Breve introducción al asunto
El fundamentalismo religioso involucrado en aspectos de la vida política, es una tendencia que se percibe fuertemente hoy en muchos países del mundo[1]. Los móviles de su vínculo a los procesos políticos son claros: proteger los intereses de la religión en cuestión (pues el fundamentalismo no es representativo de una religión específica) desde un posicionamiento favorable, que les permite ejercer determinado control sobre la población y su conducta. En diversos países, los fundamentalistas han asumido cargos en los gobiernos y dada su influencia entre la feligresía son considerados por los políticos como votos claves durante período de elecciones.
Se trata de un fenómeno que no es nuevo en el panorama internacional, pero que alarma particularmente hoy debido al gran número de seguidores capaz de impulsar. Sobre todo, su doctrina de la «prosperidad financiera», que acapara multitudes en países sustancialmente subdesarrollados. Al unísono, resulta preocupante su carácter de reinventores de la tradición. Con lo cual crean una identidad a la religión que en la mayoría de los casos la identifica con formas de sometimiento y escasez de derechos y libertades, aparentemente existentes de manera per se.
A propósito del fenómeno fundamentalista
Resulta necesario tener en cuenta que manifestaciones fundamentalistas no emergen en una religión específica. Pueden expresarse de hecho en todas, aunque con mayor frecuencia en las llamadas religiones de libro. Unido a que es importante establecer una diferenciación entre el conservadurismo y el fundamentalismo.
El primero de ellos, como su nombre lo indica, lleva implícita una intención de conservar, de mantener determinados elementos de la religión en cuestión. En tanto, una vez dichos elementos recuperados de la teoría original se subliman al punto de verdad absoluta y devienen en un dogma que no admite alteraciones, si quiera interpretaciones contextuales; entonces, puede hablarse de una actitud fundamentalista.
El fundamentalismo religioso como tendencia establecida, surge en los Estados Unidos como reacción a la avalancha de la Modernidad y el asiento de la Revolución Industrial, que hacen posible el tránsito de este país a su fase imperialista. A tenor de los cambios que se producían en la sociedad, parte de la comunidad religiosa temerosa de que los cambios que se operaban alterasen también sus prácticas, preceptos morales y de comportamiento; se aferraron a la lectura literal de sus textos. Ello con el objetivo de descartar cualquier nueva interpretación relacionada a la Modernidad y su concepción de progreso. Se pasa a asumir el contenido de los textos bíblicos como verdades irrefutables e infalibles, no sujetas a interpretaciones vinculadas a contextos o culturas. La religión se convirtió en defensora de los valores tradicionales que colocaba la fe y hábito religioso por encima de la ciencia y la razón. A partir de entonces, aquel que se considerase devoto a la religión debía someterse al dogma.
Por su parte, llegado determinado punto del desarrollo capitalista, conservadores políticos perciben la necesidad de ejercer su control sobre diferentes esferas de la sociedad; por lo que se alían a las autoridades religiosas. Esto se debe a que se trata de una sociedad que permanece en crisis cíclicas y sistémicas, por lo que es necesario que el poder ideológico tenga acceso a la individualidad, a la vida cotidiana. De ese modo se garantiza el ejercicio de un control eficaz sobre la conducta, valores y pensamientos de la población que no llega de manera explícita; sino que el contenido ideológico la permea desde su producción espiritual. Ya desde entonces se percibe una alianza entre fundamentalistas religiosos y políticos al poder, caracterizada por una marcada inclinación política de extrema derecha.
Dicho comportamiento se percibe también en la actualidad. En Brasil, por ejemplo, los líderes pentecostales indican a sus seguidores por quién votar. Incluso, en diferentes países los propios fundamentalistas se presentan a elecciones a través de partidos políticos. En ese sentido, existen múltiples ejemplos de partidos supuestamente laicos que esconden su verdadera inclinación religiosa y así mismo otros en los que su orientación religiosa es evidente. Entre ellos se encuentra La hermandad Musulmana; El Bloque Islámico; La Unión Israel y el Partido Republicano de los Estados Unidos, muestra de la gran influencia que ejerce en este país la derecha cristiana[2].
