Ernesto Sábato dice en alguna parte que la Weltanschauung americana se expresa en las novelas. En Europa, por el contrario, los grandes sistemas de pensamiento se expresan en Tratados, lo cual le confiere a la reflexión e indagación americanas un cierto don de la oblicuidad.
Pero bien vistas, obras como Crítica de la razón pura, de Kant, o la Fenomenología del espíritu, de Hegel, son verdaderas novelas de ideas. Narran las aventuras del sujeto (ese personaje descubierto por los filósofos alemanes) camino a la apropiación del objeto. El sujeto kantiano atraviesa “estoicamente” todas las vicisitudes desde el comienzo mismo del viaje, en el caos de la intuición sensorial (primera estancia), pasando por el entendimiento y las categorías, y cuando su optimismo casi no tiene límites, pues ha conseguido llegar hasta los umbrales mismos de la Teoría, síntesis de síntesis, donde finalmente se le pueda dar caza a la “cosa en sí” elusiva, resulta que un monstruo irracional (y por lo tanto no evadible e inmortal), la Antinomia, le corta el paso al sujeto y lo confina al reino recorrido, y nunca más allá. Verdadera aventura y tragedia para el saber conceptual.
Se cuenta que Hegel viajaba en tren por los Alpes suizos, en el período en que escribía la Ciencia de la lógica, y que escribe que semejante paisaje no le provoca emoción alguna. De aquí no se infiere que el gran filósofo careciera de capacidad para la emoción estética, sino que andaba sumido en un viaje de otro orden mucho más emocionante (y las emociones que la inteligencia experimenta en sus viajes son de expresión más sutil). Y es quizás ese don de la oblicuidad el que le permita al hombre americano descubrir Europa como un Nuevo Mundo.
Todos andamos sumidos en un viaje más o menos emocionante según quien lo evalúe. Europa no es un nuevo mundo y tampoco lo era cuando Hegel pagó el billete de tren. Como europea que visitó tu país y algunos más de Sudamérica, casi todos menos los del norte, te aseguro que el nuevo mundo era ese, al menos en el siglo XVI. Y me ha gustado mucho eso del don de la oblicuidad. Soy también Doctora en Filosofía y la oblicuidad seguro que supera a la ubicuidad.