Foto Jon Tyson
Sin lugar a dudas pensar en la libertad es algo muy humano, pero ¿es la libertad algo tan humano? Si por esta se entiende un concepto absoluto y omnipotente que se ejerce sin restricciones, entonces no se está entendiendo como algo humano, en tanto el hombre es un ser finito.
Si bien es cierto que felicidad no es sinónimo de libertad, tal pareciera que el logro de esta conlleva necesariamente a la otra, y en este punto radicaría el fin práctico de toda vida humana. Dos preguntas salen a relucir, ¿puede el hombre alcanzar la libertad? Y en caso de que pudiera ¿sería feliz? Más que felicidad y bienestar, la libertad supondría ante todo una responsabilidad, además de que tampoco se corresponde con las emociones o pasiones, ya sea del cuerpo como del alma, de lo contario le atan y dominan. Pues los deseos del hombre y sus apetitos le pueden llevar a una adicción, estado lo suficientemente alejado de la felicidad y la libertad. En primera instancia se puede entonces dar por sentado que el tema de la libertad se encuentra desligado a la idea de la felicidad, ahora ¿de dónde surge la idea de la libertad? Para responder a tal interrogante se tomará como centro de referencia la reflexión de Schopenhauer acerca de este problema, quien, al igual que se ha hecho aquí, se cuestiona el significado de la libertad y particularmente si el hombre es verdaderamente libre.[1]
La libertad desde la necesidad
Cuando se cuestiona la libertad y que tan libre es el hombre, suele ser de apoyo a la idea común de que el hombre es libre porque hace lo quiere; pero aquí empiezan los problemas: ¿acaso podemos hacer realmente lo que queramos? Ante tal cuestionamiento Schopenhauer señala: “No se tiene más remedio que querer lo que quiero, es decir que querer lo que soy, mis elecciones están rigurosamente ligadas a mi voluntad” (Camps, 1999, p.513). Para comprender mejor esto se ha de partir de que el hombre como el resto de las cosas de la naturaleza es una objetivación de la voluntad, la cual es para Schopenhauer el en sí de todo, y nunca puede ser representada; ella posee en sí la verdadera libertad.
Al estar la voluntad objetivada en el hombre, este no puede llegar a conocer en su totalidad a la libertad, sino solo desde la perspectiva de lo empírico, ello es la causa de que el hombre conciba la realización de la libertad como la devastación del límite u obstáculo de la realización de sus deseos. Retomando la idea de que la libertad era entendida como el poder hacer todo aquello que se quiere, es evidente que la primera forma de pensar la libertad sea entonces destruyendo todos aquellos límites que se imponen a la voluntad. A esta forma de ver la libertad, Schopenhauer la definirá como la libertad física.
El problema radica en que esta no tiene en cuenta que aquello que se hace no es producto del querer, sino de La Voluntad. Dirá: “Soy lo que quiero pues quiero lo que soy, mi ser y mi querer se identifican y de ellos se deriva mi obrar” (Schopenhauer, 2012, p.76). Ahora, este obrar del hombre es producto del carácter y el motivo, el primero es la naturaleza empíricamente reconocida de la voluntad, radica en este lo más originario y propio del hombre, pues atañe al grado de virtud o vicio del hombre que son determinantes en su obrar. Por otro lado, el motivo corresponde a la representación del individuo con su forma intuitiva que le impulsa a actuar. La pregunta que se hará Schopenhauer es ¿La relación entre el motivo y el acto es necesaria? (Schopenhauer, 2012, p.47).
La respuesta indica entonces en qué medida es libre el hombre, pues, en primer lugar, aunque cambien los motivos, las acciones estarán determinadas por el carácter y luego al tomar en consideración, no solo la parte empírica antes vista de entender la libertad, sino también la parte moral, se puede llegar a ver las acciones del hombre y su querer hacer en una relación causal. Es el propio conocimiento empírico de la realidad el que difumina la relación que se da necesariamente entre los motivos y el carácter y que determinan el obrar del hombre. De ahí que Schopenhauer diga: “predicar que algo es libre, equivale a reconocerlo como en modo alguno necesario, es decir como independiente de toda razón (…) donde empieza la libertad empieza lo ininteligible (Camps,1999, p.513).
