Lo político en las historias sobre naufragios

Robinson Crusoe y sus iteraciones contemporáneas ilustran la necesidad de soluciones colectivas y de cooperación para que nuestras relaciones sociales sean justas
junio 5, 2023
Pelota Wilson en película Náufrago
Pelota Wilson en película Náufrago (2000)

La película El triángulo de la tristeza (2022), de Ruben Östlund, ha suscitado elogios y críticas como sátira sobre los ricos del mundo. La película sigue el argumento conocido de una historia de náufragos. Un crucero de lujo zozobra tras una desastrosa sesión de bebida entre el capitán (un comunista estadounidense) y un pasajero (un capitalista ruso) en medio de una tormenta, lo que deja el barco vulnerable a los piratas, que lo hacen volar por los aires. Varios pasajeros escapan y luchan por sobrevivir en una isla desierta. 

Sin embargo, su rango social, su clase y sus privilegios desaparecen con el naufragio. Para sobrevivir, no pueden confiar en su poder social predominante: el dinero. En su lugar, cada persona debe actuar en interés propio. Esta situación provoca la depravación de los supervivientes y es este aspecto de la película el que pone en tela de juicio el éxito de su sátira. 

La historia del náufrago ha contribuido a promulgar una visión de la naturaleza humana como eterna e inmutable.

Las sátiras emplean alegorías y fábulas morales para exponer la dinámica social y, a menudo, hacer una crítica política. Pero la corrupción fácil y la competencia despiadada e interesada de cada personaje de El triángulo de la tristeza parecen confirmar, en lugar de enfrentarse, las ideologías dominantes del capitalismo global: salir adelante o morir. 

El tropo de la supervivencia de un náufrago es probablemente más paradigmático en la premiada superproducción de Robert Zemeckis Náufrago (2000), protagonizada por Tom Hanks. La película, sorprendentemente seria, presenta al público una moraleja prefabricada. 

Por causas ajenas a su voluntad, un individuo solitario queda varado en una isla desierta. Obligado a sobrevivir desde cero en condiciones adversas, Chuck Noland (Hanks), demuestra el poder del individuo para perseverar, demostrando su fuerza, ingenio y determinación. La única compañía que Chuck tiene en la isla es una pelota de voleibol que él mismo personifica, bautizándola con el nombre de la marca deportiva que adorna su superficie: Wilson. 

El tropo de la supervivencia de un náufrago es probablemente más paradigmático en la premiada superproducción de Robert Zemeckis Náufrago (2000)

Más recientemente, en El marciano (2015), de Ridley Scott, Matt Damon que cultivaba en Marte, afirma que «una vez que cultivas en un lugar, oficialmente lo has colonizado». 

La historia del náufrago ha contribuido a promulgar una visión de la naturaleza humana como eterna e inmutable. Al sacar a los seres humanos de la sociedad, afloran nuestros instintos de supervivencia, en teoría esencialmente individualistas. 

Sin embargo, las historias de náufragos contribuyen a reflexionar sobre la relación entre los individuos y la sociedad. De esta relación surgen una serie de cuestiones importantes, como nuestro lugar en la naturaleza, nuestra autonomía como individuos, nuestra capacidad para ser colectivos y sociales, y la existencia de distintas formas de poder, desigualdad y dominación. 

La historia de la isla desierta sirve de abstracción para reflexionar sobre lo que es «natural» en nuestra interacción con los demás. En la isla, ¿nos pelearíamos o cooperaríamos? 

El triángulo de la tristeza y otras historias modernas de náufragos se remontan a una de las primeras novelas en lengua inglesa, Robinson Crusoe (1719), de Daniel Defoe. Hoy en día, la mayoría de la gente piensa en Robinson Crusoe como un libro infantil y lo lee en una edición truncada con coloridas caricaturas de Robinson con un gorro de piel y una canoa de troncos. 

Robinson aparece referenciado abiertamente en las obras de muchos escritores célebres, como Alexander Pope, Edgar Allan Poe, Charles Dickens, Virginia Woolf, James Joyce y J. M. Coetzee. Sin embargo, quizá sorprenda saber que también es una de las novelas en lengua inglesa más citadas en la historia de la filosofía, pues aparece en obras de filósofos tan variados como Jean-Jacques Rousseau, Karl Marx y Robert Nozick. Todavía se utiliza como ejemplo clásico en los manuales de economía para discutir los principios fundamentales de la producción y el consumo. 

Más que una historia de supervivencia de un hombre que naufraga en una isla desierta, Robinson Crusoe es también una fascinante fábula moral sobre el individualismo. Aunque muchos lectores consideran que la novela muestra a los seres humanos en un estado ideal de naturaleza, yo sostengo que el libro puede ayudar a arrojar luz sobre el capitalismo como sistema social. 

