Historia de un eclipse – “¿Qué fue de los intelectuales?” de Enzo Traverso

Una premisa deja Enzo entrever en todo momento: el intelectual pertenece y reside en el espacio público. Y es precisamente este espacio de lo público el encargado de su desaparición
enero 16, 2022
¿Qué fue de los intelectuales? de Enzo Traverso

«La dificultad para imaginar un futuro también podría afectar a los denominados intelectuales».

Régis Meyran

 El historiador italiano Enzo Traverso ha colocado en la escena del pensamiento social, un libro escrito coloquialmente a modo de entrevista, para tocar un tema medular en los tiempos que corren: el intelectual.

Se trata de un análisis desde varios posicionamientos (ético, político, cultural, histórico, filosófico, sociológico, literario, etc.) y que se extiende desde un momento fundacional del intelectual comprometido, y abarca hasta la aparición del intelectual que rechaza serlo, al de afiliación partidista y a tantos otros que el propio devenir histórico ha ido difuminando y que en la contemporaneidad ha silenciado como una consecuencia ineludible.

¿Qué fue de los intelectuales? de Enzo Traverso no entra en el espectro del texto histórico clásico y repetitivo. El lector se enfrenta a un discurso otro que rastrea con maestría y sin recelos el decursar de varias tradiciones partidarias o no del término intelectual, desde su posible primera puesta en escena con el memorable caso Dreyfus hasta la actualidad. Más bien el lector asiste a la modelación de un texto-derrotero, desde una propuesta no anecdótica sino explicativa, la cual, tomando como escenario del fenómeno al viejo continente, pone en contacto con una arista renovadora del pensamiento crítico del siglo XXI, puesto que «no se trata de erigir o destruir ídolos. Más bien habría que bajarlos del pedestal y someterlos a una verdadera historización crítica»[1].

Llama la atención el manejo del término por parte del autor, en ocasiones con suma frialdad, y en otras con mucho cuidado, como si se tratara de algo vacío pero frágil, de un ente gastado que no es menester recuperar, o que al menos no parece estar como intención principal del autor: «El intelectual casi siempre es un outsider»[2]. El problema pudiera definirse como socio-estructural. De esta manera el intelectual atraviesa una metamorfosis no kafkiana, sino historicista. Puede encontrársele en relación directa con la clase aristocrática en una corte, o como interlocutor de una relación antagónica de derecha e izquierda. Su estatus social depende de la dirección con que soplen los vientos de la Modernidad. Y, aún más interesante en el texto, es la articulación gracias a la cual Enzo Traverso deja explícitamente plasmada una de las lecciones cumbres de las humanidades: la sociedad al tiempo que moldea a sus individuos, establece códigos que en concordancia con el conjunto de la cultura (como el autor lo llama) crea los héroes, ilustrados, hombres de letras que se conocen popularmente como intelectuales. Es así, como el propio Enzo reconoce que es un acierto por parte de Gramsci explicar el cómo surgen los intelectuales tradicionales y los orgánicos.

Los albores del eclipse

Una premisa deja Enzo entrever en todo momento: el intelectual pertenece y reside en el espacio público. Y es precisamente este espacio de lo público el encargado de su desaparición. El lector no quiere enfrentarse a un texto que le sea ajeno, no quiere elucidaciones sobre política de la cual no se siente participe, ni relatos escabrosos adornados con palabras artificiosas que solo un grupo reducido entiende a cabalidad. Todo lo contrario, el lector y el ciudadano de a pie, quiere cotidianeidad. La industria cultural y el mercado así lo han querido, y han batallado para que se mantenga en esa inercia. Al intelectual que se ampara bajo la sombra de la prensa, de la cátedra y de algún que otro escrito que pueda colocar para satisfacción de las masas, no le queda otra opción que claudicar ante lo público y convertir su obra en mercancía bajo el riesgo de desaparecer. Ovación aparte, es este el mensaje transversal que Enzo no quiere dejar pasar por alto en ningún momento de la obra: la necesidad de advertir la suerte superflua que ha corrido el intelectual.

Tanto es así, que Enzo, sin la sobrecarga de una cronología ni una periodización férrea, conduce al lector hasta el período de posguerra y coloca al intelectual ante una nueva dicotomía: fascismo o comunismo. Este bien podría ser un punto de inflexión en toda la obra, al punto de detallar que ambas posturas (derecha e izquierda) presentan puntos en común y manejan argumentos válidos, cuestión que escapa a los tradicionalismos con que es visto el término en la actualidad: el intelectual tiene que ser de izquierda o no es intelectual. Claro está, punto y aparte estaba Sartre, el intelectual de moda.

Aun cuando Enzo especifica que el intelectual se desentendió de su lugar como élite, y logra detallar su aniquilamiento por el poder de los medios, ofrece una solución al problema: Foucault.

Con el intelectual específico que Foucault articula en oposición al intelectual universal y al experto, al tiempo que abre una nueva brecha para la comunidad del pensamiento social, deja un reflejo de incertidumbre por la practicidad y las condiciones históricas en las que cada término hace aparición en el plano social. Y, sin embargo, el cierre de la obra libera al lector del sabor amargo de una derrota, al punto que el autor desencadena la idea de superar el eurocentrismo que tanto han sufrido los saberes. Sin dudas se trata de un texto con altas perspectivas y con una escena alternativa declarada a voces, pero entre líneas. En palabras del propio Enzo: es necesario «redefinir el papel del intelectual a partir de las mutaciones históricas de nuestras sociedades, pero no estoy de acuerdo con decretar el fin del intelectual crítico, que supuestamente ya no tendría papel alguno que desempeñar».[3]

 Notas

[1] Traverso, Enzo: ¿Qué fue de los intelectuales?; Editorial Siglo XXI, 2013, pág. 22.

[2] Ídem. pág.10.

[3] Ídem.pág.53.