Las nuevas «Condiciones y Política de privacidad» de WhatsApp: ¿Aceptar?

enero 18, 2021
Condiciones y Política de privacidad de WhatsApp

 

«…la defensa de la libertad en Internet tiende a ser selectiva. Se reacciona contra el Estado, pero se descuida la defensa de la libertad de los usuarios, de los ciudadanos y de los trabajadores, en un mundo en que los abusos de poder y la desigualdad no han desaparecido ante la magia de la red».

Manuel Castells, (2001, octubre) Internet, libertad y sociedad: una perspectiva analítica.

 

En la pasada semana WhatsApp informó sobre la actualización de sus Condiciones y su Política de privacidad, que entran en vigor a partir del 8 de febrero de 2021. Las mismas obligan a sus usuarios a compartir datos con Facebook (y otras aplicaciones como Instagram y Messenger), propietaria de la aplicación de mensajería. Estas nuevas condiciones vienen acompañadas de un «lo tomas o lo dejas» y resucitan viejas polémicas sobre la seguridad, la privacidad y la libertad en Internet.

En la actualidad WhatsApp es una aplicación de mensajería gratuita que funciona a través de una conexión a Internet desde dispositivos móviles inteligentes. Existen versiones para los distintos sistemas operativos. Desde 2014 (fecha en que Facebook la adquiere) sus desarrolladores han aumentado sus capacidades y servicios. Por sus beneficios para la comunicación global constituye una aplicación bastante popular entre la comunidad de Internet.

Con las medidas anunciadas para febrero, WhatsApp compartirá datos con las empresas de Facebook, como: contactos, actualizaciones de estado, información sobre su uso, números de identificación únicos para los teléfonos de los usuarios, nombre de los perfiles de usuarios, información sobre el teléfono (marca, modelo, empresa de telefonía móvil), ubicación, informaciones sobre pagos y transacciones financieras realizadas a través de su app. Estas informaciones se conocen como metadatos o metainformación, por tratarse de datos que rodean al mensaje, sin ser el contenido de los mismos. Al mismo tiempo la actualización de WhatsApp brindará como golosina, nuevas y atractivas funciones.

Los funcionarios de la compañía han declarado que el objetivo de esta maniobra es «mejorar productos y anuncios» y perfilar mejor a los usuarios para que la publicidad esté mejor dirigida (De Marco, 2012, 13 de enero). Para nadie es un secreto que Facebook lucra con la publicidad. El cruce de información que va a posibilitar esta medida es significativo. Habrá que analizar si con esta medida el monopolio de la información y la comunicación (MIC), Facebook, ha subestimado a sus usuarios.

Aceptar

Algunos usuarios aceptarán (sin leer) las nuevas condiciones, pues están más centrados en la comunicación que en su posición activa frente a esta. Pasará desapercibida antes sus ojos la significación de lo que aceptan. Simplemente para ellos será un aceptar más, un permitir más para que se vaya el molesto cartel de la pantalla y continuar su chat.

Otro grupo de usuarios sabe que Facebook usaba sus datos desde antes, que WhatsApp puede estar haciéndolo y ahora solo lo informa y que a fin de cuentas con las nuevas condiciones tampoco verán sus mensajes. Este grupo de usuarios aceptará porque «total, no tienen nada que perder que no hayan perdido ya».

Una buena parte de estos, aceptarán porque usan la aplicación por cuestiones laborales, y les es difícil mudar a sus pares hacia otra plataforma. De igual modo sucederá con familiares y amigos cuya vía de comunicación es esta y ya se han habituado a su funcionamiento. Ancianos y personas menos educadas en las nuevas tecnologías preferirán al «malo conocido que al bueno por conocer».

Otros llanamente se quedarán por el marketing de la aplicación y las nuevas funciones que sus desarrolladores les regalan este 2021. Estas podrían ser algunas de las razones que motivarán al usuario a aceptar, podría haber otras.

No Aceptar

No todos los usuarios de WhatsApp son necesariamente usuarios de Facebook. Lo lógico es que éstos no acepten, pues no aceptaron la «letra pequeña» de Facebook antes. Ellos constituyen los primeros detractores de esta injusta medida.

Es cierto que las nuevas condiciones respetan las normativas de cifrado de la aplicación (de punto a punto) habilitadas desde 2016, por la cual ni siquiera la misma empresa tiene acceso al contenido de los mensajes; pero sí permite el acceso a los metadatos y compromete los mismos.

