Hace unos días recorre el mundo la historia de elle/el estudiante Andra Escamilla y su polémica por no llamarle “compañere” (ABC, 2021).
Por otra parte, el 30 de agosto, el Tribunal Supremo de Virginia, reincorpora a un profesor que fue despedido por no utilizar pronombres inclusivos con algunos alumnos (Pentchoukov, 2021).
Descubro, incluso, durante la investigación para este artículo la existencia de la página mypronouns.org. El sitio es una suerte de repositorio de pronombres que brinda una lista de conjuntos de pronombres que las personas no binarias escogen para sí.
Comparto con el lector una declaración clave de los creadores del sitio: “…it can be offensive or harassing to guess at someone’s pronouns and refer to them using those pronouns if that is not how that person wants to be known. Or, worse, actively choosing to ignore the pronouns someone has stated that they go by could imply the oppressive notion that intersex, transgender, nonbinary, and gender nonconforming people do not or should not exist” (mypronouns.org, 2021). Según parece, la filosofía popular vuelve a la polémica realismo-nominalismo del medioevo, en donde el simple nombrar constituía realidad.
Es, precisamente esa, la esencia del movimiento que se desarrolla ante nuestros ojos. Vivimos en una época en la que la autopercepción construye la realidad. Dos siglos de bombardeo idealista, décadas de tortura postmoderna, y la insistencia enfermiza de la Escuela de Frankfurt sobre el fracaso del ideal ilustrado; todo ello nos ha llevado a la actualidad, a la era de la opinología y la autopercepción. Es por ello que a nadie le interese, por ejemplo, que China convierta en bosques los desiertos; pero acapara todos los titulares la autopercepción de una joven que no está de acuerdo con el pronombre que la biología y el consenso social le otorgaron.
No afirmo, por supuesto, que la búsqueda por la inclusión no sea válida. Solo discuto los medios para lograr esa inclusión. Resulta cada vez más común encontrar cartas inclusivas en un restaurante, pero ¿en qué consiste esa inclusividad? En estos días se ha diseminado en las redes un interesante punto de vista al respecto: existe inclusividad de pronombres, ¿pero existe acaso una carta en braille? ¿existen cartas con pictogramas para autistas? Evidentemente mucho menos que las “pronombreinclusivas”.
Pero de existir habría una verdadera inclusión, pues estas personas de ninguna forma podrían haber leído el menú, mientras que los pronombre-divergentes sí. No ataco tampoco el carácter genuino del sentimiento de opresión en estas personas al no ser llamadas correctamente, mi objeción es la falta de consenso que ataca las lógicas más elementales del lenguaje: el problema no es utilizar un pronombre diferente, sino la falta de acuerdo entre las personas no binarias acerca de cual usar. La condición fundamental de toda vida social es la comprensión de que tus deseos tienen que estar en equilibrio con los de la otredad, que vivir en sociedad es una forma de contrato social, en donde se deben aplazar los deseos más urgentes en pos de un entendimiento pacífico con el otro.
Si bien la idea del contrato social es conocimiento establecido en la ciencia política, propongo aquí otra visión del problema. En 1911 Freud publica sus Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico, las reflexiones expresadas aquí son más urgentes, pues presentan una visión materialista en donde el cuerpo es el centro y no el sujeto. Queda claro que toda reflexión desde éste último nos han llevado a un callejón sin salida.
Del texto (Freud, 1986, pp. 223-231), propongo 6 tesis centrales para entender el problema:
- Antes de la existencia del mundo exterior, el aparato anímico solo funciona en términos de placer-displacer. O sea, que antes de la noción de un afuera, lo único que existe es la voluntad de descargar la mayor cantidad de pulsión posible. Pero la emergencia del mundo provoca el nacimiento de la capacidad sensorial de atención. Su objetivo es modular las pulsiones, y juzgar si determinada representación es propicia o no para una descarga efectiva.
Para Freud el inconsciente es absoluto y puro desear, y si la medida del placer es descargar ese deseo constantemente, el principio psíquico que lo garantiza es el “principio del placer”. Pero ese principio choca con la pared del mundo, y con principios del placer “otros” que desean lo mismo. Por lo tanto, la solución es el consenso, la existencia de la atención que otea el mundo buscando oportunidades de descarga.
- Cuando el aparato anímico encuentra el objeto que le permite la mayor descarga pulsional posible, se aferra a él como un relámpago a un pararrayos. La posibilidad irrestricta de que eso ocurra es el principio del placer. Pero lo que existe normalmente para el aparato anímico es el “principio de realidad”, en donde la pulsión se descarga en el objeto que puede, y no necesariamente en el que quiere.
Ello crea una profunda disrupción en el inconsciente, que escinde del principio del pensar una forma de actividad del pensamiento, la fantasía. La fantasía es para Freud es una actividad consiente regida por el principio del placer, a la que siempre se podrá volver si se pierde un objeto de descarga pulsional.
- Las pulsiones de auto conservación (protección y nutrición principalmente) chocan rápidamente contra el mundo, de tal forma que el sometimiento al principio de realidad ocurre desde muy temprano. Las pulsiones sexuales, vástagos de las anteriores, viven primero en autoerotismo y luego en un período de latencia[1], de tal forma que tan tarde como en la adolescencia chocan con la realidad. El vivir tanto tiempo en el parnaso del principio del placer tiene sus consecuencias, las cuales consisten en que algunas personas no pueden salir de él, resultando en desequilibrio con el mundo y en neurosis.
