visto, y, en segundo lugar, porque disponemos un dato biográfico de extraordinaria importancia que nos transmite Filócrates: Aristóteles se fue de Atenas como académico, perteneciente a la secta de los filósofos, y todavía en una fecha tan tardía como el 339, estando en Macedonia, se le ofreció a Aristóteles -a la muerte de Espeusipo- la dirección de la Academia. Luego sus relaciones siguieron siendo estrechas. En el 39 Aristóteles declina el honor de dirigir la Academia entre otras razones porque era un hombre muy influyente en la corte de Macedonia como consejero áulico. Por lo tanto, la tesis de Jaeger es fácilmente desmontable. En cambio, la segunda tesis sobre el hecho de que Aristóteles era un agente macedonio infiltrado en Atenas cobra mayor peso.

En 349 Filipo conquista Olinto y a partir de entonces la situación de Atenas se hace desesperada. Prácticamente toda la Grecia continental se echa a los pies de Filipo, y Atenas es la única ciudad que mantiene la esperanza de permanecer como ciudad democrática e independiente y de enfrentarse al poder macedonio que es cada vez más evidente. La conquista de Olinto es solamente una parte del problema; Atenas va quedando como el único bastión de una Grecia democrática y resistente a la unificación continental sobre la base de la monarquía macedonia.

La respuesta de Aristóteles fue más bien la de laborar a favor de ese proyecto panhelénico a la manera de Isócrates.

El mismo año que muere Platón es un año decisivo. La muerte de Platón acarrea acontecimientos y dificultades en el interior de la Academia, pero además vuelven al poder los demócratas radicales; esto acontece por primera vez desde la guerra del Peloponeso -que supuso la desaparición del partido demócrata radical y con ella la desaparición del partido oligárquico más extremo-, y Atenas se ha regido durante ese tiempo por una república moderada de carácter religioso, lo que ha logrado que Atenas mantenga la paz. La caída de Olinto hace pensar que, en efecto, la paz de Atenas sólo será posible sobre la base del triunfo de los radicales, puesto que los moderados son partidarios de negociar con Filipo. En definitiva, y con pocas palabras, este es el  año en que sube al poder Demóstenes. Demóstenes (seguramente el mejor orador de la Grecia clásica), que es el heredero de los demócratas radicales -de la línea de Clístenes, Pericles, etc…-, supone, pues, la recuperación de un tiempo perdido, pero además en un momento en que esto ya no es posible. Ciertamente, Atenas sigue siendo el titular principal de la segunda Liga délica, es decir, que tiene un poder comercial importante y su condición social es más rica que la del resto de Grecia, pero ese poder comercial no se traduce en poder militar. Lo que comete Atenas es, por tanto, un suicidio político.

Es en este contexto en el que hay que situar la actividad de Aristóteles. No es un traidor a Atenas sino que se da cuenta -partidario como lo es de un pacto con Filipo- del suicidio al que Demóstenes les conduce, y esto hace que se reafirme aún más en su idea de sostener la paideia filosófica, si bien es cierto que negando el cientifismo que Platón quería dar al ámbito de la ética. También en ese año 47 Hermias accede al trono de Lesbos, cuya capital es Mitilene. Hermias ha sido un personaje llamativo: fue esclavo en la corte de Macedonia, luego emancipado, luego rico, y finalmente imprescindible para las combinaciones políticas, ministro de varios gobiernos y, al fin, rey de la comunidad floreciente de Lesbos. Ha sido, igualmente, amigo de la infancia de Aristóteles, por lo que ha tenido estrecho contacto con la Academia y con la filosofía. Si bien con un talante mucho más práctico que los filósofos, se acercó a la idea de virtud platónica según reza en el epitafio que Aristóteles le dedica…

