magia nórdica
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Magia en la Escandinavia pagana

Existía una diferencia entre el culto oficial, realizado por los líderes políticos y jefes de familias y el culto más natural, asociado a los poderes femeninos. Uno cargado de fuerza e imposición  mientras que el otro de intuición y poder primordial.
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A pesar del empeño de muchos en demostrar lo contrario, hasta ahora no existe ninguna evidencia certera de que en la Escandinavia pre vikinga existiera una estructura religiosa y dogmática similar a las grandes religiones monoteístas. En primer lugar, es preciso aclarar que la concepción de lo divino para los pueblos escandinavos tiene un origen pagano muy anterior a la llegada del cristianismo a esas zonas del norte europeo, lo cual constituye en sí una pista para comprender una importante diferencia entre ambos credos. También hay que decir que su desarrollo no fue homogéneo, pues su mitología obtuvo diversas influencias, desde sus primos los chamanes samis, los vecinos eslavos y hasta de los mismos cristianos.

Según el historiador de las religiones Neil Price (2002) los académicos de hoy prefieren no referirse a esta espiritualidad como una religión, sino más bien como un sistema de creencias, aunque este término podría prestarse a confusión si lo vemos como un culto rígido y sistemático. La verdad es que sabemos muy poco de cómo se vivía la espiritualidad en tiempos tan remotos, aun así, intentaremos desentrañar un poco esta madeja tan misteriosa.

Las fuentes que tenemos para conocer la magia nórdica son en su mayoría posteriores a esta etapa, como las Eddas (recopiladas entre el siglo XII y XIII) y las Sagas, que deben ser leídas con cuidado y desde la perspectiva de su época. Fuera de esto existen unos pocos restos arqueológicos, bastante difíciles de interpretar, el cronista sajón Adán de Bremen (siglo XI) y algunas pinceladas en textos de historiadores romanos como Tácito (siglo I). Esta escasez de información responde a que los nórdicos no pusieron nada de esto por escrito y mantuvieron el culto vivo a través de la tradición oral, pues solo contaban con el alfabeto rúnico, el que no utilizaban para grabar grandes textos.

Según el académico francés, Régis Boyer, el culto a los dioses del panteón nórdico careció de una organización institucionalizada, pues no existió una figura especializada en el sacerdocio; más bien dependían en el ámbito privado de los jefes de familia y en el ámbito público de sus líderes políticos: los denominados Goði. En general este término aparece asociado a un dios específico, por ejemplo: freysgoði, o sea, el goði de Frey, lo cual indica que este consagraba el culto a un dios en concreto (Boyer, R, 2000, p. 61). Estos eran los encargados de la protección de su gente, no solo de manera legal, sino también religiosa.  En sus manos estaba organizar sacrificios a los dioses para garantizar la paz y las buenas cosechas y también eran los que cargaban con las culpas si algo iba mal. Este culto era bastante sencillo y muy práctico, estaba basado en las tradiciones orales. Los lugares donde se realizaban eran en un principio al aire libre y poco a poco fue evolucionando y trasladándose al interior de grandes salones o a algún tipo de templo.

Dentro de la granja, las mujeres comunes tenían sus rituales y oraciones para la vida cotidiana, los embarazos, los partos, las horas de tejido, etc. Ellas tenían un papel fundamental en el ámbito mágico, según el historiador romano Tácito: «…piensan que hay en ellas algo santo y profético, por lo que no desprecian sus consejos ni desdeñan sus respuestas» (Tácito, C, 2017, p. 68). Esto al haber sido escrito en el siglo primero podría parecer muy lejano, pero se mantuvo así hasta muy entrada la era vikinga; pero al llegar la cristianización lo primero que se hizo fue apartar a la mujer de las labores médicas tildándolas de brujas.

Ahora bien, al margen de la religiosidad y el culto oficial, existían personajes relacionados con poderes ocultos, que vivían apartados de la sociedad y viajaban de pueblo en pueblo respondiendo a preguntas sobre el futuro de los interesados. Estas figuras eran en su mayoría mujeres, aunque también existen ejemplos de hombres. Esto se debe a que su práctica por parte de los hombres era mal vista en la sociedad, pues se asociaba con la falta de virilidad. Los hombres que la practicaban eran considerados afeminados (ergi), quizás a causa de la vestimenta o del papel pasivo que jugaba el vidente durante los trances. La representación de dichas mujeres, a veces hasta de forma marginal, las diferenciaba mucho del contexto religioso oficial. Por su poder y conocimiento para contactar con el otro mundo se encontraban en una posición ambigua: eran temidas, pero a la vez necesarias en tiempos de incertidumbre.

