Creo que el periodismo es una de las maneras de sanear el ambiente de una sociedad. Creo que el periodismo es una necesidad social. Tener información genera comentarios, opiniones. Y con todo ese conjunto de ideas que circulan desde la información hasta la opinión, es que se va creando una idea de lo que está ocurriendo en una determinada sociedad.
Hace unos días recibimos la agradable noticia de que el escritor cubano Leonardo Padura era incluido en la lista de candidatos que compiten por el Premio Nobel de Literatura en este año 2020. Debido a ello, hemos decido republicar este texto que fue producto de un encuentro que tuvo el escritor con estudiantes y profesores de la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana, en el año 2013. Nos ha parecido la forma adecuada de celebrar tan placentera noticia y de contribuir con la difusión de su obra.
La sección de preguntas y respuestas fue organizada por el Consejo Editorial de la entonces revista de dicho centro y más tarde publicada por El Caimán Barbudo. Entre los temas que fueron abordados, el escritor dedicó especial atención a la libertad de expresión y de creación en la isla, la relación entre la literatura y la emergencia de las nuevas tecnologías de la información y los vínculos de ella con las ciencias sociales y la investigación. El lector, además, podrá encontrar información acerca de sus años de formación y de algunas de sus obras más famosas.
Algunos científicos sociales suelen subestimar el valor del periodismo como un instrumento para analizar la sociedad, atribuyéndole cierta superficialidad ¿Cree usted que el periodismo tiene algo que ofrecerle a las Ciencias Sociales?
Antes de responder, quisiera decir algo sobre del boletín(1). Lo que cada uno de ustedes ha dicho de los textos que lo integran, es provocador y subversivo. Y dan ganas de leerlo. Creo que esa es una de las razones fundamentales por las cuales se puede hacer la presentación de un tipo de material como este; o sea, gracias a todos esos elementos posiblemente subversivos o que disientan.
En este sentido no hay que temerle a las palabras. Las palabras significan lo que significan, y muchas veces se le atribuyen o predominan determinados significados que pueden ser peyorativos o meliorativos en dependencia del momento. Tal es el caso de “disidente” que se ha convertido en Cuba en una mala palabra, cuando tiene toda una serie de sentidos que son útiles en la relación de las personas con las ideas, al igual que el término “subversivo”.
Creo que esa provocación que ustedes han logrado aquí es muy sana, es necesaria; pero creo que con este boletín apenas han logrado darle cuerpo a un cadáver exquisito.
Desconozco si vieron hace alrededor de un mes y medio un reportaje en la televisión en el que la Orquesta Filarmónica de Bruselas decía adiós a las partituras impresas. La orquesta se preparaba para dar un concierto y en el momento de comenzar, todos cogieron las partituras, las lanzaron al aire, pusieron sus tablets sobre los atriles y empezaron a pasar las páginas con el dedo. De esa manera dicha orquesta decía adiós a los papeles, sobre todo porque así se ahorraba más, ya no había que imprimir las partituras.
Ustedes, por su parte, han logrado esta concreción en papel, en el justo momento en que la revista Newsweek acaba de cerrar porque no tienen lectores en su edición impresa.(2)
De la misma manera, la prensa a nivel mundial está en un momento muy complejo, incluso en su formato digital, porque se ha producido una agilización vertiginosa en cuanto a la relación de las personas con la lectura y con los medios de comunicación. Y aquí pienso que voy a comenzar a responder lo que me preguntabas.
Creo que ustedes, los estudiantes de carreras de humanidades relacionadas con la filosofía, la historia, la sociología, de alguna manera deben tener una noción de lo que está pasando en la prensa. Deberían tener una noción más clara de lo que significa el momento en el que están estudiando sus carreras universitarias.
Yo estudié en la escuela de Letras, del año 1975 al año 1980; era un periodo completamente distinto, este país era muy diferente a lo que es ahora. Ahora tú puedes hablar de una determinada escolástica y de palabras que solo significan palabras, pero imagínense en los años 70 cómo era el contexto de los estudios universitarios en las humanidades.
Para nosotros, en el taller literario de la facultad -que era casi el de la universidad porque asistía un grupo de personas de todas las carreras de humanidades-, lo fundamental era, sobretodo, leer textos literarios y alguna que otra crítica.
Nos reuníamos en el Parque de los Cabezones los sábados cada quince días, y llevamos por ejemplo a Mario Benedetti, Julio Cortázar, Margaret Randall -que en aquella época vivía en Cuba y era un poco quien nos apoyaba-, entre otros. Así, logramos hacer dos números de la revista en un papel mucho más malo que este y una impresión peor también. Se llamaba La Aspirina porque era la revista del taller literario Roque Dalton y el título se apoyaba en un verso suyo que decía: “el socialismo será una aspirina del tamaño del sol.»
Pues cuando empezaron los problemas, que inevitablemente iban a empezar, una de las cosas que nos dijeron fue que si el socialismo realmente necesitaba una aspirina era porque resultaba un dolor de cabeza. Y fue una de las cosas que contribuyó a que desapareciera aquel taller y aquella revista con solo dos números. Ese era el pensamiento que existía en algunas personas de la Universidad de La Habana de aquellos tiempos.
Creo que el periodismo es una de las maneras de sanear el ambiente de una sociedad. Creo que el periodismo es una necesidad social. Tener información genera comentarios, opiniones. Y con todo ese conjunto de ideas que circulan desde la información hasta la opinión, es que se va creando una idea de lo que está ocurriendo en una determinada sociedad.
Hoy creo que existe mucho más espacio, posibilidad de reflexión y de debate. Tienen medios a su alcance que, por supuesto, ni remotamente teníamos nosotros. A eso quería referirme fundamentalmente antes de entrar directamente en la respuesta a tu pregunta. Y es que en Cuba no tenemos noción, o los que la tienen no la expresan, de lo que ha significado la llegada de la era digital.
