Por esas cuestiones misteriosas, de la heurística de Facebook, llegó a mi recientemente un artículo de blog del año 2018 con el título “Un experimento comprueba que la realidad no existe hasta que es observada”. Aquí describía el autor, con mucho asombro, el efecto fascinante de un átomo de helio que describía trayectorias diferentes en dependencia de la intromisión del observador (por medio de rayos láser) en su movimiento. Consideraba, con mucho interés que existen determinados comportamientos que, “…hasta que no son medidos, hasta que la mirada del instrumento no se posa sobre ellos, permanecen en un estado de indefinición que desafía toda lógica: son y no son, están vivos y muertos, son ondas y partículas. O, de otra forma, no existen o son todo a la vez. La potencia infinita del vacío.”(Mar G, 2018) Lo cual se podría acercar, en este punto de una manera mística y oscura, a la afirmación hecha por Macedonio Fernández de que «Lo no-idéntico está exento de muerte»(Noceti, 2015). O, dicho de otra forma, que aquello que no es penetrado por la percepción del sujeto, está más allá de la dicotomía entre vida y muerte.
Sin embargo, en presencia del observador, continúa, estas partículas se comportan del tal manera que parece, por la propia naturaleza de su quantum weirdness, exista “…la posibilidad de que la conciencia sea una propiedad constitutiva del universo. Si la conciencia también existe a nivel cuántico este tipo de comportamientos podría explicarse como el efecto de mente sobre materia.”(Mar G, 2018) Efectivamente, y como nunca antes, la física se ha convertido a un bien común sujeto a vulgarizaciones “New Age” por parte del internet y la prensa en general.
Pues de lo contrario, y antes de la existencia del hombre, la vida de un átomo de Helio sería muy aburrida, en la medida en que no existía un científico juguetón que pusiera barreras a su movimiento normal y gris de partícula. Como propuesta de solución de este problema, se erige la filosofía de Quentin Meillassoux. Propuesta que, en toda regla, constituye una crítica de las condiciones de posibilidad de acceso del hombre al mundo; y que, con maestría de la sospecha, nos invita a preguntarnos por el valor de diversas posiciones “superadas” en la filosofía.
Esta es una especulación tan perfectamente posible como todas. Sin embargo, me permito levantar a este quantum weirdness la siguiente objeción: ¿Serían igual de carismáticas estas partículas antes de la existencia del Hombre en la tierra? ¿Es posible este vulgarizado universo cuántico antes de la existencia del Hombre? El problema aquí no es con la física cuántica, sino con la percepción de que estos comportamientos, para existir, deben tener como condición sine qua non la existencia del hombre. Pues de lo contrario, y antes de la existencia del hombre, la vida de un átomo de Helio sería muy aburrida, en la medida en que no existía un científico juguetón que pusiera barreras a su movimiento normal y gris de partícula. Como propuesta de solución de este problema, se erige la filosofía de Quentin Meillassoux. Propuesta que, en toda regla, constituye una crítica de las condiciones de posibilidad de acceso del hombre al mundo; y que, con maestría de la sospecha, nos invita a preguntarnos por el valor de diversas posiciones “superadas” en la filosofía.
En primer lugar, está el problema de la relación con el absoluto, rescatado de las reflexiones de Locke y Descartes sobre las diferencia entre cualidades primarias y segundarias. Si bien existen cualidades secundarias que pertenecen a la subjetividad (entre ellas la más evidente es el color), también “…tiene sentido pensar como propiedad del objeto en sí a todo lo que puede ser formulado del objeto en términos matemáticos.”(Meillassoux, 2015, p. 26). Estas últimas, las cualidades primarias, fueron un tesoro preciado por el saber metafísico anterior a Kant. Se consideraba mejor o peor un texto de metafísica en la medida en que pudiera determinar con más claridad qué entender por sustancia. Kant rompe esta relación. A partir de aquí existen dos tipos de representaciones: las universales y las contingentes. La imposibilidad, a partir de este punto, de acceder a la cosa en sí; convierte a la objetividad en un consenso intersubjetivo e histórico, y no en una relación de identidad entre el objeto y la cosa.
No se trata aquí de una crítica a posteriori de la revolución kantiana. Fue, por supuesto, revolucionaria y necesaria en su momento. Se trata, más bien, de la critica a la concepción viciada que se desprende de ello, concepción que define Meillassoux como “correlacionismo”. Por ello entiende “…la idea según la cual no tenemos acceso más que a la correlación entre pensamiento y ser, y nunca a alguno de estos términos tomados aisladamente”(Meillassoux, 2015, p. 29).
A partir de aquí, el mundo solo tendrá sentido en la medida en que se presente en relación con una conciencia que lo piense. El paso del período precrítico al correlacional se define, entonces, como el paso del sustrato al correlato. Y entre estos correlatos, hay dos que destacan en la contemporaneidad: la conciencia y el lenguaje. No por gusto llamados “objetos mundo”(Meillassoux, 2015, p. 32), generan un universo de representaciones y relaciones con los objetos pero, a su vez, necesitan de la existencia un mundo exterior a ellos que les confiera sentido, siempre son referencia de algo.
La filosofía en Meillassoux, alcanza una nueva revolución comparable a la de Kant. Los factores expuestos aquí son meramente el inicio de su razonamiento. Se hace evidente que levanta una ética formidable desde estos fundamentos y, sobre todo, el advenimiento de una filosofía de la relación objeto-objeto.