Que se asuman como «naturales» estas atribuciones de las compañías, solo demuestra la pasividad del usuario frente a lo que Manuel Castells denomina en sus estudios como «autocomunicación de masas». Cada vez que se hace un click sobre «Aceptar» en Internet es una concesión más en detrimento de la libertad del usuario de la red.

La metainformación es más importante para las empresas que el mensaje mismo. Lo que les interesa es lo que rodea al mensaje: datos sobre cuándo, cómo y con quién se interactúa en esta red social (De Marco, 2012, 13 de enero). Lo que constituye acceso total a informaciones confidenciales de los perfiles, Facebook podrá deducir con quienes se relacionan los usuarios, en qué horario, en qué gastan el dinero, vigilar sus movimientos e incluso anticiparlos.

Existe una tendencia a pensar que, contra un emporio económico de la magnitud de Facebook, la decisión de un usuario poco puede valer. Pero, si millones de estos usuarios no aceptan las nuevas condiciones y cierran sus cuentas, en detrimento de la seguridad de sus datos, descubrirán que existe una mensajería instantánea más allá de WhatsApp e igual de útil.

Desde que WhatsApp anunció las nuevas condiciones se han disparado las cifras de mudanza de WhatsApp a sus similares Signal y Telegram. Si bien cambiar de plataforma no significa que vaya a desaparecer el riesgo de ser espiado por otras herramientas de mensajerías, al menos no se cederán derechos pasivamente a Facebook. Lo que está en tela de juicio no es la confianza en las tecnologías, sino la desconfianza en sus creadores, desarrolladores, empresas asociadas, funcionarios etc.

¿Les interesa a los usuarios su libertad y su privacidad en Internet?

La excepción que ha tenido Facebook en la región europea, de no aplicar esta medida en su territorio, demuestra que algo está mal con la libertad en Internet.

La exclusión de los usuarios de la Unión Europea (UE) y Reino Unido se debe a las negociaciones con los organismos europeos de protección de datos. Esta excepción es un éxito y un resultado de las estrictas regulaciones de privacidad en Europa en los últimos años (Redacción BBC Mundo, 2021, 8 de enero). La situación del resto de los países es otra muy diferente.

La historia y la cultura de Internet lo constituyeron como tecnología de libertad (…) -pero- la libertad sin igualdad se convierte en privilegio – Manuel Castells

Aunque las legislaciones de los países, fuera de la UE, contemplaran una ley de protección de datos personales (que en algunos casos las hay), es difícil denunciar a WhatsApp por una cuestión de fuerza.  Estos países no constituyen una amenaza para Facebook, además algunos siquiera tienen una representación de la empresa en su territorio.

Entonces, la libertad y la privacidad de los que usan WhatsApp parece ser privilegio de unos pocos países que la puedan conveniar y pagar para sus ciudadanos usuarios. «La historia y la cultura de Internet lo constituyeron como tecnología de libertad (…) -pero- La libertad sin igualdad se convierte en privilegio» (Castells, 2001, octubre). Por tanto, no hay libertad que valga con esta medida porque no hay igualdad en su aplicación.

De acuerdo a Castells (2001, octubre) «Internet fue diseñada como una tecnología abierta, de libre uso, con la intención deliberada de favorecer la libre comunicación global».  Hay una contradicción entre el diseño inicial de sus creadores y las políticas que vienen implementando en las últimas dos décadas, tal es el caso de la política de privacidad que se anuncia para febrero.

Si «ninguna tecnología asegura la libertad» (Castells, 2001, octubre), solo la ley puede amparar al usuario. En cualquier escenario de convivencia humana debe haber un consenso y garantías legales. A falta de garantía legal o de fuerza de ésta, el consenso no debe ser «aceptar» solo porque no queda otro remedio para la «permanencia». El consentimiento de la medida, en este caso, es forzado e ilegal, ya que el uso de datos personales es también ilegal (Redacción BBC Mundo, 2021, 8 de enero).

Para consentir la medida o no, se deliberan algunos usuarios, entre usar una aplicación (que ha demostrado ser particularmente útil para la información y la comunicación en tiempos de confinamiento por la pandemia) y perder una libertad que no es tangible, ni de peso para muchos. Entre aceptar o no aceptar, lo mismo que entre «es esto o nada» no hay opciones realmente. En consecuencia, el consentimiento a la medida no es libre sino forzado.