Por su parte, el contexto latinoamericano no se halla exento del fenómeno fundamentalista, que si bien surge en los Estados Unidos, se fue extendiendo por toda la región. En general América Latina se caracteriza por tradiciones comunitaritas y centralistas. Ello ha propiciado el arraigo de movimientos fundamentalistas debido a que se respalda el discurso en favor de los valores tradicionales. Esto es, atendiendo a la diversidad cultural, política, económica, social y de tradiciones de la región. No obstante, si bien dicha diversidad ha favorecido la proliferación de movimientos evangélicos protestantes, no puede afirmarse que en todos los casos se trate de movimientos fundamentalistas.
También se hacen notar manifestaciones de este tipo en Israel, en las religiones árabes e indias. En Medio Oriente, por ejemplo, tras la derrota árabe frente a Israel en el año 1967 la tradición judía comienza a emerger. Por su parte, la revolución islámica en Israel da al traste con el ascenso al poder de grupos fundamentalistas religiosos que rechazan tanto el modelo occidental capitalista, como el Socialismo[3]. De ese modo se sitúa Irán como un Estado Islámico que pretende expandir su modelo de política religiosa al resto del mundo musulmán.
Una nueva concentración de fundamentalismos se produce a partir de la década de los `80, condicionada en gran medida por el alcance de la globalización económica. Proceso que acentúa de forma creciente las desigualdades económicas y sociales entre los grandes grupos de países: los desarrollados y subdesarrollados y de igual manera hacia la situación interna de los pueblos en particular. Paralelamente, crisis ideológicas y de valores van conformando neofundamentalismos más adaptados a la realidad moderna. Vale recordar que durante un tiempo se perciben ideologías bien marcadas, por ejemplo, el marxismo-leninismo en el Campo Socialista y el nacionalismo en el mundo anglosajón. Estas regulaban la vida de las sociedades y le otorgaban un criterio de unidad e integración a sus procesos internos. A dicho entramado se suma el ascenso de movimientos migratorios hacia los países desarrollados, generando conflictos culturales y la proliferación de nacionalismos que dan al traste con una arraigada defensa a la identidad religiosa. Se inicia así una nueva era para los fundamentalismos religiosos, caracterizada por el ferviente intento de implantar su hegemonía cultural.
Todos estos elementos conducen al acelerado surgimiento de distintos fundamentalismos; ahora vinculados a los cánones impuestos por la Modernidad, el proceso de globalización y los conflictos culturales y civilizatorios. Estos, incluso en la actualidad, constituyen factores que ocasionan la pérdida de identidades. De manera tal que las nuevas formas de manifestarse los fundamentalismos apuestan a encontrar y conservar las identidades. La intención es marcar una diferenciación con el modelo actual de desarrollo. Es por ello que en muchos casos los fundamentalismos se encuentran asociados a movimientos nacionalistas, como es el caso de Irán, donde las políticas fundamentalistas rigen el orden de la cultura nacional; no quedando solo en el plano religioso, sino que constituyen la política oficial.
Una mirada al panorama actual
El análisis realizado hasta el momento ha estado basado esencialmente en la experiencia fundamentalista de las tres religiones de mayor alcance: cristianismo, judaísmo e islam. Ello en virtud de que su evolución puede tomarse como referente también para otros fundamentalismos religiosos: las tres son monoteístas, mesiánicas y proféticas, por lo cual es posible realizar un análisis general del asunto a partir de sus características. Además, reaccionan ante el proyecto moderno, así como a la occidentalización de la cultura y los valores. El fundamentalismo religioso que surge como reacción manifiesta a las propuestas de la Modernidad, intenta situar la religión como la única e inamovible forma de integrar la vida en sociedad. Ello, sobre la base de valores convertidos en verdades absolutas o dogmas. En ese sentido, la lectura literal de los textos bíblicos intenta significar un retorno a las raíces históricas de las sociedades, apostando por rescatar la tradición e identidad de los pueblos.
