Cuando alcancé los 21 años había ganado el sueño de no soñar con nada y estaba loco. Tenía 21 y todo quemaba de la manera más pura. Todo era hermoso. Y un poco terrible. La generación nacida de la crisis, es decir, los nacidos a finales de los 80 e inicios de 1990 lo sabían. No aspirábamos a alguna cosa y no estábamos en la derecha ni en la izquierda. Escribíamos poemas en las paredes de los cafés o en las mesas del pabellón Cuba, varios se la pasaban teniendo sexo como conejos y otros escupían sangre en la noche, nos reíamos de los hípsters y matábamos el tiempo; lo diseccionábamos como a una rana y luego lo poníamos al sol. Casi igual que decir la autodestrucción inevitable. Lo mejor era que ninguno tenía miedo de morir, y así vivíamos. Aunque al final nadie murió. En medio de esa llama azul, hace 10 años, conocí a Rodrigo Lira. Un poeta chileno así, sin más, que solía jugar un ajedrez mortal con el lenguaje y la esquizofrenia. Apareció fugazmente en la escena literaria chilena de fines de los 70 pero como diría René Char, fue un rayo que duró, un instante eternizado en las fiebres de los poetas Poetas; tanto de los pocos que fueron sus contemporáneos como de los que vinieron después. No escogió el modo juglar y el sin sentido y más bien intentó por todos los medios matricularse en diferentes carreras de la academia para hallar el sentido, sin lograr afianzarse en ninguna. No escogió la incomprensión, la incomprensión lo escogió a él, para realizarse de todas las maneras posibles. A diferencia de los otros jóvenes escritores, Lira no sobrevivió. Y no sobrevivió porque el camino verdadero hacia la Poesía con mayúsculas sólo puede terminar en tres estados humanos. La locura, la enfermedad o la muerte. Este camino único en diferentes direcciones culminó con la aniquilación del poeta por su propia mano en 1981.
Si uno tomara una cazuela hirviendo, pusiera a Nicanor Parra y Mario Santiago en ella y luego prendiera fuego, se tendría en ebullición a Lira. La poesía oscuramente humorista de Lira es como si Parra se hubiera encontrado a sí mismo, gracias a las salas del infierno. Sin embargo, la nueva narrativa chilena poco sabe de Lira y no le importa además. Y los que sí, lo fetichizan tristemente hasta volverlo el dios de los hippies de la nueva era.
Es verdad que una enfermedad, una obra angustiante y un suicidio permiten este tipo de ideas muy de moda, así como la creación de poemas “intencionalmente” revolucionarios y enrevesados, que buscan al final un sitio entre los elegidos de las editoriales. No obstante, la propia muerte de Rodrigo Lira una noche común santiagueña el día de su cumpleaños 32, es en sí misma una bofetada silenciosa y digna a todos ellos y la expresión real de la fuerza de la poesía.
Después de pasar de mano en mano y dar tumbos entre las risas de ebriedad y las inmundicias académicas, al fin los poemas inéditos del chileno vieron la luz en 2003 por la conocida Editorial Universitaria, bajo el título de Proyecto de obras completas. Un resultado alentador que provenía años atrás del impulso de otros poetas como Enrique Lihn, quien dijo de Lira que con su desaparición desaparecía también el último de los tigres de la poesía exploratoria latinoamericana.
Sin duda con la publicación de estos textos poco conocidos se contribuye, no tanto a la figura de Lira, quien le importaba un carajo si sus poemas se publicaban o no, sino a los lectores jóvenes que, marcados algunos por ciertos gestos inútiles que queman hondo, encontrarán una obra que no envejece y que será el espejo de sus propias vidas.
Los versos del chileno no hablaban de la llama azul porque ellos eran la llama. La manifestación clara del gesto sublime e inútil de lo poético. Nunca supimos, nosotros la generación de la crisis, cuánto nos había calado en aquella época el espíritu de Lira. Menos lo sabremos ahora que no tenemos nada. Nunca lo supimos, pero lo pre-supimos, lo intuíamos; que sin duda es el más lúcido de los conocimientos.
