Por Kapil Patil y Maria Rentetzi. Traducido por Jorge G. Arocha del original War in Ukraine heralds a more personalised and politicised science diplomacy
La guerra en Ucrania está provocando un replanteamiento fundamental en los intentos de Europa tras la Guerra Fría de construir un sistema científico mundial mutuamente interdependiente. En concreto, la contradicción de las expectativas de la comunidad científica europea respecto a la voluntad de Moscú de poner la gobernanza global por encima de las preocupaciones regionales está dando paso a una era llamada » post-ingenua» de colaboraciones científicas que está configurada tanto por los valores europeos como por los intereses de seguridad transatlánticos. Las colaboraciones científicas, que durante mucho tiempo se anunciaron como una herramienta para crear confianza, ya se han convertido en un instrumento de coerción política. Desde el estallido del conflicto, los países occidentales no han dejado de imponer sanciones más estrictas a la ciencia rusa, y Estados Unidos ha sido el último en unirse a muchos países europeos para poner fin a los vínculos científicos con los organismos estatales de investigación y científicos rusos.
El comunicado de la Casa Blanca del 11 de junio afirmaba con rotundidad que Estados Unidos «pondrá fin a las relaciones institucionales, administrativas, de financiación y de personal, así como a las colaboraciones de investigación en los campos de la ciencia y la tecnología con las instituciones de investigación afiliadas al gobierno ruso». El Comunicado de la reunión de los Ministros de Ciencia del G7, celebrada del 12 al 14 de junio de 2022, también reiteró la postura de la alianza occidental de «restringir, según proceda, los proyectos y programas de investigación financiados por el gobierno en los que participe el gobierno ruso».
La diplomacia científica occidental pretende ahora desvincular a los científicos individuales de las instituciones estatales rusas y reforzar su libertad de investigación y de expresión.
Si bien existe escepticismo en torno a la capacidad de las sanciones para frenar la maquinaria bélica del Kremlin, las crecientes restricciones científicas también están reduciendo el espacio para que la diplomacia científica proporcione un canal de comunicación significativo entre Europa y Rusia. Con el aumento de las colaboraciones científicas en la actual contienda geoestratégica, el enfoque de la diplomacia científica occidental se ha dirigido a los científicos e investigadores rusos individuales que se enfrentan a la «persecución» en su país. La guerra en Ucrania ha dividido a la comunidad científica rusa por su apoyo a la invasión de Ucrania por parte de Putin. Desde el inicio de las hostilidades, más de cinco mil científicos rusos han criticado públicamente la decisión del Kremlin de invadir Ucrania y han pedido el cese inmediato de la guerra.
La diplomacia científica occidental pretende ahora desvincular a los científicos individuales de las instituciones estatales rusas y reforzar su libertad de investigación y de expresión. Para ello, los principales organismos de investigación europeos, como el DAAD y el Consejo Europeo de Investigación (ERC), han anunciado su apoyo a los científicos rusos disidentes mediante su participación en diversas actividades de investigación conjuntas. La declaración del consejo científico del ERC resolvió apoyar firmemente a los «valientes científicos rusos que se han pronunciado contra esta guerra». Con la suspensión de la cooperación de los principales organismos e instituciones de investigación europeos con las entidades estatales rusas, varios actores científicos intermedios y de nivel inferior tienen ahora la responsabilidad de reconstruir las asociaciones científicas rotas.
Se trata principalmente de organizaciones de la sociedad civil y beneficiarios individuales que utilizan sus contactos personales para fomentar el diálogo y la cooperación a través de modos de compromiso informales y de segunda vía. En el marco de la segunda vía, la mayoría de los científicos e investigadores hablan entre sí para explorar las vías de renovación de los acuerdos científicos y normalizar los vínculos políticos. Tradicionalmente, los proyectos y regímenes del CEI han constituido una plataforma ascendente crucial para que los investigadores forjen colaboraciones científicas innovadoras y construyan confianza y entendimiento intercultural. Aunque la guerra en Ucrania ha afectado a los intercambios regulares entre científicos, los antiguos vínculos ofrecen un canal virtual para reconstruir el diálogo, dadas las obligaciones personales y profesionales inherentes a las comunidades científicas.