En la actualidad, el fenómeno fundamentalista mantiene la esencia de su origen: promover desde un posicionamiento políticamente favorable y legítimo, su discurso de arremetida contra las propuestas modernas y los derechos y libertades que la Modernidad significó en diversas aristas de la sociedad. Sin embargo, no pueden negarse las diferencias en los modos de manifestarse hoy día. En los Estados Unidos, por ejemplo, se aprecia un fundamentalismo protestante que cuenta con partidos políticos[4]. Este caso particular es uno de los ejemplos de la coexistencia que se produce tendencialmente hoy entre fundamentalismos y sociedades modernizadas. Si bien los mismos defienden los valores tradicionales, se hallan asociados a las prácticas de la sociedad moderna.
Hoy en día los fundamentalismos no profesan un rechazo absoluto a la modernidad; su discurso puede hacerse corresponder a las exigencias de los tiempos que corren, solo intentan «mejorar» el status quo. La crítica a la Modernidad persiste, pero no de manera incondicional pues no pueden negarse como parte de la misma. Se valen de ella, de los recursos que ofrece, como las tecnologías y los medios de comunicación masivos y explotan diferentes procesos a su favor, como la globalización y el liberalismo económico. Este comportamiento que caracterizaba principalmente la realidad norteamericana, se ha ido extendiendo también por diversos países de América Latina.
En ese sentido no puede dejarse de aludir nuevamente el caso de Brasil, donde políticos se valen del apoyo de fundamentalistas religiosos a partir de sostener un discurso de conducta moral afín a sus preceptos; dígase combate al aborto, a la homosexualidad, a las acciones revolucionarias de izquierda, entre otros. Este discurso puede variar de un contexto o país a otro, aunque en la mayoría de los casos se defiende la Teoría de la Prosperidad (también conocida como Teología de la Prosperidad). Se trata de un conjunto de doctrinas religiosas que consideran la estabilidad, prosperidad y bienestar económico como dones otorgados por Dios. Es decir, una doctrina relacionada directamente a los patrones político-ideológicos del sistema capitalista, fundamentalmente tras la avalancha del neoliberalismo económico. Vale decir, muchos de esos movimientos se hallan financiados por los Estados Unidos, por lo que constituye otra de las formas de expandir sus principios ideopolíticos por diferentes países de la región, esencialmente sobre poblaciones pobres y mayoritariamente ignorantes.
Como se hace notar, los fundamentalistas propician y favorecen las relaciones de poder existentes, así garantizan la aceptación de las desigualdades sociales en tanto constituyen «voluntad divina». De ese modo, las relaciones de explotación y la condición de pobreza se naturalizan y legitiman sin cuestionamiento alguno. Realizar una crítica a algunos de los preceptos morales o de comportamiento de determinada religión es considerado por los fundamentalistas como amenaza a su comunidad. En casos extremos, puede incluso considerarse irrespeto hacia la identidad individual o nacional de dichos movimientos. De modo que en efecto, los fundamentalismos religiosos intentan constituir una forma de identidad, de ahí que la conducta y prácticas que asumen tienden a ser catalogadas por los estudiosos del tema como absolutistas e intolerantes.
Los mismos laceran los derechos y coartan el marco del «deber ser» más que otras fuerzas. Su alcance no se limita al marco de la comunidad religiosa, sino que pretenden generalizar sus prácticas y preceptos morales. Muestra de ello es su «defensa a la tradición», cuando en verdad conservan determinados elementos de la misma a fin de reconstruirlos de modo que responda a sus intereses. Su intención, a largo plazo, es lograr una homogenización de la cultura, haciendo global su discurso de combate a la autonomía de la mujer, a la libertad sexual y de creencias, en fin. De ahí que se opongan radicalmente a la Teología de la Liberación, que promueve y alienta a sostener una actitud crítica, incluso cuando se trata de la religión.
