Cristina Rosillo López, Universidad Pablo de Olavide; Regla Fernández Garrido, Universidad de Huelva y Rosario Moreno Soldevila, Universidad Pablo de Olavide
La canción de Shakira y BZRP ha alcanzado 100 millones de reproducciones en YouTube en tres días (y subiendo); ha sido portada en periódicos y ha abierto telediarios; ha roto récords en Spotify y se ha convertido en el tema de conversación omnipresente. El periodista Jordi Évole reclamaba incluso que el gobierno español declarase un día festivo para poder debatir la canción tranquilamente, sin tener que prestar atención al trabajo.
Distintos medios de comunicación se han hecho eco de un gran número de canciones de despecho amoroso, cantadas tanto por hombres como por mujeres. Así, Shakira se une a nombres de tanta solera como Raffaella Carrà, Rocío Jurado, José Luis Perales, María Jiménez o Paquita la del Barrio. Sin embargo, esta larga tradición se remonta mucho tiempo atrás… hasta los antiguos griegos y romanos.
De la ‘monotonía’ a Catulo
Shakira ha dedicado varias canciones con elementos autobiográficos al amor y a la ruptura. Es lo que podríamos denominar un ciclo. Algo parecido encontramos en la poesía amatoria de la Antigüedad. El poeta romano Catulo también reflejó en su poesía las distintas fases de su relación amorosa con Lesbia (pseudónimo de Clodia). Veamos algunos paralelismos.
La canción Te felicito, que incluye tópicos amatorios de origen clásico como la herida de amor (vulnus amoris) y la ceguera de amor (caecus amor), se centra en el desengaño amoroso, con el juego entre apariencia y realidad. En su poema 72 Catulo también se refería al verdadero yo de su amada (nunc te cognovi, “ahora ya sé cómo eres”).
Monotonía es una auténtica renuntiatio amoris (un poema de ruptura amorosa), que recuerda al poema 8 de Catulo. Hay un contraste entre la felicidad pasada (“lo que un día fuimos”, en el caso de Shakira; “brillaron para ti un día soles luminosos”, en el caso del poeta romano) y el momento presente (“ya no hay na”/“ahora ella ya no quiere”).
En ese momento del ciclo amoroso de la ruptura todavía hay lucha interior entre el amor y la razón. El poeta se habla a sí mismo, animándose a mantenerse firme, y se despide de la amada (“adiós, muchacha, ya Catulo se mantiene firme”). En Monotonía también hay lucha entre amor y razón. La artista colombiana reconoce que aún sigue enamorada (“yo te quiero”), pero que es “un adiós necesario”.
La última entrega de Shakira da un paso más: “Del amor al odio hay un paso”, dice la cantante. Pero ya lo dijo Catulo de forma más resumida en su memorable Odi et amo:
Odio y amo. Por qué hago esto, quizá preguntas.
No lo sé, pero siento que es así y me torturo.
El poeta también se lanzó al ataque directo y virulento a su amada, acusándola de promiscuidad (poemas 11 y 58).
También el poeta Propercio se venga de la infidelidad de Cintia (de nuevo, un pseudónimo) en su elegía II 5. En las elegías III 24 y 25 anuncia el fin de la relación. Otra vez encontramos el contraste entre el pasado y el presente; la despedida y la invectiva –es decir, el discurso violento contra ella– (esta vez en forma de advertencia sobre los estragos de la edad). Tampoco el rival se libra de los furibundos ataques del poeta a lo largo de su obra.
Un hombre griego despechado
Seis siglos antes de Catulo y Propercio vivió en Grecia Arquíloco de Paros. Lo más conocido de su obra, conservada muy fragmentariamente, son los versos que escribió contra Licambes y su familia. La tradición nos dice que Licambes prometió a Arquíloco la mano de su hija Neobula, pero rompió después este compromiso y, como consecuencia, Arquíloco compuso hirientes poemas contra Licambes y su familia.
El más conocido de todos ellos es el fragmento 196a, conocido como “Papiro de Colonia”. En él se narra un encuentro entre el poeta y una muchacha joven, hermana de Neobula, con un diálogo entre ambos. El poeta manifiesta su rechazo a Neobula y justifica su desprecio con las peores acusaciones contra una mujer: su edad, la pérdida de su virginidad, su apetito sexual descontrolado y su deslealtad.
No obstante, son evidentes las diferencias respecto a los últimos temas de Shakira: la voz poética es masculina, la ruptura se debió a la intervención del padre de la muchacha y sus acusaciones buscan la deshonra de la muchacha y de toda su familia. Con el ataque a Neobula el poeta pretendía, además, seducir a la joven con la que mantiene el diálogo, lo que finalmente consiguió.
Los nombres que aparecen en estas composiciones –Licambes, Neobula, Anfimedo– han sido interpretados como “nombres parlantes”, es decir, no serían los nombres reales de las personas mencionadas, sino nombres que significan cualidades (o defectos) de las mismas para evitar identificarlas por su nombre, si es que estas personas efectivamente existieron. Pero esta es otra cuestión.
Las canciones de Shakira, tanto BZRP Session #53 como otras anteriores que forman parte de este mismo ciclo, son autobiográficas y contienen alusiones explícitas que permiten la identificación. En esta última canción, y aunque no se trate de nombres parlantes en sentido estricto, la cantante utiliza juegos de palabras (calambures) para referirse a personas sin nombrarlas (“perdón que te sal-pique”, “clara-mente no es como suena”).
La Shakira romana
Roma nos proporciona algo único en la Antigüedad clásica: la voz de una mujer despechada que critica a su antiguo amor. Ella se llamaba Sulpicia y vivió hace más de dos mil años, en la segunda mitad del siglo I antes de nuestra era, durante la época del emperador Augusto. Pertenecía a una importantísima familia de la élite romana: su padre, Servio Sulpicio Rufo, fue un gran jurista y senador romano que llegó a ser cónsul en el año 51. Sulpicia se quedó huérfana de padre a una edad temprana y fue criada por su tío, un notable comandante militar y patrón de las artes.
Lo más importante es que, tras la muerte de su padre, ella heredó su parte de la fortuna familiar y podía gestionarla ella misma. Es decir, Sulpicia no necesitaba facturar.
En sus poemas, Sulpicia relata su relación amorosa con un tal Cerinto, otro de esos “nombres parlantes” cuya identidad desconocemos. En un momento dado, ella cree que él le ha sido infiel y le lanza sus dardos de un modo que recuerda a la canción de Shakira: ¿Vas a comparar a una cualquiera, dice Sulpicia, conmigo, que soy hija de un cónsul?
Qué bueno que confíes tanto en mí que no concibas
que de pronto tropiece, inexperta, malamente.
¿Prefieres tú una toga y una puta manoseada, con canasto,
a Sulpicia, que es hija de Servio?
(Grecorromanas, Sulpicia, poema 4. Traducción: Aurora Luque)
El amor y el desamor han sido los grandes temas de la poesía y de la música a lo largo de la historia. Cuando hablamos de amor también somos grecorromanos: los motivos amatorios que ellos desarrollaron están por todas partes. Shakira ha actualizado estos motivos dándoles claramente su toque personal. Somos herederos de los clásicos, le pique a quien le pique.
Cristina Rosillo López, Profesora titular de Historia Antigua, Universidad Pablo de Olavide; Regla Fernández Garrido, Catedrática de Filología Griega, Universidad de Huelva y Rosario Moreno Soldevila, Catedrática de Filología Latina, Universidad Pablo de Olavide
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original. Agradecemos a The Conversation y a los autores por ceder los derechos de la publicación.