El universal concreto y la constitución de la libertad

junio 17, 2020
filosofia universal concreto

Según Hegel:

El concepto es lo que es libre, es el poder substancial subsistente por sí, y es totalidad, puesto que cada uno de los momentos es todo el concepto, y es puesto con él en unidad inseparada. El concepto es, pues, lo que, en su identidad consigo, es en sí y por sí determinado [i]

La filosofía, desde su diversidad geográfica e ideológica, ha intentado responder casi siempre a un conjunto relativamente finito de interrogantes: ¿Qué es el conocer? ¿Cuál es nuestra relación con el mundo? ¿Existe Dios? ¿Cuál es la relación entre el alma y el cuerpo?

Estas han sido, de acuerdo con diversos autores, las interrogantes que el pensamiento filosófico debe responder para ser considerado como tal.

No obstante, ante esta perspectiva más bien simplista se yerguen otras con un carácter más complejo y especulativo como es el caso de aquella adelantada por Hegel. Es este pensador, de hecho, uno de los más socorridos a la hora de definir las condiciones necesarias del pensamiento filosófico.

Hegel habla profusamente del tema en su Historia de la Filosofía y en referencia al origen del pensamiento griego:

Por razón de esta conexión general de la libertad política con la libertad de pensamiento, la filosofía sólo aparece en la historia allí donde y en la medida en que se crean constituciones libres. Como el espíritu sólo necesita separarse de su voluntad natural y de su hundirse natural en la materia cuando pretende filosofar, no puede hacerlo todavía bajo la forma con que comienza el Espíritu del Mundo y que precede a la fase de aquella separación [ii]

En otras palabras, la condición necesaria para hablar de un pensamiento filosófico es la creación de una constitución libre; o como él mismo dice en otro lugar de su texto, la libertad de pensamiento.

Sobre lo anterior y de cara a nuestro tema de una filosofía latinoamericana, tercer-mundista, africana, feminista, o simplemente pública, conviene destacar que esta idea la define justamente cuando está demarcando la intención filosófica oriental de la occidental. Ello, no por mero deleite histórico, hay más bien una idea de fondo, o propiamente hablando, una idea clara y distinta en la superficie del texto hegeliano: la constitución política de Alemania.

Daniel Innerarity en Libertad como pasión. Sobre la idea de Europa en Hegel (1991), resume la idea de la libertad en Hegel, y por tanto, —agregamos aquí—la idea de su filosofía como un empeño sistemático tendiente a la justificación de una Alemania que ha dado la espalda al feudalismo y que toma a la polis griega como su modelo de legitimación:

Cuando el discípulo de Hegel y principal continuador de su filosofía del derecho, Eduard Gans, quiso resumir el núcleo de las intenciones que animaban el pensamiento de su maestro, lo expresó de la siguiente manera: concebir la idea de Europa [iii]

Esta idea es mucho más fecunda y ramifica en otros problemas. No obstante, quedémonos con el engaño de la medida. ¿A qué se le llama aquí engaño de la medida? Al carácter inmediatamente elusivo de la norma que se usa para delimitar lo filosófico de lo no-filosófico. Es decir, que la definición de lo que ha sido o no filosofía, desde Hegel, el padre de la especulación occidental ha tenido dentro de sí una antinomia posiblemente insalvable. Por un lado, el de la constitución de la libertad europea; y frente a ella su negativo, la obligación servil, la necesidad, de lo no-europeo a constituirse como tal.

A ello me siento tentado a sumarle la inevitable plasticidad de esa reflexión ilustrada. Plasticidad puede aludir a su maleabilidad, y por tanto en nuestra escala de valores puede decir mucho. No obstante, en el Caribe hispano – el cual me siento tentado a usar para definir también causas y cosas y no solo para bailar y liar cigarrillos o tabaco- lo plástico es por excelencia algo falso. Se es plástico porque se imitan los gestos del otro, pero estos no terminan por ser naturales, sino que son mecánicamente imitados. Lo plástico es más bien algo inerte. Y si elevamos aún más esa idea, también tenemos que mencionar la falta de porosidad de ese pensamiento europeo que no admite transpiración, ni intercambio. La frontera, pues, entre lo filosófico y lo no filosófico es a-porosa y plástica y por tanto está condenada al fracaso por su falta de movilidad.

Frente a esta definición se puede recordar por oposición la interpretación de Alain Badiou. Este comienza mencionando la existencia de momentos filosóficos “en el espacio y en el tiempo”.[iv]

Con ello quiere decir que la filosofía no es más que un concepto universal que tiene su expresión concreta en diversos momentos histórico-concretos. No obstante, a pesar del avance que esto pueda significar y la posibilidad que abre para definir una filosofía pública latinoamericana, su definición no deja de ser sutilmente discriminatoria. Primero, porque solo Badiou ha podido recordar los momentos griegos y alemanes. Es decir, la interpretación hegeliana de Grecia y luego el propio idealismo alemán. Y segundo, porque su definición de “momento filosófico” no es más que una traducción coloquial y fuera de contexto del concepto hegeliano del “universal concreto”.