En el año 1990 o 91, cuando desapareció la Unión Soviética y el socialismo en Europa del Este, se pensó que había habido un gran cambio histórico en el mundo. Pero yo creo que el cambio histórico lo están produciendo la informática, las comunicaciones, los medios digitales. Y en realidad no están produciendo solamente un cambio histórico, sino un cambio de era. Estamos viviendo la era digital, donde el conocimiento, las comunicaciones, los negocios, la política, se hacen por vía digital.
Y en Cuba curiosamente estamos de espaldas o nos están obligando a estar de espaldas a una realidad universal que de todas maneras nos va a tocar en algún momento. Pero si nos toca con un retraso demasiado grande va a ser muy complicado para la sociedad cubana poder entrar en un sistema universal que ya se está creando, que ya se está desarrollando y que existe independientemente de nuestros deseos.
Los estudiantes universitarios, por supuesto, deberían ser las personas que más al tanto estén de este fenómeno que está ocurriendo; y cuando hablo de las tablets, estoy hablando de un instrumento que ya es indispensable para el conocimiento.
Hace poco estaba hablando de cine en Madrid con una persona que tenía un iPad. Estábamos haciendo la presentación de la película Siete días en La Habana en la que trabajamos mi esposa y yo en los guiones; nos hacía falta cierta información y nos trabamos: “¿Pero qué quieres saber? La fotografía de tal director ¿Pero de qué año? De tal año…” En fin, que teníamos ahí toda la información en un instante, con una facilidad e inmediatez, con una capacidad de progresar en lo que estábamos discutiendo y lo que estábamos buscando que nosotros mismos nos sentíamos asombrados a pesar de que viajamos con cierta frecuencia y de que somos de los privilegiados que tiene en su casa acceso a Internet. Esa es una historia que les podré contar en algún otro momento, el acceso a Internet lo tengo gracias a los industriales… la pelota sirve para algo. (Risas).
Pero es como yo le explico a la gente cuando me dicen: “Mándame tal cosa” Y yo les respondo: “No puedo, el problema es que mi Internet es de palo, el tuyo es normal pero el mío es de palo; hay determinadas cosas que no puedo hacer.” Y viviendo en la era de la velocidad de las comunicaciones, tener un Internet de palo es algo muy complicado.
Lo lamento pero no puedo callarme como ciudadano. Me parecía absurdo en la última reunión de la Asamblea Nacional que el Ministro de las Comunicaciones hablara de Internet y hablara de todo lo que está ocurriendo en Cuba y nunca mencionara el destino del cable que supuestamente debía estar funcionando desde hace más de un año y que iba a multiplicar por 33 mil veces la velocidad de conexión de Cuba a Internet.
Porque si se trata de un problema técnico, bueno se trata de un problema técnico. Si se trata de un problema de corrupción es un problema de corrupción. Si se trata de un problema político es un problema político. Pero hay que dar alguna respuesta a las personas que se les dijo que iba a entrar en funcionamiento ese medio de comunicación que es importante; no solo ya para los individuos, sino también para la sociedad cubana y el destino del país.
Entonces empiezo a responder. Si hay una prensa que no habla de qué ha pasado con el cable, puedo decir que esa prensa no tiene realmente ninguna función. Creo que el periodismo es una de las maneras de sanear el ambiente de una sociedad. Creo que el periodismo es una necesidad social. Tener información genera comentarios, opiniones. Y con todo ese conjunto de ideas que circulan desde la información hasta la opinión, es que se va creando una idea de lo que está ocurriendo en una determinada sociedad.
Por su puesto, detrás del periodista están la propia ideología del periodista, la línea editorial del periódico que también puede tener una determinada ideología, y finalmente está el lector al que llega ese determinado mensaje y la manera en que lo utiliza.
El periodismo es absolutamente indispensable en cualquier sociedad. No se puede concebir, no puede existir un científico social que no tenga una relación con la prensa. Bueno… si estudias única y exclusivamente a Aristóteles a lo mejor no te hace falta leer los periódicos. No obstante, la comunicación primera con la realidad y el contexto determinado de un país se logra a través de la prensa.
¿Yo? Yo no estudié Periodismo, estudié Filología y soy graduado de Literatura Hispanoamericana en la Facultad de Artes y Letras. Terminé en el año 1980 y curiosamente desde ese mismo año hasta el año 1995 mi trabajo fue como periodista; aunque propiamente no ejercí nunca el periodismo en su sentido reporteril. Tuve la suerte de trabajar mis primeros tres años en El Caimán Barbudo, en la época en que se convirtió en la revista cultural más importante de Cuba.
En los años 70 cuando estábamos en la Universidad, recuerdo que llegaban los camiones de la Juventud y ponían los paquetes de Caimán en la escalera de la escuela de Letras porque nadie los leía, no se vendían. Y logramos a partir del año 1980 que El Caimán se convirtiera en una revista de referencia en Cuba. Yo estuve allí en ese momento, tuve esa suerte.
En el año 83 se produce un cisma en la revista, una explosión de las habituales en estos medios en Cuba. Yo soy considerado como que tengo muchos problemas ideológicos y me mandan a Juventud Rebelde a reeducarme en el rigor del trabajo de un periódico.
Trabajé seis años en Juventud Rebelde. Y en esos años escribí de lo que quise y como quise. Porque al contrario de lo que se esperaba, en Juventud Rebelde me permitieron, en muy poco tiempo, ser parte del equipo especial que hacía el periódico de los domingos. Ahí escribía largos reportajes que convirtieron al periódico Juventud Rebelde en un momento de referencia del periodismo cubano de los últimos cincuenta años. Con todo ese movimiento del periodismo literario y de investigación.
