¿Milei es el político más popular del mundo?

Más que en grandes teorías, la explicación de por qué el presidente argentino sigue acaparando la atención estaría resumida en dos frases que gritan sus fanáticos.
junio 26, 2024
Toma de posesión de Javier Milei el 10 de diciembre de 2023, foto por la Presidencia de Armenia, bajo licencia CC BY-SA 3.0.
Toma de posesión de Javier Milei el 10 de diciembre de 2023, foto por la Presidencia de Armenia, bajo licencia CC BY-SA 3.0.

“Donde voy soy sensación, de hecho, soy el político más popular del mundo”.

Javier Milei

MADRID (Corresponsal) — Javier Milei lo hizo otra vez: regresó a Madrid, esta vez por unas horas, y los políticos y los medios volvieron a ocuparse de él. Claro, es un “presidente transgresor” capaz de sorprender al más pintado. Y, en este momento en el que la política tradicional está a la baja, logra captar la atención al instante.

 Un ejemplo de ello ocurrió el viernes 21 de junio cuando, luego de ser distinguido por la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, salió al balcón de la Real Casa de Correos, en pleno Sol, para saludar y arengar a cientos de fanáticos que gritaban “¡Milei, querido, el pueblo está contigo!” y “¡La casta tiene miedo!”.

Claro que Milei tiene ruidosos detractores. A pocos metros, en Calle de Alcalá, otro grupo de argentinos protestaban contra su presencia. Eran menos, pero se hicieron notar; algunos de ellos fueron a insultar a los partidarios del presidente. En tanto, frente al Casino de Madrid, donde Milei recibiría otro galardón por la noche, activistas feministas descubrieron sus pechos, gritaron consignas y fueron desalojadas por la Policía.

Difícil de comprobar, pero, quizá, Milei tenga razón y, como él mismo ha dicho, sea el político más popular del mundo, en el sentido de que pertenece al pueblo, como indica la Real Academia Española. Al menos por ahora.

El argentino es un verdadero fenómeno, que incomoda a quienes se sienten más cómodos con la corrección política actual, según la cual el gran enemigo es el cambio climático o la extrema derecha y no Putin, sus socios norcoreanos o el terrorismo islámico. Están más a gusto con líderes mucho más moderados, pero que en las elecciones europeas sumaron fracasos —Macron, Scholz y Sánchez, por ejemplo—.

En términos democráticos, la voz del pueblo es la voz de Dios (vox populi, vox Dei). Por eso, causa sorpresa y hasta preocupación que políticos supuestamente democráticos se nieguen a respetar el voto mayoritario. Porque la voluntad general, cuando no hay elecciones, se expresa en manifestaciones o en encuestas de opinión.    

Algunos dirán que estas manifestaciones a favor de Milei —en el estadio Luna Park de Buenos Aires y en las plazas de Córdoba y Rosario reunieron a miles de personas— deberían ser consideradas como las marchas convocadas por el peronismo. Bueno, hay una gran diferencia.

Mientras las convocatorias del peronismo son organizadas por el partido y a ellas muchos concurren a cambio del popular sándwich de chorizo (“choripán”), de dinero, o directamente bajo coacción, las de Milei son espontáneas. El presidente, otra curiosidad, prácticamente carece de estructura partidaria.

Si vamos a las encuestas, para tener un dato más “científico”, la de Opina Argentina, publicada en mayo por el sitio de noticias Perfil, informa que el 53% de los argentinos está a favor del gobierno. Un porcentaje similar al que Milei obtuvo en el balotaje de 2023.

El segundo grito que distingue a los seguidores de Milei tiene implicancias más profundas. El hartazgo de los argentinos con los políticos tradicionales es totalmente comprensible. Desde 1983, el país sigue a la deriva, siempre a punto de chocar con el iceberg, como el legendario Titanic.

En ese contexto, Milei, como buen político, mal que le pese, creó un enemigo para ganar las elecciones. No fue el socialismo ni el populismo, sino, la “casta”, un concepto popularizado en España por Pablo Iglesias, en el nacimiento de Podemos.

La “casta” abarca no solo a los políticos sino también a los empresarios prebendarios, a los sindicalistas corruptos y a algunos medios de comunicación. ¿Qué tienen en común? Todos viven, en mayor o menor medida, del Estado. Es decir, de los impuestos que paga la clase media empobrecida.

Muestra de que Milei tiene algo de razón, más allá del marketing de campaña, es que los políticos que perdieron las elecciones —siempre hay que recordarlo— han montado una verdadera “máquina de impedir” que funciona en el Congreso y que ha retrasado sus principales medidas, como la Ley Bases.

Por su parte, intelectuales, medios y artistas que perdieron el dinero que les llegaba del Estado han emprendido una verdadera batalla verbal contra el presidente. ¿Qué dicen? Que es autoritario, que quiere desmantelar el Estado o que está enamorado de su hermana Karina. Cualquier argumento, disparatado, sacado de TikTok o inventado le sirve a una “casta” que, en efecto, parece aterrorizada.

Quizá estas razones, encapsuladas en unas pocas frases populares, expliquen el magnetismo que aún produce Milei. Porque, de seguro, no lo son sus largos discursos cargados de alusiones a economistas y teorías que la mayoría desconoce. Ni su batalla contra un “socialismo” que, al menos en Europa, tiene poco y nada que ver con el que alguna vez aplicaron Stalin o Mao.

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