Pues bien, Hermias invita a Aristóteles a que funde una segunda Academia en Mitilene para poder seguir pensando al margen de los acontecimientos patéticos en los que se está introduciendo Atenas, y, al mismo tiempo, ofrece a Aristóteles la posibilidad de una salida digna (resumiendo, ha militado en el bando macedonio, ha sido amigo del bando aliado, ha experimentado las mismas críticas que Platón había hecho al bando radical… no ha sido nombrado escoliarca y teme por su vida). Acepta la invitación y marcha a Mitilene. No hay, por tanto, una ruptura grave entre Platón y Aristóteles, como apunta Jaeger, sino un cúmulo de acontecimientos históricos concretos. Incluso una fuente nos indica que tal vez Aristóteles se marchara de Atenas antes de la propia muerte de Platón. Si fuera cierto, implicaría una vez más que su salida no tiene tanto que ver con no ser o no ser elegido escoliarca, sino con sus circunstancias políticas. Con Aristóteles se van unos cuantos académicos, los empirikoi: Jenócrates, Corisco y Herasto, que desde 346 los vemos ya instalados como huéspedes de Hermias.

Atarneo es la capital donde reside Hermias, sin embargo la nueva Academia la sitúa en la ciudad de Asos, a una cierta distancia prudencial de su residencia. Aristóteles pasa a ser director de la nueva Academia, regida de modo muy similar a la ateniense, y con la que mantiene muy buenas relaciones científicas.

Precisamente es en Asos donde se forma Teofrasto, a partir de entonces discípulo predilecto de Aristóteles y su colaborador principal (incluso hay obras de difícil adjudicación). Teofrasto va a empezar a ser el principal laborante en la relación, llegando a confundir a la tradición puesto que pregna a las obras de Aristóteles de este rasgo de modo demasiado marcado. De este modo, lo que va a diferenciar la primitiva Academia de lo que luego será el Liceo, gracias a la aportación y la capacidad organizativa de Teofrasto, es el gusto por la colección de cosas que lo convierte en una universidad casi en sentido moderno. En el Liceo las ciencias se especializan, los saberes se compartimentan, las colecciones se enriquecen… Así como la Academia lo que quiere es fundar, de una manera estática, una ética y una política científicas, en el Liceo, por el contrario, los conocimientos van a convertirse en un proceso mucho más lento de acumulación y enriquecimiento del conocimiento humano, en el que los principios ordenadores del saber siguen siendo objeto de reflexión pero donde la acumulación de las investigaciones va a ocupar el objetivo principal de la actividad docente.

Los no más de dos años que Aristóteles pasa en Asos son importantes para el desarrollo de su pensamiento y años muy felices. En 344 se trasladó a Mitilene por un deseo de promoción: la fama y el prestigio del Liceo se expande y, seguramente, marcha a fundar una segunda sucursal en esta ciudad. Allí pasa sólo un año y en 343-2 Filipo II lo llama a la corte para que sea tutor de su hijo Alejandro, dando prueba de que se trataba ya del profesor más prestigioso de toda Grecia.

La educación de Alejandro nos resulta bastante enigmática por la escasez de fuentes. Existen dos tesis extremas: la de Willamovitz según la cual Alejandro lo habría aprendido todo de Aristóteles, y otra más reciente, de nuevo la de Jaeger, según la cual no se habrían entendido (puesto que la Política de Aristóteles sigue teniendo como objeto último de su reflexión la, y Alejandro tiene en su cabeza la imagen de la monarquía universal, del imperio, y además lo lleva a término). Pues bien, esta tesis que a nivel interno resulta aplastante, no lo es tanto si observamos los detalles externos de su relación.

Los datos que tenemos de esta época de la vida de Aristóteles son al menos estos tres: Aristóteles hizo que se copiara para la enseñanza de Alejandro una versión de la Ilíada que él personalmente comentó; cuando Alejandro comienza sus enormes correrías por el mundo siempre enviaba a su maestro -al que no había por tanto olvidado, y que ya estaba en Atenas- muestras de cosas raras para sus colecciones del Liceo; y, además, Aristóteles en este periodo no sólo es profesor de Alejandro sino que también adquiere el rango de ministro, bajo el cual se le encarga la confección de los archivos de Delfos, lugar panhelénico donde se dictan los oráculos para toda Grecia, y de la lista de vencedores de Olimpia, otro lugar panhelénico, por todo lo cual se le puso una columna a través de un decreto honorífico, que persistió en Atenas hasta el proceso por indignidad que le obligó a huir por segunda vez.

