Siglo de Oro Español: de Nebrija a Lope de Vega

La época dorada en el largo siglo XVI y el corto siglo XVII
agosto 27, 2022
Las Meninas de Velazquez

Cuando hablamos de Siglo de Oro español podemos abordar una época divergente en cuanto a su criterio cronológico. Algunos lo sitúan en el siglo XVI acorde a la realidad económica de la nación española; otros lo engloban, como parte de un concepto amplio que se basa en toda la realidad histórica como un proceso evolutivo gradual de la cultura, desde la publicación de la Grammatica de Nebrija en 1492 hasta la muerte de Calderón en 1681; otros niegan su existencia.

Negar que en España hubo Siglo de Oro es negar a la vez un Renacimiento ¿El hecho de no haberse constituido un Estado nacional italiano niega la pionera inmersión de ese país en el espíritu del Renacimiento? ¿Eran Petrarca, Castiglione, Maquiavelo, Miguel Ángel y Leonardo da Vinci hombres del Medioevo viviendo en un Renacimiento artístico? ¿Su mentalidad no había cambiado?

La España del siglo XVI presenta características únicas en el momento en que entra a la modernidad y con ella al Renacimiento: esta España llega transfigurada a este siglo por su gran bagaje cultural, transculturada por la cultura hispanorromana, visigoda y árabe.

La España renacentista aún se encuentra atada fuertemente a la Iglesia producto del largo proceso de Reconquista y sus monarcas no se apoyaron con tanto ahínco en la burguesía para mantener el poder como en otras naciones europeas. Sin embargo, es en esta España donde aparece la primera obra de gramática de una lengua romance; es esta la España de un capitalismo mercantilista incipiente muy sui géneris; la España donde arraigó fuertemente el pensamiento erasmista, donde surgió la antropología, con una mística centrada más en el hombre que en Dios, con un pensamiento filosófico y político avanzado; cuyos escritores, poetas y dramaturgos son pioneros en una crítica social que refleja las vetas de opinión pública más antiguas de Europa. ¿Cómo queremos ver a España? ¿desde la óptica del vencido o del vencedor? ¿queremos negarnos la verdad?

En el siglo XVI están los orígenes de una corriente denominada Hispanismo, que consistía en seguir todo lo que venía de España: moda, lengua, nuevas tierras, temas, géneros, bailes, si bien el intercambio fue bidireccional, demuestra un remarcable prestigio y una gran producción cultural.

La valorización de la lengua vulgar fue un fenómeno que se inició en España con la obra de Nebrija y sus discípulos, y que adquiere mayor energía, convirtiéndose en un movimiento humanista con los hermanos Valdés; al mismo tiempo que se estudia la lengua latina clásica con renovado interés, llevándose a la lengua española el empeño de hacerla tan flexible y rica como el latín.

Sobre España es muy común leer que el pensamiento social y filosófico, se vio compungido por la severa mano de la Santa Inquisición; pero lo cierto es que la crítica y la heterodoxia española imprimieron sus obras durante toda esta época. No se niega que la Inquisición procesó y obligó al exilio a muchos pensadores que divergían con las posturas oficiales; pero la exageración y construcción de la Leyenda Negra Española forma parte de mecanismos políticos esgrimidos por Inglaterra a mediados del siglo XVI.

El desarrollo universitario español alrededor de Salamanca, Sevilla, Alcalá de Henares, Toledo, Valencia, Valladolid y Zaragoza permite el flujo de nuevas ideas provenientes de una Europa en constante reformulación de sí misma como realidad social. De esta manera entran a España las obras y escritos de los grandes reformadores protestantes y los más importantes pensadores de la época como Lutero, Calvino y Erasmo; pero serían las ideas de este último las que más penetrarían en el ser nacional por su defensa de un humanismo cristiano. El Erasmismo español con frecuencia se ha obviado, como ha sucedido con numerosos procesos en ese país, por tener características que lo singularizan con respecto al Erasmismo europeo.

El Erasmismo español, acorde con su espíritu renacentista, adapta y conjuga las formas y signos nuevos del Quinientos, a la tradición nacional medieval. Esta España adopta al cortesano renacentista, hombre de armas y letras, que tiene un código, que traduce Juan Boscán al castellano: Il cotigiano del embajador y hombre de letras de la corte de Carlos V, Baltasar de Castiglione. Esto refresca la idea de que en realidad las nuevas corrientes vinieron desde arriba, empezando por la élite gobernante, si bien no podemos negar su multidireccionalidad.

