Manifestaciones en Washington DC – Segunda Entrega

Agresividad y empobrecimiento espiritual
enero 8, 2021
Manifestaciones en Washington Propaganda

En su artículo de 1921, Psicología de las masas y análisis del yo, Sigmund Freud escribía: «En la vida anímica del individuo, el otro cuenta, con total regularidad, como modelo, como objeto, como auxiliar y como enemigo» (Freud, 1976, p. 67). Sobre la base de un modelo ético-pulsional que desarrollaría años después en su El malestar en la cultura, quedaba claro que el individuo tenía como triste elección el ser el recipiente de su propia pulsión de muerte, o elegir proyectarla al otro. Y el hombre, evidentemente, tiene poco o nada de tonto y la mayoría de las veces elige proyectar su agresividad en los otros para protegerse a sí mismo. Los sucesos del 6 de enero en Washington DC confirman este axioma freudiano.

En una entrada anterior se intentó sugerir a los principios de la propaganda de Edward Bernays como posible explicación a los lamentables sucesos. Pero, ¿cómo explicaría Bernays la presencia de Q-Shaman en las manifestaciones? ¿Podría la racionalidad científica explicar el comportamiento de este individuo, disfrazado de nativo americano? Poco o nada puede decir. Presencias como esta y la del mismísimo Batman, hablan más bien de un comportamiento subnormal y embrutecido de una minoría de representantes conspiranoicos de la base electoral de Donald Trump que, en su mayoría (aunque mal encaminados) son sujetos de derecho con demandas legítimas.

Acudamos al padre del psicoanálisis por respuestas. En su texto de 1921, Freud se pregunta si se podría hablar de la existencia de una pulsión social, esto es, la ampliación metodológica de sus teorías al marco de la psicología social. Se pregunta si el simple agregado de personas puede generar esta pulsión, o si tiene su génesis en la familia. La dificultad estriba en que, según Gustave Le Bon, padre de la psicología de las masas, mientras el comportamiento individual puede tener alguna heurística, el hombre fundido con la masa la pierde por completo.

Y tiene toda lógica desde el punto de vista filosófico, pues el hombre (hegelianamente hablando) como genuino sujeto o universal concreto, pura actividad consiente de sí, se ve obligado a entrar en un grupo del que solo puede formar parte como universal abstracto, como fuerza ciega ejecutora de los designios de su líder, y no como auténtico ser humano. Poco importa a Trump que su seguidor sea amante de las flores, coleccionista de estampas o furibundo lector de Víctor Hugo. Lo que importa acá es que abandone todas sus determinaciones «superfluas» y se concentre en ser paladín de la libertad y la democracia en una guerra contra el otro.

En la masa se desmonta la superestructura psíquica del sujeto. Dejando abierta la prisión eterna de lo inconsciente, el individuo deja de serlo y se convierte en puro y ciego desear. Ello lo provocan dos elementos; en primer lugar, a mayor número de personas, pueden aflorar en el sujeto instintos que, como individuo, pueden resultar vergonzosos; en segundo lugar, como el grupo es anónimo, como no se sabe quien lanza la piedra ni quien dispara el fusil, se diluye el super yo y todo sentimiento de vergüenza o arrepentimiento que trae consigo.

¿Cuáles son estas características que emergen en el grupo? Según Freud: «Las propiedades en apariencia nuevas que entonces se muestran son, justamente, las exteriorizaciones de eso inconsciente que sin duda contiene, como disposición (constitucional), toda la maldad del alma humana…» (Freud, 1976, p. 71).

Constituyen aquí, como modos de diseminación principales, la sugestibilidad y el contagio. Como ya se dijo anteriormente, una teoría conspiratoria no surge de la nada. Las diversas y locas teorías que tienen su germen en 4chan, tienen como causa la falta de trasparencia y ética de parte de la política norteamericana, el daño colateral, el «fuego amigo», el «eres mi amigo o mi enemigo»; sobre esa base se forman diversas teorías como el pizzagate. Una vez creada la sombra de la duda, la sugestibilidad, se inicia el contagio con estas redes sociales. Es mucho más fácil proyectar sus inseguridades en el otro que lidiar con las suyas propias. Cabe decir, por supuesto, que el carácter destructivo de una masa depende de su líder. Existen y existirán masas autoconscientes, auténticos sujetos revolucionarios; todo depende de que exista una idea pura, exenta de egoísmo, humanista, y que ponga al hombre como fin y no como un medio para fines individuales.

No es, evidentemente, el caso en cuestión. Entonces, ¿Qué le permite a Trump construir esta pequeña parte de su base electoral, con rasgos tan marcados de agresividad y estulticia? Según Freud: «Inclinada ella misma a todos los extremos, la masa sólo es excitada por estímulos desmedidos. Quien quiera influirla no necesita presentarle argumentos lógicos; tiene que pintarle las imágenes más vivas, exagerar y repetir siempre lo mismo» (Freud, 1976, p. 71). Ya se habían observado las semejanzas del discurso de Trump con otros principios de la propaganda: es mucho más fácil tildar al latinoamericano de violador que explicar su labor vital en la economía norteamericana; también es más sencillo disminuir el impacto de la pandemia que tomar medidas serias. Su imagen de hombre fuerte, de millonario hecho a sí mismo, refuerzan también el discurso.

Todos estos argumentos son falaces, en especial los últimos dos: un hombre de 76 años, de infectarse realmente, tiene que haber acudido a todos los medios posibles (incluida la «comunista» vacuna Sputnik); y, por otra parte, cada vez se hace más evidente que está arruinado totalmente. Pero poco importa todo esto a su masa. Esta masa de personas enajenadas ha dejado atrás todas sus capacidades lógicas. Y aunque algunas veces, en inesperados episodios de lucidez, han caído en la irracionalidad del proyecto que defienden. Poco les ha importado; ante la incapacidad de resolverlo, han decidido poner toda su silogística nuevamente a dormir.

Una vez más cabe preguntarse: ¿cuál será el destino de la base votante de Trump? ¿De ser expulsado antes de tiempo se convertirá en un mártir?  Los demócratas que anuncian triunfantes una posibilidad de impeachment, tampoco son capaces de lidiar con la verdad: Trump ha ganado, pues ha llevado a término su mandato y ha construido a una masa que, en considerable minoría, mataría por él.  Se podría volver al pasado y buscar otros referentes teóricos para entender el presente. Pero creo que, por ahora, lo más prudente es esperar y observar cómo se recupera la magullada democracia norteamericana.

Referencia

Freud, S. (1976). Obras Completas (2 ed. Vol. 18). Buenos Aires: Amorrortu.

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