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Imagen e identidad en la Dimensión virtual del mundo: un enfoque postfenomenológico

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Fragmento del artículo Imagen e identidad en la Dimensión virtual del mundo: un enfoque postfenomenológico, de Rivas López, V. G., Pérez Morales, A. R., & Reyes Monreal, M. (2022), publicado en nuestra revista académica, Dialektika: Revista De Investigación Filosófica Y Teoría Social4(9), 1-18. https://doi.org/10.51528/dk.vol4.id68 

 

Introducción

Para comenzar, debemos partir del hecho y la concientización de que estamos en un momento histórico, cultural y existencial donde la tecnología agencia de manera directa los procesos de percepción y autopercepción del ser humano. Precisamente, por el grado de agenciamiento a causa de la determinación que ejercen sobre nosotros los artefactos técnicos y tecnológicos, se concluye que también influyen en las formas con las cuales conformamos nuestros juicios morales y estéticos. Este presupuesto regirá nuestro texto para justificar el enfoque que tendrá: el postfenomenológico.  Así, entenderemos por Postfenomenología la rama de la filosofía que examina la interrelación recíproca existente entre los seres humanos y la tecnología en su fenomeidad (Ihde, 1995, p. 34). Atendiendo a sus orígenes fenomenológicos, extrae sus datos de la experiencia y retoma la noción de intencionalidad como invariante de la experiencia: toda conciencia es conciencia de algo. Subjetividad y objetividad, consciencia y fenómeno (lo que Husserl denominó noesis y noema) son dos extremos distintos de la polaridad de la experiencia. Es por ello que la postfenomenología enfatiza en el papel que tienen las tecnologías en la mediación de esta relación intencional al constituir, tanto al sujeto humano como a su mundo. Siguiendo tal postura, consideramos que hay que analizar seriamente el papel de la tecnología, en relación a la experiencia humana de la vida. Ello buscando que, dentro del ámbito de los estudios fenomenológicos, disminuya la mirada recelosa ante la posibilidad de entender el mundo como una experiencia que incluye, en su constitución, la cuestión tecnológica. Por lo mismo, nuestra pregunta fundamental será cómo se dan los procesos identitarios humanos, en relación a las imágenes fotográficas compartidas en el entorno virtual, específicamente, en las redes sociales. A su vez, nuestro objetivo principal será mostrar la interrelacionalidad que se da entre la Dimensión Virtual del Mundo (DVM) y la Dimensión Terrenal del Mundo (DTM). Ambos conceptos serán explicitados más adelante, siendo estos precisamente, nuestro intento de aportación al debate.

Las tecnologías son íntegramente parte de nuestras vidas. Como consecuencia, la postfenomenología considera que las tecnologías son multiestables, lo cual se refiere a la capacidad de que tengan diferentes usos y signifiquen de diferentes maneras (Ihde, 1990; 2002; 2003). Lo multiestable significa que el objeto técnico o tecnológico no solo responde a la intención o función concreta depositada en él por el diseñador, sino que encierra en él mismo, como fenómeno independiente y disponible a ser percibido y perceptible, una multiplicidad de usos e interpretaciones que van más allá de la mirada inicial o intención concreta de quien diseña. De esta forma, las tecnologías «simplemente no pueden reducirse a funciones diseñadas» (Ihde, 2002, p.106). A lo cual podemos añadir que, como bien señala Introna (2017) “atender al usuario en su experiencia virtual de la vida, desde una perspectiva posfenomenológica, también puede ser útil para la evaluación ética” (p.5). Por ello. “el enfoque posfenomenológico de la ética es uno de divulgación ontológica; pregunta qué tipo de mundos divulgar a través de nuevas tecnologías, y de la misma manera, en quiénes nos convertimos en relación con estos mundos” (p.6).

El desarrollo tecnológico, y por ende sus limitaciones, siempre ha influido y dado forma a los artefactos culturales; se puede apreciar en la narrativa y en la música. Esto mismo ocurre con la infinidad de variaciones que encontramos en lo digital-virtual. Como resultado, el resultado de la explosión contemporánea del contenido cultural en línea tiene implicaciones de gran alcance sobre las subjetividades en el ser humano en el ciberespacio (Hayles, 1999). Mucho de lo que encontramos en nuestra cotidianidad ha sido digitalizado, subido y compartido en redes. Por ello habitamos ahora en lo que, entre otros, Hayles (1999) y Ferrando (2019) denominan la era “posthumana”. Los niveles de conectividad aumentan por segundo. Por lo tanto, nos definimos, cada vez más, por influencias virtuales. Esto trae consigo que, actualmente, ya no podamos hablar de la máquina de manera impersonal cuando, de hecho, estamos conectados y somos parte constitutiva de ella, en tanto dirigimos y a la vez recibimos el flujo de información digital. Asimismo, emergen nuevas formas de uso cotidiano de las tecnologías, (re)configurando nuestros valores, cultura y procesos de percepción y subjetivación.

Ahora bien, este enfoque que podría parecer demasiado optimista, no significa que lo sea; tampoco elude las limitantes y problemáticas éticas que pueden surgir de la relación humano – tecnología – mundo. Más bien, lo que busca es contribuir a los análisis críticos de las condiciones de posibilidad de nuestro presente. Para ello, el cambio y la crítica deben hacerse desde la comprensión de que vivimos en un mundo que tiene la tecnología como uno de sus nodos dimensionales fundamentales, y no intentando negar esta situación que hasta el momento pareciese ser inquebrantable.

Tras la aclaración, comenzaremos a abordar una de las cuestiones que nos ocupan: cómo la interacción a través de las fotos subidas y archivadas en estas plataformas, no se queda solo en una Dimensión Virtual del Mundo, sino que se mueve de ese entorno para influir en nuestro comportamiento, percepción del otro y autopercepción también en una Dimensión Terrenal del Mundo. Ello expondrá cómo aquello que mostramos y compartimos en estas plataformas no corresponde solamente a una (auto)simulación; más bien, corresponde a una de las múltiples formas bajo las cuales se conforma nuestra existencia y realidad, siendo así parte del acto performativo que implica la vida en su totalidad. Así, cuando hablamos de Dimensión Virtual del Mundo (DVM) estamos proponiendo referirnos a un entorno virtual donde se presenta una (o unas) de las múltiples manifestaciones en las que el ser humano experimenta su existencia en el mundo. De esta manera vemos que la “simulación” o “apariencia”, características de las formas de autopresentación en las redes sociales no difiere significativamente de las formas estéticas, modificadas y simuladas que empleamos en la DTM (Dimensión Terrenal del Mundo). Al hablar de DTM nos referimos a habitar en un espacio telúrico. En ambos casos, el objetivo es el mismo: intentar presentarnos al otro y a nosotros mismos de una forma complaciente. La diferencia fundamental radica en que, mediante la interacción cara a cara de la DTM podemos intentar ocultar más fácilmente ciertos aspectos de nuestro físico y forma de ser, mientras que, a través de las imágenes (fotos) compartidas, podemos modificarlos con mayor facilidad y efectividad.  Igualmente, en ambas dimensiones de la vida continuamos siguiendo tendencias, a pesar de que la imagen virtual y sus filtros posibilitan una serie más amplia de modificaciones corporales. Así, la fotografía publicada en redes se muestra como parte de un acto performativo que no por ello se excluye de lo que implica la humanidad.

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