Es la época en que escribo los reportajes sobre la historia de la Virgen de la Caridad del Cobre, cuando hacía mucho tiempo que en la prensa cubana no se hablaba de ella, sobre la historia del ron Bacardí, de Yarini, el Barrio Chino de La Habana, la emigración franco-haitiana a la Sierra Maestra… En fin, escribo todos aquellos largos reportajes que están reunidos en libros que después se han publicado.
Luego, de 1990 a 1995 trabajo como Jefe de Redacción de La Gaceta de Cuba en el momento en que se convierte en la revista cultural más importante del país. En medio de la locura y del caos absoluto del Periodo Especial, estuvimos casi dos años sin salir. Pero como fue la primera revista que volvió a la luz pública, tuvimos la posibilidad de agrupar a muchísima gente que estaba desesperada por publicar; porque no solo escaseaban los boletines, tampoco había computadoras, ni acceso a Internet.
Entonces la revista era un medio muy importante, recuerdo que hasta tuvimos una colaboración de Moreno Fraginals. En aquella época estaba preparándose el libro Cuba-España/España-Cuba, un texto fundamental, y le publicamos un capítulo. En fin, teníamos la posibilidad de publicar a casi todo el mundo en Cuba.
Posteriormente al año 1995, inicié mi colaboración para la oficina local aquí en La Habana de una agencia de prensa IPS. Y desde hace unos años sigo publicando para Cultura y Sociedad, una de sus secciones, pero también para el servicio mundial de columnistas que tiene su sede en Roma y me mantengo haciendo periodismo.
¿Qué trato de hacer en el periodismo? ¿Qué hago a través de Cultura y Sociedad? Eso sí es propiamente periodismo, a pesar de que no es reporteril. Porque lo que hago fundamentalmente son crónicas. Trato de ver en la realidad cubana las muchísimas lagunas que deja la prensa. Hay millones de cosas sobre las cuales en nuestra prensa debería haber un reflejo y no existe ese reflejo.
El sitio donde aparecen los trabajos míos se llama La esquina de Padura porque está presentado desde la perspectiva de una persona que se para en una esquina de Mantilla y ve la realidad desde la altura de esa esquina de Mantilla. Trato de darle esa interpretación.
Por ejemplo el último trabajo que escribí ha circulado muchísimo, es un trabajo sobre el reguetón.
Ya había escrito uno anteriormente, pero con todas las cosas que han ido pasando decidí escribir otro porque en los medios cubanos se está satanizando el reguetón, la lascivia y los comportamientos que dicho género incentiva. Solamente se ve este fenómeno, pero no se advierte como “el resultado de…”; ni las causas que llevan a que existan esas manifestaciones sociales que se generan alrededor de las actuaciones de ciertos reguetoneros. Es un fenómeno que abarca un espectro social mucho más complejo, al cual siempre hay que remitirse para evitar que ocurran estas otras cosas. Y este tipo de interpretaciones la prensa cubana no las refleja.(4)
Creo que el científico social del año 2050 cuando lea la prensa cubana no va a entender Cuba. Cuando lea el periódico Granma y Juventud Rebelde dirá: “Bueno, yo no se de qué se quejaban estos muchachos si escribían en un país que era perfecto. No entiendo absolutamente nada, porque esto que están diciendo ellos no tiene ningún sustento en esa realidad que vivían los cubanos.”
Se ha hablado mucho de la necesidad de que cambie la prensa cubana, de que haya un cambio de mentalidad, pero creo también que existe una contradicción muy importante, y es que los periódicos reflejan en última instancia el pensamiento del dueño del periódico, del grupo de poder que está detrás del periódico. Y en Cuba, los periódicos pertenecen el Gobierno, al Estado y al Partido, y siempre van a reflejar las posiciones, los intereses —por supuesto— del Gobierno, el Estado y el Partido. Y no podrá haber una renovación en la prensa cubana, al menos de la más oficial y visible, hasta tanto no se logre al menos una relativa independencia entre estas instancias sociales, políticas y los propios periódicos, para que puedan tener la función social que ese investigador va a necesitar, para poder valerse de la prensa como un medio de conocimiento de una realidad como la cubana. Esa es mi opinión.
En una artículo suyo publicado un 22 de enero, en el marco de lo que se conoció como “La guerrita de los e-mails”, usted decía: “Nuevamente la bola de nieve que se ha desprendido de cuatro o cinco e-mails, entre asombrados e indignados, está comenzando a colocar a la memoria en su sitio y salvará del olvido la infamia de un pasado urgido de una definitiva solución (…)” Primero: ¿Puede usted decir hoy que ese pasado —estamos hablando de la década del setenta— marcado por la censura, haya quedado atrás? Segundo: ¿Podría usted realizar un balance de cómo está hoy la relación cultura-revolución?
Ese pasado no ha quedado atrás porque muchas veces se pretenden aplicar métodos para resolver problemas del presente que provienen de ese momento histórico. Él (señala a un estudiante) hizo referencia a la polémica… ¡Qué no fue una polémica! Fue un sal pa’ fuera más bien, que tuve con Hugo Chinea.
Hugo Chinea es un escritor que hizo carrera política entre los años sesenta y setenta. Llegó a ser una de las personas que dirigió el Departamento de Cultura del Comité Central. Y en una entrevista que me hacen en La Joven Cuba, cuando me preguntan sobre la época de El Caimán…, me dio por recordar cómo era la relación nuestra con la posibilidad de publicación. Y digo que era una época muy complicada porque estábamos tratando de salir de ese marasmo que fueron los años setenta, en el que no se podía hablar de nada, no se podía decir nada que no estuviera ortodoxamente aprobado, y estábamos tratando de dar una visión distinta en un momento en que hay una generación intelectual —la generación a la que yo pertenezco— que está empezando a cambiar los códigos desde su expresión y su manifestación artística.
