José Martí – La epifanía de nacer

enero 28, 2021
José Martí natalicio

Ya sabrá el mundo lo que tú eras,
pues la justicia de Dios es infinita
y señala a cada cual su legítima gloria.
 Rubén Darío – Sobre José Martí

 

Con enero nace el año. Enero blanco, enero frío, que calienta el seno de la madre amorosa. En enero nací yo. Siempre hay un enero para nacer. Fue un día veintiocho. Dos y ocho suman diez; también un 10 de Octubre volví a nacer: Nació la Revolución.

Siempre que nace una estrella, otra muere. Cuando yo nací, en San Agustín moría solo y alejado de la patria el padre que me enseñó en pensar. Otro maestro, “silencioso fundador”, me enseñó a ver la Luz.

A la edad de nueve años volví a nacer cuando, de la mano de mi padre, vi el ébano cuerpo del hombre todo ultrajado. Temblé, de pasión por los que gimen, y juré, junto al pie del ahorcado, lavar con su vida el crimen. Desde entonces supe que la misión de mi vida era ser esclavo de la libertad.

De niño, por las calles de La Habana siempre anduve con placer. Un sabio maestro me enseñó poesía e inglés. Supe de Calderón, de Quevedo; traduje a Poe, a Shakespeare. Sentí dolor por el asesinato del gigante norteño en el Ford´s Theatre. Hice mío el levantamiento cespedista en La Demajagua. Todo eso aprendí con aquel maestro. Era volver a nacer.

En el presidio sentí la realidad de mi país. ¡Dolor! Dolor era la palabra para describir tanto sufrimiento. Schopenhauer decía que el dolor es perenne. El viejo Castillo, el niño negro, el otro joven, me enseñaron que en los lugares más oscuros “nacen entre espinas flores”, y se lo dije a mi madre. Sin dudas, nací en ese infierno. La patria quería ser un pueblo sin odios y sin color.

Volví a nacer en el Madrid intelectual del Liceo y los cafés, en la Zaragoza rebelde que se levantó en vano por la República, en suelo aragonés hallé mi primer amor; antes ardí por la muerte de ocho hermanos míos. Nací en París ante la presencia del maestro francés. En el México de Nezahualcóyotl me casé y la madre Naturaleza me dio a luz, nacía “Nuestra América”. Nací en Guatemala cuando el río inframundano llevaba a la muerte a mi niña; también nací en la Caracas del Libertador y del otro sabio, no menos grande, de ideas socialistas. En Norteamérica he vuelto a nacer miles de veces: nací en las vorágines de la modernidad desde el tren hasta el teléfono y la estatua de la Libertad, en la gran ciudad de Nueva York cuando una vez fui cónsul de la pampa, con los tabaqueros de Tampa, con la muerte de los anarquistas, con el negro de Filadelfia, con el obrero de Boston; nací con la idea trascendental de Emerson, la naturaleza de Thoreau, el verso encendido de Whitman, la reforma de la tierra de Henry George.

Las ideas nacen blancas. Nunca me pregunté por qué. Así las vi en la poesía, en el drama y la novela. Comprendí que en literatura, como en el nacimiento humano, no es la concepción, sino la expresión lo que cuenta. Aquellos buscaban sonidos, música en la poesía, yo en cambio veía imágenes. El príncipe me abrazó en Harman Hall y me llamó “Padre”; yo lo llamé “¡hijo!”. Se retiró queriéndome, tal vez, por raro. Quiso que no sólo le perteneciera a Cuba, sino al continente todo…

Yo no quiero para la vida más carrera que la de hombre. A eso vine a este mundo. Yo no quiero para mí más oro que el bosque entero y si me dan a escoger prefiero el Sol y un pedazo de cielo. Vi nacer alas en mujeres hermosas que parecían mariposas, también vi volar al águila herida en la guarida de la víbora venenosa. De armas no quiero saber ni del oficio de odiador, si yo odiara a alguien me odiaría por ello a mí mismo; mi arma será el verso, verso que es como un puñal que por el puño echa flor, y su única misión será la de repartidor de amor.