Unamos estos tres datos: la Ilíada es desde luego el texto común a todos los griegos (ser griego significa: hablar griego y haber sido educado en la Ilíada), por lo que esta concepción de la educación del príncipe invalida la tesis de Jaegger (quiero decir que Aristóteles no elige una forma de educación localista sino panhelénica); a esto hay que unir el dato de sus realizaciones en torno a los dos hitos de la panhelenidad -Delfos y Olimpia-, claramente en contra de una educación circunscrita a la ; y si a esto unimos el dato de la recolección de rarezas por parte de Alejandro para su profesor, debemos interpretar el conjunto de datos como una armonía evidente entre alumno y profesor.

Los propios datos externos, pues, nos hacen pensar en un tipo de educación no apegada a los límites estrechos de la ciudad-estado, y esto debe ser compatible con el hecho de que Aristóteles en la Política defienda, sin embargo, como el ideal de la convivencia humana el marco de la polis. Debemos conciliar lo que parece contradictorio: la panhelenidad de Alejandro organizada bajo la polis aristotélica (al margen de interpretaciones ilustradas que pretenden como inevitable la organización a través de Estados centrales modernos surgidos de la revolución francesa… Lo cual tiene poco que ver con el modelo político griego). Se puede pensar, por tanto, en una federación de ciudades que, manteniendo el ideal de que sólo se es feliz en comunidades pequeñas y sólo en ellas es posible llevar a cabo el ideal de una democracia moderada, ello no está en contradicción con una ampliación inmensa de ese mismo concepto mediante sucesivas fundaciones de nuevas comunidades, que se rigen en efecto bajo la comunidad que produce ese lazo político-cultural propuesto por Alejandro Magno. Alejandro no somete a nadie, funda muchas “alejandrías” (56 ó 57 nada menos), bajo una concepción de imperio que nada tiene que ver con la romana, sino con la aristotélica de una confederación de poleis.

En el año 42 Aristóteles llega a Macedonia y se hace cargo de la educación del príncipe, durante un periodo de turbulencias políticas. Los persas comprenden -y les inquieta- que el poder de Filipo se esté haciendo demasiado fuerte. La máquina persa se pone, así pues, en marcha, y lo primero en sucumbir son las ciudades costeras de Jonia. Hermias cae hecho prisionero -éste ha mantenido un poder ilustrado, conforme a las indicaciones de la Academia renovada-, y es torturado hasta la muerte, lo cual supone un duro trance para Aristóteles.

En 334 ha muerto asesinado Filipo y Alejandro es rey. Los continuos levantamientos de una Atenas alentada por Demóstenes, a la que, sin embargo, Filipo ha respetado en todo momento -ha dado la vuelta por Boecia para no atravesar Atenas, le ha otorgado un estatuto especial, ha recibido a sus emisarios… – conlleva la decisión de acabar con el problema ateniense de un modo definitivo. El problema de Atenas es concretamente el problema de Tebas, la única ciudad suficientemente poderosa como para enfrentarse a Filipo; de modo que los macedonios lo que han hecho es acercarse poco a poco e ir rodeando Atenas, a sabiendas de que ésta tiene un pacto con Tebas para su defensa. Sin embargo, este temor de Filipo es superado por su hijo Alejandro y, en este año decisivo -se puede decir que a partir de entonces desaparece la Grecia clásica y comienza el Helenismo- se produce la destrucción de Tebas por las tropas macedonias. (Las falanges tebanas se habían dispuesto en forma tal que combatían en parejas: en la batalla y en el lecho…) Atenas queda cercada y se demuestra la desmesura del discurso de Demóstenes que les ha impulsado al combate. Cabe señalar que las condiciones de paz para Atenas -seguramente influidas por Aristóteles-, son las más generosas que cabría esperar: no se ejecuta a nadie, se destierra a Demóstenes, la ciudad queda intacta y además se le concede un estatuto especial de cuasi independencia y el rango de ciudad asociada.