Por ejemplo, de esa época hay varios comentarios sobre una exposición que se llamó Volumen 1 que se hizo en el año 1981 y cambió la visualidad de la plástica cubana. Es el momento en que se rompe, sobre todo, con la estética de los setenta. Ese era un grupo en el que estaban Tomás Sánchez, Rubén Torres, Flabio, entre otros.
En ese momento los jóvenes escritores que estábamos empezando a hacer una poesía y una narrativa distanciada de la de los setenta, pues en vez de hablar de los temas de la épica, empezamos a hablar de los temas de la espiritualidad. Empezamos a poner al individuo en el centro de los conflictos. Lo mismo empieza a ocurrir en el teatro; de la misma manera, el cine de los ochenta se abre con aquellas comedias que hoy pueden parecer muy simples pero que en aquel momento tenían el peso y la responsabilidad de mover el cine cubano: Los pájaros tirándole a la escopeta, Se permuta, en fin…Se estaba produciendo un cambio.
Y yo le decía al entrevistador lo difícil y terrible que era publicar, porque cada vez que terminábamos un artículo en el que decíamos algo que no estaba ortodoxamente aprobado, nos llevaban al Comité Central y nos metían miedo.
Cuando tú trabajas en una revista cultural, estamos hablando del año 81, 82, 83; y te llevan al Departamento de Cultura del Comité Central y un funcionario x te regaña por lo que has escrito, tú sientes que la tierra se te mueve debajo de los pies. Ubíquense en aquella época y en aquel contexto.
De alguna manera, esos u otros métodos todavía se reproducen, léase el caso del reguetón, donde la decisión ha sido botar el sofá, es decir, prohibir a determinados reguetoneros y determinadas músicas, en lugar de analizar los problemas de fondo que están detrás de esta manifestación que se ha generado alrededor del reguetón. Cada vez que se prohíbe algo yo tengo mucho miedo porque se puede empezar por una prohibición y terminar por otra cualquiera. Y las soluciones no son las prohibiciones. Eso creo yo.
Cuando el artista, ya sea escritor, cineasta o pintor, puede contratar su trabajo en el mercado, se crea también una dinámica diferente, porque empieza a depender menos de las instituciones, de los organismos oficiales del Estado, del país que sea. Y en el caso de un país socialista mucho más.
Te contesto entonces la segunda parte. Ya en estos momentos lo que sí ocurre es que cuando se toman determinadas medidas, la gente tiene espacio, capacidad y posibilidad de respuesta.
Lo que pasó con la guerrita de los emails es uno de esos ejemplos. Hubiera ocurrido en los años 70 o en los años 80 y nada, no pasaba absolutamente nada y todo el mundo tenía que quedarse quieto en base, porque los riesgos que se podían asumir eran mucho mayores a los resultados que se podían obtener. Salvo algún kamikaze, prácticamente nadie se lanzaba. En estos momentos resulta diferente.
Por ejemplo, hay un programa de televisión llamado De cierta manera dirigido por Luciano Castillo que lo han cortado, en el cual ponían películas cubanas. Ahora van a dejar nada más el comentario. Y hay una bola de opiniones, protestas, comentarios sobre la importancia que tenía ese espacio para la promoción y el rescate de un determinado cine cubano, desde el presente y para los espectadores del presente. Esto en otra época no ocurría, si acaso… quedaba en una comunicación que le hacía el afectado al director del Instituto, pero en estos momentos todo se hace público.
Yo creo que la relación en general del intelectual con el Estado es mucho más abierta, es mucho más diáfana de lo que fue en otros momentos. Creo que los espacios de reflexión han aumentado gracias a la voluntad de los intelectuales y los creadores.
Espacios como la revista Criterios, la revista Temas como las propias publicaciones de la UNEAC, La Gaceta de Cuba, la revista Unión, esos distintos espacios donde se produce el debate y las posibilidades de los artistas de tener una relación que antes era imposible: la relación con el mercado. Esta relación cambia completamente la dinámica de la creación artística.
Recuerdo perfectamente en la época en que yo trabajaba en Juventud Rebelde que un día se me acerca Alberto Morales Ajubel (Ajubel), que vive hace veinte años en España y es uno de los caricaturistas y dibujantes cubanos más importantes. Es un genio, fue de los que hizo el nuevo DDT; aquel de los años 80 donde estaban Manuel y Carlucho. Ellos eran los tres dibujantes fundamentales, y él uno de los grandes humoristas cubanos.
Pues Ajubel había llevado a una exposición un dibujo suyo de la Mona Lisa que tenía una escafandra de cosmonauta y vino una persona de Puerto Rico que se enamoró del dibujo y le dijo que se la compraba. Ajubel le respondió: “Pero yo nunca he vendido un dibujo.” Y le dicen: “Pero los dibujos se venden”. “Pero yo no sé cómo se venden”. “Bueno yo te doy 100 dólares”. “No, no, no, voy preso; pero a mí… me hace falta una grabadora”. Y entonces Ajubel cambió el dibujo por una grabadora.
Cuando el artista, ya sea escritor, cineasta o pintor, puede contratar su trabajo en el mercado, se crea también una dinámica diferente, porque empieza a depender menos de las instituciones, de los organismos oficiales del Estado, del país que sea. Y en el caso de un país socialista mucho más.
Por eso te digo que si te ubicas en los años 82 y 83, te sacan de una revista como El Caimán Barbudo y te regañan funcionarios del Partido, tú sientes que el mundo se ha acabado porque realmente tu carrera se podía acabar.