El camino hacia la verdadera libertad, vida ascética
El hecho de que la libertad sea algo ininteligible, se debe a que la voluntad se objetiva en el cuerpo del hombre, le hace perder el acceso a ella, poseyéndola solo como ilusión; su cuerpo se convierte así en un límite para llegar a la libertad. Pero, si no lo tuviera no existiera entonces como hombre, fuese una voluntad no objetivada y seria de este modo realmente libre. Al esto no ser así, el hombre vive inmerso en el dolor y la angustia, no hay en él una satisfacción plena, se encuentra encerrado, determinado, razón por la cual Schopenhauer en relación a la vida del hombre dirá que es “como un péndulo, que oscila constantemente entre el dolor y el hastío (Camps,1999, p.257). Este sufrimiento le lleva a reflexionar sobre la libertad y buscar el modo de acercarse a ella, y no la felicidad como el sentido común pudiera hacernos pensar.
Es ante todo la angustia que supone la existencia humana y su incapacidad para elegir sobre sí misma, forzada a ser de un modo que no quiere, la que obliga a meditar sobre la libertad. Así el camino que encuentra Schopenhauer de liberarse del hastío que supone vivir, es a través del arte, que se comporta como “el espejo del mundo”[2] lo cual significa dejar a un lado los conceptos teóricos y abstractos y centrarse en la belleza de las obras donde se representa aquello imposible de representar por la razón. El hecho de que Schopenhauer destaque al hombre ante todo víctima de sí mismo, recluta de su cuerpo y presa de sus deseos, como esencial antes de salir en busca de la libertad, muestra como el hombre negándose a sí mismo sale de la prisión y se vuelve libre, de lo contrario, llevaría su cárcel a cuestas. De ahí que Schopenhauer destaque la vida ascética como una forma de sentirse libre y purificar el espíritu.
Pero ¿acaso puede el hombre liberarse realmente de sus deseos? Los deseos responden a sus necesidades biológicas, las cuales busca satisfacer; de modo que el hombre no puede desprenderse de ellos. Sin embargo, es aquí donde surge en el hombre la idea de la libertad, en el hecho de reconocerse como algo que va más allá de sus deseos y ansias, en tanto es consciente de que estos lejos de hacerle libre le atan y dominan. Por ello la búsqueda de la libertad responde a una necesidad, a la necesidad de ser infinito dentro de la finitud y de abrirse paso dentro de la adversidad siguiendo los pasos que hemos sido capaces de cimentar, es ahí cuando la libertad es verdaderamente importante, cuando sirve de apoyo en el afán de construir nuestra propia realidad, así sea renunciando a nuestros deseos, mediante una vida ascética, o desde las artes, de lo que se trata es de ser capaces de guiarnos y hacer frente a la adversidad con lo que hemos construido. Solo así seremos libres, pues la libertad no está en aquello que nos es dado, sino en aquello que hemos sabido ganar.
Bibliografía
Camps, Victoria, Historia de la ética II, Ed, Critica, Barcelona, 1999.
Schopenhauer, Arthur, El mundo como voluntad y representación, Ed. Trotta, S.A, Madrid, 2003.
Schopenhauer, Arthur, Sobre la libertad de la voluntad, Ed. Alianza, Madrid, 2012.
Schopenhauer, Arthur, Sobre la voluntad en la naturaleza, Ed. Alianza, Madrid, 1970
Schopenhauer: Los dos problemas fundamentales de la Ética. Siglo veintiuno editores, Madrid, 2002
Notas
[1] Schopenhauer desarrolla el tema de la libertad al participar en un concurso convocado por la Real Sociedad Noruega de las Ciencias, en el año de 1839 con un ensayo titulado Sobre la libertad de la voluntad, con el cual obtuvo el primer lugar.
[2] Esta frase viene a resumir lo que Schopenhauer en su obra El mundo como voluntad y representación, expresa cuando dice “todas las obras de arte se esfuerzan en presentarnos la vida y las cosas tal como en verdad son, aunque no pueden ser captadas inmediatamente por todos a través de la niebla de las contingencias objetivas y subjetivas. El arte disipa esa niebla.” (Schopenhauer, 2003, p.455)