Que se asuman como «naturales» estas atribuciones de las compañías, solo demuestra la pasividad del usuario frente a lo que Manuel Castells denomina en sus estudios como «autocomunicación de masas». Cada vez que se hace un click sobre «Aceptar» en Internet es una concesión más en detrimento de la libertad del usuario de la red.

Antes de preguntarse los usuarios de WhatsApp (me incluyo), cuál y cuánta información será compartida con la nueva política, debería cuestionarse primeramente algo esencial: cómo se ha llegado al punto en que funcionarios de una app y empresas, negocien con lo que es personal y confidencial. Hay que leer y revisar con lupa lo anunciado: «La fuerza se la estamos dando los usuarios a estas compañías» (De Marco, 2012, 13 de enero).

Entonces, ¿les interesa a los usuarios su libertad y su privacidad en Internet? Debería interesarles. Sino es el caso, estaríamos presenciando un fenómeno social de lo más interesante para psicólogos y sociólogos: una especie de Síndrome de Estocolmo global, donde la identidad de millones es secuestrada para usos ajenos a sus propósitos y estos dócilmente se encariñan con sus secuestradores porque les permiten comunicarse y compartir su información en la red, «como siempre».

Conclusiones

El servicio más popular de mensajería instantánea podría imponer sus condiciones a sus usuarios y una vez más demostrar el poder de los primeros sobre los segundos. Lo que sería realmente novedoso y necesario es que ocurra lo contrario. Que el usuario explore la posibilidad que tiene de no aceptar.

Aceptar las condiciones de WhatsApp es un punto de no retorno para los usuarios de esta red social y que podría crear precedente. Significa renunciar a las garantías y derechos como usuarios en las redes digitales; «vender el alma al diablo», y regalarle la posibilidad de que no pida permiso, ni disculpas cada vez. Cosa distinta es tener acceso a datos de perfiles de forma ilegal (como lo ha hecho Facebook) y otra es que descaradamente anuncien que van a hacerlo apelando al consentimiento forzado de los usuarios, que en algunos casos ni cuentan con una adecuada educación digital. Algunos firmarán sin leer, ya lo están haciendo.

La comunicación en la red, la privacidad, la seguridad y la libertad, no deberían ser derechos contrapuestos, sino complementos. ¿Cuál es el precio que impone los MIC y cuál es el precio que los usuarios están dispuestos a pagar para seguir teniendo los beneficios de la comunicación instantánea?

Hay que poner un alto a las atribuciones que se toman los poderes de la comunicación hoy.  No se puede dar la espalda a las ventajas de las TIC, pero tampoco renunciar al carácter social y humano de estas tecnologías. ¿Por qué deberían aceptar los usuarios, ante las imposiciones de una empresa que ya lucra lo suficiente con el uso de la aplicación de mensajería? ¿A Mark Zuckerberg no le basta con la información que ya extrae de los perfiles de usuarios desde otras plataformas y quiere seguir expandiendo su monopolio?

Parece que a nadie le preocupa la libertad y la privacidad en el entorno digital, pero sí en la vida real, sin advertir que es lo mismo. Las políticas tecnológicas van más rápido que las leyes de protección del usuario y que la educación digital, lo cual es una ventaja para los MIC y los gobiernos que siempre han vigilado a sus ciudadanos.

Quizás los usuarios más hábiles, ante el repentino anuncio de WhatsApp, opten por no usar solo una aplicación de mensajería, para así evitar la concentración de la información en unas pocas empresas. Pero, resulta que Internet no está hecha solo para hábiles, también hay iletrados informáticos.

¿Qué pasaría si en su mayoría los usuarios no ven problema alguno y aceptan las nuevas condiciones de WhatsApp sin cuestionamientos? Eventualmente nuestra sociedad, la sociedad red se convertiría en otra cosa, sin haber comprendido siquiera la sociedad en que vivimos.

Referencias

Castells, M. (2001, octubre) Internet, libertad y sociedad: una perspectiva analítica. URL.

De Marco, J. P. (2012, 13 de enero) ¿Qué información compartirá WhatsApp de tú teléfono a partir del cambio de su política de privacidad? El Observador.

Redacción BBC Mundo (2021, 8 de enero) Las polémicas nuevas condiciones de WhatsApp que obligan a sus usuarios a compartir datos con Facebook. BBC Mundo.

 

Foto por Rachit Tank