Sin embargo, y volviendo a nuestro átomo de helio, podemos afirmar que existía antes de que una conciencia pensara en él o un lenguaje lo nombrara. Efectivamente, existen entre nosotros numerosos fantasmas epistemológicos que escapan al correlacionismo. Entre ellos los más evidentes son los numerosos datos ancestrales de existencias anteriores al Hombre, al planeta e, incluso, cercanas origen del universo. Los métodos para acercarse a ellos son diversos, el “carbono 14”, aunque su mirada al pasado sea la más corta, es el más conocido de todos. ¿Qué científico puede negar la validez de estos métodos? Pocos o ninguno se atreverían a dudar la verdad química, física y matemática de los métodos de datación. Para Meillassoux, la gran pregunta de este análisis es “¿Cómo captar el sentido de un enunciado científico que se refiere explícitamente a un dato del mundo postulado como anterior a la emergencia del pensamiento, e incluso de la vida, es decir, postulado como anterior a toda forma humana de relación con el mundo?” (Meillassoux, 2015, p. 36).
Plantea entonces una división radical de posiciones filosóficas ante el problema. Descartes, por una parte, afirmaría que tales datos ancestrales son accesibles a través de la matemática, pero ¿Cómo puede existir el referente del enunciado sin el enunciado en sí? El acercamiento matemático, como los objetos mundo anteriores, o presupone la existencia de una realidad concreta cuya representación abstracta son los números (o lenguaje, o la conciencia), o afirma pitagóricamente que el arjé del mundo es el número. Como se ve, y siempre si se tiende al materialismo, estos diversos métodos de acceso presuponen, necesariamente, la existencia de un mundo al cual acceder. (Meillassoux, 2015, p. 41)
El hombre de ciencia, frente al problema, abrazará el cartesianismo por sobre el kantismo. Popperianamente hablando, una teoría de este tipo sólo es falsable por otra en la medida en que permita explicar mejor los datos ancestrales, en la medida en que de mejores determinaciones acerca de esas regiones de la realidad, que la correlación nunca puede acceder. Pero el filósofo, tercamente, añade como corolario a toda afirmación ancestral que “…el acontecimiento x se produjo tantos años antes de la emergencia del hombre”(Meillassoux, 2015, p. 42). Pues la correlación no puede pensar, como se podría desprender de esta posición cartesiana, que el pensamiento es sólo la emergencia de la manifestación en el ser, que su existencia es mera contingencia (Meillassoux, 2015, p. 43).
Visto correlacionalmente, el enunciado ancestral es, por una parte, objetivo y comprobable científicamente en la intersubjetividad de una comunidad científica; pero, por otra parte (y se si quiere ser fiel a sus principios) un objetivo sin objeto, ya que es imposible designar como objetivo a un evento cuya ocurrencia es anterior a la existencia de objetos pensables. Aquí tenemos, pues, una tesis fundamental en Meillassoux, que denomino como el paradójico desdoble cartesiano-kantiano de la verdad ante el problema de la ancestralidad.
Ante lo cual, y con mucha valentía, levanta lo que considero será el elemento fundamental para medir el posicionamiento de toda filosofía actual, a saber que “…todos los correlacionismos se revelan como idealismos extremos, incapaces de resolverse a admitir que esos advenimientos de una materia sin hombre de los que nos habla la ciencia pudieron producirse efectivamente tal como la ciencia habla de ellos” (Meillassoux, 2015, p. 48). De tal forma que la filosofía bien podría, a partir de ahora (y seria, sin dudas, algo de sumo provecho), convertirse en una “filosofía del acceso al absoluto”, y dedicarse a investigar en cuáles de nuestros clásicos se plantean la pregunta por el absoluto, y cuáles son sus razonamientos para llegar a ello.
La filosofía en Meillassoux, alcanza una nueva revolución comparable a la de Kant. Los factores expuestos aquí son meramente el inicio de su razonamiento. Se hace evidente que levanta una ética formidable desde estos fundamentos y, sobre todo, el advenimiento de una filosofía de la relación objeto-objeto. Como afirma Graham Harman, continuador de “materialismo filosófico” de Meillassoux hacia un “realismo especulativo”:
El teatro del mundo está siendo recorrido de punta a punta por diversos objetos que desatan sus fuerzas, muchas veces en total soledad. La bola de billar roja golpea a la bola de billar verde. Los copos de nieve bailan bajo la luz que los aniquila sin piedad. Un submarino averiado se revuelca en el lecho del océano. Mientras un molino escupe harina, un terremoto comprime un bloque enterrado de piedra caliza y una familia de hongos gigantes aparece de la noche a la mañana en el bosque de Michigan. Mientras los filósofos se aporrean entre sí sobre la posibilidad del ‘acceso’ al mundo, los tiburones persiguen al atún y los glaciares golpean contra la costa (Ramírez, 2016, pp. 21-22).
Para desasosiego del correlacionismo, a las cosas muchas veces no les importa el Hombre, más bien, existían antes de su emergencia. El valor de la filosofía de Quentin Meillassoux estriba en devolver la dignidad ontológica de las cosas que, bajo el influjo opresivo del sujeto, habían perdido su valor de análisis en los marcos de la filosofía contemporánea.
Referencias
Mar G, A. (2018). Un experimento comprueba que la realidad no existe hasta que es observada. Cultura Inquieta. https://culturainquieta.com/es/
Meillassoux, Q. (2015). Después de la finutud: ensayo sobre la necesidad de la contingencia. Buenos Aires: Caja Negra.
Noceti, F. (2015). Nota a la presente edición. En Después de ta finutud: ensayo sobre la necesidad. Buenos Aires: Caja Negra Editores.
Ramírez, M. T. (2016). El nuevo realismo : la filosofía del siglo XXI. México DF: Siglo XXI Editores.
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