A sus veinte años Thérèse Raquin vivía como dormida, sin voluntad, ni opiniones, ni deseos; veía los días pasar desde el mostrador de la mercería de su familia –una tía anciana y dominante, un esposo achacoso y aburrido. Sin embargo, a diferencia de su contemporánea madame Bovary, Thérèse no precisó de novelas románticas para salir de su letargo: le bastó con entregar su cuerpo al primer hombre que dio muestras de percibir su individualidad y sus necesidades de ser vivo.
Tampoco sostuvo grandes debates ético-filosóficos consigo misma acerca del asesinato y sus justificaciones probables, ni acabó, como Raskólnikov, refugiada en la religión. Siendo el divorcio inadmisible y luego de vislumbrar, a través del adulterio, la posibilidad de otros mundos y otras vidas, muy pronto Thérèse se convenció de que solo con la muerte de su esposo ella respiraría verdaderamente. Y así, junto a su amante, cometió el crimen. No podía prever que poco tiempo después se encontraría tan presa y desesperada en su nueva existencia como llegó a estarlo en la anterior…
Pero si Thérèse Raquin nos es cercana en su fracaso –mucho más de lo que llegan a serlo Emma Bovary o Raskólnikov–, es porque su lucha hasta la deshumanización por alcanzar el amor y, más aún, por disfrutarlo en libertad, nos recuerda todas esas batallas que hemos librado con uñas y dientes solo para después darnos cuenta de que no valían la pena; esos sueños que fallamos al perseguir porque eran idealizaciones imposibles; los que logramos a base de sacrificios tan absurdos que hoy ya no repetiríamos, o los que prometían emancipaciones y acabaron transformados en nuevas y más estrictas cárceles.
Y es que el gran acierto de Émile Zola en esta novela –más allá de poner en evidencia lo absurdo de ciertas convenciones sociales y de ofrecer la disección psicológica de los efectos emocionales del asesinato sobre los asesinos–, radica en haber develado y descrito, en toda su magnitud y trágico alcance, uno de los mayores conflictos a los que estamos expuestos los seres humanos en la sociedad moderna: el peligro de convertirnos en esclavos de nuestra propia libertad.