En estos momentos esa relación es mucho menos tensa, es mucho más abierta, tiene muchas más posibilidades y creo que, afortunadamente, ha cambiado muchísimo en bien de la cultura, en bien del creador.
La guerra de los e-mails es una muestra de que es precisamente así. Para llegar a un cierto acuerdo, el Ministerio de Cultura hizo una gran reunión en Casa de las Américas con un grupo de creadores importantes, se discutió el tema y por lo menos se ratificó la voluntad del Ministerio de que los métodos que representaban esos personajes nunca volverían a aplicarse en la cultura cubana. Así pues, la relación en estos momentos es diferente, afortunadamente.
Después de la caída del muro del Berlín, se ha podido ver una recuperación de pensadores considerados “herejes”, “problemáticos” o “conflictivos” dentro de la tradición marxista, y hoy es hasta moda tenerlos como referentes teóricos. Pienso en Mariátegui, Gramsci o Lukács; pero con Trotski hay una suerte de maldición, como si fuera una bestia negra del marxismo y del ideal socialista, que ni siquiera la izquierda bien pensante ha logrado vencer; ni siquiera la de Cuba. En opinión de Padura ¿por qué sucede esto con Trotski?
Y la segunda pregunta. En su novela «El hombre que amaba a los perros» hay una recurrencia a la perversión que significó el estalinismo para el ideal socialista en el siglo XX. En la coyuntura actual, cubana sobre todo —que es la que más me interesa— y desde la perspectiva del cronista de Mantilla que también es analista de la situación cubana actual… ¿Considera usted que la figura de Trotski tiene algo que decirnos más allá del papel de víctima? ¿Tiene algo que aportar para la alternativa política de recuperación y de rescate del ideal socialista en el siglo XXI?
Cuando yo estaba haciendo la investigación para la novela El hombre que amaba a los perros estuve dos años de pura búsqueda de información y tres de escritura en los que tampoco dejé de investigar, incluso todavía sigo leyendo sobre el tema.
Antes de empezar, estaba comentando que ahora estoy leyendo una novela que se llama Réquiem por el Este que cuenta algunas cosas terribles sobre la Segunda Guerra Mundial. Es un tema que lo persigue y lo afecta a uno, sobre todo, lo que fue el conocimiento que tuvo uno en una determinada etapa.
Una de las cosas de esta investigación que más me conmovió fue la declaración que hizo el Partido Comunista Mejicano perteneciente a la Tercera Internacional Comunista en el momento en que Sandino es asesinado en Nicaragua. Dicen los comunistas mexicanos, palabras más o menos: “Murió el pequeño burgués Sandino, murió solo como un perro, tal como se lo merecía.”
Ese era el pensamiento que se promovía desde una perspectiva estalinista de los procesos y los movimientos sociales que no estuvieran regidos por él. Mariátegui era una pulga para Stalin, Sandino era un perro que merecía morir solo, Gramsci no le interesaba; pero Trotski, era el Enemigo. Y descargó sobre él tal cantidad de propaganda y tal fuerza en esa propaganda que todavía hoy está pagando las consecuencias del peso de lo que significó el estalinismo. Porque además, todavía existe mucha rémora de pensamiento estalinista en el mundo aunque parezca que no. Por lo tanto, ha costado mucho más trabajo poder limpiar todo lo que rodeaba a Trotski para poder entrar a su esencia.
En estos momentos, por lo menos en lengua española, a mi me han llegado varios libros que se han ido publicando en España y en Argentina sobre él, o en los que se empieza a revisar a partir de sus propias obras; y evidentemente se va abriendo un espacio para colocarlo donde debería estar; no sé si más arriba o más abajo, para un lado o para el otro, pero es que ha sido imposible hacer ese análisis.
Por su parte, Trotski también tuvo cierta culpa, ya que se convierte en la única persona que tuvo una voz autorizada en los años 30 para criticar el estalinismo, con la profundidad y con la capacidad que él podía tener.
La década del 30 en el siglo veinte es una época muy complicada, tal vez a nivel ideológico y político la más complicada que se vivió en el siglo XX; más que la de los 90 cuando desapareció la URSS, más que las dos Guerras Mundiales. Y es porque hay una polarización terrible en el mundo; la que se produce entre el estalinismo y el fascismo. Es el momento en que el pensamiento y la militancia de izquierda tenían que estar absolutamente bajo el pensamiento y la política estalinista.
Es lo que pasa, por ejemplo, con un libro como Homenaje a Cataluña de George Orwell. En cuanto se publica, la Internacional en Inglaterra le tira encima todo su poder y hace desaparecer el libro. En los primeros diez años después de su publicación ¿saben cuántos ejemplares se vendieron?: 400 ejemplares.
El libro comienza a venderse cuando Orwell publica Rebelión en la granja y 1984 y empieza a tener un poquito más de espacio público. El texto entonces es recuperado como uno de los documentos más importantes de qué cosa estaba pasando en Barcelona durante el 2 de Mayo del año 37 y todo el movimiento asociado al POUM y Andreu Nin.
Es un libro fundamental para entender ese proceso y no es para nada un libro anticomunista, ni antimarxista ni nada. Es una crónica desde la óptica de un miliciano sobre el desgarramiento entre los distintos movimientos de izquierda.
Creo que eso es lo que ha pasado fundamentalmente con la figura de Trotski, y estudiarlo creo que resulta necesario en la medida en que, evidentemente, es uno de los pensadores marxistas más importantes del siglo XX. Es uno de los pensadores que, en el mundo de la cultura y el arte tuvo ideas más claras, porque fue uno de los de mayor sensibilidad.
