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Según orienta Michel Foucault, la genealogía se encarga de verificar cómo acontecimientos históricos aislados temporalmente, proporcionan una misma concepción referente a cualquier fenómeno; incluso si se trata de algo tan mutable como las sociedades de control y el capitalismo como espacio de su libre expresión. Tal fragmentación, conserva para su análisis teórico, un nexo o punto en común que configuraría el esbozo de dos elementos tales como la novela 1984 de George Orwell, y la propuesta cinematográfica The Wall. Amén de las lógicas circunstanciales, el enfoque de Karl Marx representa una clave desde la cual asumir el estudio de cada acontecimiento teniendo en cuenta sus aciertos e interacciones.
1984 y el Problema del Control
La novela 1984 deja al lector- cualquiera que sea-, la sensación de contacto y la imagen amarga de la sociedad de control en su expresión más inclemente. George Orwell recrea un ambiente artificial de elementos, matizado con los factores clásicos del capitalismo. Mediante la más sutil y precisa de las metáforas se asoma (el gran hermano), y se asegura claridad discursiva en cuanto a la omnipresencia del Estado desde su característica particular de la vigilancia constante.
Precisando este propósito, Orwell inserta las telepantallas y la Policía del Pensamiento como dispositivos centinelas, pensados en arreglo a una experiencia vital, cuya misión es fiscalizar la reproducción del sistema desde el sometimiento de los individuos. De modo que, indiscutiblemente, el grado de exactitud empleado describe al Estado desde su cualidad de la centralización del poder. No obstante, intervenir en el análisis de este proceso, es el equivalente a develar cómo funciona el desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad burguesa.
Pese a todas las reservas, se presenta un tema estridente fruto del desconocimiento y del interminable monólogo que supone el modo capitalista: la enajenación.
El Lado Nefasto del Muro
No hay incertidumbre posible cuando se interroga acerca del éxito del capital. En absurda región está la respuesta. No está en el afuera de la teorización macabra de difícil acceso, sino en el propio esfuerzo del obrero atrapado por el signo de la enajenación. Se trata de una forma manifiesta de renunciar a la esencialidad humana que solo admite como fórmula para su erradicación el despertar de la conciencia de clase.
La propuesta cinematográfica de Alan Parker (The Wall) sintetiza y deja en evidencia el manejo tormentoso de lo instructivo como actividad espiritual. Con el ámbito de la educación en manos del Estado, las acciones y aspiraciones personales se reducen a la adquisición de una ideología: “siendo el capitalista el dueño de los medios de producción, pero también eventualmente, propietario de otros lugares concebidos por analogía (la casa familiar del obrero, la escuela)”.[1] Por tanto, el proceso de elaboración y recepción de contenidos escolares está diseñado para contener a las masas populares.
Así pues, se manifiesta cierto orden o sucesión de los acontecimientos, viendo la enajenación del trabajo como la base real de las restantes formas enajenación social a través de las diferentes formas de la actividad espiritual: religiosa (hombre vs. Dios), política (hombre vs. Estado) filosófica (hombre vs. espíritu absoluto). Desde este análisis lógico, Marx aprecia su gestión en la fundamentación teórica de una crítica al orden social estructurado en Inglaterra a lo largo de la revolución burguesa.
Dado este panorama, no es una ficción considerar que las sociedades de control se han institucionalizado como zona de confort del capitalismo. La premisa para una correcta percepción subjetiva del problema, no puede ser otra que el estudio activo de las propiedades particulares de cada colectividad. Es en este recinto donde el pensamiento de Marx funciona como una guía de orientación práctica, en tanto pone en relieve todos los problemas relacionados con el lenguaje de la enajenación, sus manifestaciones y las claves para combatirlo. El resultado de dichas operaciones solo puede ser la renovación del sistema de relaciones sociales desde una experiencia que no conduzca a ser otro ladrillo más en el muro deforme del capitalismo.
Notas
[1] Deleuze, Gilles: Posdata sobre las sociedades de control, en Christian Ferrer (Comp.) El lenguaje literario, Tº 2, Ed. Nordan, Montevideo, 1991, pág.3.