Un mundo común: la importancia de la responsabilidad y el compromiso social docente

agosto 23, 2024

Por Amaia Alberdi Ruiz de Alegría, Mondragon Unibertsitatea; Ainara Imaz Agirre, Mondragon Unibertsitatea y Monike Gezuraga Amundarain, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea

La educación en general, y el proceso de enseñar y aprender en particular, nunca son neutrales. Junto con los contenidos académicos, profesores y profesoras compartimos con nuestros aprendices maneras de ver, entender y participar en el mundo. Lo hacemos, queriendo o sin querer, cada vez que nos relacionamos con nuestro alumnado, con sus familias y con el resto de la comunidad educativa.

Cómo entendemos la profesión, desde dónde nos aproximamos a las asignaturas y para qué enseñamos influyen en nuestra práctica diaria. Por ello, cada vez más investigaciones y programas educativos están poniendo el foco en la identidad y el posicionamiento docente.

¿Para qué y por qué somos docentes?

La identidad docente es todo aquello que consideramos sobre nuestra profesión. Se construye desde la primera vez que entramos en un aula como estudiantes y se va transformando hasta la jubilación. No es un proceso individual: aprendemos y pensamos sobre nuestra profesión con otras y otros.

En las últimas décadas, corrientes de pensamiento neoliberales han impulsado una concepción de la escuela como espacio de aprendizaje para los empleos del futuro, las políticas educativas se diseñan bajo la presión de los resultados de exámenes estandarizados creados por lobbies empresariales como PISA y la oferta educativa privada se ha mercantilizado, convirtiendo a alumnado y familias en clientes. Esto afecta especialmente al profesorado: no sólo a sus condiciones de vida sino también a sus creencias, identidades y posicionamientos.

Por un lado, las políticas educativas han transformado la labor docente (aumentando las exigencias en digitalización, eficiencia, innovación y competencias). Por otro lado, la creciente individualización y despolitización de la sociedad ha modificado el significado y la tarea de enseñar y de aprender.

De adaptarse al futuro incierto a construirlo

En las escuelas se enseña y aprende sobre el pasado y el mundo que nos rodea, en el presente y para el futuro. Y ninguna de los tres conceptos es neutral. Las innovaciones educativas de los últimos años se enfocan en la necesidad de adaptarse a los retos del futuro cambiante: nos dicen que hemos de adaptarnos a futuros no definidos.

En cambio, nuestra investigación muestra que sería más interesante pensar colectivamente qué conocimientos, saberes y pedagogías precisamos en el presente para, en vez de adaptarnos, construir futuros vivibles, sostenibles y en común.

Cuidar lo común

La escuela es un espacio privilegiado para construir y cuidar lo común: servicios, bienes y espacios públicos, derechos humanos, democracia, culturas, etc. Lo común debe construirse en común para que sea justo e inclusivo y tenga en cuenta realmente el bienestar de todos y todas.

Precisamente cómo el profesorado entiende lo común y su rol es algo que queda determinado por esa identidad docente. ¿Qué es para el profesorado la justicia social? ¿Cómo se posicionan a la hora de hacer frente a las injusticias que brotan en el aula, la escuela o la comunidad próxima? ¿Qué estrategias pedagógicas utilizan para ello? Hemos querido encontrar respuestas a estas preguntas a través del metaanálisis de estudios sobre identidad docente en el ámbito global.

Tras analizar 32 trabajos de investigación sobre la responsabilidad y el compromiso social docente realizados alrededor del mundo en los últimos diez años, hemos encontrado tres vías principales de acción: repensar la formación docente, posicionarse como activista y participar en acciones colectivas.

Pedagogías orientadas a la justicia social

Pese a que la formación con perspectiva o con enfoque de justicia social no es una prioridad en la formación del profesorado a nivel global, existen propuestas en varias universidades.

La enseñanza orientada a la justicia social debería ser esencial en los programas de formación del profesorado. La deconstrucción de creencias y el diálogo con los demás pueden ser claves para lograrlo. Las prácticas que realiza el profesorado en formación en las escuelas son momentos de gran valía para ello.

El activismo docente

La identidad orientada a la justicia social se relaciona con el activismo docente. El profesorado con alta responsabilidad social enseña de manera participativa en la denuncia de injusticias. También enfoca su práctica hacia la participación comunitaria por una sociedad más justa e igualitaria. Esto suele darse de manera natural en contextos donde el profesorado ya participa en movimientos sociales.

Como primer paso, es clave que el profesorado se de cuenta de las creencias que tiene. Para ello puede deconstruir estereotipos, analizar críticamente el currículum, dialogar en la comunidad educativa y sobre problemáticas sociales. A partir de ahí es posible buscar la manera de que el alumnado participe en proyectos comunitarios por el bien de la sociedad.

De identidades individuales a posicionamiento colectivo

La construcción de identidades críticamente responsables y conscientes, tanto en docentes como en estudiantes, se producen cuando la cooperación entre universidades, movimientos sociales, escuelas y comunidad es solidaria. El compromiso social se produce cuando se reúne a la gente para dialogar.

Cooperando, el profesorado tiene más probabilidades de lograr bienestar, una comprensión más dialógica y compleja de la realidad y generar transformación hacia la justicia social. Analizando la percepción de la responsabilidad y el compromiso social, podemos entender las razones y posicionamientos que adoptan el colectivo docente para organizarse por el bien común.

Formarse para enseñar como responsabilidad social

Es necesario considerar la formación del profesorado como espacios de desarrollo político. Si se produce una comprensión política y colectiva de la responsabilidad y el compromiso social, la colaboración a favor de sociedades más justas y equitativas es mayor en las comunidades educativas. Además, aumenta la organización, el sentimiento de pertenencia, el bienestar y la esperanza colectiva en la creación de futuros más deseados y en común.


Amaia Alberdi Ruiz de Alegría, Profesora-investigadora (predoctoral) en educación y justicia social, Mondragon Unibertsitatea; Ainara Imaz Agirre, , Mondragon Unibertsitatea y Monike Gezuraga Amundarain, Docente e investigadora del departamento de Didáctica y Organización Escolar. Facultad de Educación de Bilbao, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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