Este último término se explica en relación con el par categorial abstracto-concreto.

En contra de la tesis admitida según la cual lo universal es necesariamente abstracto, Hegel sustenta que el universal puede ser abstracto o concreto. Según Hegel, la noción de universal abstracto, que es la propia del entendimiento, se refiere a lo meramente común a varios particulares… Es decir, según Hegel, el universal concreto es la síntesis dialéctica de lo meramente general abstracto y de lo particular. Como síntesis dialéctica efectúa una superación (Aufhebung) [v]

Ahora bien, por encima del aspecto formal, queda por comentar solamente el contenido mismo de lo que hace al momento filosófico; el cual, en el caso de Badiou es también ambiguo. Y esto es, según las palabras del propio autor, la unidad en intenciones: “…allí donde se tiene a una cuestión principal, reconocida por todos, se tiene un momento filosófico, desarrollado mediante una gran diversidad de medios, textos y pensadores.”[vi]

Sin ser las únicas, se han escogido estas dos interpretaciones por lo que ellas implican en términos de una definición de filosofía de la alteridad, pública y latinoamericana. Se han recordado también porque ambas lidian con el mismo problema, ya sea desde la ortodoxia o desde cierta heterodoxia, la filosofía se define aquí como un universal concreto. Y tercero, al usar al universal concreto se ha pretendido imprimir un cierto carácter democrático a la filosofía, cuando en realidad en relación con el Otro (latinoamericano, por ejemplo), ella es simplemente un punto de referencia a seguir sin dar margen a la verdadera creación.

El problema como bien ya se puede ver está en la operación de definición mediante el universal concreto. Que bien se usa para establecer la identidad de un contexto específico y para excluir de él todo aquello que no pertenece a lo universal. Dialécticamente hablando: en el universal no todo es universal, y todo empeño de concreción no es más que una operación de discriminación.

Hasta ahí nos guía la dialéctica hegeliana si queremos dar cuenta de la otredad. El gran problema con esta es el engaño que ella supone y la historia que arrastra consigo, desde la que se reconocen solamente algunas particularidades y no todas. Como se ha dicho antes, ni siquiera Badiou ha podido recordar otro momento filosófico que no sea el griego, alemán o francés.

Por último, debemos mencionar otra idea.

Lo anterior no indica, como la mente acostumbrada a la simplicidad sugiere, que, por tanto, el gran problema nuestro se expresa en una incompetencia natural que pone en crisis la nacionalidad como expresión pensada y especulativa.

Delante de los juiciosos y apocalípticos adivinadores del Caribe y Latinoamérica se debiera saber que precisamente el reto y el problema radica en continuar el camino de nuestra consecuencia. Esta es, construir un tipo de reflexión crítica de la realidad que sea contradictoria en sí misma, móvil, cambiante, y signo no tanto de la identidad como de ese movimiento constante de las formas. Quizás el ajiaco de Fernando Ortiz haya expresado en metáfora esta idea, la imagen en Lezama Lima, lo absurdo en Piñera Llera, Gabriel García Márquez con su realismo mágico, y otros tantos en los que siempre la lógica de la identidad o la engañosa dialéctica que siempre culmina «superada» y «henchida» de sí misma, se ven destronadas.

Aún quedan por delante decenios de reflexión para poder concretar esto en el espíritu de nuestros pueblos.

Notas

[i] Hegel, G.W.F. (1969) Filosofía de la lógica. En La Enciclopedia de las ciencias filosóficas. Buenos Aires:  Claridad. p.138-142, § 160.

[ii] Hegel, G.W.F (1955). Lecciones sobre la Historia de la Filosofía. México: Fondo de Cultura Económica.Hegel. p. 92.

[iii] Innerarity, D. (1991). Libertad como pasión. Sobre la idea de europa en Hegel. Core. Recuperado de https://core.ac.uk/download/pdf/83564543.pdf.  Pp. 109-110.

[iv] Ver Badiou, Alain (2005) The adventure of French Philosophy. New Left Review, 35, Sept-Oct.

[v] Herder Enciclopedia. (2019). Lo Uniaversal Concreto. Extraído de https://encyclopaedia.herdereditorial.com/wiki/Universal_concreto.

[vi] Badiou, Alain (2005) The adventure of French Philosophy. New Left Review, 35, Sept-Oct. p. 44.

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