Hace ya unos años Jorge Luis Acanda, uno de los profesores más prominentes de la entonces Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana, le dijo un amigo, que luego fue profesor también: “…o escribes o te mueres”.
No es extraño para nadie que el criterio para un futuro profesional fuera ese. Sin embargo, hace algunos años, joven e ingenuo, pensaba que era imposible morir de filosofar.
En el humano existen tantísimos vacíos, que de manera recurrente llegamos a llenar con actividades que se convierten en vitales. Hay quien decide escribir, hay quien prefiere estudiar, pero la mayoría del mundo ha elegido trabajar.
Por supuesto, trabajar no siempre es el peor de los males, es decir, el tiempo se consume ridículamente durante los años vitales que posee un ser humano, y donde, desde el punto de vista físico está más activo, de forma vertiginosa. No es raro encontrarnos con jubilados que dicen que la vida les ha pasado en un abrir y cerrar de ojos. ¿Pero acaso no es cierto? En el mejor de los casos una persona comienza a trabajar desde tempranos sus 20 años de edad, hasta tranquilamente sus 65 años. Cuando alguien lleva tanto tiempo trabajando… se automatiza todo.
Ahh, pero es válida la pregunta: ¿qué es trabajo? Desde luego, las primeras ideas que se nos acercan están vinculadas al carácter económico de la actividad. Es decir: “el trabajo es el medio que tenemos de ganar dinero”, o “el trabajo es aquello que construye la sociedad”, o trabajo “es una relación social de producción”. Sin embargo, eso apenas asoma el carácter substancial del trabajo como actividad humana.
Por otro lado, el trabajo toma una particular importancia con el nacimiento de la modernidad. No es en vano que Karl Marx escogió el trabajo como objeto de su investigación; y a la relación dialéctica entre el trabajador y trabajo. Kant, abre la modernidad proponiendo una relación sui géneris del sujeto con el objeto, donde el sujeto es capaz de acercase a sí mismo en la concepción y legislatura del objeto, mientras el objeto, a su vez, se convertía en una caleidoscopio del sujeto. Esto, en definitiva, convertía al sujeto inmanente en el actor de su propia trascendencia. Marx, hijo de su tiempo, quizás solo se preguntó: ¿qué pasa si el ser humano se pierde en el reflejo que le brinda el objeto? Pensar en el trabajo, como modo de interacción del ser humano con el objeto no fue azaroso.
Herbert Marcuse, sobre el año 1933, habiendo estudiado junto a Heidegger el existencialismo hermenéutico y fenomenológico, se pregunta aún ¿qué es el trabajo? cuando toma, por primera vez, los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 de Karl Marx. Si bien ya en Marx había un bosquejo filosófico sobre el trabajo, y sobre todo respecto a la idea de trabajo enajenado, Marcuse distingue que el trabajo tiene también otra peculiaridad en su tesitura.
En castellano existen varias palabras para denotar el sentido del trabajo, pudiera decirse: labor para denotar el deber ser de una función específica, por ejemplo: la labor del maestro es enseñar. Se emplea tarea cuando se implica una proyección en el tiempo futuro de la actividad, o como un objetivo pendiente al cual dar término.
En Cuba, por otro lado, la actividad está dotada de otras formaciones lingüísticas, en un registro más coloquial, a saber: pincha o curralo, cuando se refiere a una actividad remunerada en general, aunque bien puede utilizarse en el sentido de la dificultad de la actividad: eso lleva una pincha o algo está bien curralado.
Sin embargo, el trabajo, la palabra misma u otra cualquiera que designe la misma función, están enfocadas, mayoritariamente en vistas a la relación socio-económica que es establecida en el desempeño de esta.
¿Con qué derecho el saber económico determina el concepto de trabajo como actividad de producción y reproducción? ¿Con qué derecho el trabajo y el trabajador son solos aquellos que producen algo?
Hará casi noventa años del texto de Marcuse Sobre los fundamentos filosóficos del concepto científico-económico del trabajo y aún sus preguntas son válidas: ¿Con qué derecho el saber económico determina el concepto de trabajo como actividad de producción y reproducción? ¿Con qué derecho el trabajo y el trabajador son solos aquellos que producen algo?
La evidencia de este fenómeno radica en las obras que sobre el tema del trabajo nos llegan aún hoy.
Véase textos como Repensar el trabajo: Historia, profusión y perspectivas de un concepto (2001), Tratado latinoamericano de Antropología del Trabajo (2020), por solo mentar dos excelentes intentos de acercamiento al problema. Sin embargo, carentes del sentido existencial del trabajo para el ser que lo desempeña.
Marcuse dictamina que el trabajo es el modo-de-ser-en-el-mundo-del-Dasein, y lo es porque el ser humano nunca encuentra sus necesidades satisfechas cuando accede al mundo. El trabajo es un síntoma aún más antiguo, y que es producido por la caída del Dasein en el mundo, es decir: el carácter de carencia originaria al que está sometida la existencia humana. Esta carencia ha tenido muchísimos nombres. Llamémosla fragmentariedad, caída, enajenación. Desde la metáfora bíblica, hasta la búsqueda incesante de la ciencia por lo real, lo fijo. Desde el fuego que nos ofreció Prometeo, hasta el bosón de Higgs, sentimos la falta de algo.
El trabajo no es una actividad esencialmente económica en tanto es su intención de suplir las necesidades de acercamiento del ser humano, de su existencia en tanto tal, al mundo del cual es parte. El ser humano padece la existencia, desde la carencia, porque ha de encontrarse en la ropa que se crea para vestir sus carnes, porque se objetiva en el habitáculo que construye para restablecer sus fuerzas, porque explorando Marte se explora a sí mismo.
Referencias
Hopenhayn, M. (2001). Repensar el trabajo: Historia, profusión y perspectivas de un concepto (Grupo editorial Norma Ed.). Argentina: Grupo editorial Norma.
Marcuse, H. (2016). Sobre Marx y Heidegger: escritos filosóficos (1932-1933) (J. M. R. Cuevas, Trad. J. M. R. Cuevas Ed. 1ra ed.). Madrid, España: Biblioteca Nueva.
Marx, K. (1965). Manuscritos económicos y filosóficos (M. Milligan, Trad.). La Habana: Editorial Política.
Ruiz Arrieta, A. G. [et al]. (2020). Tratado latinoamericano de Antropología del Trabajo (Clacso Ed. 1ra ed.). Buenos Aires, Argentina: Hernán M. Palermo; María Lorena Campogrossi.