Por ello las pulsiones sexuales existen apegadas a la fantasía, mientras que las pulsiones yoicas lo hacen a la conciencia. De tal forma que la satisfacción momentánea y fantasiosa suele ser más urgente que la real, que exige esfuerzo y aplazamiento o, dicho en otras palabras, compromiso con el mundo.
- El valor social del principio de realidad es que no implica el olvido del principio del placer, sino su realización segura y controlada: “Se abandona un placer momentáneo, pero inseguro en sus consecuencias, sólo para ganar por el nuevo camino un placer seguro, que vendrá después” (Freud, 1986, p. 228).
- La educación es una incitación de la sociedad a borrar, o por lo menos domeñar, al principio del placer. Y la relación con el caso que expongo en este artículo es evidente.
- Solo el arte reconcilia los dos principios, solo en el arte el hombre es realmente libre:
El artista es originariamente un hombre que se extraña de la realidad porque no puede avenirse a esa renuncia a la satisfacción pulsional que aquella primero le exige, y da libre curso en la vida de la fantasía a sus deseos eróticos y de ambición. (…) Por esa vía se convierte, en cierto modo, realmente en el héroe, el rey, el creador, el mimado de la fortuna que querría ser, sin emprender para ello el enorme desvío que pasa por la alteración real del mundo exterior. Ahora bien, sólo puede alcanzarlo porque los otros hombres sienten la misma insatisfacción que él con esa renuncia real exigida, porque esa insatisfacción que resulta de la sustitución del principio de placer por el principio de realidad constituye a su vez un fragmento de la realidad objetiva misma” (Freud, 1986, p. 229).
El hombre en el arte puede ser lo que quiera, y ello lo logra justamente porque comparte arquetípicamente los deseos del otro. El reconocimiento del otro es la base del consenso y de la realización de que tus derechos terminan donde comienzan los del otro.
Ahora bien, ¿de qué nos sirven estas tesis para entender el problema? Escuchemos la defensa del profesor que despidieron por negarse al uso de los pronombres inclusivos: “Soy profesor, pero primero sirvo a Dios. Y no voy a afirmar que un niño biológico puede ser una niña y viceversa porque va en contra de mi religión. Es mentir a un niño. Es abuso contra un niño”.
Efectivamente, ante un paradigma categorial de autopercepción, la ideología de género ha antepuesto otro más primordial que es la religión. El científico antepondrá el suyo, que es la prueba científica de la determinación biológica. El lingüista el criterio de la economía del lenguaje. Y el hombre común el clásico prejuicio del sentido común: de toda la vida sólo ha existido hombre y mujer.
Cuando Hegel decía que la esencia de algo es su capacidad de mantener su ser en sí en la otredad, se refería a esto. No hay forma de que se imponga esta revolución pronombre-divergente, pues implicaría un choque de fundamentalismos: una unilateralidad contra la otra. Pues el Hombre es más que su orientación de género, su religión o sus prejuicios, basta decir ser humano para decir todos los derechos.
¿Cuál es la única solución a este atolladero? Simplemente el materialismo, la ciencia, el peso abrumador de la evidencia de lo Real. Tómese todo el presupuesto para diccionarios y campañas de pronombre-inclusividad. Úsense esos recursos para dar trabajo y estudios a personas homosexuales, bisexuales, intersexuales y transexuales en condiciones de pobreza y exclusión. La realidad de nadie cambia por que le cambien su pronombre, sino por mejoras reales de sus condiciones vida.
Por otra parte, estamos en posición de elegir entre el consenso y la barbarie. Marx se burlaría de pensar que las batallas del futuro fueran por discusiones de género. El hambre y la enfermedad son problemas más acuciantes. Imponer una agenda de ideología de género chocaría con el fundamentalismo religioso, y es sabido que ambos grupos tienen parte en la bien engrasada maquinaria de lobismos e intereses del capital. Por todo ello imponer nunca va a funcionar, y será mucho más efectivo engrasar los engranajes del consenso: solo con diálogo y comprensión por el otro, es que se puede lograr la sociedad de utópica libertad que todos deseamos.
Luche por su bienestar no por la imposición, sino a través del consenso y el diálogo. Recuerde que el principio de realidad no le niega a usted el placer, sino que le garantiza una cuota segura de goce corporal que no viola la de ningún otro. El principio del placer es, definitivamente, la máxima moral kantiana puesta al servicio del nombre real, y no a las exigencias vacías de una noción de sujeto.
Notas
[1] Para más información consultar “Tres ensayos de teoría sexual”.
Referencias
- (2021, septiembre 1). «No soy tu compañera, soy tu “compañere”»: Estudiante pide llorando trato como persona no binaria en clase. ABC. https://www.abc.es/recreo/abci-no-companera-companere-estudiante-pide-llorando-trato-co mo-persona-no-binaria-clase-202108311153_noticia.html
- Freud, S. (1986). Obras Completas (2.a, Vol. 12). Amorrortu.
- org. (2021, septiembre 5). What are personal pronouns and why do they matter? mypronouns.org. https://www.mypronouns.org/what-and-why
- Pentchoukov, I. (2021, septiembre 1). Tribunal Supremo de Virginia da la razón a profesor que se opone a usar pronombres transgénero. The Epoch Times. https://es.theepochtimes.com/tribunal-supremo-de-virginia-da-la-razon-a-profesor-que-se-op one-a-usar-pronombres-transgenero_884745.html