La teoría conspirativa del Zeitgeist

junio 18, 2024

La tradición cultural germana ha instituido un término de apropiación compleja: el zeitgeist, (que al español se traduce como espíritu del tiempo). El filósofo atento comprende que al interior de este espíritu de tiempo subsiste una vibra de referencia romántica, moderna, o Ilustrada, y en consecuencia; una asimilación del estar en circunstancia heideggeriano. Ese estar en situación, hace que el zeitgeist se materialice en acontecimientos que son interpelados por el lenguaje, y que flirtean con la posibilidad de ser retorcidos para hacer brotar el sentido otro y oculto de las cosas. Precisamente de la propia interpretación otra del sentido de lo tradicional nace lo tradicional falsable, un universo interpretativo que en la contemporaneidad se conoce bajo la expresión: teorías conspirativas.

Ahora bien, ¿cuál es el origen del término teoría conspirativa? Con una frecuencia inusual y una fuerte dispersión en todas las direcciones de lo social, se ha ido normalizando el uso del término acompañado de un conjunto significativo de variantes; todas ellas convergiendo en cuanto a asumir la teoría de la conspiración como un modelo alternativo de la verdad que ha postrado al mundo ante los efectos primarios de la paranoia y la incertidumbre. O si se prefiere, la teoría conspirativa es una distorsión de lo real previamente establecido y legitimado que se ha acentuado como paradigma de una globalización acelerada con propósitos bien marcados. Esta imagen particular, pone en juego la aparición de un desplazamiento cognitivo que sirve de toque de gracia al famoso Metaverso-Multiverso (WHAT- IF?), y, por ende, al asentamiento en el umbral de lo metafísico-científico: es más fácil aceptar las teorías de la conspiración que las científicas porque para entender las científicas hay que estudiar. La gran interrogante en este caso expuesta se refiere a: ¿en qué momento se convirtió el tiempo presente en sujeto de pruebas y las relaciones humanas en campo de estudio y ejecución para las teorías conspirativas?

Tomando como referencia una mirada retrospectiva sobre los últimos años que constituyen el zeitgeist actual, el caso de la pandemia del Covid-19 es buen punto de partida para acceder a una posible respuesta de esta interrogante. Sin embargo, es necesario aclarar que previo a la pandemia, ya estaba de moda (desfile-work in progress) el fenómeno de las teorías conspirativas; e Internet como plataforma de empuje ha prosperado como su pasarela más importante. No obstante, el coronavirus y sus efectos colaterales han sido caldo de cultivo para especulaciones tanto en el plano científico-tecnológico, económico, político y social; pero, además, ambas instancias sirvieron como catalizador de condiciones objetivas-subjetivas para cristalizar planes que estaban escritos y pensados con la función específica de minar la lógica de los últimos 50 años. Todo este esfuerzo con una misión fundada en una nueva construcción de la historia en beneficio de la industria. Y de esta última sentencia se deriva la primera y más significativa teoría de la conspiración que define el espíritu del tiempo presente: el control del mundo por élites ocultas.

No se trata de una invención reciente. Hace algunos años se viene manejando esta tesis que oscila entre la aceptación popular ingenua por algunos sectores y un sustrato de esencia verdadera que la legitima. Sin embargo, existe un conocimiento a priori respecto a ello que es innegable: la figura del Estado-nación murió ante el capital financiero. Precisamente el leitmotiv de estas élites radica en el alcance efectivo y los efectos a escala global que genera el capital financiero; enfoque el cual, por la atención sin límites a estos intereses económicos dejan relegados a un segundo plano las cuestiones ideológicas y las acciones políticas. Nuevamente se está ante otra interrogante; ¿qué es lo que sigue siendo válido de las ideologías del siglo pasado?  

En un contexto político, la izquierda y la derecha han protagonizado históricamente el juego entre los extremos, más esta situación ha sido desplazada. Al respecto en un tweet reciente Ivan Schuliaquer decía: “las democracias ya no mueren por golpes de estado clásicos, sino porque actores autoritarios logran ganar elecciones”. Esta afirmación conduce a la idea de un repoblamiento constante de la ideología y de los factores a ella asociados, dando paso a un efecto barco de Teseo donde la ideología ya no es la ideología. Así lo constata Being There, film que indica que en el jardín se escribe la política como proceso de constructo social que lleva cuidados especiales.

Ya en el escenario político es necesario recordar también una teoría conspirativa de peso: el mundo bipolar China-Rusia que emerge fundamentalmente desde el posicionamiento de estos países como dos enclaves mundiales: el primero socialista con el velo económico capitalista y el segundo económico-armamentista. Esta conclusión viene a sobregirar el ámbito de la geopolítica mundial presentando además la triste condición del mundo bajo el influjo y amenaza periódica de la Tercera Guerra Mundial. Más que teoría conspirativa podría pensarse en una especie de vaticinio próximo y como una lección de hegemonía. Sin embargo, a este bloque se le enfrenta el multipolarismo (tan apoyado por la dictadura de los G: G7-G20, etc.) como modelo alternativo al bipolarismo, no pretende retrotraer la historia sino redistribuir sobre la base de lo que actualmente se ve, transferir tecnología y esfuerzos sobre la base de equiparar los niveles de desarrollo y mercado. Claro está, la credibilidad de semejante planteo radica en los esfuerzos mancomunados de la prensa y los medios de comunicación sumado a los altos niveles existentes de desinformación a nivel mundial, o si se quiere, radica en el alcance de la posverdad.