Asimismo, al hacer alusión al fundamentalismo religioso inevitablemente hay que señalar, al menos someramente, su arremetida contra los derechos de la mujer; si bien el tema amerita una investigación mucho más profunda. Recordemos que el fundamentalismo religioso surge como reacción al proyecto moderno que trajo consigo diversidad de posibilidades para las mujeres. Las cuales cada año ganan más espacios de importancia en todos los sectores alrededor del mundo. Justamente en virtud de dicho empoderamiento se deriva la marcada intención por limitar su derecho de decisión, incluso sobre cuestiones relacionadas a su vida íntima. La estudiosa del tema Cassandra Balchin lo evidencia en Fundamentalismo religioso. Diez mitos sobre los fundamentalismos religiosos:
«Si Al-Azhar dice que algo que estás haciendo es haram (prohibido por la religión), ése es el tabú supremo. Ahora para las mujeres jóvenes mostrar el cabello es haram, no obedecer al hermano mayor es haram, hacer esto es haram, hacer aquello es haram, hasta llegar a un punto en que sus vidas enteras están regidas por lo que es haram, mientras que para los varones jóvenes no existe nada de todo eso. (Azza Soleiman, Egipto)».
Más adelante indica los impactos más significativos para las mujeres de dicho comportamiento:
«(…) limitaciones en los derechos a la salud y reproductivos, menos autonomía para las mujeres en general (como por ejemplo la imposición de códigos de vestimenta o el reforzamiento de la desigualdad que afecta a las mujeres en la familia), una mayor violencia contra las mujeres, restricciones a los derechos y libertades sexuales, y menos derechos para las mujeres en la esfera pública».
Lo más alarmante de esta situación es que se perpetúa la relación de sometimiento en tres direcciones esenciales: como designio divino; como parte de la identidad de la comunidad religiosa y como política de Estado. Esta intención se percibe en toda religión fundamentalista, pero se expresa con una fuerza particular en el Islam.
Lo cierto es que el fundamentalismo religioso busca legitimar una visión de la mujer como ser nulo, sin honor propio o autoestima. Así favorecen el patriarcado como forma natural. De donde sigue que, la dependencia económica de la mujer hacia el marido condiciona la proliferación de un tipo de dependencia aún más profunda y peligrosa: la de valores, identidad y mentalidad. El único estatus de reconocimiento que puede obtener la mujer está determinado por su capacidad para reproducir. Esta situación ha pasado a aceptarse como parte de la tradición e identidad en el mundo islámico ya que se considera designo divino. De modo que se mantiene el estado de dependencia y sometimiento de la mujer, descartando cualquier expectativa de cambio.
A modo de conclusión
En resumen, el fundamentalismo religioso constituye un mecanismo para mantener diferentes formas de manipulación y opresión. Justifica los privilegios de las clases poderosas y a los no favorecidos les ofrece el discurso de la voluntad divina. En América Latina, por ejemplo, han cobrado relevancia los movimientos pentecostales o carismáticos, motivados por la intención de hacer frente al avance de movimientos progresistas de izquierda y liberación. A este elemento se suman otros no menos importantes. Entre ellos los discursos extremadamente serios de otras Iglesias, que hacen tan atractivas las propuestas de los movimientos carismáticos mucho más flexibles. Además, se mantienen las crisis políticas y económicas que desembocan en crisis civilizatorias y de valores; ocasionando que la personas busquen regocijo en soluciones espirituales.
Todos estos, son elementos que contribuyen en la actualidad al fortalecimiento de movimientos fundamentalistas, incluso en Estados supuestamente laicos. La fuerza que han alcanzado les confiere la facultad de influir en decisiones vitales de la sociedad. En ese sentido, han llegado a ser agentes claves en decisiones de leyes, fundamentalmente en lo concerniente a derechos reproductivos y sobre la familia.
