Las categorías filosóficas como sustrato del pensamiento abstracto

noviembre 17, 2024
Aristoteles

Reflexiones iniciales

Las categorías, conceptos fundamentales que reflejan las propiedades y relaciones más generales y esenciales de los fenómenos de la realidad y de la cognición, constituyen tema de debate desde el inicio de la filosofía.

Sobre la base de la práctica social, permiten al hombre llegar a conocer el mundo que le rodea de manera profunda y coherente. Ello en virtud de que el proceso de cognición de un objeto no es un simple acto mecánico, mediante el cual la realidad se refleja en la conciencia del hombre; sino un proceso complejo en el que se pasa de los datos sensoriales a la abstracción, de lo singular a lo general.

Por tanto, uno de los rasgos más esenciales del pensamiento abstracto consiste, justamente, en la formación de conceptos y categorías. Cada categoría refleja así un determinado aspecto o propiedad de la realidad objetiva. Los mismos, están relacionados, son interdependientes y se transforman entre sí en la propia realidad objetiva. De manera que las categorías que los reflejan deben reproducir esa interdependencia y mutua transformación.

Este problema se remonta al tiempo de Platón, quien refirió ciertos géneros sumos y enunció cinco de ellos: el ser, el movimiento, la quietud, la identidad y la alteridad (Beuchot, 2005, p.14).

Aristóteles, por otro lado, parte de la relación entre realidad y discurso, preguntándose por la existencia de determinadas clases. Ilustremos esto con un ejemplo. Cuando se dice que un poeta es buen orador, se posiciona al poeta en la cualidad de buen orador; pero existen muchos otros individuos particulares que pueden también adherirse a esa cualidad: lo que la convierte en una clase.

¿Puede entonces existir una cualidad que englobe a todos los particulares? De esta forma se arriba a la categoría de sustancia; que no pertenece a ninguna clase superior. De este modo, las categorías son los modos por los que un sujeto se predica, son los predicados esenciales que se le pueden atribuir a un sujeto cualquiera. Pero no se dice de las cosas que sean solamente sustancias. Existen otros predicados muy amplios que sirven de categorías, dígase cantidad, cualidad, relación, entre otros; todos los cuales constituyen formas básicas en que se puede caracterizar la realidad.

Un sistema categorial es importante porque constituye una caracterización de la realidad en su totalidad. En consecuencia, no son sólo epistemológicas, es decir, no refieren sólo la manera en que se divide el mundo a través de las formas del lenguaje, sino que son ontológicas. Esto es, las superclases que las categorías componen son reales y no solamente conceptos contenidos en nuestra cabeza, como defendieran los nominalistas durante la Edad Media. Ellos concebían que las categorías tienen un carácter puramente verbal. Es decir, las categorías se limitaban a constituir los nombres con los que se designan los objetos; eran una mera imagen acústica.

Las categorías filosóficas como criterio de validez objetiva y práctica

Tras Aristóteles no hubo otro planteamiento de relevancia sobre categorías filosóficas hasta llegar a Kant. Dada su célebre revolución copernicana, donde, para conocer el mundo el hombre no se conforma a la naturaleza de este, sino que el mundo se conforma a nuestra manera de saber.

Kant debía tener clara la naturaleza del aporte que el hombre hace al conocimiento. Este consiste, justamente, en la actividad de dos facultades: la sensibilidad y el entendimiento. Por un lado, intuimos objetos en las formas puras del espacio y el tiempo y, por el otro, juzgamos esas intuiciones al aplicarles conceptos. Esos conceptos no son empíricos, ya que los emplea el entendimiento son puros y conducen a conocimientos universales y necesarios.

Las categorías son consideradas ahora como formas a priori de nuestro pensamiento. Las produce el entendimiento por sí mismo de manera espontánea sin que provengan de la experiencia (donde lo a priori es la capacidad de formarlas). A través de ellas se manifiesta la actividad del entendimiento; que es, justamente, ordenar las diversas representaciones bajo una representación común. Vale decir, son las formas de establecer juicios independientes del contenido de ese juicio. Todo ello significa, en términos kantianos, que son las formas puras del entendimiento aplicadas a los contenidos sensibles.

Son una suerte de conceptos primitivos del entendimiento puro que condicionan el acercamiento tanto al conocimiento como a la experiencia. Son las condiciones de validez objetiva del conocimiento y por ende de los juicios. En virtud de esto, se debe ver el juicio como una conexión de diversas representaciones. Tal conexión no se da de manera solo subjetiva, lo que quiere decir que la validez no es para un individuo particular, sino que se produce conforme a un patrón o regla similar para todos los individuos pertenecientes a un universo común; lo que le otorga a la categoría no solo el carácter de objetividad y de necesidad; sino también de universalidad. En palabras de Juan Rivano: «(…) Las categorías manifiestan una distinción lógica, pero también real; es decir, una distinción de la naturaleza de la realidad sobre la cual pensamos, así como en nuestra manera de pensar sobre ella» (1985, p. 48).

En resumen, las categorías no son sino «(…) determinaciones, momentos abstractos y unilaterales, cuya única realidad es la del tránsito a los momentos que la niegan y cuya única verdad es la totalidad que le otorga contenido». Así lo afirma Rubén Zardoya en su ensayo titulado ¿Son conceptos las categorías? (2009, p.207). Esto, en virtud de que el pensamiento se objetiva en las formas de la cultura material y espiritual. En consecuencia, las categorías no solo pueden considerarse como facetas del desarrollo de las teorías científicas; sino que, ante todo, son facetas reales del desarrollo del pensamiento y de la práctica social. En efecto, es a través del proceso histórico que una categoría se forma y arraiga a la conciencia colectiva.

Las categorías son unidades lógicas del pensamiento y la realidad, esquemas universales y necesarios, mediante los que se unifica e identifica en forma de juicios la diversidad de las representaciones que nos llegan de la realidad. De ahí que constituyan los principios o condiciones de la objetividad de los juicios. Son los esquemas que sintetizan las sensaciones y representaciones que llegan del exterior en forma de juicios y que hacen que tal juicio tenga validez objetiva y práctica.

Bibliografía

Araos, S. M. J. (1999). Filosofía Aristotélica del Lenguaje. S. A. Pamplona: Ediciones Universidad de Navarra.

Bennett, J. (1979). La Crítica de la Razón Pura de Kant. Vol I y II. Madrid. Alianza Editorial.

Beuchot, M. (2005). Historia de la Filosofía del Lenguaje. México: Edición del fondo de cultura económica.

Cohen, M. (1952). Introducción a la Lógica. México. Brevarios del Fondo de Cultura Económica.

Colectivo de autores. (2009). Filosofía Marxista. Vol I. La Habana. Editorial Félix Varela.

Corredor, C. (1999). Filosofía del Lenguaje. Una aproximación a las teorías del significado del siglo XX. Edición Visor Dis, S. A.

Figueroa, M. (1987). La Lingüística Europea Anterior al siglo XIX. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales.

Rivano, J. (1985). Lógica elemental. Santiago de Chile: Editorial Universitaria.