Por ejemplo, el llamamiento a los intelectuales progresistas del mundo que se redacta en México en el año 38, firmado por Bretón y Diego Rivera, realmente lo escribe él primero bajo las orientaciones de Trotski. Y dice algo para la cultura que desde una perspectiva marxista es absolutamente revolucionario y subversivo, y es que el arte no puede estar condicionado por ningún poder.
El arte necesita tener absoluta libertad porque sus mecanismos de expresión, sus necesidades de realización son independientes o deben ser independientes de esos poderes para que se logren sus objetivos. Eso, dicho desde el pensamiento marxista es realmente uno de los aportes más importante que hace Trotski al análisis de lo que es la actividad artística y cultural en una sociedad contemporánea.
¿Qué relación observa usted entre la Historia como disciplina y la novela histórica? ¿El pesimismo que manifiestan sus personajes en sus dos últimas novelas es la mirada de una generación hacia un proyecto de nación no consumado? En «El hombre que amaba a los perros», el proceso subversivo (entendido como la dinámica fundamental de sus protagonistas) es un espejo donde se ve a Cronos devorando a sus hijos. Con los evidentes paralelismos que usted o cualquier lector avezado pudiera trazar con la Revolución cubana le pregunto: ¿Hemos sido devorados por Cronos?
El escritor de ficciones cuando se enfrenta a la historia, la toma como referente o como escenario, y a partir de ahí tiene toda la libertad de poder manipular la historia de acuerdo a sus intereses dramáticos y narrativos.
Por ejemplo, en una película como Inglourious Basterds (Bastardos sin Gloria), se produce lo que mucha gente hubiera querido que se produjera históricamente: la muerte de Hitler. Esta es una posibilidad extrema en cuanto a la manipulación de la historia. Pero no siempre se puede tener una idea de que la historia brinda la posibilidad de reproducir acontecimientos en un lenguaje otro.
Por lo tanto en un caso como el mío -del único que te puedo hablar con propiedad- trato de hacer las investigaciones con la mayor profundidad que pueda. Trato de buscar el contexto de la pequeña historia que voy a escribir para tratar de encontrar en ese contexto histórico las claves de acontecimientos mayores, de los cuales necesito además para que me esclarezcan el presente en que yo estoy viviendo. Por lo tanto no puedo traicionar la historia si pretendo que me sirva como una manera de entender el presente.
En general, hago la investigación y paro en el punto en que siento que ya domino las claves fundamentales del momento histórico. No sigo más allá porque siempre tengo el temor que una sobredosis de conocimiento pueda producir una borrachera histórica a la hora de escribir una novela. Es un peligro que corremos los escritores, sobre todo de novela, cuando escribimos sobre temáticas de esta índole.
Un ejemplo de esto pueden encontrarlo en una magnifica novela escrita por Mario Vargas Llosa, La fiesta del chivo. En la misma, hay un momento en que el lector siente que el escritor conoce muchísimo todo lo que fue el trujillismo en la República Dominicana, ya que en ese momento nos cuenta cómo se llamaba el sexteto que estaba tocando en un lugar, cuál era la canción que estaba tocando y qué personas habían en el lugar, aunque nada de esto fuera absolutamente importante. Pero es que lo conocía y sintió la necesidad de decirlo, evidentemente, en un proceso de sobredosis histórica.
Ese fondo histórico, tiene que ser suficiente para que los personajes se puedan mover, para que puedan hacer las cosas cotidianas.
La novela que yo estoy escribiendo ahora tiene casi 600 páginas sumadas sus tres partes. Una de esas partes se desarrolla en la Ámsterdam de Rembrandt. Y no solo tengo que conocer cuáles eran sus técnicas de pintura, de dónde sacaba los pigmentos, qué utilizaba, las telas sobre las que trabajaba o cómo era la disciplina de un taller, sino que tengo que saber mucho más del personaje.
Yo creo que el pensamiento debe tener los espacios que tiene que tener y que con la ley judía se pueden hacer muchísimas cosas: no matarás, no robarás, no envidiarás al prójimo. Ahí están los principios fundamentales de lo que no debe hacer un individuo, el resto es tu libertad, tu libre albedrío de poder escoger los caminos por los cuales quieras desarrollarte.
Por ejemplo, hubo una clave absolutamente histórica que me dio el sentido de quién era Rembrandt… y es que él tenía una dentadura horrible, tenía picadas todas las muelas porque en esa época se habían puesto de moda los caramelos de azúcar y el pintor se hizo adicto de los caramelos. Así, tenía que ir constantemente al cirujano para sacárselos porque sufría de fuertes dolores. En fin, eso me dio una clave del carácter humano del personaje, pero ubicado ya en un contexto determinado.
Cuando yo entro en el tema de Espejo de Paciencia, uno de los asuntos culturales más oscuros en la historia de Cuba, cuando planteé la hipótesis de que esa obra fue completada por algunos escritores del círculo de Del Monte, por supuesto que lo confronté con los especialistas en la materia. Sobre todo con Enrique Saínz que tiene todo un libro sobre Silvestre de Balboa y Espejo de Paciencia.
En algún momento le dije a Enrique que yo entendía todos los argumentos que ponía en su libro, y le pregunté qué pensaba él de los míos. Su respuesta fue que los míos eran tan creíbles como los suyos. Exactamente eso era lo que yo quería, contrastar la cantidad de elementos históricos que estaban funcionando alrededor de la aparición de Espejo de Paciencia. No estoy hablando ya de los elementos casuales: que haya sido precisamente José Antonio Echeverría y Del Monte los que hayan encontrado en el libro de Morell de Santa Cruz el manuscrito de Espejo de Paciencia, que a ellos mismos se les haya perdido después, o que luego no lo hayan encontrado… En fin, no estoy hablando de la cosa casual, estoy hablando del elemento causal.