Un poema de Rodrigo Lira:
Dada la continuidad de la ausencia de tibieza
considerando la permanencia de las carencias y
las ansiedades que se perpetran cotidianamente
y el frío sobre todo en especial o solo
o el frío completo en salchicha con mayonesa viscosa
seminal y estéril
la sábana sucia que cubre monstruosos ayuntamientos
la escasez de radiación solar
(lo poco que alcanza a llegar a través del monóxido de
carbono, el humo de chimeneas pastizales que se
queman en febrero cigarrillos chimeneas tubos de escape tubos chimeneas humo)
de la que tiene que atravesar además esa sucia
sábana que cubre apenas -como mera sábana polucionada-
esas teratológicas cópulas esos coitos de ahítos
esas violaciones y estupros
y las ondas
de radio en amplitud o frecuencia modulada
las largas y las cortas ondas
de radio de televisión o télex
las ondas que emiten las antenas emisoras
y las receptoras, que también reciben
esas ondas que la luz solar debe atravesar
lo inconcebiblemente banal y eficazmente hipnógeno
de lo que se radiodifunde y televe
lo opaco de los cristales
«color humo por dentro
espejo color bronce hacia el exterior»
los cristales que dispersan los que refractan
los que cromatizan la luz lo exiguo de la tasa de luz que alcanza
a corresponder per cápita, por cabeza
lo gachas que se encuentran estas últimas
(lo desigual de la tasa de luz de cabeza a cabeza)
lo sucio de la sábana que lo cubre todo
o casi todo
o hartas cosas
(la sucia sábana no se cubre a sí misma)
considerando también los olores a añejo, a podrido a quemado o
infectado
parece que como que hubiera que hacer alguna cosa
Aunque cabe la posibilidad de que sea mejor
no hacer nada
nada hacia la izquierda
nada
hacia
la
derecha
nada hacia adelante tampoco, más aún,
especialmente, nada hacia adelante -está la inercia
nada hacia atrás, no se puede,
trate usted de nadar hacia atrás, no se puede, la historia
no retrocede
está la historia
están las bayonetas de la historia bajo las banderas de la historia
está la sangre en las bayonetas de la historia bajo las banderas de la
historia
coagulada ya, reseca, más bien, como yesca
yesca de sangre sobre las bayonetas de la historia bajo las banderas de
la historia -de lo que está atrás
(no fumar, peligro grave de incendios, demasiada yesca
sangre seca atrás)
Nada tampoco ni hacia arriba ni hacia abajo ni hacia adentro ni hacia afuera
nada hacer, no hacer nada
cruzarse de brazos -sentarse en posición de loto -tirarse boca arriba y
mirar el cielo
(nada hacia arriba; no pensar en escalar el cielo)
-tirarse boca abajo, la mejilla pegada al suelo
o hundida en el barro
(no pensar en hundirse; no evitar hundirse)
al menos cabe la posibilidad de que eso fuera lo que
parece que como que hubiera que hacer, la cosa aquella
alguna
cabe la posibilidad de que eso fuese: alejarse de la acción
con las manos en los bolsillos
o con las manos tomadas a la espalda
o con las manos enlazadas en la nuca
o levantadas mirando el suelo
a patadas con las piedras
aplastando descuidadamente
eventuales caracoles cuncunas, lombrices o cucarachas distraídos-as
-jamás tomarán venganza-
alejarse de la acción: irse despacio a ninguna parte
pues no hay donde irse
pero hay que irse
tal vez, digo yo, como que habría que irse -a ninguna parte
tal vez haya donde esconderse, no sé
en todo caso sería preciso
no salir a la calle:
los sujetos que en París rayaron las murallas de mayo
graficaron las palabras francesas que traducidas al idioma español dicen:
la/acción/está/en/la/calle
y si hay que alejarse de la acción
sería inconsecuente tomar una micro
tomar el metro, una liebre, un bus urbano o interurbano,
tomar
bebidas alcohólicas o de cola o cafecitos
habría que morirse de hambre, pienso
secarse en una esquina poco frecuentada o en un sótano oscuro, digo yo
porque las torres Santa María podrán ser los edificios más altos de
Chile
pero haga usted la prueba de subir
tendrá que ir bien vestido-
tomar uno de esos ascensores que adivinan el pensamiento o poco menos
y que son tan veloces como altas son esas torres
y llegue lo más arriba que pueda, hasta la terraza, si es posible
actúe hacia arriba para después tirarse y no hacer nada
abastecido de libertad por lo libre de la caída
que te hace abrir los brazos y planear, acercándote a tu reflejo
que se acerca hacia arriba desde los espejos de agua
con tu imagen multiplicada por los vidrios que por fuera son espejos
que reflejan tu imagen cayendo de modo que tú no alcanzas a ver adentro
pero que no les impide verte dentro pasar volando en caída libre
y creerían que pasó un ángel y habrá un momento de silencio-
No podrás: alguien sujetará a usted del brazo justo a tiempo
alguien o algo, algún robot por ejemplo
y alguien -o algo- llamará a una ambulancia
a través de un citófono a un teléfono que llamará a una central que
pasará el mensaje a otro teléfono etcétera
todo a velocidad escasamente menor que la de la luz o la de tu cuerpo
en la frustrada caída
probablemente el radio del radiopatrulla no será necesario
habrá una sirena o tal vez no, habrá en todo caso un silencio eléctrico
de terapia de choque tac/
un vacío
y un hueco para ti en una terapia
de grupo
de un grupo cualquiera
y sean cuales fueren los cuentos que te cuenten, desgraciado
la cuenta que te pasen
saldrás del hospital clínica o centro médico
tarareando gracias a la vida
motivado por los avisos y consejos de la publicidad que nos ayuda a
vivir mejor
desde la radio o el televisor
que tanto habrán contribuido a tu curación
rumbo al local más cercano
en que se pueda jugarle una cartilla a la
Polla Gol a cambio de un templo donde sacrificar un
gallo a Esculapio que ya no se usan esas cosas, pues hombre
para después entretenerse un rato mascando
chicle de un sabor predilecto
en la máquina de pinbol o pinpong electrónico
O sea que en resumen habría que morirse sin alharaca
sin pánico cundiendo ni cúnico pandiendo ni púnico candi endo
suave, callado el loro
morirse
o quedarse en la vereda como un pedazo más grande que el promedio
de basura
saboreando algo así como un candi masticable o un goyak
y hasta incluso un caramelo bueno, de Serrano, o fino,
de Ambrosoli,
pero muriéndose,
muriéndose sin alharaca,
muriéndose.
No le pasó por la cabeza pelear. Hubiera sido un guerrero e igual hubiera muerto.
Levedad o pesadez? En el medio de todo está la circunstancia de ser. Excelente reflejo de Rodrigo Lira, para mi ya no un desconocido cualquiera.