En este momento Aristóteles decide dejar la política: su príncipe es un rey ya encumbrado y prefiere volver a Atenas y allí en una finca de un amigo (Licabeto) funda el Liceo. Alejandro, ya rey, encarga la tutela de Atenas a uno de sus generales, amigo íntimo de Aristóteles, Antípatro, de manera que a partir de ese momento empieza un periodo en el que la ciudad sigue viviendo en régimen de completa libertad, ninguna de sus leyes ha sido alterada, ni siquiera es sometida como lo ha sido Tebas.

Como Aristóteles es extranjero en Atenas, no es ciudadano ateniense, no puede comprar terrenos, de modo que instala su academia, el Liceo, en los terrenos de su amigo. Trae a este edificio todas sus colecciones, organiza el sistema docente, potencia los estudios empíricos y la reflexión político-ética, y deja en el centro de los saberes lo que la tradición va a conocer como reflexión metafísica. Que no hay en Aristóteles ningún sentido de rivalidad con la Academia lo demuestra el hecho de que lo primero que hace al fundar el Liceo es financiar un altar en homenaje a Platón y le dedica unos dísticos célebres que hablan sobre todo de la amistad. El Liceo se concibe como una prolongación de la Academia misma.

A Atenas viene con su familia: con su mujer, Pitias (hermana o cuñada de Hermias), su hija Pitias y su hijo Nicómaco (la Ética… será un testamento con ocasión de la muerte prematura de éste, y será una prolongación de la Ética a Eudemo). En esta época, también, acomete la codificación de sus escritos: reelabora profundamente su Retórica y une a los libros primero y segundo el tercero que es un libro independiente; igualmente reelabora la Física con diferentes materiales y el De anima. Así que las enseñanzas de este último período reflejan una clara voluntad de sistematización de su pensamiento y de fundación de una verdadera universidad del conocimiento.

Este periodo de paz dura 11 años. En 323 llega la noticia inesperada de la muerte de Alejandro que lo interpreta como la muerte del tirano y se levanta contra las tropas macedonias, las que, a raíz del tratado de paz, se encuentran a las afueras de la ciudad. Se reconstruye el partido demócrata radical y Demóstenes regresa al poder, poniendo en peligro la seguridad de Aristóteles y su Liceo. Esto se materializa en una acusación por impiedad (asebeia) contra Aristóteles, según algunas fuentes, lo que le lleva al destierro por segunda vez, en esta ocasión a la isla de Eubea, donde había nacido su madre. Según la leyenda, Aristóteles habría declarado que huía “para que Atenas no vuelva a cometer por tercera vez un pecado contra la filosofía“ (se entiende que primero Anaxágoras, segundo Sócrates, y el tercero sería él). Mientras tanto, habían muerto su mujer y su hijo, y él vivía en la compañía de Hermipila, una esclava a la que él había emancipado y para la que tiene un recuerdo emotivo en su testamento, donde insiste en que sus herederos procuren el bienestar de Hermipila, que le habiliten una casa en Carpi, donde él vive… En 322, en Calcis, en una casa provisional, muere Aristóteles dejando una rica herencia. En su elogio postrero a Platón, Aristóteles había escrito (traducción anónima encontrada en Internet):

 Al llegar a la famosa llanura de Cecropia[1]

Piadoso levantó un altar de la santa amistad.         

Al varón a quien no es licito a los perversos siquiera loar,

Al único o primero de los mortales que reveló claramente,

Con su propia vida y con los métodos de sus palabras,      

Cómo un varón llega a ser bueno y feliz al mismo tiempo. 