Por un lado, la diplomacia científica europea intenta aprovechar este espacio limitado de que disponen los científicos individuales para colaborar, incluyendo actividades como las evaluaciones y las revisiones por pares. Este tipo de iniciativas de menor envergadura a menudo resultan de gran importancia, como se desprende de las experiencias pasadas. Durante la Guerra Fría, por ejemplo, los científicos del otro lado del Muro de Berlín colaboraron discretamente en proyectos científicos novedosos, sentando las bases para una mayor cooperación política que, a su vez, facilitó el avance hacia la distensión. Los lazos científicos también permitieron a ambas partes embarcarse en proyectos como la misión Apolo-Soyuz, que se convirtió en un símbolo de buena voluntad en medio de una profunda contienda ideológica.
Por otra parte, la guerra de Ucrania presenta un contexto muy diferente al de la diplomacia científica de antaño. La cooperación científica en tiempos de paz no ofrece ninguna garantía para asegurar la cooperación y la paz a largo plazo entre Estados eternamente competidores empeñados en maximizar sus ganancias relativas. Es esencial subrayar que varios científicos e instituciones estatales rusas apoyan la guerra que está llevando a cabo Putin y la toma de los territorios de Ucrania. Por lo tanto, la diplomacia científica de la UE ya no puede dar por supuestos los valores científicos de «racionalidad», «transparencia» y «universalidad». En su lugar, las colaboraciones científicas se han convertido cada vez más en una «actividad diplomática» que equilibra muchos intereses, riesgos, valores, principios y preocupaciones regionales, como se indica en la perspectiva de la política de investigación exterior del DAAD, recientemente publicada. La historia, sin embargo, nos enseña que esto siempre ha sido así, especialmente durante la Guerra Fría.
Así, la guerra de Ucrania está empujando las colaboraciones científicas más profundamente en el cálculo de la seguridad y las relaciones interestatales.
Las entidades científicas multilaterales, como el CERN, el CIFT del OIEA y varias grandes instalaciones científicas de toda Europa, también han sido directas al condenar la invasión rusa de Ucrania. Estas instituciones han sido la vanguardia de la diplomacia científica a través de sus proyectos científicos multilaterales. Aunque los científicos rusos siguen participando en las actividades de estas instituciones, el CERN ha decidido poner fin al acuerdo de cooperación con Rusia y Bielorrusia tras su expiración en 2024. También la junta de gobernadores del OIEA ha deplorado la invasión rusa, con sólo dos votos en contra. La guerra de Ucrania hace que las colaboraciones científicas estén más presentes en el cálculo de la seguridad y las relaciones interestatales.
En consecuencia, es probable que en las colaboraciones científicas pos-Ucrania se produzcan negociaciones sobre los intereses estratégicos concurrentes de los Estados en conflicto. Además, el creciente autoritarismo a nivel mundial también obliga a los organismos científicos occidentales a ser más circunspectos a la hora de abrir sus sistemas científicos a socios extranjeros como China, a la que a menudo se acusa de negar el acceso recíproco a sus mercados y personal científico. El creciente enredo entre las políticas exterior y de seguridad supone un revés para el internacionalismo científico europeo, especialmente cuando el mundo se enfrenta habitualmente a los retos planetarios del Antropoceno, como una pandemia, el cambio climático y la desaceleración de la economía mundial.
Resolver las impugnaciones en torno al orden «europeo» como vía para reconstruir la cooperación en torno a diversos retos comunes es, sin duda, más fácil de decir que de hacer. Con la guerra de Ucrania sin final a la vista, la diplomacia científica, con su lógica cambiante y su espacio cada vez más reducido, sólo tiene rendimientos decrecientes que ofrecer para fomentar la cooperación mundial. Si una cosa parece clara en los recientes pronunciamientos del mundo científico europeo es que la fase de la tan mentada diplomacia científica de la posguerra fría puede haber quedado atrás.
Sobre los autores
Kapil Patil es becario postdoctoral de la STGS-FAU
Maria Rentetzi es catedrática de Ciencia, Tecnología y Estudios de Género (STGS) en la Friedrich-Alexander-Universität Erlangen-Nürnberg (FAU) y beneficiaria de una beca del ERC.