¿Por qué la situación entre Serbia y Kosovo es grave a escala mundial?

septiembre 30, 2023
Presidente serbio Aleksandar Vučić mientras asistía al ejercicio táctico conjunto de tiro real BEGEJ 2019 con el miembro de la Presidencia de Bosnia y Herzegovina, Milorad Dodik, el ministro de Defensa, Aleksandar Vulin (centro al fondo de la foto), el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas serbias, el general Milan Mojsilović.
Presidente serbio Aleksandar Vučić mientras asistía al ejercicio táctico conjunto de tiro real BEGEJ 2019 con el miembro de la Presidencia de Bosnia y Herzegovina, Milorad Dodik, el ministro de Defensa, Aleksandar Vulin (centro al fondo de la foto), el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas serbias, el general Milan Mojsilović.

Me enteré de la más reciente disputa entre Serbia y Kosovo en un café de Nueva York cuando escuché una conversación muy animada entre una señora que parecía culpar a Serbia de la Primera Guerra Mundial (¿y quizá de la Tercera?) y el bien vestido maitre, tan emocionado que no paraba de balbucear que Kosovo es parte integrante de Serbia, no reconocida por la mayoría de los miembros de la ONU.

Pero, dejando a un lado la Primera Guerra Mundial, ¿por qué la situación actual, y no me refiero a la de la próxima semana sino también a la de los próximos años, es extremadamente grave? Al fin y al cabo, no se trata sólo de una riña muy local, sino de una riña sobre un territorio del tamaño de la mitad de Luxemburgo.

¿Por qué debería depender de esto el orden mundial? Porque, como ocurre a menudo en la historia, son los pequeños conflictos los que se libran por grandes intereses. Porque a las naciones pequeñas les gusta atraer a sus conflictos a las grandes potencias para conseguir sus propios (pequeños) objetivos, mientras que los países grandes ven esos conflictos como pruebas de su poder.

Para entender por qué la crisis es grave, tenemos que fijarnos en sus cuatro actores. Son (por orden de discusión aquí), Kosovo, Rusia, la OTAN y Serbia.

Albin Kurti, primer ministro de Kosovo es sin duda el político más capaz de los Balcanes. A ello le ayudan su ideología anticolonialista (ya que cree, con algunas buenas razones, que Kosovo nunca debió formar parte de Serbia; pasó a formar parte de Serbia en 1913) y sus muy buenas habilidades políticas. El objetivo a corto plazo de Kurti es resolver el «problema serbio» de Kosovo expulsando a la minoría serbia. Considera que los serbios de allí son personas que nunca aceptarían la soberanía albanesa (y tiene razón en eso), y señala que la expulsión de la minoría serbia de Croacia hizo que Croacia fuera mucho más estable políticamente (y también tiene razón en eso). Para lograr su objetivo necesita aterrorizar constantemente a la minoría serbia, hacer que se sienta insegura y, en última instancia, incentivarla a marcharse. Desde la invasión rusa de Ucrania se ha dado cuenta (de nuevo con razón) de que, si consigue provocar una guerra, se convertirá en un nuevo Zelensky y contará con el pleno apoyo de la OTAN. Su objetivo a largo plazo es, creo, la unificación de Kosovo y Albania, pero por ahora podemos dejar eso fuera de discusión.

El segundo actor es Rusia. Antes de la guerra de Ucrania, Rusia tenía interés en mantener las tensiones en Kosovo, pero no en fomentar una guerra. Las cosas han cambiado desde entonces: Rusia tiene un claro interés en crear tantos conflictos en el mundo como sea posible, no sólo para debilitar a Occidente, sino para «globalizar» su guerra con Ucrania, de modo que un acuerdo final, cuando llegue, sería similar a la renegociación del orden mundial que se introdujo, o impuso, tras el final de la Guerra Fría. Además, para Rusia, la guerra OTAN-Serbia sería tan cómoda como lo es para Occidente la guerra Ucrania-Rusia. Enviarían material de guerra a Serbia (si pueden disponer de él), pero no asumirán ningún coste humano.

