MADRID (Corresponsal) – Insoportable, irascible, prostituta, esposa ilegítima… A la rubia y fogosa Jantipa le han cabido multitud de adjetivos, siempre en tono negativo. Sin embargo, una mirada más moderna la convierte en una mujer que, en la Antigua Grecia, fue sinónimo de justificada rebeldía.
De Jantipa, la esposa de Sócrates, hay muchas anécdotas y poca información confiable. En el Fedón de Platón, al acercarse el momento de la muerte de su esposo, aparecen sus pocas palabras: «Por última vez ahora te hablarán tus amigos, Sócrates, y tú les hablarás a ellos».
Sócrates, quien estaba por beber la cicuta, no le contestó y le pidió a su amigo Critón que la llevara de regreso a casa. El pequeño relato pone de relieve que Jantipa acompañó a su esposo hasta el final, a pesar de todo lo que habría vivido la pareja.
Descrita por los amigos de Sócrates, como Jenofonte, Aristófanes y Platón, como la mujer con el peor carácter del mundo, Jantipa habría comenzado a convivir con el filósofo cuando este tenía 20 años, alrededor del 418 a.C. Sócrates, entonces, tendría unos 50.
Hablo de convivencia porque una investigación de Inés Calero, plasmada en el libro Jantipa, afirma que Sócrates no se casó con esta mujer, sino que tuvo un matrimonio tardío con Mirto, una joven viuda que pertenecía a la nobleza. De lo que casi no hay dudas es que convivió con ambas en una sociedad donde la bigamia era ilegal, pero tolerada.
Jantipa, a diferencia de otras mujeres de su época, habría manifestado sus celos hacia Mirto. Y, sobre todo, sus quejas por la vida libidinosa que llevaba su esposo, a quien sus detractores identifican como cliente de Teodasia, la prostituta más famosa de Atenas, amante del general Alcibíades y de efebos, ya que la pederastia tampoco estaba mal vista.
En la Atenas de Pericles, las mujeres, sobre todo las casadas, llevaban una vida dedicada a los hijos y al hogar, sin mayores derechos políticos. Estaban al mismo nivel de los extranjeros y los esclavos.
Volviendo a Jantipa, al parecer, tener de esposo a Sócrates era todo un sacrificio. El filósofo, a diferencia de sus colegas, no cobraba por sus clases y vivía gracias a unos ahorros administrados por su amigo Critón. Para colmo, usaba siempre la misma ropa, era bastante reacio a bañarse y solía volver de madrugada a su casa totalmente borracho. Todo esto, claro está, según sus detractores.
Al propio Sócrates se le atribuye la frase «después de los truenos de Jantipa vendrá la lluvia». Los «truenos» eran los habituales regaños de una mujer que debía soportar a un marido al que consideraba insoportable e improductivo.
Sócrates aseguraba que, si bien las mujeres eran inferiores en inteligencia y fuerza, podían mejorar gracias a la educación (fue uno de los pocos filósofos que conversaba con mujeres). Sin embargo, ni se habría molestado en educar a su propia esposa.
En Conócete a ti mismo, biografía de Sócrates escrita por Daniel González, puede leerse un diálogo del filósofo con Alcibíades, quien le pregunta cómo podía aguantar a semejante esposa. Sócrates responde: «Tal y como tu sufres las voces de los gansos, pero te dan huevos y crías, así, a mí, mi Jantipa me da hijos».
El análisis de las únicas palabras de Jantipa (las del Fedón) pueden ser tomadas como una ironía sobre el tiempo que su esposo le dedicaba a sus amigos en desmedro de su familia. Pero también son una muestra de que Jantipa, a pesar de todo, fue una esposa de carácter fuerte. Pese a quien le pese.