Me refiero precisamente a la significación que tenía Espejo de Paciencia para una determinada clase social, de la necesidad que tenían de crear la imagen de un país de acuerdo a determinados códigos; por ejemplo, la presencia del negro y del indio; el comercio o la separación respecto a España. Es decir, que hay toda una causalidad que me llevó a pensar que es una superchería, al igual que lleva a Enrique Saínz a decir que es auténtico de acuerdo a los estudios que él ha realizado. Pero al final, no puede rebatir lo que yo hago. Eso es con respecto a la historia.
Tal vez la última pregunta habría que verla desde otra perspectiva, aunque tienes toda razón al formularla ¿Hasta qué punto, por ejemplo, Stalin fue la Revolución? ¿O fue la contrarrevolución? ¿Hasta qué punto Robespierre fue la Revolución? Ese es un tema complejo, porque ahí está el asunto de la lucha por el poder que complica y supera en ocasiones la perspectiva ideológica o partidista, creo que habría que verlo en ese sentido.
Respecto a la generación y la frustración de un país, no creo que yo esté hablando de la frustración de una nación; creo que Cuba no se puede ver como nación frustrada en tanto que todavía no es una nación totalmente consolidada. Los elementos componentes de la identidad cubana todavía son muy recientes, históricamente hablando. Si reparamos en los judíos, vemos que son cerca de 2500 o 2300 años de historia, y en nuestro caso, evidentemente se trata de un proceso en plena formación, sobre todo si nos percatamos de que estirando la mano tocamos a Heredia en el principio de lo cubano. O sea, todavía hay una serie de elementos inconclusos en la composición de la espiritualidad cubana. En Cuba todo ha sido apurado, todo lo hemos hecho corriendo.
En la conferencia sobre Béisbol y Espiritualidad cubana que impartí en la Fundación Alejo Carpentier señalé sobre este tema que una de las cosas más asombrosas que hay dentro de la conformación del espíritu cubano es el hecho de que la pelota llega a Cuba hacia la década de 1850, y ya hacia la década de 1870, cuando está andando la guerra de independencia, la pelota es parte de la identidad cubana. ¿Cómo pudo haber sido tan rápido este proceso? Lo hicimos todo tan apurado que ese elemento no ha llegado a fraguar del todo.
Lo que sí pasa es que hay una generación en los últimos tiempos, específicamente la mía, a la cual le ha costado bastante trabajo definir su lugar y su espacio en la sociedad. Mi generación es la que estudia en los primeros años de la Revolución, en la escuela que ya es revolucionaria.
Nací en el 55 y empiezo a estudiar en el año 59, es decir ya después del triunfo de la Revolución. Es la generación que, siendo adolescentes, vamos a cortar caña en el año 1970. Inventamos las escuelas en el campo. Luego estudié en la Facultad de Humanidades, en la Escuela de Artes y Letras y me gradué en la carrera de Filología, todo eso en cinco años.
Las teleclases las inventaron para nosotros, con los miles de televisores alemanes aquellos que costaron millones de pesos y luego desaparecieron. Todo se experimentó con nosotros. Fue además, la generación que marchó para Angola. En mi caso específico estuve como periodista un año y afortunadamente en nada militar. Cuando llega el año 1990 tenemos 35 años, estamos en el momento de nuestras máximas posibilidades y el país que tenemos bajo nuestros pies desaparece.
Empezamos a luchar por la subsistencia. Es la generación a la que los hijos se le van de Cuba porque los hijos que tenían 15 o 20 años en los 90 o principio del siglo XXI empiezan a irse del país de una manera muy ostensible y muy masiva. Por eso alguna gente le llama la generación de los P.A. (padres abandonados). Antes eran los padres los que abandonaban a los hijos, ahora son los hijos los que abandonan a los padres. Y una generación que, en lo esencial, se frustró en su desarrollo intelectual, laboral y humano.
En los años 80 había tres sueños reales que eran primordiales. Primero, viajar al extranjero. Estoy hablando sobre todo para las personas que tenían un nivel profesional… ¡Ah!, porque eso es otra cosa importante, mi generación llega y estudia masivamente a la universidad. Y por lo tanto tiene aspiraciones de que su esfuerzo va a tener resultados. Los resultados cuáles eran: el viaje al extranjero, la posibilidad de comprarse un Lada y tener un apartamento de microbrigada.
Pero es que en el año 90, todo eso desaparece de golpe en el momento en que estamos en nuestra madurez. Ustedes tiene ahora 22, 23 años, todavía pueden tener la aspiración de conseguirlo y tal vez incluso la posibilidad de conseguirlo. Pero a mi generación se le frustro. Y ese es un problema, porque ahora incluso los menos beneficiados de mi generación, incluso si tienen títulos universitarios, tienen que rehacerse su vida, porque si eres -vamos a suponer- profesor universitario y ganas 600 pesos, pero te jubilas con 400… ¿de qué vives?, porque con 400 pesos no puedes vivir.
Es decir, es una generación que, ni siquiera con todo lo que aportó, puede pensar en una jubilación con la que pueda vivir. La sociedad no le va a poder retribuir lo que sacrificó por ella. Y es una generación que la tiene muy complicada.
En un reportaje sobre la publicación de las obras de Virgilio Piñera, pude observar que se había omitido la censura de la que fue objeto el escritor en los años 70; el tema se trató como que “ya había pasado…”¿Qué opina usted al respecto?
El último libro en el que publico algo de periodismo se llama Un hombre en una isla. Hay ensayos y también lo que yo llamo obsesiones, que están a medio camino entre el periodismo y el ensayo. Pero el último propiamente de periodismo se llama La memoria y el olvido. Hay un trabajo en ese libro, sobre cómo se construyen los olvidos y la necesidad de rescatar la memoria. Si no tienes el libro lo puedes encontrar en Internet. Y algunas de las cosas de las que hablo, en ese ensayo, tienen que ver con la década del setenta y con lo que pasó en la cultura cubana.