Al tiempo que se desarrolla en España un Siglo de Oro intelectual, podemos hablar que también hay uno económico y social: en agronomía se inició la globalización alimenticia con el intercambio de productos agrícolas, se desarrolla inusitadamente la lingüística, que impulsa el nacimiento de la Antropología cultural, de manos de Bernardino de Sahagún; se implantan profundos avances como consecuencias del descubrimiento de América en la Geografía, la Cartografía y las Ciencias Naturales, en las Matemáticas, con Sebastián Izquierdo que preconiza el surgimiento del empirismo, Juan Caramuel y Pedro Nunes; en Física, Medicina y Farmacología con grandes figuras como Andrés Laguna y en Filosofía, con Francisco Sánchez y Francisco Suárez, que se replantea toda la filosofía occidental precedente; el Derecho adquirió connotaciones y matices últimos al desarrollarse fuertes corrientes como el iusnaturalismo con prominentes humanistas como Bartolomé de Las Casas y Francisco de Vitoria.

Precisamente, como parte de este espíritu erasmista se publica la Biblia Políglota Complutense, una obra maestra del saber humanista y guiada por el espíritu erasmista de libertad de saber y pensar. Los dos erasmistas más destacados fueron Luis Vives y Alfonso de Valdés. Este último es reconocido principalmente por su famosa obra Diálogo de Lactancio, en que escribió una apologética de las ideas erasmistas y critica la relajación de las costumbres eclesiásticas de la España del siglo XVI; pero si revisamos su trasfondo vemos en él la justificación política del Sacco de Roma, haciéndola ver como un acto purificador de toda la corrupción existente en la Ciudad Eterna, cargada de simbolismos, trata de mantener un equilibrio entre las dos corrientes de opinión en la época. El rasgo fundamental de Alfonso de Valdés no es el hecho de que fuese protestante, algo que se le niega a España; sino el hecho de que toda la ideología erasmista se alza como instrumento crítico de la realidad circundante, de una “cristiandad putrefacta” que necesita ser reformada.

Si leemos atentamente el Lazarillo de Tormes, nos damos cuenta de su vena de alegría satírica erasmiana. Por otra parte, el sentido de tolerancia y el hondo y reflexivo sentido crítico y humorístico de Cervantes no dejan de tener sabor erasmiano.

El humanismo italianizante introdujo temas arcádicos y bucólicos que adquieren ciudadanía literaria española. Boscán y Garcilaso en la poesía, Gil Vicente y Juan del Encina recogen una voz nueva de los clásicos venida de Italia, que se extiende y esparce por toda la novela pastoril. El teatro de Gil Vicente se caracteriza por su crítica social, filosófica y religiosa; pero que está lejos de ser su elemento fundamental, constituido por ser el primer dramaturgo en reflejar el cambio epocal, regido por leyes flexibles, y mira una sociedad nueva de manera subversiva para con el orden establecido en su constante llamada de reforma. El teatro desde Juan del Encina hasta Juan de la Cueva, va adquiriendo un carácter nacional que solo alcanzará con Lope de Vega.

En esta época dorada, la invención y creación de nuevos géneros: la novela, ya en sus formas importadas (pastoril, sentimental, caballeresca), se nacionaliza y adquiere rasgos peculiares y propiamente españoles con el nacimiento de la novela picaresca.

En esta época la historia adquiere mayores proporciones y nuevas características literarias, dentro de ella, se desarrolla un nuevo tema, la historia de Indias, crónica del descubrimiento o de la colonización. Junto a su carácter de testimonio tiene en muchos autores, como López de Gómara y Solís, encumbramiento culto. Pero no falta la historia como arte popular en Bernal Díaz del Castillo en la Historia Verdadera de la conquista de Nueva España, Francesillo de Zúñiga en su Crónica burlesca del emperador Carlos V.  Se inició con Jerónimo de Zurita el espíritu de exactitud y rigor científico dentro de la literatura española[1], o el nacimiento de una literatura histórica indigenista como La Araucanía.