Para concluir, los fundamentalistas religiosos enarbolan la bandera de la justicia en un contexto donde las desigualdades son cada vez más palpables; apelando a recuperar los valores tradicionales para mitigar la alienación de las sociedades actuales, absorbidas por la globalización neoliberal. Para quienes los siguen, significan pertenencia a una comunidad que comparte una identidad no solo religiosa, sino también de valores y comportamientos. Se identifican con patrones establecidos de manera rígida, lo cual no da opción al cambio. Esto puede resultar atractivo frente a la incertidumbre respecto a la diversidad de opciones que trajo aparejada la Modernidad. Si a estos elementos se suma que en relación con los Estados y los gobiernos son capaces de influir en las políticas nacionales, se convierten en movimientos de un alcance prácticamente indetenible.
Bibliografía consultada
Alessander, J; Fleiscver, S; Morí, B; Rodrigues, K. Los fundamentalismos religioso y político como amenaza para los derechos de las mujeres. Desafíos para el Poder Legislativo en Brasil. Centro Feminista de Estudios e Assessoria-CFEMEA. Recuperado de: http://www.cfemea.org.br. Consultado: 12-09-2020.
Balchin, C. El auge de los fundamentalismos religiosos: Argumentos para la acción. Recuperado del sitio AWID en internet: www.awid.org. Consultado: 06-11-2020.
Balchin, C. Fundamentalismo religioso. Diez mitos sobre los fundamentalismos religiosos. Recuperado del sitio AWID en internet: www.awid.org. Consultado: 30-08-2020.
Caro, I; Fediakova, E. Los fundamentalismos Religiosos. Etapas y contextos de surgimiento. Fermentum. Revista Venezolana de Sociología y Antropología, vol.10, num.29, sept-dic, 2020, pp. 453-467. Universidad de los Andes. Mérida, Venezuela. Consultado: 14-06-2020.
Hollywood, A. Fundamentalismos feministas. Universidad de Harvad. Clepsydra, 9; enero 2020, pp. 103-118. Consultado: 15-10-2020.
Maher, M. Fundamentalismos religiosos, derechos y democracia. Editorial FLACSO, Quito, Ecuador, 2019. Recuperado de: http://www.flacso.edu.ec. Consultado: 12-09-2020.
Notas
[1] Las formas de manifestarse los fundamentalismos no deben verse ajenas unas de otras: fundamentalismo religioso, político, científico, en fin, se condicionan y potencian; manteniendo como factor común la oposición al pensamiento diferente y autónomo.
[2] Tomado de Fundamentalismo religioso. Diez mitos sobre los fundamentalismos religiosos, Balchin, C; www.awid.org.
[3] Tomados de Los fundamentalismos Religiosos. Etapas y contextos de surgimiento, Caro, I; Fediakova, E.
[4] Tomado de Los fundamentalismos Religiosos. Etapas y contextos de surgimiento. Caro, I; Fediakova, E.
Soy Cubano -Irlandes Y hacia mucho tiempo no habia visto un artículo tan elocuente y tan bien redactado, a la vez la escritora Rachel a seleccionado un tema al que otras personas tienen miedo de tocar el asunto y lo ha hecho con una bella facilidad de palbras y muy fácil de entender y analizar. Deben estar muy orgullosos de tener una escritora de tanto talento muy bien Dialektika y sigan con el buen trabajo, saludos desde Europa.
Que bien que resultase un tema de interés, muchísimas gracias.
Excelente artículo. El conocimiento es la virtud. Nuevos éxitos a la joven profesional dotada de talento para valoraciones tan oportunas.
Hola, me llamo Carlos Barrientos, soy de Costa Rica.
Extraordinario. Muchas gracias!!
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