Ahora: imposible que nadie vuelva a alcanzar ambas cosas.


Fuentes biográficas:

Aristóteles es el primer pensador que ofrece un sistema completo. Platón también lo hizo pero se ha perdido toda su paideia de la Academia, restando sólo los diálogos menos técnicos. Al contrario, de Aristóteles sólo se conserva la praxis escolástica y se han perdido sus diálogos, que en su momento fueron juzgados como “oro molido”. De este modo, se convierte Aristóteles, como cualquier escolástico, en fácilmente absorbible por la tradición, que aprovecha su arquitectura formal. La historia de Aristóteles es también la historia del aristotelismo, de modo que conviene distinguir bien ambas. Después de la escolástica cristiana, a Aristóteles se le entiende en el seno de la teoría del conocimiento a partir del neokantismo. De ahí que sea menester rescatar a Aristóteles como un filósofo y como un filósofo griego (ambas palabras hondamente significativas): comprender antes de su estudio su historia y contexto, motivaciones y objetivos. En la actualidad, nuestro conocimiento de Aristóteles ha aumentado por mor de unas investigaciones realizadas a partir de los años 50; éstas son sus fuentes directas:

-Testamento de Aristóteles: Himnos (a Hermias y tres a Platón); correspondencia (no se sabe con certeza si es auténtica, aunque es de su época y refleja hechos reales con una interpretación cercana a la aristotélica; sólo se sabe auténtica la correspondencia con Antípater).

-Historiadores: ss. IV y III; Historia de Filipo, Teopompo; Elogio de Hermias, Filocare; Historias generales de Calístenes y Timeo (uno seguidor y el otro oponente).

-Filósofos y gramáticos: biógrafos de Aristóteles: Aristón de Ceos, Hermipio, Apolodoro, Andrónico de Rodas (ponen en marcha tradiciones biográficas).

Existen también fuentes indirectas que mencionan a Aristóteles tangencialmente, éstas son:

-Dionisio de Halicarnaso (fiable): en la primera de las cartas a Abneo expone la vida y doctrina de Aristóteles (tradición de Apolodoro).

-Didino de Calcentera: del que se encontró un papiro que era un comentario a las Filípicas de Demóstenes (no refiriéndose a Aristóteles, nos garantiza el crédito de otros historiadores):

-Estrabón;

-Plutarco;

-Aristócles, que escribió un Sobre la filosofía, que es un libro sarcástico sobre los filósofos, no se conserva pero gracias a Eusebio de Cesarea sabemos qué es fiable y qué no;

-Diógenes Laercio: habla de Aristóteles mezclando tres biografías y ofreciendo un catálogo de sus obras. Lo curioso es que este catálogo, el real de la biblioteca del Liceo, no coincide con el de Andrónico de Rodas. Así que hay que reconstruir a partir de este catálogo la mezcla hecha por Andrónico;

-Ptolomeo, un gramático del s. IV, ofrece un catálogo idéntico al de Andrónico;

-Las Vidas latinas siguen el patrón de Ptolomeo casi siempre, pero cuando no lo hacen parece que se remiten a otras fuentes que sí son interesantes. Las Vidas árabes se remiten a un resumen siriaco de la vida de Ptolomeo, y cuando estas obras se apartan de las tradiciones conocidas son sospechosas de invención, aunque no se sabe con certeza y están a la espera de ser analizadas por un arabista. Todo lo que hoy sabemos de este horizonte histórico se sabe gracias al gran filólogo I. Düring, Aristocle in the ancient biographical tradition, Goteborg, 1957.


[1] El significado y origen mitológico de este poco conocido topónimo que alude al Ática en Dialnet-IdentidadYMitoDeLaAutoctoniaEnLaGreciaAntiguaLaTie-6057789.pdf

Responder

Your email address will not be published.

Boletín DK