Ciertamente, la España del Siglo de Oro está inmersa en la conquista americana y la conquista americana la ha sumergido en sí. Es la España nueva de 1492 que transita por la conquista y colonización de los territorios americanos creando para ello un entramado jurídico y cultural, que justifique y regule su dominación, por lo que el imperio se sumerge en la formación de sólidas estructuras de poder. Es en medio de esto que podemos hablar de la avanzada mentalidad del Padre Las Casas para su época, fundada en el universalismo, que se apoyaba en dos tradiciones: la definición ontológica grecorromana del hombre y el ideal medieval de la igualdad cristiana. Cualquier diferencia existente entre los destinos históricos de los pueblos está supeditada a la igualdad sobrenatural de la raza humana, que deriva de Dios. Basado en el doble mandamiento del amor plantea la autodeterminación de los pueblos, si bien deja claro que la nación cristiana es superior espiritualmente y es su deber misionar a los paganos. ¡Los españoles debían respetar incluso la propiedad individual indígena en virtud de su pertenencia al concierto de las naciones! La maestría de Las Casas radica precisamente en poder, sin despegarse de su tiempo, usar la filosofía y el derecho como escudo contra los atropellos a los aborígenes, y formular, precisamente, una teoría política inclusiva que conjugara la dignidad y la soberanía de las primeras naciones con el dominio real, que era justificable por la necesidad de extender la fe cristiana. Las Casas fue pionero en la defensa de la Ley natural y la Ley de naciones en el mundo para pueblos de origen no europeo.

Asistimos aquí al nacimiento de la moderna Antropología cultural con Las Casas como registrador constante y más tarde con Bernardino de Sahagún al aplicar métodos para el estudio de las culturas indígenas y poderlas evangelizar, aunando el surgimiento de la Etnografía, cuya obra cumbre Historia General de las cosas de la Nueva España, no tiene precedentes en la historia humana. Los conquistadores españoles imbuidos de la curiosidad renacentista por lo exótico y lo novedoso, acertaron al calificar que solo “culturizando” a los pobladores de las nuevas tierras descubiertas, intentando entender su cultura para cambiar su cosmovisión, se les podía “cristianizar”. Solo estudiando sus costumbres y esquemas mentales, los misioneros planteaban podrían desarrollar su apostolado, por lo que crearon métodos increíblemente precisos como nos lo muestra Pablo José Arriaga en su Extirpación de la idolatría del Perú. Si bien la obra de Sahagún tuvo un carácter evangelizador, su objetividad y cientificidad, con la utilización de la razón y un método de trabajo riguroso, que lo hace fundador, innovador y precursor de las ciencias humanísticas.

El hecho más fehaciente de la existencia de opinión pública en la España del Siglo de Oro es la existencia de polémicas fuertes, como la sostenida entre nominalistas y escrituristas, y de escuelas de pensamiento: Salamanca y Sevilla. Cuando vemos el Siglo de Oro español como una evolución gradual, lo podemos dividir en una etapa inicial de influjo del pensamiento erasmista y humanista, y una segunda de asimilación nacional de las influencias culturales y las técnicas renacentistas introducidas. Es en esta segunda etapa en que la poesía llega a la serena expresión de pulcritud horaciana que consigue fray Luis de León o adquiere el lujo retórico, que iniciado con Juan de Mena, alcanza casi la cima barroca de Góngora con el esplendor andaluz de Herrera.

El platonismo se filtró en los místicos y ascéticos españoles, así como cierto erasmismo, de los que son exponentes destacables Fray Luis de Granada, San Juan de la Cruz, Fray Luis de León, Santa Teresa de Ávila o de Jesús, Juan de Ávila y Miguel Servet. A pesar de sus posiciones divergentes y su incursión en campos más allá de la filosofía y la teología como Miguel Servet, quien descubrió la circulación pulmonar y escribía los nombres geográficos en su respectivo idioma, o su ubicación y distribución en los campos de la heterodoxia o la ortodoxia; todos están unidos por una idea en común: el Mito de Cristo, ya presentado por Luis Vives y otros tantos, pero reinterpretado en una vertiente ascética y mística.

