Jean François Lyotard y el dilema postmoderno (algunas notas)

noviembre 8, 2024
Jean François Lyotard postmoderno
Jean-François Lyotard en una imagen capturada por Bracha L. Ettinger en 2007 y retocada por AM. Fuente: Wikimedia Commons

 

“La condición postmoderna es, sin embargo, tan extraña al desencanto, como a la positividad ciega de la deslegitimación”.

Jean François Lyotard

Relación con el modernismo

La dificultad de definir conceptualmente el posmodernismo se deriva de su amplio uso en una variedad de movimientos culturales y críticos desde la década de 1970. La posmodernidad describe no solo un período sino también un conjunto de ideas, y solo puede entenderse en relación con otro término igualmente complejo: modernismo.

El modernismo fue un movimiento artístico y cultural diverso a fines del siglo XIX y principios del XX cuyo hilo conductor fue una ruptura con la tradición. El «pos» en posmoderno sugiere «después». La posmodernidad se entiende mejor como un cuestionamiento de las ideas y valores asociados con una forma de modernismo que cree en el progreso y la innovación. El modernismo insiste en una clara división entre el arte y la cultura popular.

Por su parte, otra característica importante es que a menudo se asocia el posmodernismo con el pluralismo y el abandono de las ideas convencionales de originalidad y autoría en favor de un pastiche de estilos muertos.

Posmodernismo y Arquitectura

El cambio del modernismo al posmodernismo se ve de manera más dramática en el mundo de la arquitectura, donde el término obtuvo una amplia aceptación en la década de 1970. Uno de los primeros en usar el término, el crítico de arquitectura Charles Jencks sugirió que el fin del modernismo se remonta a un evento en San Luis el 15 de julio de 1972 a las 3:32 pm. En ese momento, el proyecto de vivienda pública abandonado de Pruitt-Igoe fue demolido. Construido en 1951 e inicialmente celebrado, aquella obra se convirtió en una prueba del supuesto fracaso de todo el proyecto modernista.

Teóricos famosos

Los teóricos asociados con la posmodernidad a menudo usaban el término para marcar una nueva época cultural en Occidente. Para el filósofo Jean-François Lyotard, la condición posmoderna se definió como «incredulidad hacia las metanarrativas»; es decir, una pérdida de fe en la ciencia y otros proyectos emancipatorios dentro de la modernidad, como puede ser el marxismo.

El teórico literario marxista Fredric Jameson argumentó que la posmodernidad era «la lógica cultural del capitalismo tardío» (con lo que se refería al capitalismo de consumo postindustrial, posfordista y multinacional).

En su ensayo de 1982 Postmodernism and Consumer Society, Jameson expuso los principales tropos de la cultura posmoderna. Estos incluyen, primero: la sustitución de pastiche por el impulso satírico de la parodia; predilección por la nostalgia; y una fijación en el presente perpetuo. En el análisis pesimista de Jameson, la pérdida de temporalidad histórica y profundidad asociada con la posmodernidad fue similar al mundo de los esquizofrénicos.

Jean François Lyotard y el dilema postmoderno

La incertidumbre y ambigüedad, que genera y ha generado el término postmoderno, describe la tarea de señalar como punto de partida para su discernimiento, aquellas proposiciones que transiten por el tamiz de un filosofar en vínculo permanente con un estudio del lenguaje. En el ámbito de la producción teórica, el uso arbitrario del término ha contemplado la admisión de una pluralidad de cosas bajo el signo de lo postmoderno. Resultan asombrosas las hipótesis según las cuales se engloban en lo postmoderno los más distintos fenómenos culturales, que terminan por particularizarse en cuestiones teóricas, políticas y sociales. No obstante, advertido el desafío, incluso en el sentido histórico-filosófico, conlleva sus riesgos.

La condición postmoderna, en el sentido que lo describe Jean François Lyotard (1924-1998), se define por la apreciación del saber y la variada significación que este adquiere según la sociedad en que se gestione. Surge así la posibilidad de un nuevo estatuto para el conocimiento, aparejado a las paulatinas transformaciones culturales que remueven los supuestos de certeza arraigados por la modernidad.

El trabajo de Lyotard inicia con una crítica que analiza cómo los centros del desarrollo espiritual de la verdad tales como el conocimiento científico, la razón y el ideal universal, han dejado de ser autoridad como legitimadores del devenir social. De aquí se deduce que, ante la imposibilidad de aquellos relatos modernos de ofrecer un sentido a la realidad actual, se necesite de un mecanismo que presente nuevas concepciones legitimadoras de las cuestiones sociales. Por consiguiente, ante la crisis de estos relatos, se redirecciona el papel del elemento central articulador de la sociedad: el saber.

En la era postindustrial, el saber es una empresa ardua que proporciona control, dicta pautas comportamentales y además se manifiesta como una mercancía más. Las descripciones así formadas, conllevan a la distinción de dos tipos de saber: el científico y el saber narrativo. Lyotard explica que no se trata de una pugna entre dos modelos de conocimiento, más bien del ajuste a técnicas de legitimación según las reglas del lenguaje.

Visto así, el saber se muestra sobre dominios lingüísticos especiales, puesto que no se limita a esferas ordinarias, sino que la relatividad de los significados, los distintos enfoques y criterios, así como la intencionalidad, conduce al establecimiento de normas ético-sociales finitas. Es así como la informatización constante de la sociedad pauta el método de su apropiación y reinvención tal cual hace el capital. No importa qué tipo de conocimiento se produzca, lo importante es que parezca necesario.

La paradoja en todo este asunto consiste en el análisis de las dificultades relativas a la condición postmoderna, dígase: en primer lugar, la delimitación de una nueva etapa histórica sin esclarecer si las sociedades están en tránsito hacia ella o en su establecimiento definitivo; y en segundo, la ingenuidad respecto a si esta condición, es comprensible a partir de Lyotard o es previa a su teorización.

Lo cierto es que, pese a los esfuerzos, la humanidad se encuentra en una situación de constante alucinación. El saber, por un lado, provee de herramientas cognitivas y por otro afianza la idea de la inconsistencia social: la modernidad líquida de Bauman. Los fenómenos culturales y nuevas tendencias, los avances científicos y el apego a imposiciones del mercado, abren cada vez más la posibilidad, a lo que según Lyotard, es la condición postmoderna. Atrapado en la imagen del plus-desarrollo, el sujeto contemporáneo se desentiende con las reglas esenciales que se establecen cotidianamente pues el saber es progreso y eso es lo que importa. Así pues, nos dice: “la informatización de las sociedades(…)puede convertirse en el instrumento soñado de control y regulación del sistema de mercado, extendido hasta el propio saber y exclusivamente regido por el principio de performatividad”.

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