¿Por qué ser de aquí o de allá y no más bien ser? Yo vengo de todas partes y hacia todas partes voy.

¿Por qué antes de nacer era y ahora muerto soy? Esta es mi vida entera. Soy como soy. A nadie la pedí prestada.

¿Cómo se nace para el dolor de la vida? ¿Alguien nos prepara, acaso Dios? Nacer es sufrimiento; morir, gozo.

¿Si volviera a nacer, qué haría? Volver a morir. Nacer es vivir para morir.

El nacimiento es luz. Prefiero la oscuridad de los mortales que la luz de los dioses.

Antes de nacer mi ser era una interioridad universal; mi ser era un infinito de posibilidades. Al nacer mi yo individual introdujo en esa interioridad universal una limitación: la existencia. Nací y me volví finito, mortal. Ahora, la existencia me dio la libertad, aun cuando me atrapó en el cuerpo. Cuando muera, si es que muero, volverá mi infinitud, trascenderá mi esencia.

Nacer es Ser. En el ser del hombre soy el pobre sin cara, el niño y su fantasía, el indio mudo, el negro oteado, la mujer que sufre, el campesino creador y sus manos, el obrero que trabaja, el primer mambí que cayó en el campo, el soldado que va a la guerra, el anciano y sus arrugas, el extranjero sin país, el homosexual que no es aceptado, el creyente sin dogma y el religioso sin iglesia; soy humano. Soy todos y cada uno del Todo.

Nacer es ser. Nacer es llegar al mundo. Actualizarlo y actualizarse. Nacer es realizarse. Nacer es adicionarle al mundo una pequeña porción de sí mismo. Nacer es la posibilidad de existir. Nacer es darle existencia al ser. Nacer es posesionar el ser en la realidad. Nacer es volver lo infinito en finito. Nacer es actualizar el cogito y el ser; también su relación ética.

El antiguo libro mintió cuando dijo, “en el principio era el Verbo”. Estudié Filosofía y Jurisprudencia, algo de Oratoria, Literatura y Lenguas, menos de Teología. Conocer te hará más libre. Y aquí sigo preso. Llevo a Cuba en mi espalda, arrastro mis grilletes y a los míos. Nigromante tenías razón, “en el principio era la Acción”. La profecía proclamó, nacerás cada cien años, y así vine, en forma de espectro, y me volví miles que después fueron millones. Fui el último y ahora soy el primero.

Un día comprendí lo fundamental cuando uno de tus bardos me dijo que la libertad es el rebuzno que ahuyenta al pajarillo asustado del árbol. ¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!, aclamaron. El juicio final de la apostasía hará lo suyo. Ya Madrid no preocupa.

Eres tan igual a mí que he llegado a creer que sueñas mis propios sueños.

La flor vivirá pocos días aunque su fragancia podrá ser eterna. ¿Será su vivir como un día de tu primavera, como una primavera de mi vida?

El Bien es el Otro. La Patria es el Otro, la Patria son Todos. El pobre es el Otro. Por lo tanto, el Bien es primero que el Ser; entonces, la Ética es previa a la Ontología. Mi obligación es política y ética antes que teorética. NACER ES SIEMPRE NACER PARA EL OTRO.

Venir al mundo es la apertura a la responsabilidad por el otro, eso que Jesús hizo en la cruz y los cristianos llaman “el prójimo”; venir al mundo es más que “conocer” y su actualización posterior. Nacer es, al fin, la epifanía del rostro; romper con el hechizo de lo dado. La revelación de la cara-otra.

A nacer venimos a este mundo. De la madre sólo se nace una vez; en la vida se nace todos los días. La vida es un nacimiento constante.

Nací con la epifanía de nacer. Hoy he vuelto a nacer.

 

México, 28 de enero 2021.

Boletín DK