Trabajo y servidumbre 

El argumento general de Robinson Crusoe resulta muy familiar, pero los detalles suelen olvidarse. Por ejemplo, sólo una parte de la novela transcurre en la isla. La aventura de Robinson comienza con su éxito como mercader que comercia con esclavos, un personaje que encarna el espíritu tanto de la historia del colonialismo europeo como del nuevo impulso voraz del capitalismo primitivo. Robinson se mantiene fiel a este espíritu una vez que naufraga, afirmando que la isla «no tiene sociedad» y declarando la tierra como su reino personal. 

Robinson se convierte en agricultor (utilizando semillas del naufragio), cría ganado de acuerdo con la agricultura europea, caza con mosquetes y atesora oro. En una de las partes más impactantes de la novela, captura y esclaviza a un hombre, al que llama «Viernes», convirtiéndolo al cristianismo. Gran parte de la novela gira en torno al trabajo. Robinson registra meticulosamente su trabajo diario y Viernes se convierte en un instrumento de producción para su amo. 

El miedo de Robinson a los demás se confirma con la presencia de caníbales en la isla. Por suerte, Robinson consigue matar a un gran número de los «salvajes» con sus mosquetes. Con la ayuda de un barco inglés, regresa a Inglaterra con Viernes, su «sirviente más fiel». Robinson ha permanecido en la isla 28 años, dos meses y 19 días. Pero zarpa de nuevo a Lisboa para recuperar los beneficios de sus negocios en Brasil, incluidas las plantaciones de esclavos, antes de regresar a Inglaterra. Defoe escribió una secuela, Nuevas aventuras de Robinson Crusoe, en la que Robinson y Viernes regresan a la isla, donde Viernes muere. 

Muchos de los primeros lectores del libro eludieron el tema colonial, centrándose en la autosuficiencia individual de Robinson. Esto se debe en parte al contexto histórico. Defoe vivió una vida agitada como comerciante y panfletista político tras la Guerra Civil inglesa, un proceso revolucionario que comenzó en 1642 y duró hasta 1688. 
La contienda política entre la monarquía de los Estuardo y los poderes del Parlamento inglés se entrelazó con el desarrollo del capitalismo, la proliferación de un mercado de mercancías y trabajo asalariado y el crecimiento de la propiedad privada en la producción agrícola. La expansión colonial aportó abundantes recursos y se desarrolló el comercio de esclavos. 
El siglo XVII fue también uno de los más significativos en la filosofía política inglesa. La publicación del Leviatán de Thomas Hobbes en 1651 y de los Dos tratados sobre el gobierno de John Locke en 1689 trataron de ofrecer soluciones políticas a los nuevos desarrollos económicos. Al hacerlo, contribuyeron a establecer concepciones claramente modernas de lo que significa ser un individuo. 

Hobbes pensaba que los seres humanos eran fundamentalmente individualistas. Según Leviatán, los seres humanos en «estado de naturaleza» son altamente competitivos, individualistas, belicosos y están motivados por el miedo. La obra afirma que un Estado político fuerte puede ofrecer protección; a este el autor lo denominó «contrato social». 

Locke siguió a Hobbes en su opinión de que un contrato social es el mejor modelo para que los individuos formen una sociedad, centrando su atención en la justificación de los derechos de propiedad individual. En su opinión, una vez que los seres humanos mezclan su trabajo con el mundo natural, creamos la propiedad privada. 

Aunque los estudiosos debaten estas cuestiones, Hobbes apoyaba el colonialismo y Locke justificaba la esclavitud de su época. Defoe estuvo muy influido por Hobbes y Locke, que proporcionan el individuo modelo para la historia de aventuras coloniales de Robinson. 

Más allá del individualismo 

Poco después de su publicación, Robinson Crusoe inició su propia aventura, apareciendo en obras cruciales de teoría política y económica.

A mediados del siglo XVIII, pensadores como Jean-Jacques Rousseau identificaron la creciente desigualdad de la riqueza como causante de los males de la sociedad moderna. Rousseau imaginó un tipo de democracia que permitiera a los individuos ser libres en su toma de decisiones colectiva. 

En el tratado educativo de Rousseau, Emilio (1762), Robinson Crusoe es el único libro que se permite leer al niño. Rousseau pensaba que la novela ofrecía una imagen útil del individuo solitario en el estado de naturaleza, donde puede satisfacer sus necesidades y deseos «auténticos», lejos de las corrupciones de la sociedad. Aunque no habla de la esclavitud, Rousseau utiliza la novela como fábula moral para contrastar las desigualdades del mundo moderno con un idealizado estado de naturaleza. 