Así que por ahora tenemos dos actores a favor de la guerra.

Pero tenemos un actor en contra de la guerra. Ese actor es, quizás inesperadamente, la OTAN. La OTAN no necesita otro conflicto en Europa, sobre un asunto totalmente periférico y sin importancia para Estados Unidos, mientras está centrada en la guerra de facto con Rusia, que está cambiando el orden mundial.  La OTAN y la UE estaban tan enfadadas con las tácticas de desestabilización que Kurti ha empleado desde febrero de 2022 que recientemente se han pasado a adoptar posiciones ligeramente pro-serbias, simplemente para mantener las cosas tranquilas y evitar que el conflicto se intensifique.

El cuarto actor es Serbia y ahora tiene un incentivo para ir a la guerra. La razón es la siguiente. Las políticas del presidente Vučić han estado impulsadas durante más de una década por el objetivo de obtener en Kosovo una Asociación de Municipios Serbios de base territorial a la que han accedido varios gobiernos kosovares anteriores a Kurti, con el aliciente de la UE. Vučić habría podido entonces reivindicar internamente dos victorias: haber dado a los serbios de Kosovo un gobierno cuasi autónomo sin haber reconocido la independencia de Kosovo. Toda una hazaña. Esa estrategia fracasó cuando Kurti se negó a aceptar las exigencias occidentales de hacer lo que los anteriores gobiernos de Kosovo habían acordado, e introdujo su táctica de acoso diario.

Si Vučić no puede conseguir una parte clave de su programa y al mismo tiempo tiene que lidiar con el acoso a la minoría serbia inducido por Kurti, dejando así al descubierto su propia impotencia, toda su política habrá fracasado. ¿Ayudaría entonces una guerra?

Hay que tener en cuenta que una guerra de este tipo, que comenzaría con el desplazamiento de fuerzas serbias a Kosovo para proteger a la población de cuatro municipios, enfrentaría inmediatamente a las fuerzas serbias con la OTAN. Pero no será pan comido para la OTAN. La OTAN ganó la guerra de 1999 bombardeando objetivos civiles y amenazando con bombardear Belgrado con Ahtisaari y Chernomyrdin[1] en el mismo lado de la mesa, demostrando a Slobodan Milošević que Belgrado se convertiría en una tabula rasa. Ahora no habría Chernomyrdin. La guerra también pondría a la OTAN en la incómoda situación de enviar fuerzas terrestres a Kosovo, lo que no es fácil desde el punto de vista logístico (y es un despilfarro a la luz de posibles guerras con Rusia o China), o bombardear Serbia como en 1999. El mundo vería entonces imágenes diarias de objetivos civiles destruidos en Ucrania y Serbia por dos superpotencias rivales. Aparte de por razones propagandísticas (que Occidente, con su poderosa maquinaria de propaganda, puede más o menos controlar), la guerra requeriría importantes fuerzas de la OTAN que tendrían que expulsar a la minoría serbia de Kosovo o luchar contra ellos en un entorno que obviamente sería hostil.

Pero es precisamente ese cálculo de las dificultades de la invasión de la OTAN de los enclaves serbios en Kosovo lo que podría envalentonar a Vučić para ir a la guerra. Podría recordar que la popularidad de Milošević alcanzó su punto álgido precisamente durante el bombardeo de Serbia por la OTAN, que su poder personal no estaba entonces sujeto a ninguna restricción parlamentaria o social, y que consiguió llegar a un acuerdo bastante bueno (que nunca fue respetado por la OTAN). Y Vučić podría esperar que los «vientos de libertad» de los que habló elocuentemente en la reciente Asamblea General de la ONU pudieran, milagrosamente, como en la Primera Guerra Mundial, poner las cosas a su favor.


[1] Martti Ahtisaari, ex primer ministro de Finlandia. Víktor Chernomyrdin, fue el primer ministro del Gobierno de Rusia desde 1992 a 1998. Desde 2001 hasta el día de su muerte fue embajador de Rusia en Ucrania.