No todos los practicantes de estas artes mágicas pueden englobarse en un mismo tipo de magia. Para entender mejor haremos una división del uso de esta. En un extremo tenemos a aquellos que pueden predecir el futuro y cambiarlo mediante rituales y a aquellos que lo predicen sin practicar la magia; en un segundo grupo están quienes pueden cambiar el futuro empleando magia instrumental; y en un último grupo, las personas que solo pueden extraer información del futuro, pero no cambiarlo (Jochens, 1991, p. 306). Parece ser que la mujer dominaba el primer tipo de magia, lo cual se puede ver en la Edda Poética donde tanto mujeres divinas como humanas predicen el futuro sin ayuda de la magia. No obstante, en diferentes Sagas el forsja (regalo) se ve atribuido, tanto a hombres como mujeres.

Tenemos diferentes tipos de práctica mágica. La primera y mejor definida es el spà, esta era la magia profética usada por las volur (el seiðr y las runas también se usan para predecir el futuro). Aunque el apelativo de vǫlva se reserva para las mujeres, algunos hombres también usaban el spà, pero de manera muy restringida. El mismo Odín, quien en «Hávamál» dice conocer magias que nadie más conoce, no parece dominar el spà y se ve obligado a consultar a una vǫlva para que le haga profecías. Esta magia fue más respetada que el seiðr, a pesar de que ambas tienen las mismas características proféticas. La diferencia parece estar en que el spà se relaciona con el ørlog o ley primitiva, asociada a las Nornas, y se cree que va directamente a la fuente primaria para la predicción, mientras que el seiðr emplea a los espíritus como medio.

Por otro lado, el seiðr es un concepto de magia muy extenso, que incluye la que se emplea para las batallas, para causar tormentas, hacer profecías, ilusiones, crear pociones, cambiar de forma, etc. Parece ser una magia de tipo mental, actuando de forma tanto física como psicológica; muy parecida a los poderes chamánicos. Este tipo de magia solía tener mala reputación, probablemente debido a su origen, tanto como magia practicada por mujeres o ya como magia traída por los pueblos lapones. En las Eddas se presenta a los dioses Vanir como los poseedores originarios de estos conocimientos, siendo la diosa Freyja la principal portadora de esta magia.

En tercer lugar, tenemos la magia rúnica, que también tiene un espectro de aplicaciones muy amplio. Esta magia estaba aparentemente pensada para los hombres y esto se basa en que, de todas las inscripciones rúnicas con fines mágicos, solo una es de origen femenino. Sin embargo, en la Edda Poética se da a entender que el conocimiento rúnico iba por clase social y no por sexo. Por ejemplo, en «Rígsþula», Rig solo enseña runas a Jarl y a Kon, o sea, a grandes señores y reyes.

Por último tenemos el galðr, una magia simple y masculina para contrarrestar la ritualidad y feminidad del seiðr. Según Higley (1994), quien hace una comparación entre estas magias, el seiðr era considerado magia sucia y de mujeres, mientras que el galðr era magia honorable y de hombres. Una muestra clara de esto es el «Hávamál»: una serie de lecciones para hombres honorables dictadas por el mismo Odín. El mismo define el carácter masculino de esta magia diciendo que conoce hechizos que ninguna mujer conoce y que no enseñaría a ninguna niña o mujer.

Visto todo esto, podemos concluir que existía una diferencia entre el culto oficial, realizado por los líderes políticos y jefes de familias y el culto más natural, asociado a los poderes femeninos. Uno cargado de fuerza e imposición  mientras que el otro de intuición y poder primordial.

Bibliografía

Boyer, R. (2000). La vida cotidiana de los vikingos (800-1050). Medievalia.

Frodi, S. (1986) Edda Poética. Alianza Editorial.

Higley, S. L. (1994) “Dirty Magic: Seidr, Science and the Parturating Man in Medieval Norse and Welsh Literature”. Essays in Medieval Studies, Vol 11.

Jochens, J. (1991) “Old Norse Magic and Gender” en: Scandinavia Studies, Vol 63, Nº 3. University of Illinois Press.

Oxenstierna, E. G. (1966) Los vikingos. Ed. Caralt

Price, W. S. (2002). The viking way: religion and war in late Iron Age Scandinavia. Aun 31.

Tácito, C. (2017.). Agrícola- Germania-Diálogo sobre oradores. Ed. Biblioteca Clásica Gredos.