El valor agregado de la posverdad juega un gran papel en la aceptación de las teorías conspirativas. Como condición particular del inconsciente, el sentido común reproduce la fe ciega en la información alojada en la nube sin necesidad de una corroboración efectiva en el plano de lo real. La web es biblioteca, lugar de consulta y de realización efectiva de la actividad práctica humana. A esta situación se le añade la nueva creencia conspirativa del marketing como mecanismo de control social (tendencia que viene gestándose desde los inicios del neoliberalismo) y que se refracta en la máxima: cuando todo es gratis es porque el hombre es el producto, simplemente se ha convertido en la mercancía.

Llegado a este punto llama la atención un fenómeno asociado a la industria audiovisual que recoge en detalle la magnitud de la actividad conspiranoide: la reevaluación del rol del villano para pensar nuevas cosas en los niños. El componente que este asunto revela, es la puesta en reverso de los sistemas de comprensión simbólicos sociales: el personaje negativo en una propuesta cinematográfica infantil es pura construcción a priori, es así porque tuvo una serie de antecedentes “traumáticos” que lo condujeron a comportarse de esa manera, por tanto, están justificadas todas sus acciones posteriores (el mundo es un lugar cruel porque antes alguien fue cruel).     

Este conjunto anterior se encuentra tratando de desviar la mirada a un asunto de mayores connotaciones. En otros términos, se ha hecho un alto en el camino para conectar, o más bien percibir una red de terminales que opera de una manera distintiva y que instituye el fenómeno rise of beast: IA generation o el imperio de lo artificial.

En este sentido, una de las propuestas conspirativas más atractivas y acertadas consensuadamente, está relacionada con el uso de la web como espacio o sociedad de control.  A este respecto, el monitoreo de las actividades de los usuarios termina por establecerse como un fenómeno normativo inscrito en la cotidianidad, y en consecuencia, el ser humano se cosifica en metadatos alojados en un servidor/nube que son susceptibles a ser manipulados en el cibermundo con un efecto inmediato en la realidad social.

Desde un punto de vista sistémico en cuanto al mundo digital, la web como sociedad de control, es tan solo una punta del iceberg. Distinguir el fenómeno en toda su amplitud, transita por el reconocimiento de las actividades asociadas al avistamiento de ovnis y a la famosa Área 51, así como los reportes, encubrimientos e información con poca credibilidad por parte de la National Aeronautics and Space Administration (NASA). Más recién aun llega la controvertida historia respecto a la compra de X(antiguo Twitter) por el magnate de la industria tecnológica Elon Musk, compra que viene justificada por un espíritu de competencia con la aplicación china WeChat y sus prestaciones, y por la idea de convertir a X en una plataforma de pago e inversiones con monedas digitales. Sin embargo, uno de los principales símbolos asociados a las teorías conspirativas desde el ámbito del ciberespacio refiere a la existencia del metaverso.

La deformación de los modelos astrofísicos tradicionales provocada por nuevas teorías que desafían su aparato conceptual y práctico funge como la base argumentativa del metaverso. De aquí se deriva que la vida humana empiece a ser pensada desde la perspectiva simple de una de las múltiples realidades posibles y que, en consecuencia, se haya desarrollado todo un sistema lingüístico para caracterizar cada elemento en ella inscrito. Los viajes en el tiempo abandonan el terreno fronterizo de la ciencia ficción para manifestarse como posibilidad, como apertura a la sociedad del futuro que otros contextos paralelos asumen. La comprensión de este fenómeno es como dijera Lyotard, la irrupción de un nuevo metarrelato subyacente a los aparatos sociales: “(…)se ha creado un magma cibercultural donde se promueve una tecnociencia altamente especulativa y fantástica, donde se mezcla la física cuántica, la nanotecnología, la bioingeniería y el cyborg que va moldeando la imaginería de los científicos y de la sociedad”(Arzoz, 2003, p. 84).

Entonces no queda otro reparo que mantener la mirada atenta sobre el fenómeno. Las teorías conspirativas y sus infinitas ramificaciones vienen a expresar el asentamiento paulatino de una crisis de la subjetividad como tendencia. Ello constituye una especie de guía mental, un mecanismo contemporáneo adscrito a la sociedad que pone en entredicho la capacidad de esta última para ejercer la crítica racional en la toma de decisiones. El fracaso de la postmodernidad y el ascenso de la globalización transmoderna ha revelado cuan competente y autónomo puede llegar a ser el proceso informativo en cuanto a su autogestión, distribución y consumo en los distintos sistemas de conexiones. Un clic ha sido la apertura del movimiento, sin embargo, hoy se muestra una experiencia otra desde la voz de agentes socializadores con legitimidad pública: los llamados creadores de contenido. Si bien esto puede ser atendido como un fenómeno in crescendo, resulta más alarmante el empleo arbitrario de la teoría conspirativa como prueba radical de verdad. De vuelta al zeitgeist germánico, y parafraseando a ese gran filósofo ilustrado que fue Manuel Kant: “¡sapere aude!”, la ontología del tiempo presente necesita de nuevas teorías críticas que sin hacer del mundo un lugar metodológico, contrarresten esa visión otra que es lo conspirativo.

Referencias:

Arzoz, A. A. I. (2003). Cartas al Homo ciberneticus. Editorial EDAF.

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  1. Excelente y útil artículo, es una radiografía en modo panorámico, de la «verdad» contemporánea y y sus roles en la conducción social.

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