El cuerpo místico de Cristo, una idea que caracteriza la filosofía española de la época, y que responde a la necesidad de los filósofos españoles de interpretar la realidad por medios de símbolos y mitos. El mito en Fray Luis de León se percibe en la cristiana aprehensión de su obra, especialmente en la más conocida De los nombres de Cristo, que es la epítome del pensamiento erasmiano luisianista, y que sin embargo no se divorcia del todo del nominalismo medieval en sus vertientes de síntesis y armonía.

Este mismo pensamiento se repite en Fray Luis de Granada; pero impregnado de un naturalismo en que el hombre juega un papel primordial, en el que ensalza e incluye en el cuerpo místico a toda la creación. La mística de Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz entiende el cuerpo místico como la realidad circundante, el acto de relación mismo con Dios y a sí mismos en sus episodios de comunicación con la divinidad. Si leemos superficialmente, sus obras no tienen nada novedoso; pero hagámoslo nuevamente y encontramos en estos eminentes religiosos un cambio de mentalidad.

No solo plantean la relación con la Divinidad como una realidad corporal, centrada en el cuerpo y la experiencia humana, sino que la plantean sin intermediarios, pura, llena de gozo y libre de ataduras terrenales. Es decir, que acorde con el espíritu renacentista se centran en el hombre, en lo terrenal de la experiencia divina, libre de la intermediación de instituciones religiosas. Especialmente, Santa Teresa de Ávila, en su división de las oraciones, no niega, conforme al bagaje espiritual cristiano que lo divino debe estar separado de lo terrenal, al tiempo que insiste en la Humanidad de Cristo como única vía de conocer los misterios de la divinidad y de lograr la gracia divina. Esto es remarcable, en la Edad Media, haber pensado a un Cristo humano fuera de los ejes doctrinales establecidos en el Concilio de Nicea sobre la naturaleza de Cristo, hubiera sido impensable, que Teresa de Ávila se plantee a un Dios humano, es la punta del iceberg de su pensamiento humanista.

Asimismo, si miramos en San Juan de la Cruz podemos ver ideas tan avanzadas, constituyentes de la base de su pensamiento religioso como lo es la doctrina de que dos contrarios no caben en un sujeto. Para él el apego a las criaturas y el apego a Dios son contrarios, por lo que no pueden coexistir conjuntamente en el alma. Esto lleva a la negación de todo lo terrenal, para estar listos para recibir a Dios, lo que unido al principio de que todo es recipiente a modo de recipiente, deja consolidada la doctrina de las purgaciones, ya que se necesita apropiar el recipiente a lo que lo recibe. Al tratar las purgaciones las divide en dos: pasiva, efectuada por el esfuerzo humano, y activa, por el divino. La purgación pasiva es una preparación para la activa. Podemos equivocarnos en pensar que San Juan de la Cruz está negando la naturaleza humana, pero en realidad la ensalza, pues si bien Dios purifica el alma, es al hombre, a quien toca la preparación ascética y, por tanto la más difícil, que es realizada para liberar la mente y el espíritu.

El genio creador de Cervantes y Lope de Vega llena este período. El primero con sus Novelas Ejemplares, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha y los Trabajos de Persiles y Segismunda, deja admirablemente construido el edificio estético de la novela nacional; Lope de Vega establece un nuevo arte de hacer comedias, que con sus obras más insignes, fundará una escuela que enriquecerán los dramaturgos del Barroco.

Volvemos al inicio: ¿Hubo Renacimiento en España? ¿Se puede hablar de Siglo de Oro español? Claramente hubo Renacimiento y Siglo de Oro español, que se extiende desde 1492 hasta 1681. Aunque en este breve espacio apenas se hayan podido tratar superficialmente, especialmente sus dos primeras etapas.

Bibliografía

Abellán, J. L. (1988). Historia del pensamiento crítico español. Tomo III. Madrid: Editorial Espasa-Calpe, S.A.

Chabás, J. (1978). Historia de la Literatura Española. La Habana: Editorial Pueblo y Educación.

Menéndez y Pelayo, M. (1978). Historia de los heterodoxos españoles. Madrid: Editorial Católica, S.A.

Sastre, A. (1962). Flores Rojas para Miguel Servet. Madrid: Editciones Alcántara.

Nota

[1] “ninguna cosa afirmó que fuese invención suya”. En Chabás, Juan; Historia de la Literatura Española. Editorial Pueblo y Educación, La Habana. Tercera Edición. Página 150.

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