Soliloquio

En un escandaloso tuit, en los risueños comentarios a un gato de YouTube, en los poéticos elogios a una instagramer o en las narradas conspiraciones de cualquier tablero de chan, se esconde un autor en toda su dimensión
abril 12, 2023

El autor, pregunta siempre pendiente de respuesta. Deuda al parecer saldada por los saberes dedicados a su estudio, incrementa sus intereses con la aparición diaria de autores. Primera falsedad contemporánea detectada: el miedo a la desaparición de la lectura. Basta acudir a la más conocida o desconocida red social para ver asegurado el futuro de las letras. En un escandaloso tuit, en los risueños comentarios a un gato de YouTube, en los poéticos elogios a una instagramer o en las narradas conspiraciones de cualquier tablero de chan, se esconde un autor en toda su dimensión. ¿Idea poco convincente? Prejuicios del lector. Hagamos un breve análisis y nos quedará claro.

En un escandaloso tuit, en los risueños comentarios a un gato de YouTube, en los poéticos elogios a una instagramer o en las narradas conspiraciones de cualquier tablero de chan, se esconde un autor en toda su dimensión.

Daremos algo por hecho: al menos una vez, el lector ha comentado en redes sociales. Es decir, ha escrito. Recordemos el proceso. Primero leyó o vio un contenido y decidió escribir al respecto. El suceso tiene nombre: influencia. Continuamos. Llegó el momento de escribir. Cuadro de diálogo abierto, segundos de espera, no escribe. Los escritores tienen una frase para ese problema: página en blanco. Y les aterra. Proseguimos. Elaboró una idea antes de redactar y puso en ella una intención: discurso lo llama la lingüística. No concluimos. Sigue nuestro usuario inspirado. Citó a otro usuario o comentó su comentario. Se han escrito libros sobre ese proceso, llamado intertextualidad. Influencia, miedos de escritor, discurso, intertextualidad. Tiene de todo. Y tendrá más. Mientras escribe, piensa en la reacción del público y perfecciona sus frases para gustar más. Propio de las redes, no interactúa de manera directa con los demás, pero los imagina. Felicidades, ya es autor, ya construyó a su lector. Lo idealiza, piensa por él. ¿Alguna diferencia con un escritor? 

Le restan otros pasos no menos importantes. Comprueba las lecturas y los me gusta. Responde a comentarios a sus comentarios. Edita su mensaje original. Repetimos, ¿alguna diferencia con un escritor?  ¿No pregunta este los números de venta a sus editores? ¿No acude a debates sobre sus libros? ¿Cuántas revisiones y reediciones no hace? Cualquier semejanza no es coincidencia. Un autor, obra siempre de la misma manera. Hemingway y García Márquez, poca diferencia tienen con un anónimo de Reddit. A la hora de escribir, participaron de los mismos procesos descritos.

Felicidades por el Premio Nobel, corresponde decir a dos autores tan grandes. Felicidades por los cientos o miles de lecturas, corresponde también decir a los populares usuarios de redes. Calidad salvando diferencias, han sido iguales. Pues, antes del premio o las vistas, ¿qué eran? Autores solitarios en busca de un lector. Hablantes en voz alta con la esperanza de ser oídos. Actores de su Soliloquio.

Si el lector ha sido atento, notará la cualidad asignada en los párrafos anteriores. Ha sido catalogado de autor. Lo he situado en dimensión similar a la mía ¿Con qué intención? Con suerte, no se sospecha de búsqueda de lástima. Cerraría en el acto este intento de columna. Facilitar, es la palabra correcta. Usted lector, y yo autor, hemos pasado por procesos iguales. En algún momento, ambos hemos sido autores. Hemos protagonizado nuestro Soliloquio. Una sola diferencia nos separa: el mío lo estoy compartiendo.

Las reglas dramatúrgicas, dictan un cambio de nombre. Al compartir la conversación interior, debía llamarse diálogo; pero esas reglas no tienen en cuenta la tragedia del autor. Su soledad. Por eso, esta columna siempre será un Soliloquio. Un discurso en voz alta con la esperanza de obtener un oyente. ¿Qué se oirá? Podríamos hacer el compromiso de declararlo.

Donald Trump se enfrenta a un juicio por un pago realizado a la actriz porno Stormy Daniels con fondos de su campaña. Hecho inaceptable para la política norteamericana, cifras superiores a los ciento treinta mil dólares pagados pasarían inadvertidas a los oídos de un latinoamericano más pendiente de los azotes propinados en las sentaderas del Ex-presidente según el testimonio de la actriz. Sin duda la sexualidad es una construcción cultural. Lo es también la política. En esta Cuba desde la que escribo, poco importaría el dinero, y mucho los azotes.

Y salida Cuba a colación. ¿Qué expectativas tiene el lector sobre su uso? ¿Venderá el autor cubanidad? ¿Pedirá auxilio textual al tercermundismo? Tentadora posibilidad. Un autor escribe para un auditorio, para sus expectativas y teniendo en cuenta sus referencias. Hay una Cuba textual con gran capacidad de venta. Sólo basta elegir los temas correctos, encontrar a los culpables adecuados, y habrá textos de Cuba para rato y lectores complacidos. Pero, ¿y si el autor no quiere complacer a los lectores? Flagrante violación de los códigos literarios, se diría por un lado; lamentable nicho perdido, se diría por el otro. Admirador de Diderot y de su empeño en llevar al lector por su camino, me declararía yo.

Y hablando de Diderot: ¡Qué aburrido el mundo del siglo XVIII para acá! Lo pensaba Will Cuppy y por eso no incluyó a nadie de siglos posteriores en Decadencia y caída de casi todo el mundo. A Lestat el vampiro -sí, el de las novelas de Ann Rice y Tom Cruise en las películas- le pasó lo mismo y se encerró por casi doscientos años. Sí, la tecnología ha avanzado un montón y ya tenemos a ChatGPT pensando por nosotros. Dentro de unos años a lo mejor desarrollamos la inmortalidad y estaremos leyendo tuits de Elon Musk hasta el Big Crunch, pero, ¡qué aburrido el mundo del siglo XVIII para acá. El XXI, siglo que más habla de sexo, no lo practica más que el XVIII. Dudas, a leer a Diderot. Y hablando de sexo…

¿Ha notado el lector lo sucedido? Ante sus ojos se ha representado un Soliloquio. El autor ha hablado en voz alta con la esperanza de ser oído. Pero, en esa seguidilla de párrafos, ¿qué se ha oído? Temas, se diría con rapidez. Ganchos, respondería la confianza. Polémica, afirmaría el atrevimiento. No habría error en ninguna de las tres respuestas. Sí insuficiencia, pues se ha escuchado y se escuchará la única promesa posible de hacer: el autor mismo. Es la única garantía posible de ofrecer en esta columna. Su autor, sea su Soliloquio en voz alta o baja, se empeñará en llegar a lectores, a ratos también autores. Compleja tarea la de proponer apuestas a desconocidos. Blaise Pascal la hizo. Remitidos a él decimos: “Si te gusta, lo ganas todo. Si no te gusta, no pierdes nada”. Felicidades lector, una vez más sales airoso.

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