En los años 90 escribí una novela que se llama Máscaras, en la que pongo como personaje central, además de Mario Conde, a un dramaturgo que está inspirado en la figura de Virgilio Piñera, incluso en muchos elementos de lo que pasó también con Antón Arrufat. Pero en general, con la situación que vivió la cultura cubana en esos años, de lo cual no se había vuelto a hablar hasta ese momento.
Creo que la sociedad cubana ha llegado a un punto de madurez en que incluso necesita de esas reflexiones diferentes (en realidad siempre se necesitan), de esas posturas diferentes como una parte del entramado social; porque la pretendida homogeneidad en la sociedad, en la economía, en la cultura, en la no-religión, en todas las cosas que existían aquí nos llevó a los desastres que estamos viviendo en estos momentos y estamos tratando de superar.
Durante muchos años no se hablaba de lo que había pasado en los años 70 con algunas de las figuras más importantes de la cultura cubana. Porque no es solamente Virgilio, ten en cuenta que Lezama Lima muere en pleno ostracismo, al igual que Virgilio.
Afortunadamente, hubo un grupo que era mucho más joven que pudo vivir la rehabilitación —en realidad nunca se le llamó rehabilitación, pues no se le llamó de ninguna forma. Antón Arrufat se refiere muchas veces a eso, de que un día le preguntaron por qué no lo publicaban en tal boletín (Risas). Continua Antón: “Nooo es que yo…. imagínate después de 10 años…. se me perdió el bolígrafo.” (Risas). “Mañana, mañana vuelves a publicar en La Gaceta, en la revista Unión; en fin en cualquier lado.”
Aparecían los pasaportes: “Oye el pasaporte tuyo… ¿qué es lo que hace aquí?” O sea, en la gaveta de un personaje tétrico que había en la UNEAC. Y así le daban el pasaporte y le decían: “La semana que viene te vas a Rumania en una delegación cultural” (Risas). Y empezaron a viajar de nuevo después de 10, 15 años sin viajar, sin publicar o sin que se hablara de ellos.
Fue como decir, vamos a pasarle por encima a eso y seguir. Lo peor es que durante muchos años se siguió la misma política de decir vamos a pasar por encima de esto como si no hubiera pasado.
Creo que la guerra de los emails fue también fundamental respecto a esto. Sobre todo porque se volvieron a tocar muchos de estos problemas de los años setenta. No obstante, hoy te digo que la situación es diferente con respecto a lo que ocurre en el mundo artístico.
Es una fortuna para los que vivimos en Cuba en estos momentos que así sea. Siempre hay tensiones y no deja de haberlas, pero creo que la situación ha cambiado muchísimo. El hecho mismo de que se me haya dado el Premio Nacional de Literatura lo siento como una señal de esos cambios que están ocurriendo en Cuba. Porque para nada yo soy un escritor oficial, ni fácil, ni me quedo callado. Publico con una editorial en España, después hago todo mi esfuerzo para que mis libros se publiquen en Cuba porque me interesa que los lectores cubanos lean mis libros. Pero todas estas cosas que yo hago en otra época hubieran sido casus belli, es decir, hubieran provocado la guerra y me hubieran estigmatizado más.
Creo que se ha demostrado que es posible vivir en Cuba, escribir sobre Cuba, tener una postura crítica con respecto a la realidad cubana y no por eso tener posiciones que puedan ser consideradas contrarrevolucionarias. Creo que la sociedad cubana ha llegado a un punto de madurez en que incluso necesita de esas reflexiones diferentes (en realidad siempre se necesitan), de esas posturas diferentes como una parte del entramado social; porque la pretendida homogeneidad en la sociedad, en la economía, en la cultura, en la no-religión, en todas las cosas que existían aquí nos llevó a los desastres que estamos viviendo en estos momentos y estamos tratando de superar.
Lo que te pasó a ti (señala a un estudiante) con tu profesor que decía que Marx era el único Dios, eso es una ventaja respecto a la Universidad donde yo estaba en el año 75, 76. Porque si tú llevabas una Biblia a la beca te botaban de la Universidad y si tenías una actitud homosexual un poquito exagerada, también te botaban de la Universidad.
Aquí hubo un proceso en el año 78 durante el cual expulsaron a varios estudiantes de la carrera de Letras, por lo menos yo lo vi, y supongo…supongo no, pasó en otras carreras, una limpieza ideológica en la que muchas gentes por sus preferencias religiosas, por sus preferencias sexuales fueron separados de los estudios universitarios y hoy las cosas evidentemente han cambiado mucho.
Tú puedes escribir ese poema, decirlo públicamente y tener tu Biblia contigo; y me alegro, me alegro que así sea. Porque en una sociedad con esos niveles represivos yo creo que el desarrollo es imposible.
Yo creo que el pensamiento debe tener los espacios que tiene que tener y que con la ley judía se pueden hacer muchísimas cosas: no matarás, no robarás, no envidiarás al prójimo. Ahí están los principios fundamentales de lo que no debe hacer un individuo, el resto es tu libertad, tu libre albedrío de poder escoger los caminos por los cuales quieras desarrollarte.
NOTAS
1. Boletín A la izquierda que pertenece a la facultad de Filosofía, Historia, Sociología presentado minutos antes, esa misma tarde, en el espacio Confluencias.
2. Fundada el 17 de febrero del año 1933, llegó a tener en el 2003 una distribución de 4 millones de ejemplares semanales. Su último número impreso salió el 31 de diciembre del 2012.
Foto: RTVE.es