En 1789, la Revolución Francesa inauguró la modernidad. Se derrocaron las jerarquías de nacimiento y privilegio y se proclamó la libertad para todos basada en la igualdad de los seres humanos. (Aunque, como señalaron muchos críticos, entre ellos Mary Wollstonecraft, esta idea de igualdad era limitada y excluía a las mujeres). La era de la revolución política inspiró una revolución en el pensamiento. La representación de la esclavitud en Robinson Crusoe y la política del individualismo fueron cuestionadas por G.W.F. Hegel. En su filosofía, los individuos siempre formaban parte de las relaciones sociales y debían pensarse en relación con las comunidades. 

Si los seres humanos son a la vez seres individuales y colectivos, yo, por ejemplo, necesito que los demás me reconozcan como persona que tiene valor y yo reconozco a los demás por su valor. Para que una persona sea libre como sujeto, Hegel pensaba que debe haber un reconocimiento mutuo de que somos libres, junto con instituciones políticas y sociales que permitan que el reconocimiento sea recíproco. Sin embargo, para reconocer colectivamente a los demás es necesario superar la dominación. 

Cuando enseñaba una famosa sección de su difícil, pero impresionante, Fenomenología del Espíritu (1807), Hegel utilizó el ejemplo de Robinson Crusoe para dramatizar una abstracción filosófica en la que el reconocimiento no es mutuo. En su discusión sobre » el amo y el esclavo», Hegel abordó la contradicción entre el amo que domina al esclavo y le hace trabajar, pero que, al mismo tiempo, desea un esclavo que respete su autoridad. En el ejercicio de este poder, el amo niega la humanidad del esclavo, al tiempo que depende de su trabajo. En la novela, Robinson insiste en que Viernes sea su amigo, pero se niega a reconocer la subjetividad de Viernes, dominándolo y beneficiándose de su trabajo. 

Karl Marx cuestionó drásticamente la política de Robinson Crusoe. En El Capital (1867), señaló que sus supuestos sobre la naturaleza humana debían examinarse históricamente. Según Marx, el capitalismo no es «natural», sino un sistema social creado por procesos de fuerza y desposesión colonial. 

Incluso (aparentemente) solo en su isla, el personaje de Robinson refleja las relaciones de clase modernas y los principios económicos capitalistas. Marx analiza el trabajo de Robinson, señalando que se comporta como un capitalista, a pesar de trabajar directamente para su propia supervivencia. Actúa como si produjera mercancías para el mercado, registrando como un contable el tiempo empleado en sus tareas laborales, como fabricar herramientas, construir una canoa, cosechar y criar ganado. Robinson se beneficia de los instrumentos, la tinta y los mosquetes rescatados del naufragio. También se esfuerza por salvar el dinero del naufragio, a pesar de que no tiene ningún valor en la isla. Actúa como si su supervivencia dependiera del mercado, no como un hombre en la naturaleza. 

Aunque critica la descripción que se hace de la autosuficiencia individual, Marx utiliza la novela para considerar la cooperación humana, pidiendo al lector que «imagine, para variar, una asociación de seres humanos libres, trabajando con los medios de producción en común». El trabajo autodirigido de Robinson argumenta, puede ayudarnos a pensar en la posibilidad de que la gente coopere socialmente, con el proceso y los resultados de su trabajo bajo su dirección colectiva. 

Robinson Crusoe y sus iteraciones contemporáneas ilustran la necesidad de soluciones colectivas y de cooperación para que nuestras relaciones sociales sean justas.

Como explica Marx, el trabajo en el capitalismo es inherentemente social, ya que los bienes y servicios de los que dependemos son creados por el trabajo de muchas personas a lo largo de muchos procesos laborales discretos en un sistema social interconectado. Nadie es una isla. 

Sin embargo, el problema para Marx es que este trabajo está estructurado principalmente para acumular beneficios para los individuos. Para Marx, la cooperación permite que el trabajo sirva a los bienes sociales, decididos no por la lógica del mercado, sino por los seres humanos que deciden qué tipo de sociedad permite la mejor vida. Un «Robinson socialista» sería capaz de reconocer socialmente el trabajo de los demás, no como una limitación a su libertad, sino como un elemento constitutivo esencial. En opinión de Marx, el capitalismo impide la libertad humana. 

Las historias de náufragos se basan en la idea de que la libertad de los seres humanos es fundamentalmente individual. Con la continua proliferación de este tipo de fábulas morales en películas como El triángulo de la tristeza, puede parecer que el egoísmo es inevitable, contribuyendo a la asombrosa desigualdad del mundo actual. 

Sin embargo, cuando se entienden críticamente, Robinson Crusoe y sus iteraciones contemporáneas ilustran la necesidad de soluciones colectivas y de cooperación para que nuestras relaciones sociales sean justas. La libertad humana sólo podrá realizarse socialmente como libertad de todos. Sólo entonces podremos rescatar verdaderamente a Robinson de su isla.