La afirmación de David Hume, de que más allá de mis sensaciones el mundo no existe, resulta (aun en la actualidad) una posición filosófica atractiva. Para aquellos que se inician en la filosofía, el idealismo subjetivo nunca pierde su encanto, sobre todo, por la “seguridad epistemológica” de solo atenerme a lo que me brindan mis sentidos, y a no arriesgar las verdades de mi espíritu a los confines grises de la metafísica totalizadora. Esta posición, que un hombre muy sabio designó “flor estéril de la filosofía, pero flor al fin”, tenía como objetivo ejercer como oposición militante a los densos y dogmáticos tratados de filosofía de la época (a lo Christian Wolff), que pretendían definir todos los objetos del mundo como accesibles y cuantificables por la filosofía. Esta posición, la crítica de la causalidad, que en aquel momento despertó a Kant de su sueño dogmático necesita ahora, más que nunca, despertar a la filosofía de sus pretensiones metafísicas a través de todo el siglo XX.
Este es el acometido de Markus Gabriel en su célebre conferencia “Por qué el mundo no existe” de 2014, dictada, para regocijo de Latinoamérica, en Morelia, México. ¿Significa esto que, como la “Parábola de los ciegos” de Brueghel el Viejo, tanteamos a ciegas un mundo desconocido que no existe? Para nada. Depende, más bien, de lo que llamamos “mundo”, pues la crítica de Gabriel va dirigida hacia aquella pretensión científica-filosófica de concebir al mundo como una totalidad única, como un “monismo ontológico”. Asistimos en el siglo XX a lo que Heidegger llamo “época de imagen del mundo”, una eufórica carrera por definir de un manera única y clara lo que diversas posiciones llamaban mundo.
El problema principal de este empeño es que la pretensión ontológica se trasformó en metafísica. Aquí Gabriel entiende como ontología a una investigación sistemática de la existencia que, a su vez, dé cuenta (paradoja en apariencia) de cómo existen las cosas sin estar en el mundo. ¿Cómo entender este entuerto? Considerando, junto a Kant y Hegel, que la existencia no es una propiedad “propia” sino lógica o metafísica. Efectivamente, no podemos poner a la existencia junto a otras propiedades como el color, sino en un conjunto más abstracto como la consistencia, la autoidentidad, el ser; que son propiedades lógicas y requisitos para tener propiedades propias.
Ante el problema, la metafísica tradicional propone a la existencia como propiedad de orden superior, como “sustancia”: existir es ser sustancia. Para otros, como Heidegger, existir es estar en un dominio que contiene algo. Para Gabriel, la “ontología del dominio” tiene prevalencia sobre la “ontología de sustancia”. O, lo que es lo mismo, el pluralismo ontológico (la pluralidad de dominios) siempre es más certera cualquier monismo de ontológico que proponga un dominio único que los englobe a todos. Veremos ahora por qué.
El Nuevo Realismo es un “realismo neutral” como pluralismo ontológico, y “realismo anárquico” porque niega todo idea de centro ya sea antropocentrista o cosmocentrista. En ello estriba el valor fundamental de nuevo realismo.
El mundo no existe en Gabriel, sobre todo, por la incapacidad de sus defensores de argumentar la existencia de este dominio único omnicomprensivo. Para ello presenta cuatro argumentos:
- Argumento de la lista: El mundo no se compone de objetos, sino de hechos, pues cada objeto existe como referencia de otro ad infinitum. Por ello, la limitación metafísica del problema de la causalidad que, tarde o temprano, tiene que conceder una primera “causa sin causa”, un “motor inmóvil”, etc.
- Argumento de la imposibilidad de auto inclusión: Si existir es aparecer en un dominio, ¿puede existir un dominio de dominios que los englobe a todos? Otro problema ad infinitum que se explica por si mismo, y que la metafísica falla en explicar. ¿Podría, este dominio, ser la mente? He aquí la salida idealista que, tarde o temprano, debe brindar un dominio común que englobe al pensamiento y a la materia. A la postre, otro callejón sin salida.
- Argumento de la alegoría de los cubos:
Idea original de Putnam, tomada aquí en otro sentido: Si se colocan sobre una mesa tres cubos de diferente color, ¿cuántos objetos se podrán ver? El físico teórico los contará desde el punto de vista de las partículas, y dirá que hay mucho mas de tres. El sujeto común dirá tres. Aquel que lo vea como una obra de arte dirá uno. Y así una larga lista de interpretaciones diferentes. Cada respuesta es distinta y verdadera en tanto abarca diferentes “sentidos” para comprender los cubos.
- Argumento de la concreción injustificada:
Si es cierto que el mundo está compuesto de objetos, también es cierto que sólo percibimos objetos específicos, nunca al “objeto en sí”. Lo cual implica que se abran innumerables campos de sentido para apreciar esos objetos.
Todo ello lleva a Gabriel a afirmar que el mundo no existe, a defender su “visión sin mundo”, de que no existe un todo accesible por métodos científicos. Se puede notar, entonces, que el mundo no existe no desde el punto de vista del sentido común, sino desde el punto de vista filosófico que pretenda englobar ese concepto en un único campo de sentido. Defiende junto con Heidegger la necesidad de superar la “imagen mundo anterior” con la defensa de nuevas tendencias políticas. No, por supuesto, con el nacional-socialismo de Heidegger sino, mas bien y, al contrario, defender que el mundo no existe es aborrecer “… cualquier forma de teología política o cualquier variante de políticas totalitarias utópicas.” Ya que “La libertad, entre otras cosas, es libertad respecto al ritual fetichista de fundamentar nuestro pensar en una entidad, principio o sistema de reglas o leyes totalmente abarcador.” Pues, y en definitiva “… Somos libres y la contribución de la filosofía al «progreso de nuestra conciencia de la libertad», para citar la famosa definición hegeliana de historia, consiste en la detallada y cuidadosa refutación de las falacias de nuestro tiempo.” (Gabriel, 2016)
El Nuevo Realismo es un “realismo neutral” como pluralismo ontológico, y “realismo anárquico” porque niega toda idea de centro ya sea antropocentrista o cosmocentrista. En ello estriba el valor fundamental de nuevo realismo. Se equivoca grandemente aquel que lo interprete como verborrea especulativa e innecesaria. Al contrario, toda justificación lógica y ontológica en el Nuevo Realismo siempre desemboca en un opúsculo ético y político, en una encarnizada defensa del pluralismo y del derecho de la diferencia a existir.
Referencia:
Gabriel, M. (2016). ¿Por qué el mundo no existe? En Ramírez, M. T. (Ed.), El nuevo realismo: La filosofía del siglo XXI. Mexico DF: Siglo XXI Editores.